Sí, recuerdo que fue ‘Objetivo Birmania’, película protagonizada por Errol Flynn, la programada por TVE la noche del 19 de noviembre de 1975, como también recuerdo aquella portada del Diario de Cádiz, todavía en esa edición “sábana” de gran formato, periódico que se recibía en el domicilio familiar, y en cuya portada la mañana del día 20 se leía el titular en grandes caracteres de “Franco ha muerto”. En cierta ocasión leí en algún libro aquello de que tras el asesinato de J.F. Kennedy en Dallas, una generación de ciudadanos estadounidenses nunca olvidaría qué estaban haciendo el fatídico día, tal fue el impacto colectivo de aquel suceso. En nuestro país esto lo podríamos extrapolar a la mencionada muerte de Franco, aunque en este último caso el impacto fuera motivado por circunstancias históricas y políticas muy alejadas de la que vivieron los norteamericanos en 1963. A aquella fecha del 20 de noviembre de 1975 se le une en el imaginario patrio otra, heredera de la primera, que causó igual impacto y nos dejó una nueva muesca imborrable en la memoria: el asalto al Congreso de los Diputados un 23 de febrero de 1981. También recuerdo de manera nítida aquella noche, la de “los transistores”, que pasé casi en vela, como muchos ciudadanos, pendiente de los informativos, o la mañana siguiente, recorriendo las dependencias municipales de Jerez, por entonces en Madre de Dios, casi desiertas y en las que llevaba poco tiempo trabajando. Estos acontecimientos históricos de los que nos separan décadas y que podemos enmarcar en lo que los historiadores han definido como la Transición política española, han sido abordados por numerosos trabajos de investigación, aunque como en el caso de la posguerra también la literatura les ha prestado atención presentando a los lectores historias más o menos afortunadas. Pues bien, entre las novelas que, desde mi punto de vista, aportan una visión enriquecedora desde la literatura sobre los acontecimientos a los que nos estamos refiriendo, yo destacaría las tres que siguen aunque por supuesto hay otras muchas. De las dos que tienen el 20 de noviembre de 1975 como telón de fondo, una de ellas es ya todo un clásico, y es la firmada por Rafael Chirbes sobre los momentos finales de la vida del dictador en ‘La caída de Madrid’ (Anagrama) publicada por vez primera en el año 2000. La segunda sería ‘Herencia’, novela de muy reciente aparición, escrita por el periodista Jesús Gallego (Roca Editorial) y cuya trama se sustenta en un impecable armazón documental (ver reseñas). Para finalizar, y pasando al otro gran suceso de la Transición, el 23 de febrero de 1981, nombrar ese otro título de imprescindible lectura, ‘Anatomía de un instante’ de Cercas, y más ahora que su versión televisiva (de impecable factura) dirigida por Alberto Rodríguez, la ha puesto de nuevo de actualidad. Ramón Clavijo Provencio.
Una biblioteca es lo más parecido a un laberinto, un laberinto lleno de libros, de mundos por descubrir.En homenaje a las bibliotecas y a la lectura , preside la cabecera de este blog un dibujo del pintor jerezano Carlos Crespo Lainez: "Noche de lectura".
LECTORES SIN REMEDIO
viernes, 28 de noviembre de 2025
"ELLOS Y ELLAS. LA JOVEN POESÍA DEL 27"
Nada más leer el título, el lector podría pensar que estamos ante otra, una más de las muchas antologías que se han publicado de aquella generación del 27, considerada por muchos como la segunda edad de oro de la lírica española y, en cambio, para otros, los menos, como un grupo de poetas sobrevalorados. Pero no estamos ante una antología más. En primer lugar, Manuel Bernal Romero, el antólogo, ya tiene en su haber estudios muy rigurosos sobre el 27, entre ellos: ‘La invención de la generación del 27’, ‘El nacimiento de la generación del 27’, ‘La falsa influencia de Góngora en la generación del 27’, ‘Las muertes de Federico’ y “El flamenco y la Generación del 27’ (editorial Renacimiento), por lo que no es en ningún modo un recién llegado a los estudios del 27, como así también atestigua la introducción incluida en el libro; en segundo lugar, esta antología viene a cubrir los grandes vacíos o agujeros negros que en la Historia de la Literatura siempre terminando dejando los grandes escritores, los que se llevan la fama y el éxito, a costa de ensombrecer a otros poetas que merecen la atención y el interés de los lectores; y en tercer y último lugar, porque entre estos escritores oscurecidos por las primeras figuras, se encuentran en esta antología “Ellas”, un buen grupo de escritoras cuya nómina y producción poética no podemos consultar en otras selecciones ya publicadas del 27. Las reseñas de cada autor y autora incluidas en el estudio previo es otro valor añadido de esta antología que tan bien cuidada está tanto interna como externamente. Esta antología se presentará el próximo lunes, 1 de diciembre, en la Fundación Caballero Bonald. José López Romero.
viernes, 14 de noviembre de 2025
MALOS
Después de su primera novela, que fue todo un éxito, un tanto inesperado, todo hay que decirlo, se fue poco a poco acomodando. Quería disfrutar de los pingües beneficios que le reportaban sus obras y que iban engrosando su cuenta corriente a la misma velocidad que sus novelas aparecían en los escaparates de las librerías. Y aunque no quería reconocerlo, en su fuero interno no podía engañarse. Había descubierto el método, y a la sombra de su exitosa irrupción en el panorama literario nacional, las novelas siguientes habían tenido una buena acogida, aunque ninguna llegara a tener el favor unánime de la crítica. Es más, cuando se publicó la cuarta, aquellos críticos que habían visto en él “una de las voces más prometedoras de la narrativa”, “un autor que pronto será considerado un referente de la narrativa actual”, ahora le discutían el mérito y hasta se quejaban del cansancio de un método que olía a la legua a agotamiento. Criticaban que uno tras otro relato vieran desfilar un grupo de personajes yuxtapuestos, sin la menor conexión, que contaban sus vidas a través de una serie de acontecimientos tan absurdos que terminaban por hacer insípida la narración y toda la novela. ¿Realmente eran tan malas? Él seguía teniendo un nombre entre los escritores de su generación, notaba el respeto que aún infundía y, sobre todo, la prueba más palpable de ello: su editorial de toda la vida literaria no le había discutido nunca una obra y seguía manteniendo la misma relación comercial con ella. Aunque bien pensado, ahora que se ponía a recordar, estaban en el tiempo en que las editoriales preparaban sus lanzamientos de temporada y nadie lo había llamado para pedirle una nueva novela, como hacían todos los años. ¡Bah!, ahuyentó fantasmas, en unos días seguro que llamarán. Inquieto porque no recibía aquella llamada, una mañana decidió pasarse por una librería y comprobar que seguía teniendo su público devoto. Y el azar quiso poner en su camino a un joven que con una de sus novelas en las manos le comentaba a la que sin duda era su novia: “… se dice que no hay libro tan malo que no tenga algo bueno, e incluso he oído que hay que leer libros malos porque en la comparación se aprecian más y mejor los buenos; yo, cariño, pienso que hay tanta y tan buena literatura por ahí que no merece la pena perder ni un minuto con una mala novela. Porque son los buenos libros los que aficionan a la lectura. Este autor, con toda su fama, ya podría ser más consciente de lo que escribe y publica. Y esta novela es muy mala”. ¡Niñatos!, pensó con irritación. Pero algo se le removió en la conciencia y notó un sabor amargo en la boca. José López Romero.
