LECTORES SIN REMEDIO

Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.

martes, 24 de diciembre de 2024

VIDAS ASIMÉTRICAS

Christopher Marlowe nació en Canterbury el 6 de febrero de 1564 y murió asesinado en Deptford, un pueblo de los alrededores de Londres, el 30 de mayo de 1593. Contaba 29 años. Pero pocas vidas tan cortas han dado para tantas especulaciones, misterios y teorías, algunas tan interesantes como curiosas. Blasfemo, ateo, homosexual, pendenciero, se cree que formó parte del servicio secreto inglés y que había estado espiando a los católicos británicos refugiados en Francia, concretamente en el seminario católico de Reims (tomo estas notas de la edición de ‘El judío de Malta’ y ‘Eduardo II’, de la ed. Cátedra). Pero la verdadera vocación de Marlowe era la literatura, concretamente el teatro. A sus siete dramas conservados, algunos historiadores añaden algunas obras atribuidas a Shakespeare; incluso algunos afirman que colaboró con el genio inglés en la composición de algunos de sus dramas. Y hasta otros defienden la teoría de que Marlowe y Shakespeare son la misma persona. Casualmente (¿?), las primeras referencias al autor de ‘Hamlet’ como dramaturgo y poeta son inmediatamente después de mayo de 1593. Además de las excelentes ediciones de sus dramas en Cátedra, Andreas Höfele recreó los últimos días del gran Marlowe en la novela ‘El confidente’. Como tantas veces, un escritor oscurecido por el genio de otro, ¿o eran la misma persona?

Alejandro Sawa Martínez nació en Sevilla el 15 de marzo de 1862 y murió en la más triste y absoluta miseria en Madrid, en la casa nº 3 de la calle Conde Duque, el 3 de marzo de 1909. En pocos días iba a cumplir 47 años. Bebió en París el esplendor de la bohemia -donde conoció y trabó amistad con Verlaine- y la vivió a carta cabal en el Madrid finisecular. Pocos escritores han tenido el honor, como lo tuvo Sawa, de ser convertido en personaje literario. En su vida y sus miserias se basó Ramón Mª del Valle-Inclán para configurar a Max Estrella, el poeta ciego, hiperbólico andaluz, autor de odas y madrigales, de su esperpento ‘Luces de bohemia’. Y Pío Baroja lo pintó en la figura sórdida y moribunda de Rafael Villasús, poeta ciego y loco. Eduardo Zamacois nos dejó también un excelente retrato de quien puede considerarse el autor más representativo del naturalismo radical, epígono del movimiento literario liderado por Zola, y que se recrea en el feísmo y el tremendismo. Novelas como ‘Crimen legal’, ‘La mujer de todo el mundo’, o ‘Criadero de curas’ son títulos lo suficientemente ilustrativos y representativos de su producción literaria. Su obra más reconocida, ‘Iluminaciones en la sombra’, la iniciaba el 1 de enero de 1901 con estas palabras: “Quizá sea ya tarde para lo que me propongo: quiero dar la batalla a la vida. Como todos los desastres de mi existencia me parecen originados por una falta de orientación y por un colapso constante de la voluntad, quiero rectificar ambas desgracias para tener mi puesto al sol como los demás hombres…” Sawa tiene un puesto al sol como lo tiene también en la historia de la literatura, como Christopher Marlowe. José López Romero.

 

VIDAS PARALELAS

Durante los años cuarenta del pasado siglo, en aquella España que atravesaba el periodo más duro de la posguerra y donde el Régimen franquista trataba de afianzarse, pese el triunfo de los Aliados sobre las potencias del EJE en la Segunda Guerra Mundial, la cultura no era precisamente una de las prioridades para una población que subsistía a la espera de tiempos mejores. En ese periodo, sin embargo, trabajaron en pro de la cultura española, personajes que pese a la penuria fueron pioneros en iniciativas que fructificarían en importantes realidades, aunque hoy la mayoría de la población desconozca su legado. Uno de esos personajes sin duda fue José Álvarez Sáenz de Buruaga con cuyo busto me topé paseando hace unos días por las calles de Mérida, y que inevitablemente me trajo también el recuerdo del jerezano Manuel Esteve Guerrero. Vidas paralelas dedicadas al mundo de los libros y a la investigación sobre nuestro pasado más lejano. José y Manuel apenas se llevaban unos años y ambos eran funcionarios del cuerpo Facultativo de Archiveros Bibliotecarios y Arqueólogos. Pues bien, los esfuerzos de ambos parecen discurrir durante años de forma paralela. Mientras Saénz de Buruaga excavaba en la Alcazaba de Mérida y realizaba actuaciones en otros lugares emblemáticos de la ciudad, tareas que compaginaba con la no menos ardua del inventariado del Museo de Mérida o la formación de una biblioteca especializada, que hoy es considerada la más importante de temática romana de España, en Jerez Manuel Esteve organizaba y catalogaba una de las mejores colecciones bibliográficas de la comunidad andaluza: la de la Biblioteca Municipal de Jerez, al tiempo que en el año 1942 daba inicio a una serie de campañas arqueológicas sobre los parajes de Mesas de Asta, y que atrajeron por estos lugares a estudiosos procedentes de toda la geografía europea. Mientras que para José Saénz de Buruaga  todo culminaría con la inauguración en 1986, en el solar de “Las Torres”, del Museo Nacional de Arte romano cuyas obras fueron dirigidas por arquitecto Rafael Moneo, Esteve lograba a su vez en 1962 el reconocimiento para la hasta entonces Colección arqueológica municipal,  la denominación de Museo, a la vez que culminaba su labor trayendo en 1968 a Jerez el Symposium de Prehistoria Peninsular. “Tartessos y sus problemas”. Vidas paralelas que no deben caer en el olvido. Ramón Clavijo Provencio

