Desde finales de 1968, una vez finalizado en Jerez el V Symposium de Prehistoria peninsular bajo el lema de “Tartessos y sus problemas”, y ya lejanas las distintas campañas de excavaciones de Esteve en Mesas de Asta (Ilustración. Fuente: Museo arqueológico de Jerez), aquel paraje pasó aparentemente a un segundo plano para la comunidad científica. Apenas algunos trabajos de interés sólo al alcance de círculos especializados o artículos publicados en la prensa generalista y revistas divulgativas dirigidos al gran público, es lo que podemos encontrar durante ese periodo. A finales de los años noventa del pasado siglo publiqué una biografía sobre Manuel Esteve, y aunque aquel libro no se centraba en los trabajos arqueológicos del personaje, sin duda los capítulos dedicados a los esfuerzos de este por desentrañar lo que esconde las Mesas de Asta dieron al libro una proyección popular inesperada. Lo cierto es que el interés por Mesas volvió a germinar y se reivindicaron otra vez actuaciones sobre aquellos parajes, al tiempo que se organizaban congresos (“Tartessos 25 años después”) y nuevas publicaciones tanto científicas como divulgativas veían la luz. Pero a día de hoy, si bien se ha avanzado mucho en cuanto a sensibilidad general sobre la importancia histórica de Mesas de Asta, sigue echándose en falta actuaciones materiales de calado que avancen más allá del punto en que se detuvo Esteve a finales de 1958. Así y todo las intervenciones llevadas a cabo por la Universidad de Cádiz, la labor callada pero constante del museo arqueológico municipal, la iniciativa popular dando forma a una Plataforma y las nuevas publicaciones que nos van ilustrando a todos sobre la importancia que llegaron a tener las poblaciones allí asentadas desde el cuarto milenio antes de Cristo (que en su periodo de mayor esplendor, la Asta Regia romana, ocupó una superficie de 40 hectáreas lo que da cuenta de la magnitud de lo que hablamos), nos crea la sensación de que algo se mueve después de mucho tiempo a favor del yacimiento de Asta. Sin embargo, sigue sorprendiendo que pese a que Asta esté en boca de muchos, son pocos los que se han aventurado por la ya extensa bibliografía que hoy tenemos a nuestro alcance sobre el tema. Animamos pues a aquellos que quieran tener un conocimiento real de la historia de este lugar, a hurgar en la amplia bibliografía que mencionábamos y donde, entre otros muchos títulos, podremos leer las ‘Memorias’ de Manuel Esteve sobre las cinco campañas en Asta Regia, continuar, por ejemplo, con ‘Asta Regia, desarrollo y caída de un reino turdetano’ de J. Montero Vítores (2011), hacer una parada en ‘Un nuevo capitel procedente de Hasta Regia y otros restos arquitectónicos romanos del Museo de Jerez’ de R. González y F. Barrionuevo (2019), o revisar la ‘Recopilación bibliográfica sobre el yacimiento arqueológico de Asta Regia-Mesas de Asta’ (2021) de Antonio Santiago Pérez. Ramón Clavijo Provencio
Una biblioteca es lo más parecido a un laberinto, un laberinto lleno de libros, de mundos por descubrir.En homenaje a las bibliotecas y a la lectura , preside la cabecera de este blog un dibujo del pintor jerezano Carlos Crespo Lainez: "Noche de lectura".
LECTORES SIN REMEDIO
Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.