DIPLOMACIA Y CULTURA
Después de la polémica que no por esperada deja de levantar revuelo todos los años por estas fechas, como es la concesión del Premio Planeta y sobre la que ya nos detuvimos días atrás, ahora nos topamos con otra de perfil distinto, sí, pero que igualmente es otro ejemplo de la contaminación de ciertos reconocimientos literarios por circunstancias ajenas a la propia literatura. Nos referimos en este caso a la concesión del Cervantes de literatura, quizás el galardón de mayor prestigio de la literatura en castellano, al escritor mejicano Gonzalo Celorio. Pero no me entiendan mal, en este caso el mencionado escritor tiene a sus espaldas una obra excelente y que ha ido recogiendo merecidos reconocimientos a la vez que lectores a lo largo de los años (Tusquets, en su colección Andanzas, tiene editada varias de sus novelas); sin embargo, esta concesión del Cervantes llega cuando, y como en cascada, han ido produciéndose una serie de gestos culturales entre México y España (cuyas relaciones diplomáticas no pasaban por su mejor momento desde la petición del anterior presidente mejicano López Obrador a nuestro país de pedir “perdón por la conquista”), entre los que se pueden enumerar la espléndida exposición “La mitad del mundo: la mujer en el México indígena” inaugurada en Madrid (Museo Arqueológico Nacional) con más de 400 piezas procedentes del país mejicano , la concesión de los premios Princesa de Asturias de las artes a Graciela Iturbide y de la Concordia al Museo Nacional de Antropología de México, y ahora, finalmente, esta concesión del Cervantes a Celorio. Todo lo que decimos no puede ser fruto de la casualidad, y aunque todos estos galardones concedidos y, por supuesto, el Cervantes, sean más que merecidos, quizás la intervención de la política haya precipitado los tiempos y propiciado esta inusual coincidencia en tan corto espacio temporal, de la concesión de tantos prestigiosos premios a tan significativo número de ciudadanos mejicanos. Ramón Clavijo Provencio
lunes, 3 de noviembre de 2025
DE LA FERIA DE LIBRO DE JEREZ AL PLANETA
Cuando hace algunas semanas me abría paso en los Claustros de Santo Domingo entre la marea humana que recorría los stands allí instalados por librerías y editoriales con motivo de la Feria del Libro de Jerez, tenía en la cabeza la muy reciente lectura de ‘Personaje Secundario’ (Trama, 2025), las sugestivas memorias de Enrique Murillo, el editor (también escritor y traductor) que durante décadas ha sido referente en este país. Pues bien, esas memorias que repasan medio siglo del universo editorial español, hubiera sido muy recomendable dárselas a leer a todos aquellos y aquellas que ante el paisaje de cientos de personas ojeando libros u ocupando su lugar en los atestados salones habilitados para asistir a la presentación de lo último de tal o cual afamado escritor o escritora, suspiraban emocionados por lo que interpretaban como una prueba del triunfo de la lectura y la literatura. ¿Pero ello es así? Evidentemente no. Las ferias del libro tienen una sola razón de ser: el comercio y venta de libros, por lo que contribuir a ello consiguiendo la asistencia de escritores afamados (aunque no sean los exponentes de la mejor literatura), me parece legítimo. Sin embargo, más allá del indudable éxito popular de la mencionada Feria y el haber logrado su principal objetivo que no es otro que, y dejémonos de sutilezas, la venta de libros, hay que decir que una cosa es llenar un espacio ferial gracias al atractivo de figuras reconocibles y otra que a toda esa marea humana que en determinados momentos se congregó en los Claustros (muchos solo curiosos y paseantes sin más pretensiones), tengan la lectura como algo importante en sus vidas. Mientras escribía estas líneas saltaba la polémica tras la concesión del último premio Planeta, un Premio que arrastra una reciente historia llena de despropósitos y que nos hace pensar a muchos que este galardón a día de hoy puede ser calificado de todo menos de literario. Pues bien , y volviendo a ese ‘Personaje secundario’ de Enrique Murillo, sus páginas autobiográficas y que nos sumergen en la parte poco visible del mundo editorial de este país, nos llevan a comprender un poco mejor el oscuro mundo de los premios literarios, o cómo hemos llegado a una situación donde hay pocos lectores y muchos escritores (entre los que abundan rostros famosos, muchos sin el necesario bagaje lector) y gran parte de las novedades literarias no han pasado un mínimo filtro de calidad, colapsando los canales de distribución y en última instancia a las librerías tradicionales. Leyendo a Murillo entenderemos mejor por qué Juan del Val, el último premio Planeta, sin duda será una magnifica carnaza para atraer público en cualquier Feria del Libro venidera, pero también que su premio Planeta es una pésima noticia para la literatura. Ramón Clavijo Provencio
¿LECTORICIDIO?
En la mañana del 12 de noviembre de 1912 José Canalejas y Méndez, a la sazón presidente del gobierno de España, era asesinado por el anarquista Manuel Pardiñas Serrano cuando aquel miraba el escaparate de la desaparecida librería San Martín en la madrileña Puerta del Sol. Lo que demuestra bien a las claras que el ejercicio de lector puede llegar a ser una actividad de alto riesgo. Bien conocida es la foto de la recreación del magnicidio. Pero en ella no se aprecia con claridad (al menos la reproducción que he consultado), las novedades literarias que se exhibían en el escaparate. En cualquier caso, al ser una recreación tampoco serían fieles a las que atrajeron la curiosidad de Canalejas. Quizá fuera la última novela de Eduardo Zamacois ‘Las memorias de una cortesana’, de sugerente título, o el no menos atractivo ‘El deseo’ del periodista Alberto Insúa, o incluso ‘La sed de amar’ del por aquel entonces afamado escritor de novelas eróticas Felipe Trigo. Novelas que sin duda, por sus títulos, bien le servirían al presidente para olvidarse de los problemas del país y de sus eternos conflictos políticos, de los que hoy somos herederos por méritos propios. No estuvieron atentos ni editores ni libreros, en especial el de la San Martín, para publicitar las obras expuestas en el escaparate, aún no sabían manejar con destreza los resortes de una buena campaña publicitaria que aumentara las ventas. Porque el morbo del ser humano es insaciable y seguro que se elevarían las ventas de aquella novela cuyo título fue lo último que leyó Canalejas. Quiero pensar que Pardiñas mató a Canalejas por sus irreconciliables ideologías políticas, no por sus gustos literarios. ¡Hasta ahí podríamos llegar! José López Romero.
viernes, 17 de octubre de 2025
EL DEBER DE LA LECTURA
Leer ya no es un placer solitario. Se ha convertido en un gesto público, medible y, paradójicamente, obligado. Según el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España 2024, el 75,3% de los jóvenes entre 14 y 24 años lee libros en su tiempo libre. Pero detrás de estos números surge una pregunta incómoda: ¿leen por gusto, por hábito o por la necesidad u obsesión de que los demás vean que leen?
La literatura, antaño refugio de unos pocos, ha pasado a ser
un escaparate. La lectura se exhibe, se mide y se vende como una marca de
identidad: la foto en la cafetería, la novela en la portada de Instagram, el
comentario culto en un hilo de Twitter. Lo que antes era un ejercicio de pasión
silenciosa, de constancia íntima, hoy se ha transformado en un acto
performativo. La frase Todo el mundo quiere haber leído y nadie quiere leer
nunca fue tan cierta. La gente está tan preocupada porque los demás vean que
disfrutan de sus aficiones que uno se pregunta si realmente las disfrutan o si
es la validación externa lo que les hace sentirse gratificados. Para quienes
amamos los libros, esta dinámica resulta inquietante: la lectura deja de ser un
refugio para convertirse en un medidor social tan ficticio y engañoso como las
propias redes sociales.
El auge de los audiolibros y las aplicaciones de lectura
rápida refleja esta obsesión por la productividad. Todo se mide: palabras por
minuto, libros por año, “logros culturales” como si fueran pasos en un reloj de
fitness. La literatura ha entrado en la esfera del consumo instantáneo, y con
ello se ha erosionado su dimensión más profunda: la de ser un espacio de
pensamiento autónomo y de libertad.