 

 

viernes, 6 de diciembre de 2024

OLVIDADOS

Determinadas circunstancias nos ha llevado en el pasado a conocer a personajes vinculados con el mundo del libro, a los que el paso del tiempo ha borrado de la memoria colectiva. Uno de esos casos es el del poeta malagueño, pero vinculado con la ciudad de Jerez, José Carlos de Luna. Me topé con José Carlos de Luna una fría mañana de hace unos pocos años, cuando ya empezábamos a enterarnos de aquel extraño virus, la Covid-19, que estaba causando estragos en China. Un conocido me había pedido como favor que le diera mi opinión sobre una biblioteca familiar que heredaba junto a la finca en la que estaba depositada. Aquella era al parecer la vivienda en la que brevemente vivió en esta ciudad el mencionado poeta malagueño y aquella era su biblioteca particular, que extrañamente se conservaba en Jerez y no en Madrid, donde residió sus últimos años, aunque no llegué a enterarme por qué motivo. A partir de ese momento dediqué algo de mi tiempo a hurgar entre las estanterías de maderas nobles de una muy interesante y bien conservada biblioteca privada a la vez que me interesaba por la figura del olvidado escritor, también gran dibujante, que fue su propietario y que el paso de los años parecía haber sumido en el olvido más absoluto. Algo o mucho de este olvido tiene su explicación en los trágicos avatares políticos que vive nuestro país durante el siglo XX, avatares en los que estuvo inmerso nuestro protagonista que llegó a ser gobernador civil, en tiempos de la República, de Badajoz y luego de Sevilla. Pasada la Guerra Civil colaboró con la prensa del Movimiento  además de destacar como articulista del ABC. Pero sobre todo José Carlos de Luna fue un estudioso del cante flamenco llegando a ser una de las voces más prestigiosas de su época. Vinculado a la Cátedra de Flamencología de Jerez escribió ‘De cante grande y cante chico’ (1926), ‘Gitanos de la Bética’ y, sobre todo, ‘La canción andaluza’ (Jerez de la Frontera, 1962), pero también  unas serie de libritos de influencias lorquianas y que no dejan de tener su encanto como ‘El Cristo de los gitanos’ (1935) o el poema dedicado a un cantaor callejero de flamenco, el malagueño “Piyayo”. Volviendo a su biblioteca de unos tres mil títulos, esta respondía al perfil humanista de su propietario y ese amor por los libros se manifestaba en el primor y cuidado de la misma, donde abundaban las encuadernaciones expresamente realizadas para muchas de sus piezas. En ella me llamó la atención un manuscrito fechado en 1796 vinculado con Jerez : ‘Juan Palomino contesta a Tomás López, geógrafo sobre el término municipal de Jerez’, de Juan Xavier Xímenez de Segovia y López de Spinola. Pero aquellas visitas finalizaron cuando la Covid-19 invadió nuestras vidas y todo lo demás pasó a un segundo plano.  Ramón Clavijo Provencio

 

NEGOCIO

Después de sus dos primeras novelas, que habían pasado sin pena ni gloria, la editorial finalmente había apostado por aquella autora en que tantas esperanzas económicas tenía depositadas. Y para el lanzamiento de su tercera obra no había escatimado en medios para hacer una campaña publicitaria de esas que se denominan “agresiva”. Y dio resultado: un premio de prestigio (que formaba parte de la campaña) y miles de ejemplares vendidos. Pero aquel éxito no había tirado de las anteriores, que seguían durmiendo en el limbo de la indiferencia de los lectores. Cuando pasaron unos meses, su agente le hizo llegar el comentario que le habían hecho en la editorial: tenía que sacar otra novela. Debían olvidarse de las primeras (eran muy malas) y publicar otra para aprovechar el tirón del éxito y dinero invertido en la publicidad. Pero ella no tenía ahora la cabeza para ponerse a escribir, quería disfrutar de los réditos que le estaba dando su novela. “Pues la editorial también quiere disfrutar de los ingresos. Esto es negocio, querida”, le había respondido su agente. El consejo le llegó a través de un amigo de confianza, sin saber realmente quién se lo había soplado con intención: podía comprar una novela. Hacía pocos días se había fallado un premio que, como todos, estaba amañado, y uno de los lectores encargados de seleccionar las obras presentadas había emitido un informe muy elogioso de una en particular que, por supuesto, no había ni siquiera quedado entre las finalistas. Todo era cuestión de ponerse en contacto con el autor. Le habían referido alguna novela (‘El asesinato de Laura Olivo’ de Jorge Eduardo Benavides), que ella no había leído (no tenía tiempo ni para leer, se justificaba siempre) y alguna película (‘El ladrón de palabras’) que tenían más o menos ese argumento. Pero una cosa era la ficción y otra la realidad. Además, la crítica se daría cuenta del cambio de estilo. ¿La crítica? No había problema. Pasaron dos semanas y las presiones y exigencias de la editorial se hicieron más acuciantes. Cuando le informaron de que el autor ya había firmado el contrato de confidencialidad y le pusieron por delante el manuscrito para que ella escribiera en la primera página su nombre, recordó las palabras de su agente: “esto es negocio, querida”. José López Romero.