viernes, 7 de marzo de 2025
LA DUDA
Le venía de familia. Él tampoco tenía ninguna duda. Él también estaba en el lado correcto de la historia, como sus padres, sus abuelos... Y formaba parte de esa masa cuyos individuos se reconocían unos a otros por tener sintonizada en su aparato de radio la misma emisora, la de siempre, y por leer el mismo periódico, el de siempre, dos medios de comunicación que habían impuesto a base de prebendas y subvenciones un pensamiento, que llamaban “único” porque ninguno podía ser mejor. ¿Y el otro lado?, ¿el de enfrente? ¿el equivocado de la historia? A él le gustaba utilizar el mismo calificativo que tantas veces oía a sus referentes y que recordaba tiempos no muy lejanos, y considerar, como ellos también hacían, que todo lo que afirmaban los otros, los del lado incorrecto, era una burda mentira, patrañas y bulos. Y de aquella cadena y de aquel diario tomaba las recomendaciones literarias, porque nada más adecuado que leer a los escritores y escritoras que reseñaban o, mejor dicho, promocionaba el sistema. Una red de intercomunicaciones, como si fuera uno de esos gráficos con que se representa la IA, a través de la que satisfacía todas sus necesidades ideológicas, literarias y hasta espirituales. Y sobre todo porque nada de lo que oía o de lo que leía le daba motivos para dudar de su veracidad y de su calidad literaria. Y así, tenía a una bien nutrida lista de personalidades culturales a los que seguía como si perteneciera a una cofradía y aquellos fueran sus titulares. Escuchaba con devoción las tertulias literarias de su cadena, la de siempre; apuntaba los libros que recomendaba el suplemento literario del periódico, el de siempre; libros de aquellos escritores y escritoras de cabecera que no tardaba en adquirir. Pero un día se encontró por casualidad con una antigua compañera de universidad. Se tomaron unas cervezas para recordar viejos tiempos y, al hilo de la conversación, ella le fue recomendando algunos autores que no pertenecían al selecto grupo de sus “divinos”, sino a ese lado equivocado y oscuro de la historia. Por curiosidad compró algunos y cuando terminó de leer el primero, sintió cómo la duda le iba subiendo por el estómago hasta llegar al cerebro y le pareció que se asomaba a un abismo en el que no estaba dispuesto a caer… Le venía de familia. José López Romero.
viernes, 21 de febrero de 2025
ENTREVISTA
“-Ahí te ha dado, father”. “¿Y ahora qué, padre”, les oigo decir a mis hijos que, con cara de recochineo, me reprenden como si yo fuera un colegial pillado fumando en los servicios del centro escolar. Y es que cuando a mis hijos les da por hurgar en la herida, no hurgan, hacen perforaciones. Y todo porque me oyeron decirle a su madre que estaba totalmente de acuerdo con las opiniones que Juan Gómez-Jurado había hecho en una entrevista publicada en Internet. Nada más que el titular que la periodista, Almudena de Cabo, había destacado, ya me atrajo la atención: “La literatura de entretenimiento es necesaria, porque es el único camino para acabar leyendo a Borges o García Márquez”. Comparto con el exitoso novelista esta afirmación. Porque antes de llegar a los clásicos, tanto antiguos como modernos, hay que pasar por un proceso de maduración lectora que, en el caso de Gómez-Jurado como en el mío propio, comenzó con los tebeos, con las novelas del oeste que le quitaba a escondidas a mi padre e incluso, recuerdo, con la serie de relatos sobre las peripecias de un pelotón de soldados, procedentes de batallones de castigo del ejército alemán en la Segunda Guerra Mundial, escritas por Sven Hassel y publicadas todas en la colección Reno de la editorial Plaza y Janés. Y no menos de acuerdo en esta declaración, que es toda una demostración de sinceridad: “Hay novelas muy entretenidas y que no van a pasar a la historia de la literatura, como son las mías, que, sin embargo, están llenas de intención y de ganas de elevar el género, pero dentro del género, sin trascender. Y hay novelas que no venden tanto y que son absolutamente imprescindibles por otros motivos.” Una gran verdad, no solo por lo que afirma de su propia obra, sino por esa otra literatura, la buena, la que hace lectores de verdad, que corre el riesgo de no llegar al gran público lector y, por tanto, no formar parte de la historia del género. Es muy importante ese alarde de sinceridad del escritor, porque no hay mejor lección de vida que el reconocimiento de las propias limitaciones. Gómez-Jurado sabe y es plenamente consciente de que sus novelas poseen unas determinadas virtudes, que las han convertido en éxito, pero difícilmente gozarán de la gloria literaria. Entretener, divertir sin mayores pretensiones ni aspiraciones, es un propósito literario tan respetable y legítimo como el más elevado de ellos. El problema estriba en que mientras él ha conseguido alcanzar su objetivo, otros con mucha más calidad no llegan ni a contar con la protección de una modesta editorial que apueste por ellos. Al margen de los espectáculos que Gómez-Jurado se monta en las presentaciones o firmas de libros, de los que aquí, en Jerez, tuvimos un buen ejemplo, y de la anécdota de la mujer que le pegó con un cojín (otro elemento que forma parte de la puesta en escena), nada que reprocharle a la entrevista, sino todo lo contrario. “Bueno, father, ahora lo que toca es leer las obras completas de este señor en prueba de desagravio”, me dice mi hija. “Eso, eso. Y con los apéndices”, apostilla mi hijo. ¡Y la madre se sonríe! ¡Qué familia! José López Romero.