Salir de casa con un libro, sentarse en una cafetería con un
cuaderno, leer poesía frente al mar… Estos actos, que antes eran gestos de
cuidado personal y cultivo del espíritu, ahora pueden parecer pedantes. Y sin
embargo, constituyen la forma más auténtica de resistencia contra la
banalización del tiempo y del placer. La lectura no es una mercancía, ni un
logro social, ni un post que buscará "likes". Leer es un acto de
presencia, una pausa en la exigencia constante de ser productivo.
Quizás quienes amamos las letras hemos estado demasiado
ocupados leyendo para notar cómo nuestra pasión se convertía en moda. Pero aún
podemos recuperar su sentido original: abrir un libro para nosotros mismos, sin
testigos, sin métricas, sin exhibicionismo. Leer como quien respira, como quien
se reconcilia con la vida, con la memoria y con la soledad. Leer como quien
recuerda que lo humano, en su raíz más honda, está hecho de palabras. Manuela
Almodóvar.
UN HIJO, UN ÁRBOL Y... UNA NOVELA NEGRA
Hace pocos años Pierre Lemaitre publicaba ‘Diccionario apasionado de la novela negra’ (Salamandra, 2021), donde de manera singular nos daba una visión del subgénero literario que desde hace algún tiempo capta la atención mayoritaria de lectores y curiosos (aunque habría que preguntarse cuándo no lo hizo). Y este éxito ha ido en aumento hasta el punto de que la frase de autoría discutida “para que te lean hay que meter al menos un cadáver entre las páginas” puede ser un buen resumen de lo que está sucediendo. En la pasada Feria del libro de Jerez un conocido me decía que tenía una novela negra que quería publicar en la que el protagonista se llamaba Borsalino. Le comenté que ya en los años 50 Jean Paul Belmondo había protagonizado una película del mismo nombre dirigida por Jacques Deray y basada en la novela ‘Bandidos de Marsella’ de Eugene Saccomano; también que Juan Marsé publicó en fechas no muy lejanas una novela policíaca juvenil a cuyo protagonista llamó Borsalino (‘El detective Lucas Borsalino’, 2012) , todo esto bajo los murmullos del numeroso público que acudía a la presentación del último libro de Carmen Mola ( cuyos autores son lo más granado de esa novela negra que de tan inclinada a la casquería se sale de los que apreciamos la calidad por encima de las salpicaduras de sangre). En definitiva, el mencionado género vive días felices aupado por grandes autores como James Kestrell, Rosa Ribas, Leonardo Padura, entre otros muchos de los más recientes, pero cada vez más empañados también por autores que desvirtúan las señas de identidad del género y por otros muchos que se lanzan a escribir su novela negra sin haber leído gran cosa de o sobre ella (... hay que meter al menos un cadáver entre las páginas), retorciendo hasta el límite aquella otra frase sobre las prioridades en nuestro fugaz paso por la vida, donde al parecer ahora además de tener un hijo y plantar un árbol hay que escribir...una novela negra. Ramón Clavijo Provencio
viernes, 3 de octubre de 2025
DE TOMÁS SALVADOR A ALFREDO BENÍTEZ
Vuelve esta página tras el estío, al encuentro con sus lectores coincidiendo con una Feria del Libro de Jerez a la que deseamos éxito y a la que nos referiremos en otra ocasión, cuando analicemos el balance que nos deja la propuesta de este año. Siempre es bueno hablar de libros y en estos días en esta ciudad parece algo obligado. Pues bien, tengo entre mis manos ‘La Nave’ novela del hoy olvidado Tomás Salvador (en la imagen), y que reeditada este año por ‘Apache’ décadas después de su primera impresión, me retrotrae a una anécdota que viví en la playa de Palmones el lejano verano de 1974. ‘Y...’ fue el primer libro de una trilogía de ciencia ficción escrita por el mencionado y entonces popular escritor. Había comprado un ejemplar de la edición lanzada por Plaza y Janés en dicho año, pero antes de introducirme en sus páginas protagonizadas por el científico Martín Lord, el libro desapareció en aquella playa sureña a los pies del Hotel Terol. La toalla y la pequeña bolsa donde había metido mis pertenencias seguían allí cuando salí del primer chapuzón en aquellas frías aguas frente al Peñón, pero faltaba el libro. Me extrañó aquello pero una vez pasado el enfado, no podía dejar de interesarme por aquel escritor de poder de atracción tal, que sus libros desaparecían a menos que se pusieran a buen recaudo. Tomás Salvador, antes de su muerte, acaecida en el orweliano 1984, ya había caído en el olvido literario (pese a su Nacional de literatura de 1954 y el Planeta de 1960) y no sería hasta mediados de la década siguiente cuando su obra comenzó a atraer a algunos estudiosos, entre ellos el joven jerezano Alfredo Benítez Macías, que convencido de que se encontraba ante el mejor escritor español de literatura de anticipación, comenzó a reivindicar su figura a través de varios artículos publicados en Bibliopolis, editorial como Alamut del también jerezano Luis García Prado. Sin embargo, la muerte prematura de Alfredo truncó sus objetivos y proyectos literarios. Hoy la figura de Tomás Salvador sigue sumida en el olvido salvo esporádicas reediciones de sus novelas distópicas como la serie de ‘Marsuf, el viajero del espacio’ o las que mencionábamos al comienzo (aunque también hizo interesantes aportaciones a la novela policíaca, prueba de ello es la excelente ‘Los atracadores’, luego llevada al cine por Francisco Rovira Veleta), afortunadamente parte de su obra la podemos localizar en la biblioteca privada de Alfredo Benítez, especializada en ciencia ficción, donada a la Municipal de Jerez tras la muerte de este último, y donde junto a los libros de Salvador encontramos ediciones ya ilocalizables de los maestros del género como Ray Bradbury, Isaac Asimov, Aldous Huxley, Richard Matheson o Arthur C. Clarke entre otros. Ramón Clavijo Provencio.
POLÍTICA
No busquen en Google. No pongan su nombre en algún buscador y esperen a que les aparezca alguna información, porque don Diego de Salazar y Heredia fue uno y sin duda es todo aquel que sabe aprovecharse de los tiempos azarosos, que son al fin y al cabo, los que llenan buena parte de la historia de nuestro país. Arbitrista y seductor; poeta y frecuentador de prostíbulos y tabernas, don Diego, uno de esos segundones de la rancia nobleza castellana, aunque con alguna que otra oscura e inconfesable mancha de la raza maldita en su sangre ancestral, llegó a formar parte de aquella pequeña corte de la que se rodeó don Gaspar de Guzmán, el conde-duque de Olivares, el todopoderoso valido de Felipe IV. A pesar de que pocas contemplaciones tenía Olivares con los arbitristas, se atrevió don Diego a escribir el ‘Discurso para el afianzamiento y mejora de los estados de España, así como de sus medios de transporte y vigilancia de sus fronteras’, un tratado un tanto pretencioso y bastante chocarrero, por el que pensaba sacar una buena tajada. Pero lo que le dio fama a don Diego en toda la corte no solo era la privanza del conde-duque, a cuyas fiestas, saraos y jornadas de cacería era un asiduo invitado, sino sobre todo los versos que corrían lo mismo por palacios como por bodegones y que don Diego dedicaba a la Filomena, a la Pantasilea, a la Franquilana, cortesanas que a cambio de sus servicios, se servían de él. Los libros de historia no lo consignan, pero era fama en toda la corte que la gran política y los destinos de España se decidían en las estancias privadas de don Diego al calor y sabor de unas putas, como así ha sido, es y será toda la vida de Dios. José López Romero.
lunes, 11 de agosto de 2025
LECTURAS DE VERANO II
Medio sol amarillo
Chimamanda
Ngozi Adichie. Random-House, 2007.
