viernes, 5 de abril de 2024

EN BUSCA DE AVENTURAS

Como es sabido, aquel Grand Tour que comenzaron a realizar muchos nobles y burgueses por la Europa de la segunda mitad del siglo XVIII, no incluía a España en su itinerario. Aquellos herederos de las clases dirigentes europeas, imbuidos del espíritu ilustrado preferían los templados veranos en Baden Baden, las excursiones a los cantones suizos o la búsqueda de las ruinas clásicas de Italia y Grecia. Pero todo cambió con la progresiva implantación de la mentalidad romántica que puso a España en el mapa de aquellos afortunados viajeros – y algunas viajeras- que aparte de la imagen edénica y orientalizante que proyectaba nuestro país, por entonces tan desconocido como cercano, se mostraba como una invitación a la aventura. Mucha literatura se había publicado sobre España y los peligros que implicaba recorrerla, así como de  la dureza de sus caminos y alojamientos, cuando Grace Illingwortk pasaba el control fronterizo en Algeciras aquel verano de 1925. Sin duda pensaría en la infinidad de incidentes que otros viajeros habían tenido antaño realizando el mismo tramite, como Henry David Inglis o su compatriota MacKenzie, aunque ella se llevaría una pequeña decepción al pasar al otro lado sin ningún contratiempo. Luego se alojaría en el hotel Reina Cristina pero esas primeras horas en nuestro país no pudieron ser más frustrantes para alguien que solo buscaba aventuras: “Es este un confortable hotel. Demasiado confortable para lo que esperaba.” Al caer la noche a la buena de Grace le llegó una nueva decepción, pues al esperar disfrutar de platos típicamente españoles se topó con un chef  francés al igual que su menú. Para colmo empezó a descargar una lluvia torrencial que le hicieron preguntarse: “¿Estoy en Algeciras, España, o todavía no he salido de Inglaterra? En el delicioso libro ‘A month in Andalusia’ en el que Grace luego describiría su periplo andaluz no encontró grandes aventuras – aunque sí muchos inconvenientes para una mujer que viajaba sola en aquellos tiempos- ni sorteó situaciones de peligro con los románticos bandoleros -hacía más de cincuenta años que no se había reportado ningún encuentro de este tipo con algún viajero-,  pero le costó volver al brumoso Londres cuando llegó semanas después el momento del regreso. Ramón Clavijo Provencio. 

 

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