EL CASO MARILYN
Hace algunas semanas los medios de comunicación sorprendían al jugador de fútbol norteamericano A.J. Brown leyendo un libro en el banquillo, ajeno a los lances del juego en el que estaba implicado su equipo. El título de aquel libro que leía Brown era ‘Inner Excellence’ de Jim Murphy, que de la noche a la mañana pasó de unos modestos índices de venta a agotarse. A finales del año pasado se anunciaba en Jerez la presentación del libro ‘El asesino de viejos’, pero llegado el día señalado su autor, David Magrañal, se encontró en la más absoluta de las soledades en la bella sala de investigadores de la Biblioteca Central de Jerez. Sin embargo, la frustración del autor pronto pasó a la euforia cuando, tras hacerse eco algunos medios de comunicación del fracaso de la convocatoria, muchos ciudadanos comenzaron a hacerse con el libro en cuestión que pronto agotó la modesta tirada de su primera edición. Si bien la reacción del público ante estos dos casos anteriores está motivada por distintas circunstancias, hay algo que los une: una situación que premeditada o no, pone el foco de atención en el libro más allá de su contenido, impulsando a la adquisición de este aunque lo que menos importe sea el libro en sí. Sin embargo, no son estos casos tan novedosos como se podría pensar... Uno de los más conocidos fue el que provocó aquella foto de Marilyn Monroe, (actriz a la que sus biógrafos describen como una gran lectora ), ante los estantes de su biblioteca enfrascada en la lectura de ‘An enemy of The people’. El libro era una adaptación de Arthur Miller, el marido de Marilyn, de una obra de Henrik Ibsen que a partir de la foto comenzó a tener cifras de ventas muy por encima de las que hasta ese momento había tenido. En aquella ocasión estaba claro que la foto lejos de ser inocente enmascaraba una sutil campaña publicitaria. En fin, que en el inesperado paso de la irrelevancia al éxito de ciertos libros a veces, como demuestran estos y otros ejemplos, intervienen acontecimientos, planificados o imprevistos, ajenos a la bondad o no de su contenido. Ramón Clavijo Provencio
viernes, 7 de febrero de 2025
HYBRIS
Aquella mañana del 21 de agosto de1968 mi padre me dio a hojear el periódico que todas las mañanas, muy temprano, dejaba en nuestro domicilio familiar de Cádiz un repartidor. Esa vez no me riñó para que dejara de remolonear con el desayuno, sino que me puso entre las manos aquel ejemplar de enorme formato del Diario de Cádiz y me señaló la portada, cuyos titulares daban cuenta de la invasión de Checoslovaquia por tropas soviéticas. “¡Los que deciden estas cosas están locos!” exclamó (o algo parecido), mientras trataba de explicarme – yo por entonces apenas tenía doce años - aquellos hechos que tanto lo habían alterado (aún estábamos en plena Guerra Fría). Mucho tiempo después entendí su estado de confusión, pues él como muchas personas de su generación nacidas a comienzos del siglo pasado y que habían vivido en toda su crudeza la Guerra Civil española, antesala de otra guerra mundial, siempre tuvieron el miedo de que decisiones tomadas por desconocidos pudieran volver a sumirlos en la oscuridad. Lo cierto es que nunca se me borró de la memoria aquella lejana mañana; en ella tomé algo de conciencia sobre cómo nuestros destinos están en manos de personas que, como ya dijera mi padre, pueden no estar en su mejor momento físico o mental al tomar decisiones trascendentales. David Owen publicó en 2010 un libro impactante, ‘En el poder y la enfermedad. Enfermedades de jefes de Estado y de Gobierno en los últimos cien años’ (reeditado por Siruela en 2023), donde con un lenguaje cercano y por momentos brillante