‘Medio
sol amarillo’ toma su título de la bandera que será el emblema de Biafra, una
región al sur de Nigeria que proclamó su independencia a consecuencia de las
masacres sufridas por la etnia igbo. El relato se desarrolla antes, durante y
después de la guerra civil y la hambruna que se desencadena entre los años 1960
y 1970. Sus protagonistas son dos hermanas gemelas, Olanna y Kainene,
pertenecientes a una acomodada familia igbo. Olanna representa el mundo
intelectual universitario, junto con su pareja Odenigbo, ambiente en el que se
agita la guerra; y Kainene, el de los negocios. Personajes a los que se unirá
el niño Ugwu, criado de Odenigbo. Una novela que expone en toda su crudeza las
consecuencias de una guerra, agravada esta por el odio entre etnias. J.L.R.
Wanted
Ignacio Arrabal. Rhode Island, 2024
Es cada vez más interesante el periplo literario de este escritor sanluqueño. Si ya nos sorprendió gratamente con aquella tensa e inquietante novela de impecable estilo, ‘Los ofendidos’, ahora lo vuelve a hacer cambiando de tono y registro pero manteniendo el irrenunciable propósito de hacer literatura en estos tiempos tan poco propicios para ello, cosa de agradecer por los buenos lectores. Esta breve y nueva historia de paisajes desolados, persecuciones infinitas y soledad extrema, es más que un western singular y arrastra al lector a las entrañas de un relato intenso repleto de guiños a la buena literatura y de momentos no exentos de belleza. Sin duda ‘Wanted’, novela además agraciada con una portada espectacular de Alberto Belmonte, es una de las más interesantes novedades de estos últimos meses. R.C.P.
domingo, 20 de julio de 2025
LECTURAS DE VERANO I
Vagalume
Julio Llamazares.
Alfaguara, 2023
Releo esta historia del escritor leonés, al que conocí hace años acercándome a sus libros de temática viajera. A veces esto de la relectura de libros es muy aconsejable, sobre todo cuando se nos quedó un cierto sentimiento de culpa con libros que leímos demasiado apresuradamente o en un momento poco favorable. Vuelvo a las páginas de ‘Vagalume’ y lo hago sumergiéndome nuevamente en ese inicio de la historia casi magnético. A su muerte, el periodista Castro -cuyo padre había subsistido y mantenido a su familia publicando aquellas novelitas de “a duro”, policíacas o del oeste, consumidas a miles por aquella generación frustrada de la posguerra española- deja una serie de manuscritos que extrañamente no han sido publicados. Ese misterio lleva a su antiguo discípulo César a bucear en la historia de alguien al que nadie pareció conocer realmente. Muy recomendable y sí, esta historia merecía una relectura. R.C.P.
La hermana de Katia
Andrés
Barba. Compactos Anagrama, 2012.
Andrés Barba (Madrid, 1975) ya es, sin duda, un escritor plenamente consolidado en el panorama literario español. Los premios y una producción literaria de gran calidad, lo avalan con creces. Leídas ya ‘Ha dejado de llover’ y ‘Agosto, octubre’, que se inscriben en el género de las “nouvelles” o novelas cortas, ‘La hermana de Katia’ es un relato de mayor aliento o extensión, una novela de cuatro mujeres: la abuela, la madre, Katia y su hermana de catorce años, que se convierte en la protagonista, de ahí el título. Una niña que a veces no entiende los códigos con que los adultos manejan los hilos de sus vidas. La prostitución, las peleas familiares, la incomunicación, la falta de referentes y una tragedia del pasado marcan las vidas de estas cuatro mujeres. Muy interesante. J.L.R.
jueves, 26 de junio de 2025
DUELO AL SOL
No. No me he equivocado de sección. ‘Duelo al sol’ es el libro que acaba de publicar la editorial Renacimiento, que recoge textos a modo de conversación o diálogo entre dos escritores que conocen como pocos la literatura española desde el XIX hasta nuestros días. Me refiero a Abelardo Linares, poeta, ensayista y editor, y José Luis García Martín, poeta, profesor y crítico literario. Dos enormes figuras de la literatura actual. El diálogo que mantienen ambos protagonistas a lo largo de todo el libro, es una sucesión de mensajes, de réplicas y contrarréplicas a la que han querido poner el título de la mítica película del oeste, pero que García Martín hubiera preferido ponerle “el juego del gato y el ratón”. El formato de conversación o debate, que recuerda los diálogos renacentistas, es muy agradecido tanto para los autores como para el lector. Prescinde de la rigidez académica del ensayo, les permite a los protagonistas ensartar temas sin necesidad de seguir un hilo argumental, y los lectores se complacen en ese juego de tira y afloja (de gato y ratón), en el que se aprecia tanto la ironía como la complicidad, sin faltar por supuesto los desencuentros o desacuerdos que añade ese punto de picante que tanto interés despierta en el lector dada la talla intelectual de los dialogantes. El resultado es un texto que se lee con mucho agrado, en el que ambos “duelistas” no se reprimen ni se cortan un pelo en expresar sus opiniones sobre los temas más conflictivos del actual panorama literario español, sobre todo de la poesía, tema en el que son reconocidos expertos. Las anécdotas personales se mezclan con la visión de la historia literaria y las relaciones entre generaciones. En este sentido, pueden leerse la intervención de Linares titulada “Al final seré yo quien se rinda”, que termina con una interesantísima pregunta a su “contrincante”: “¿los poetas veinteañeros de hoy en día tienen ya como maestros a los poetas nacidos entre 1971 y 1985 y si mitifican a la generación novísima como yo, sin ir más lejos?”. La respuesta de J.L. García Martín, “Me pones en un apuro”, casi termina con esa ironía y ese humor tan presentes en todo el libro: “Pero no sé por qué te interesa lo que admiran los jóvenes de hoy. Yo de lo único que estoy seguro es de que no me admiran a mí (ni a ti, aunque lo disimulen más, por si los edita)”. No faltan referencias a escritores de finales del XIX y principios del XX, como la cita a Rafael Leyda del que se transcribe un cuento (‘La tita’), autor en la mejor tradición del relato corto europeo; como tampoco de los poetas más actuales, junto con las polémicas suscitadas que entran ya en lo personal. ‘Duelo al sol’ es, en definitiva, un libro no solo para leer, sino para aprender y entretenerse. José López Romero.
NÓMADA
En mayo de 1989 fallecía tras contraer SIDA el gran escritor, referente de la mejor literatura de viajes contemporánea, Bruce Chatwin. En este inicio del que se anuncia como tórrido verano, quizás sea buen momento para recordar a este británico, al que muchos describían como “un nómada en estado puro” y sobre lo que él mismo, en su intento de explicar lo que le impulsaba a estar siempre con la mochila al hombro, escribía: “jamás he sentido apego real alguno al hogar y no experimento la habitual reacción emotiva, salvo cuando estoy viajando…”. Arqueólogo y especialista en patrimonio histórico artístico de formación, pronto dejó su cómodo y bien remunerado puesto en la prestigiosa Sotheby´s para surcar rutas y llegar a lugares, algunos todavía libres de la “marabunta” turística que hoy salpica todo. Fruto de esos viajes fue dejándonos un reguero de libros, que aparte de brindarnos placenteros momentos de lectura se han ido convirtiendo con el paso de los años en piezas de culto, que además ponen el foco de atención sobre aspectos de la naturaleza humana olvidados o minusvalorados bajo el peso de los discutibles valores de esta civilización tecnológica y posindustrial que nos ha tocado vivir. Libros como ‘En la Patagonia’, ‘Los trazos de la canción’ son buenos ejemplos de esto que decimos. A principios de la década de los setenta del pasado siglo, un joven y aún poco conocido Chatwin, viaja por el sur de España según recoge en su biografía sobre el británico ‘Con Chatwin’ Susannah Clapp, pero lamentablemente se dan pocos detalles sobre esta que suponemos corta estancia, y donde Chatwin posiblemente se dejara ver por lugares aún vírgenes como la costa de Barbate en la provincia de Cádiz. Ramón Clavijo Provencio
viernes, 13 de junio de 2025
VIDAS INTENSAS
Anna Andréyevna Gorenko, más conocida como Anna Ajmátova, nació en Odesa el 11 de junio de 1889. Estudió Derecho, Latín, Historia y Literatura en Kiev y en San Petersburgo (Leningrado). En 1910 se casó con Nikolái Gumiliev, uno de los poetas fundadores del movimiento llamado “acmeísmo”, corriente opuesta al simbolismo y que preconizaba una poesía sobria, sin excesivos ornamentos retóricos. Junto con su marido, son ella misma y Osip Mandelstam los poetas más representativos de este movimiento. Y como Mandelstam, fue perseguida implacablemente por el régimen impuesto por el genocida Joseph Stalin. Aunque nunca fue detenida, su tercer marido N.N. Punin y su hijo, Lev Gumiliev, sí fueron encarcelados, y su obra poética prohibida. En la biografía del gran poeta ruso ‘Contra toda esperanza’ de (ed. Acantilado), Nadiezhda Mandelstam alude en múltiples ocasiones a la amistad que unía a ambos poetas, más estrecha por su común lucha contra el tirano. Su gran obra lleva por título ‘Réquiem’, que fue escribiendo entre 1935 y 1940 y que no pudo publicarse en la URSS hasta 1987. Anna Ajmátova moriría cerca de Moscú en 1966.
