“¡Entre cultura y vida… -comenzaba diciendo el Gordo, y Larisa remataba en el español que había aprendido en la cama-:… escoge vida!”, leo en ‘Las palabras perdidas’, una enorme novela del escritor cubano Jesús Díaz. El Gordo (con perdón por si acaso) se ha ligado a la angelical Larisa en un viaje cultural a Moscú, y ante la perspectiva de ver museos y bibliotecas o encamarse con la joven rusa, ninguno de los dos duda: ¡la vida! ¿Y por qué –me pregunto- esta disyuntiva excluyente? Hace unas semanas en un bar de cuyo nombre me acordaré siempre para no volver, pues una caña de cerveza estaba a precio de barril de petróleo o kilovatio hora, y todo porque te la servían en unos vasos de doble cristal que mantenía la cerveza siempre fría, precisamente en estos vasos –y vuelvo a cultura o vida- acompañando a la marca de cerveza, se podían leer distintas citas de escritores célebres. Ya saben, esas sentencias que pueden encontrarse en Internet a poco que pongamos en cualquier buscador “citas famosas de…”. Es decir, lo que en el siglo XVI eran centones y centones donde se recopilaban sentencias o frases famosas de los grandes clásicos griegos y latinos (un excelente ejemplo es el ‘Sententiarum volumen absolutissimum’ de Stephano Bellengardo), ahora con un solo clic podemos consultarlas por autores o por temas, según el gusto o el interés del usuario. A mí me tocó una de Henry David Thoreau, el famoso filósofo y naturalista norteamericano, y creo recordar que en otro vaso se recogía un pensamiento o consejo de vida de Concepción Arenal… Modestamente siempre he defendido y aplaudido todas las iniciativas que acerquen la cultura a las actividades más cotidianas de la vida. En cierta ocasión entoné un panegírico sobre el papel higiénico que se adornaba con versos de poetas célebres, aunque me abstuve de comprarlo por mi devoción por la literatura (¡cómo iba yo a caer en tamaña ofensa!). Por no decir la campaña familiar que emprendí en su momento, con escaso éxito (todo hay que reconocerlo), de pegar un poema en la puerta del frigorífico, el electrodoméstico sin duda más visitado en cualquier casa. Todos podemos hacer mucho más en nuestra vida diaria para que la cultura no se convierta en su dicotomía, sino todo lo contrario, en su mejor complemento o en un alimento básico. Y así como ahora ha proliferado toda clase de productos para seguir una alimentación sana, también podríamos buscar resortes o mecanismos para que de la misma manera incorporemos a lo más cotidiano de nuestra vida sana pequeñas o grandes porciones de cultura. Una cita serigrafiada en un vaso de cerveza es una más de las muchas iniciativas que pueden hacer que el Gordo y Larisa, en la novela de Juan Díaz, no tengan que elegir siempre vida. Aunque si tuviéramos que elegir entre el precio de la inolvidable cerveza cultural y las expectativas que se le abrían al Gordo en aquella cama y con aquella joven… José López Romero.