nos acerca a la desconocida historia de muchas decisiones vitales tomadas por dirigentes políticos, en momentos en el que su salud física o mental estaba seriamente mermada. Los terribles problemas de espalda de Kennedy, los picos depresivos de Willy Brandt, el alcoholismo de Boris Yeltsin, el Alzheimer de Reagan, la hiperactividad (TDAH) de George Bush fueron asuntos que se mantuvieron ocultos a la opinión pública, pese a lo decisivas que fueron estas y otras dolencias en la toma de decisiones de muchos líderes políticos. Pero Owen incorpora en su libro un concepto más que afecta a muchos de nuestros gobernantes y que en los momentos actuales parece ponerse en evidencia: “el síndrome de Hybris” que el autor define como “embriaguez por el poder, con la consiguiente persistencia en el error y la incapacidad para cambiar de rumbo”. Síndrome que inicialmente identificó en Tony Blair y luego analiza en la controvertida figura de Donald Trump (también en ‘The Hybris Syndrome: Busch, Blair ant the Intoxication of Power’). David Owen, profesor de la Universidad de Liverpool, médico y ministro en su día del Reino Unido, deja a los lectores no solo impresionados y perplejos por los increíbles datos que facilita en su libro, sino por la sombra de duda que este proyecta sobre los liderazgos políticos. Ramón Clavijo Provencio.
RÉCORDS
“El exjugador de polo acuático cubano Jhoen Lefont rompió su propio récord mundial de dominio del balón al propinar 122 toques a la pelota de fútbol en una piscina de La Habana y sumó así su segunda marca esta semana en los Libros Guinness.” Leo en un periódico. Una noticia que ya había visto en algún informativo de televisión. Y desde entonces no paro de pensar en ello. No, no piensen ustedes que me pasa como a aquel vendedor de vinos que Vuillard nos presenta en su novela ‘4 de julio’ del que nos dice: “entre dos idas y venidas a la bodega, le había quedado tiempo para forjarse opiniones, una concepción del mundo”. Mi pensamiento es mucho más modesto que forjarme una concepción del mundo a través de un récord inútil. Porque eso es lo que me hizo pensar: ¿para qué tanto toquecito al balón metido en una piscina? ¡Cuánto más valioso hubiera sido tanto tiempo invertido en la preparación y ejecución de ese récord, si el tal Jhoen lo hubiera dedicado a la lectura e incluso a compartir esta en un club (tan discutidos últimamente)! En un viejo artículo de Javier Marías titulado “Superación”, el magnífico escritor criticaba esa obsesión que se ha adueñado en esta sociedad por ser el mejor, por destacar en algo, por poner en riesgo la propia vida con retos inútiles y sin sentido. El selfie más arriesgado ya se ha cobrado cientos de víctimas, por no decir el señor de 90 años que corre una maratón como si en ello le fuera la vida eterna (la única a la que ya puede aspirar). Irene Vallejo comentaba en uno de sus artículos (“Esos locos desinteresados”) la anécdota del discípulo de Euclides que cuando el maestro le enseñaba las bases de la geometría, aquel le preguntó “¿qué ganancia conseguiré con esto?”. Es cierto que a veces no logremos entender la trascendencia de alguna actividad humana; el gran Nuccio Ordine (fallecido hace poco) tituló uno de sus libros ‘La utilidad de lo inútil’ haciendo referencia a los estudios humanísticos. Pero lo que está claro es que el libro Guinness está lleno de récords que dicen muy poco en favor de la inteligencia y del sentido práctico del género humano. El afán de superación es el motor que nos ha hecho progresar a lo largo de la historia de la Humanidad, sin duda; pero el afán por ostentar el récord más inútil delata nuestra cara más estúpida. José López Romero.