Flora Alejandra Pizarnik nació en
Avellaneda el 29 de abril de 1936. Con veinticuatro años (1960) se embarca para
París, ciudad en la que residirá hasta 1964, periodo en el que consolida su
personalidad y su creatividad, como ha demostrado Manuela C. Almodóvar en su
monografía dedicada a la poeta argentina. Será en París donde vivirá con total
intensidad su independencia familiar y donde comenzará a entablar contactos y
amistades literarias fundamentales para su obra. Prueba de ello es su relación
con el matrimonio Cortázar, preocupado por la salud de Alejandra, y el prólogo
que le hace Octavio Paz al poemario titulado ‘El árbol de Diana’ que escribe y
publica en París en 1962. Como señala M. C. Almodóvar: “Mujer atormentada por
la vida que le es hostil (sentido de abandono y soledad, agravado por diversas
enfermedades) y la atracción que sobre ella ejercía la muerte (uno de los temas
más recurrentes en sus poemas), Alejandra Pizarnik encuentra en el surrealismo
y en el simbolismo los movimientos más adecuados para su expresión poética.”
Pizarnik vuelve a Buenos Aires donde continúa con su labor creadora, fruto de
ella serán ‘Los trabajos y las noches’ (1965) y ‘La extracción de la piedra de
locura’ (1968). Durante un fin de semana en el que había salido con permiso del
hospital psiquiátrico donde estaba internada, el 25 de septiembre de 1972, a
los 36 años, Alejandra Pizarnik murió por una sobredosis de pastillas
de Seconal. José López Romero.
DELICIOSAS POLÉMICAS
En estos días calurosos, ya a punto de clausurarse la Feria del Libro de Madrid, que por cierto también tuvo un polémico y singular cierre provisional por las altas temperaturas la tarde del día inaugural, el panorama literario de nuestro país se ha calentado para no ser menos, hasta recordarnos épocas pasadas donde las diferencias literarias en el mundo de las letras se dirimían con cierta frecuencia en las páginas de la prensa. En estos días hemos asistido no a una sino a varias polémicas y, qué quieren ustedes que les diga, los lectores nos lo estamos pasando en grande. Primero fue un artículo en ABC (“¿Un Chaves Nogales definitivo?”) donde el editor Abelardo Linares se muestra muy crítico con la publicación por parte de la editorial “El Paseo” de los “Diarios de la Segunda Guerra Mundial” de Chaves Nogales. A esto replicará extensamente Juan Bonilla en la revista Jot Down (“Abelardo Linares, el síndrome de Pupú Poulidor”) y, finalmente, vuelve Linares a contestar a Bonilla ahora en Jot Down: “Un Chaves Nogales demediado o lo malas que son las prisas”. Días atrás, en El País, Sergio del Molino publicaba “No hace falta leer un libro para criticarlo”, opinando con criterio sobre la polémica levantada por la periodista Marta Nebot, cuando criticaba el último libro de Javier Cercas acusándolo de blanqueo de la Iglesia católica (“El loco de Dios en el fin del mundo”). Pero como no hay dos sin tres, y volviendo a la revista literaria Jot Down, hace unos días Ángel L. Fernández Recuero arremetía duramente en otro artículo, “La mediocridad de Eva Orúe como directora de la Feria del Libro de Madrid”, contra la mencionada periodista por el veto de esta a la prestigiosa revista literaria. Ramón Clavijo Provencio.
viernes, 30 de mayo de 2025
ALGUNOS APUNTES SOBRE LA NOVELA NEGRA Y JEREZ
A finales del siglo XIX hacían furor entre los lectores las historias de aventuras, corte histórico o viajero, muchas de ellas firmadas por escritores relevantes, que por entregas o en ediciones modestas se ponían a disposición de los lectores. Estas historias eran igualmente un reclamo para incitar a la lectura a las clases más desfavorecidas de la sociedad, y en los círculos parroquiales y fábricas se crearon pequeñas bibliotecas en los que estos libros se hicieron un hueco junto a otros de tipo educativo, religioso o técnico. Encontraremos estos relatos en revistas de cierto prestigio como ‘Por esos Mundos’ y ‘El Mundo Ilustrado’ entre otras, pero también en la prensa diaria donde muchos periódicos reservaban un espacio para recoger este tipo de literatura popular que tanta pasión despertaba y entre la que empezó a abrirse camino a lo largo del tiempo la de tono más morboso o sangriento, inspirada algunas en sucesos reales. En nuestra ciudad también encontramos este fenómeno y prueba de ello lo tenemos en revistas como la del ‘Ateneo’, o ‘Asta Regia’, pero también en periódicos como ‘El Correo de Jerez’ o ‘El Guadalete’ entre otros, o en esos folletos que se publicaban estacionalmente como ‘Carnet de Fiestas’, donde se puede hacer un seguimiento de todo este tan fascinante como muy poco conocido universo literario con historias que van de lo romántico o histórico a lo costumbrista. Volviendo a los relatos más morbosos y sangrientos (en la imagen), cabe decir que en ellos podemos seguir la pista de lo que podría ser los antecedentes de la novela policíaca que definitivamente a partir de 1841 (con la edición de ‘Los crímenes de la calle Morgue’ de Edgar Allan Poe) inicia una historia como subgénero literario de incontestable éxito. En España la literatura policíaca o negra siempre estuvo lastrada por un estigma de poca calidad que muchas veces no se correspondió con la realidad, y que quizás tenga su origen en la tardía entrada del género en nuestro país o que en la posguerra española muchos escritores represaliados encontraron en estos relatos una vía para subsistir. Sin embargo, basta echar un vistazo al plantel de escritores y escritoras que han tocado el género desde el XIX hasta hoy, para apreciar lo infundado de esa mala fama. En Jerez rebuscar entre viejas publicaciones y folletos efímeros los antecedentes del género puede ser una tarea tan laboriosa como apasionante y, por cierto, hasta ahora no escrutada por ningún investigador. Pero bien que merecería la pena hurgar en esos difíciles orígenes de los que aún se conservan fragmentos materializados en las colecciones de prensa decimonónica, o semanarios y folletines efímeros conservados en nuestras bibliotecas, pues son los antecedentes del ramillete de escritores (Cosano, Rojo, López, Clavijo, Fernández de Bobadilla...) que hoy en nuestra ciudad a la vez que suman lectores prestigian el género. Ramón Clavijo Provencio.
LA MAQUINITA
El otro día me encontré a un amigo, al que me une especialmente una amistad libraria, aunque no coincidamos del todo en los gustos. “¿Sabes cuál ha sido mi última adquisición?”, me preguntó. Y ante mi expectante ignorancia, me informó muy ufano: “¡Una máquina de fango!”. Y siguió: “Me puse a buscar en Amazon y vi una baratita, marca Acme, una marca de garantía, y en dos días ya la tenía en casa. ¡Oye! ¡Una maravilla! Leí el manual de instrucciones, la enchufé a un puerto usb del ordenador y ¡a funcionar! Te sale un menú con los temas sobre los que puede crear bulos y noticias falsas. Un catálogo en el que la política es uno de esos temas estrellas. Pero preferí la literatura. Por curiosidad y por probar hasta dónde podía llegar la originalidad del artefacto en este asunto, le propuse que me crease algunos bulos literarios. Y, pásmate, no tardó ni dos minutos en crear seis o siete bulos”. Ante mi cara de ansiedad por conocer algunos de ellos, sacó su móvil y me puso por delante la foto que le había hecho a la pantalla y pude leer algunos de ellos. “Bulo 1: todos los premios literarios están amañados. Hasta hace poco tiempo mangoneaban y decidían los agraciados dos figuras muy preeminentes del panorama literario nacional. Bulo 2: hay premios que se han otorgado sin haberse escrito siquiera la obra premiada, seguramente se premiaba a un familiar. Bulo 3: las subvenciones son una buena herramienta para rescatar editoriales que son de la cuerda ideológica de quien las concede (con dinero público, por supuesto), editoriales en las que publican los escritores de la misma ideología (que no es otra que la del poder). Bulo 4: detrás de algunas novelas y premios están más que el nombre del autor, una serie de “negros” (argot literario) que mejoran tanto la obra que no la reconoce ni el primer padre o madre que la engendró”. Y así hasta un bien nutrido listado de bulos que daba escalofrío leer. Al final, en nota al pie de la pantalla, como si de esa letra pequeña de las hipotecas se tratase, se podía leer: “MAX: … La deformación deja de serlo cuando está sujeta a una matemática perfecta. Mi estética actual es transformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas. [...]. Latino, deformemos la expresión en el mismo espejo que nos deforma las caras y toda la vida miserable de España.” Amén. José López Romero.
viernes, 9 de mayo de 2025
ENTREGAS
“Sociedad literaria. Lujo, prontitud y varatura (sic). ‘Martín el expósito’. Traducción del Doncel.- Edición de la Sociedad Literaria con grabados y litografías. Se ha repartido el tomo 11 y dentro de poco se repartirá el 12. Cada tomo consta de más de 200 págs. Con el 9º se han regalado 16 láminas litografiadas y el retrato de Sué. Se regalará el último tomo y con él el resto de las láminas ofrecidas. Se suscribe en Madrid a 4 rs. tomo, en la Sociedad Literaria; y a 5 rs. en las provincias franco el porte, en casa de D. José Bueno y de D. José María Contrastin”. Este era el anuncio que el 25 de marzo de 1847 aparecía en el Boletín de anuncios de la Revista Jerezana. La “Sociedad Literaria” era una editorial propiedad del famoso por aquellos años autor de novelas por entregas Wenceslao Ayguals de Izco, quien también se autoanunciaba con la publicación de su obra ‘La marquesa de Bella-flor o el niño de la inclusa’. La venta de novelas y de libros en general por suscripción popular fue uno de los métodos comerciales más frecuentes y socorridos durante el siglo XIX, que se complementaba con otros procedimientos como la entrega (lo que ahora llamamos fascículos) o, incluso, la publicación en los faldones de los periódicos o también llamado folletín (“Escrito que se inserta en la parte inferior de las planas de los periódicos, y trata de materias extrañas al objeto principal de la publicación, como artículos de crítica, novelas, etc…”, DRAE) que, una vez terminada, pasaba a comercializarse en volumen. De todo ello tenemos un excelente muestrario en nuestra ciudad si el curioso lector consulta el diario local ‘El Guadalete’, en su época de mayor esplendor que fue la segunda mitad del s. XIX, donde encontrará numerosos ejemplos de lo expuesto. Muchos de los grandes novelistas de esta época, así como sus editores acudieron a estos mecanismos de publicación porque llegaban a un público más numeroso y, en consecuencia, sus beneficios eran mayores. Sobre todo, aquellos autores que tenían la literatura como única fuente de ingresos, algunos de los cuales gozaban de una posición económica muy desahogada a base de suscripciones y entregas. Quizá el más famoso de entre ellos sea Manuel Fernández y González, del que se decía que disponía de cuatro amanuenses a los que les iba dictando al mismo tiempo las cuatro obras que tenía a la venta en el mercado de las entregas. Buena prueba de ello es la nota que incluye Valle-Inclán en la acotación inicial de la escena segunda de ‘Luces de bohemia’. De la librería de Zaratustra señala: “Empapelan los cuatro vidrios de una puerta cuatro cromos espeluznantes de un novelón por entregas”. Hoy, en plena era de la imagen y de la escasa lectura, poco o nada tienen que hacer estos novelones decimonónicos, basta con que el ciudadano se ponga delante del televisor y asista a las distintas entregas de los cuatro espeluznantes cromos de la situación política de nuestro país, con sus nombres y sus apellidos, y con sus láminas o sus rostros de cartón piedra como regalo. Como diría Valle: “¡fantoches!” José López Romero.
JEREZ, UNA SEMANA QUE LANGUIDECE
Tengo la sensación que la denominada “Semana del libro” en Jerez se está convirtiendo a medida que pasa el tiempo, más en un alto en el calendario festivo que algo relevante que demanda nuestra atención o un idóneo escaparate para proyectar por los responsables públicos los avances de la ciudad en pro de la lectura y el libro. Entiendo que esto hoy es difícil de materializar, cuando los proyectos culturales de calado que en Jerez se están realizando son mayoritariamente fruto de la iniciativa privada (el nuevo teatro de “La Gotera de Lazotea”, el que actualmente se remodela en San Andrés o el próximo complejo cultural de la plaza de la Asunción), mientras la iniciativa pública no va más allá de declaraciones grandilocuentes para el futuro que no terminan nunca de concretarse. Pero no podemos olvidar en estas fechas que Jerez tiene asignaturas culturales pendientes muy importantes que los responsables públicos no pueden ir dilatando más en el tiempo, algunas de ellas relacionadas con el mundo del libro o con el patrimonio bibliográfico y documental. Asignaturas que siguen eternizándose como la de una nueva sede para el archivo histórico municipal de Jerez, y que desde el año 1986 se encuentra ubicado “provisionalmente” en la sede de la biblioteca municipal central. Conviene no olvidarse tampoco, y ya vamos tarde, de la mejora de las instalaciones de la red de bibliotecas municipales así como la recuperación para la misma de la biblioteca Coloma. Inaugurada en 1993, fue la primera de la red municipal de bibliotecas de barrio y no estaría de más, como ya se hizo en el año mencionado, firmar un nuevo convenio entre el Ayuntamiento y la Consejería de Educación para devolverle su uso compartido (público y educativo). Con este paisaje del que dejamos aún mucho fuera de foco, hubiera estado bien como gesto hacia la institución bibliotecaria más antigua de Andalucía, la biblioteca municipal de Jerez (1873), haber trasladado frente a su fachada en la plaza del Banco este 23 de abril, los bellos bustos de Shakespeare y Cervantes actualmente en la plaza del Mercado, y cuya ubicación actual (respetando pero no compartiendo las motivaciones que condujeron a ella) nunca entendí. Ramón Clavijo Provencio.