viernes, 24 de enero de 2025
PARODIA
Aunque no sea privativo del ingenio patrio, no se puede negar que el español en general siempre ha tenido el genio despierto cuando se trata de la parodia. Es decir, nos cachondeamos de cualquier cosa que se menee, e incluso de lo que ya no se menea. Y ahí están, sin ir muy lejos ni en el tiempo ni en el espacio, los carnavales. Precisamente, consultando el magnífico libro ‘Carnaval en noviembre’, de Carlos Serrano (Instituto de Cultura Juan Gil-Albert. Diputación Provincial de Alicante. Alicante, 1996), me entero de que al poco tiempo de estrenarse el ‘Don Juan Tenorio’ (1844) de José Zorrilla, ya empezaron a proliferar las parodias en torno al personaje convertido en mito. Hasta 196 (casi el doble) se cesan en el volumen citado desde la inicial ‘Juan el perdío’ (1848) de Mariano Pina Bohigas (“Parodia de la primera parte de Don Juan tenorio. Pieza original y en verso”. Madrid, Teatro de la Cruz, 24-XII-1848. Edición de Madrid. Imp. J. Sánchez Valledor, 1849), hasta la última pieza censada que data de 1944: ‘¡Don Juan de mi corazón!’ de Felipe Pérez Capo (casi comedia en un acto. Barcelona, 1944). “Juguetes cómicos”, “disparates humorísticos”, “bocetos”, pasando por los clásicos “sainetes” y hasta zarzuelas largas y cortas o parodias de óperas, ningún subgénero menor teatral de carácter bufo dejaron los autores de tocar con el propósito de mover a la risa a un público que a través de la distorsión reconocía en lo parodiado la obra a la que le daba título el incorregible seductor. Si la segunda mitad del siglo XIX fue prolífica en este tipo de obras, su punto de mayor esplendor lo alcanzó en el primer tercio del XX, para ir paulatinamente apagándose a partir de 1930, hasta su desaparición final en 1944, como señala Carlos Serrano en el libro citado. Una corriente esta de la parodia del ‘Don Juan’ que no se limitó a la Corte, sino que fue extendiéndose por toda la geografía nacional, especialmente por Valencia y Cataluña, e incluso Mallorca, territorios en los que Serrano consigna espléndidas parodias donjuanescas. Sin olvidar, por supuesto, el ‘Don Juan buena persona’ de los hermanos Álvarez Quintero, comedia en tres actos estrenada en Madrid, Teatro de la Comedia el 30-X-1918; es decir, en la fecha más cercana a la que se considera tradicionalmente la más propia para la representación del Don Juan, el día de Difuntos. La parodia y la irreverencia con respecto a la obra de Zorrilla alcanza, en tan variadas obras a todos los aspectos fundamentales: la sevillana hostería del Laurel es transformada en vulgar taberna, así como los personajes nobles y aristocráticos se truecan en chulos y hampones; como también Doña Inés deja de ser la novicia recatada, para convertirse en una coqueta disoluta, que toma el mando de las operaciones seductoras, por no citar las obras que rozan lo pornográfico, como ‘Don Juan Notorio’ (anónimo, fechado en 1874). En definitiva, cuando se trata de parodiar el español pone lo mejor de su ingenio en el empeño, aunque a veces lo hace sin darse cuenta, con lo que la parodia se convierte en ridículo. Y este es un excelente año para reírnos. Y ya ha empezado. José López Romero.
EL EJEMPLO DE HERCULANO
Existe la percepción general de que el patrimonio bibliográfico y documental es algo secundario y, en todo caso, que un libro o documento por antiguo o raro que sea, no resiste la comparación con edificios, pinturas o esculturas que han resistido igualmente el paso del tiempo. Quizás por ello los medios destinados por la administración para su conservación, estudio y difusión no resistan tampoco la comparación con los destinados a otros fines patrimoniales, y eso que en la actualidad este patrimonio es protagonista de retos apasionantes. Uno de ellos es la recuperación y transcripción de miles de rollos encontrados hace años en la "villa de los papiros" de Herculano, y que con las nuevas tecnologías (especialmente con la utilización de IA en un proyecto que se denomina "Vesivius Challenge"), se está logrando lo que hace años era impensable, desentrañar su contenido. Ya Carl Sagan, el desaparecido astro físico, llegó a afirmar que no había nada equiparable a recuperar del pasado obras que sabemos que existieron pero de las que desconocemos su contenido pues o no han llegado materialmente a nosotros, o han llegado en tal estado de deterioro