viernes, 4 de abril de 2025
LA MIRADA DE FLEMING
Una de las fotos más icónícas de las realizadas a visitantes ilustres de esta ciudad es, sin duda, la que recoge el momento en el que el premio Nobel sir Alexander Fleming firma una bota de jerez en la bodega El Molino de Domecq un 10 de junio de 1948. Esta foto que hoy se conserva en los archivos de Bodegas Fundador, es más que una simple fotografía, pues esconde a través de esa extraña expresión con la que mira a la cámara el doctor británico, los entresijos de un viaje en el que hay algo más que los ecos entusiastas que fue dejando su paso entre la población de las ciudades españolas que visitó, entre ellas Jerez. Sin duda aquel viaje fue un gran acontecimiento en una España donde Franco, pese a las apariencias, aún luchaba para asentar su Régimen (y más tras la victoria de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial). Visitas como la del escocés a la España de 1948 eran, sin duda, instrumentos propagandísticos de gran importancia para el Régimen; sin embargo, tras aquella visita hubo algo más que fervor popular hacia el ilustre visitante, y se intuyen en ella aspectos oscuros aún no desvelados que puede que expliquen esa extraña mirada de Fleming de la que hablábamos antes. Desde luego a lo largo de todo el viaje que se inicia en Barcelona un 26 de mayo, y que llevó al premio Nobel y su mujer Sarah Marion McElroy a visitar también Sevilla, Córdoba, Jerez, Toledo y Madrid (desde donde regresaría a Londres un 14 de junio), la pareja fue sometida a una estricta vigilancia por los servicios de información del Régimen, que trataban de impedir que Fleming pudiera entrevistarse con personas no gratas para las autoridades. Un misterio no menor del viaje fue cómo se autorizó este, si Fleming era miembro de una logia masónica londinense, y en España se aplicaba con todo rigor la ley de represión de la masonería por aquellas fechas. ¿Se ignoraba este detalle? Tampoco se sabe mucho, otro misterio más, de la extraña enfermedad que contrajo en el viaje la esposa del Nobel, Sarah, y que acabó con su vida un año después. El paso efímero de Fleming por Jerez lo llevó a visitar la clínica Girón o la bodega El Molino a la que se refirió años después: “Vi botas con nombres sobre ellas: Nelson, Wellington, Pitt y otros. Tuve que subir a una escalera y escribir mi nombre con tiza sobre un barril. En Escocia me enseñaron a escribir con claridad y me imagino que no hay en esa bodega nombre mejor escrito que el mío”. También nos dejó una extraña mirada que esconde algo, un instante recogido en una fotografía en la cual hemos querido hurgar José López Romero y yo a través de la novela que presentamos hoy: ‘¡Vigilad a Fleming!’ (Editorial Luna Nueva, Jerez). Ramón Clavijo Provencio.
EL BUFÓN
Los bufones siempre han estado íntimamente relacionados con las cortes, en las que los reyes y cortesanos al tiempo que se solazaban con diferentes y variados espectáculos, tenían y mantenían a estos personajes encargados de divertirlos con “chocarrerías y gestos” (como así reza la definición del DRAE). Algunos incluso llegaron a ocupar un puesto de privilegio en la privanza del rey, hasta el punto de erigirse en uno de sus más allegados consejeros. Prueba de ello es su presencia en las pinturas de la época. Y aunque casi todos de los que se nos han conservado memoria e imagen adolecen de alguna discapacidad, sobre todo, la enanez (como la famosa Maribárbola inmortalizada por el gran don Diego de Velázquez en ‘Las meninas’), como si por los enanos hubieran mostrado especial predilección los reyes, algunos, excepcionalmente, no presentaban ningún defecto físico. Esto es lo que se cuenta de uno de los más famosos bufones de la Corte de Carlos V: don Francés de Zuñíga o por nombre más conocido Francesillo de Zúñiga, quien se considera el autor de la no menos famosa ‘Crónica burlesca del emperador Carlos V’, aunque en los últimos tiempos Jesús Cáseda Teresa le atribuya esta obra a don Francisco de Zúñiga y Avellaneda, III conde de Miranda y Grande de España, quien conoció al bufón en la Corte y “en la tierra salmantina cuando este último estaba al servicio de su primo el duque de Béjar”. Porque don Francesillo, nacido en esta localidad salmantina y de familia de judíos, entró en contacto con el emperador cuando formaba parte del séquito con que el duque de Béjar fue a presentarle sus respetos al joven Habsburgo en un encuentro que tuvo lugar en Valladolid el 18 de noviembre de 1517, recién llegado el rey a España (datos recogidos de ‘Fortuna y adversidades de don Francés de Zúñiga’ de José A. Sánchez Paso). Su famosa ‘Crónica’ no fue impresa hasta el siglo XIX y se considera una obra maestra de la literatura bufonesca. Como si de un periódico se tratara, don Francés (o don Francisco) les da un repaso, entre chascarrillos y bromas, a cortesanos y villanos, obispos, militares, alcaldes y criados, sin dejar clase social libre de su acerada pluma. El bufón del reino era, como podemos comprobar por don Francesillo, un cargo o título de cierta relevancia y prestigio. Por el contrario, en estos tiempos, el bufón del reino puede serlo cualquiera, aunque alguno con más méritos que otros. José López Romero.
sábado, 22 de marzo de 2025
VIDAS DERROTADAS
Diego de Torres Villarroel nace en Salamanca un día de junio de 1694. Hijo de un modesto librero, ya desde su infancia mostró esa personalidad inquieta y turbulenta que le caracterizó a lo largo de toda su vida. Después de distintos vaivenes en busca de mejor suerte, publica en 1718 su primer ‘Almanaque’, un género popular que se había impuesto en buena parte de Europa; un cajón de sastre donde cabía toda clase de información, desde lo científico hasta lo divulgativo y engañoso, con el fin de halagar el gusto de la plebe (efemérides, noticias históricas y toda clase de pronósticos), que le fueron reportando a Torres Villarroel la fama y los medios de fortuna de los que hasta esa fecha había carecido. Los ‘Almanaques’ le abrirán las puertas de la Corte (1720-1726) y, con estas, la consolidación de un prestigio intelectual con la publicación de sus obras mayores “que sirviera de contrapeso docto al progresivo éxito popular del Gran Piscator de Salamanca, nombre con el que firma sus pronósticos” (cervantesvirtual.com/ diego_de_torres_villarroel). De vuelta a Salamanca en 1726, Torres gana por oposición la cátedra de Matemáticas. La celebración multitudinaria (cohetes, campanas, vivas) por tal acontecimiento la narra el propio Torres en el “Trozo cuarto” de su autobiografía (‘Vida’). Pero al mismo tiempo comienza su larga lucha contra el claustro universitario, que no aceptaba de buen grado que uno de los suyos fuera un advenedizo, componedor de pronósticos sin sustento científico. Perseguido, derrotado por los conflictos de intereses, Diego de Torres Villarroel se refugió en sus últimos años en el palacio de Monterrey, como administrador del Duque de Alba, para morir finalmente el 19 de junio de 1770.
José Marchena, o más conocido como el abate Marchena (aunque nunca perteneció a orden religiosa alguna), nace en Utrera en 1768. Estudió Leyes en Madrid y Salamanca, y pronto orientó su vocación por las lenguas clásicas, por el hebreo, pero también por el inglés, el italiano y el francés, hasta convertirse en un excelente y prestigioso traductor. Perseguido por la Inquisición, se traslada a París y pronto abraza la causa revolucionaria y se une al partido de los girondinos, por lo que sufre pena de cárcel cuando entran en el poder los jacobinos. Su talante revolucionario y liberal fue el motivo de que Menéndez Pelayo lo incluyera en su ‘Biblioteca de los heterodoxos españoles’, en cuyas páginas le dedica toda clase de descalificaciones, entre las que “afrancesado” no es precisamente la más grave. Lo cierto es que el abate Marchena, al contrario de lo que afirmaba M. Pelayo, fue un hombre con fe, en la revolución; con patria, la libertad; y no sin lengua, sino con todas las que pudo aprender en su inquieta y azarosa vida, durante la cual le dio tiempo para traducir al castellano a buena parte de los escritores franceses prohibidos por la Inquisición. A finales de 1820 el abate Marchena vuelve a España, minado por tantas decepciones, para morir el 31 de enero de 1821. Vidas derrotadas, pero no menos ejemplares de la lucha por la libertad y la justicia. José López Romero.
REIVINDICACIÓN DE MARÍA MOLINER
Se ha hecho esperar pero finalmente los lectores tienen la oportunidad de acercarse al perfil de María Moliner, una de las más brillantes intelectuales españolas. Y ello se lo debemos a Andrés Neuman que, en el año que se conmemora el 125 aniversario de su nacimiento, publica ‘Hasta que empieza a brillar’, novela oportuna, que no oportunista, y que sigue a una mujer que pese a sus brillantes aportaciones al mundo de la cultura, sobrevenidas circunstancias políticas la fueron marginando hasta su muerte silenciosa y olvidada en Madrid. En la ‘Historia de las bibliotecas’, un clásico para la preparación de los profesionales bibliotecarios, escrito en 1985 por Hipólito Escolar Sobrino (autor del no menos conocido ‘Manual de bibliotecas’), apenas se menciona a María Moliner pese a su relevante papel en la historia bibliotecaria española, y solo lo hace y muy escuetamente en relación a su ‘Diccionario del uso del español’; afortunadamente Luis García Ejarque enmendaría la parquedad de su compañero en el relevante estudio ‘Historia de la lectura pública en España’ (Ediciones Trea, 2000), y donde escribe sobre el plan de Bibliotecas Públicas de María Moliner, aplicado en la zona Republicana durante la Guerra Civil: “...que no exista en el territorio nacional lugar ni aún casa aislada en el campo, que no pueda disponer de libros en cantidad proporcionada a su importancia”. El libro de Neuman se adentra en aspectos poco conocidos de esta gran mujer, desde sus años universitarios a aspectos más íntimos como la profunda relación con su marido, Fernando Ramón Ferrando, pero también en sus innovaciones desde su puesto en las Misiones Pedagógicas en la comunidad valenciana en tiempos de la II República, hasta su caída en desgracia tras la Guerra Civil, cuando destituida y represaliada, al igual que su marido, se dedica en solitario a confeccionar ese ‘Diccionario del uso del español’, etapa en la que sufrió el ostracismo y desdén de la Real Academia de la Lengua. Aunque lo que más trasciende de este bello y emocionante libro de Neuman, sea el acercamiento a los sentimientos de una mujer que pese a las circunstancias logró el reconocimiento y la admiración de muchos. Ramón Clavijo Provencio
viernes, 7 de marzo de 2025
SOBRE LA HISTORIA DE UNAS RUINAS
Desde finales de 1968, una vez finalizado en Jerez el V Symposium de Prehistoria peninsular bajo el lema de “Tartessos y sus problemas”, y ya lejanas las distintas campañas de excavaciones de Esteve en Mesas de Asta (Ilustración. Fuente: Museo arqueológico de Jerez), aquel paraje pasó aparentemente a un segundo plano para la comunidad científica. Apenas algunos trabajos de interés sólo al alcance de círculos especializados o artículos publicados en la prensa generalista y revistas divulgativas dirigidos al gran público, es lo que podemos encontrar durante ese periodo. A finales de los años noventa del pasado siglo publiqué una biografía sobre Manuel Esteve, y aunque aquel libro no se centraba en los trabajos arqueológicos del personaje, sin duda los capítulos dedicados a los esfuerzos de este por desentrañar lo que esconde las Mesas de Asta dieron al libro una proyección popular inesperada. Lo cierto es que el interés por Mesas volvió a germinar y se reivindicaron otra vez actuaciones sobre aquellos parajes, al tiempo que se organizaban congresos (“Tartessos 25 años después”) y nuevas publicaciones tanto científicas como divulgativas veían la luz. Pero a día de hoy, si bien se ha avanzado mucho en cuanto a sensibilidad general sobre la importancia histórica de Mesas de Asta, sigue echándose en falta actuaciones materiales de calado que avancen más allá del punto en que se detuvo Esteve a finales de 1958. Así y todo las intervenciones llevadas a cabo por la Universidad de Cádiz, la labor callada pero constante del museo arqueológico municipal, la iniciativa popular dando forma a una Plataforma y las nuevas publicaciones que nos van ilustrando a todos sobre la importancia que llegaron a tener las poblaciones allí asentadas desde el cuarto milenio antes de Cristo (que en su periodo de mayor esplendor, la Asta Regia romana, ocupó una superficie de 40 hectáreas lo que da cuenta de la magnitud de lo que hablamos), nos crea la sensación de que algo se mueve después de mucho tiempo a favor del yacimiento de Asta. Sin embargo, sigue sorprendiendo que pese a que Asta esté en boca de muchos, son pocos los que se han aventurado por la ya extensa bibliografía que hoy tenemos a nuestro alcance sobre el tema. Animamos pues a aquellos que quieran tener un conocimiento real de la historia de este lugar, a hurgar en la amplia bibliografía que mencionábamos y donde, entre otros muchos títulos, podremos leer las ‘Memorias’ de Manuel Esteve sobre las cinco campañas en Asta Regia, continuar, por ejemplo, con ‘Asta Regia, desarrollo y caída de un reino turdetano’ de J. Montero Vítores (2011), hacer una parada en ‘Un nuevo capitel procedente de Hasta Regia y otros restos arquitectónicos romanos del Museo de Jerez’ de R. González y F. Barrionuevo (2019), o revisar la ‘Recopilación bibliográfica sobre el yacimiento arqueológico de Asta Regia-Mesas de Asta’ (2021) de Antonio Santiago Pérez. Ramón Clavijo Provencio
LA DUDA
Le venía de familia. Él tampoco tenía ninguna duda. Él también estaba en el lado correcto de la historia, como sus padres, sus abuelos... Y formaba parte de esa masa cuyos individuos se reconocían unos a otros por tener sintonizada en su aparato de radio la misma emisora, la de siempre, y por leer el mismo periódico, el de siempre, dos medios de comunicación que habían impuesto a base de prebendas y subvenciones un pensamiento, que llamaban “único” porque ninguno podía ser mejor. ¿Y el otro lado?, ¿el de enfrente? ¿el equivocado de la historia? A él le gustaba utilizar el mismo calificativo que tantas veces oía a sus referentes y que recordaba tiempos no muy lejanos, y considerar, como ellos también hacían, que todo lo que afirmaban los otros, los del lado incorrecto, era una burda mentira, patrañas y bulos. Y de aquella cadena y de aquel diario tomaba las recomendaciones literarias, porque nada más adecuado que leer a los escritores y escritoras que reseñaban o, mejor dicho, promocionaba el sistema. Una red de intercomunicaciones, como si fuera uno de esos gráficos con que se representa la IA, a través de la que satisfacía todas sus necesidades ideológicas, literarias y hasta espirituales. Y sobre todo porque nada de lo que oía o de lo que leía le daba motivos para dudar de su veracidad y de su calidad literaria. Y así, tenía a una bien nutrida lista de personalidades culturales a los que seguía como si perteneciera a una cofradía y aquellos fueran sus titulares. Escuchaba con devoción las tertulias literarias de su cadena, la de siempre; apuntaba los libros que recomendaba el suplemento literario del periódico, el de siempre; libros de aquellos escritores y escritoras de cabecera que no tardaba en adquirir. Pero un día se encontró por casualidad con una antigua compañera de universidad. Se tomaron unas cervezas para recordar viejos tiempos y, al hilo de la conversación, ella le fue recomendando algunos autores que no pertenecían al selecto grupo de sus “divinos”, sino a ese lado equivocado y oscuro de la historia. Por curiosidad compró algunos y cuando terminó de leer el primero, sintió cómo la duda le iba subiendo por el estómago hasta llegar al cerebro y le pareció que se asomaba a un abismo en el que no estaba dispuesto a caer… Le venía de familia. José López Romero.



