que, como las de Herculano, eran hasta ahora indescifrables. Algo de esto, de recuperar el conocimiento perdido a lo largo de la historia se está dilucidando en Herculano, y es una prueba más del valor del patrimonio bibliográfico y documental como base de todo conocimiento. En nuestra ciudad tenemos la fortuna de que ha llegado hasta nosotros un valioso patrimonio, basta con visitar los fondos conservados en el Obispado o las colecciones bibliográficas y documentales del Ayuntamiento de Jerez para comprobarlo. Incluso a lo largo de los últimos años han aflorado descubrimientos, como la de un códice medieval del siglo XIII en la biblioteca municipal en el año 2013, lo que nos volvió a recordar las palabras de Carl Sagan sobre lo inigualable que es la recuperación del conocimiento perdido. Por lo dicho no debería ser algo secundario, como decíamos al comienzo de estas líneas, invertir en patrimonio bibliográfico y documental, todo lo contrario, debería ser una prioridad cuando no una obligación. Ramón Clavijo Provencio
viernes, 10 de enero de 2025
MAUGHAM Y SU LEVE PASO POR CÁDIZ Y JEREZ
El recién finalizado 2024 pasó sin un leve recuerdo para el escritor británico William Somerset Maugham, a los 150 años de su nacimiento. Es cierto que en literatura es leve la línea que separa la gloria del olvido, y es este uno de esos casos ya que conviene recordar que Maugham pasó de ser uno de los escritores más aclamados en vida a evaporarse su recuerdo tras su muerte. La primera vez que me topé con la obra de este escritor fue al contemplar en el escaparate de una librería gaditana ya desaparecida situada en la calle San Francisco, los tres volúmenes de sus obras completas editados primorosamente por Plaza y Janés en una colección (Clásicos del siglo XX), cuyo diseño recordaba mucho a la mítica de Aguilar en papel biblia y encuadernación en piel. En sus páginas descubrí historias fascinantes luego llevadas al cine como ‘El filo de la navaja’, pero sobre todo relatos cortos en los que era un maestro a la altura de Capote, como se puede comprobar leyendo ‘La lluvia’ (‘Rain’) entre otros. Al tiempo que me adentraba en la obra de Maugham, iba conociendo a la par aspectos de su fascinante vida. Personaje controvertido, amante de la buena vida que atesoró una fortuna con la literatura y de irrefrenable pulsión sexual que se deja traslucir muy levemente en sus libros. Gran viajero, que no aventurero, pues a diferencia de otros este escritor británico gustaba del viaje siempre que estuviera acompañado de todas las comodidades posibles. Esa pasión por el viaje, y que le llevó a nuestro país en 1898, la trasladó a sus escritos, algunos muestra de la mejor literatura viajera como el excelente ‘En los mares del Sur’ (Seis Delfines, Barcelona, 1942). Maugham, agente del SIS (antecesor del M16) la agencia británica de espionaje durante la Gran Guerra, realizó reiteradas visitas a Sevilla, Cádiz y Jerez durante la década de los cuarenta del pasado siglo, lo que ha llevado a algunos a pensar que aún no se había desprendido de su perfil de informante en esa época donde por cierto publicó ‘El agente secreto’. En 2005 se editaba por vez primera en España su libro sobre Andalucía (‘Andalusia. Skettchess and Impressions’, 1930, aunque la primera edición castellana es la argentina de Caribe, de la que se reproduce la imagen). En el mencionado libro dedica a Cádiz dos capítulos y a Jerez uno (ver “Miradas sobre el jerez”, José Luis Jiménez. Diario de Jerez). Si de Cádiz lo que más le atrae, más allá de su historia o urbanismo, es la visión del mar lamiendo sus alamedas; de Jerez recuerda, además de sus viñas y bodegas, los atardeceres y esos paseos nocturnos en soledad por sus calles de los que llegó a afirmar que esa “ soledad era más embriagadora que todos los vinos que en la ciudad se añejaban”. Ramón Clavijo Provencio.
EL ABUELO
La noticia corrió como la pólvora, como diría un amante de las frases hechas. “El abuelo está enfermo. Pero enfermo de verdad”. Y todos los miembros de aquella familia “del tuvo” (que diría mi amigo Paco), empezaron a soñar un futuro lleno de “tengos”. Porque el abuelo (era fama transmitida de generación en generación) poseía un manuscrito. En la enorme biblioteca en la que solo quedaban las colecciones baratas, pues se había ido vendiendo todo lo que de valor contenía, aún se conservaba y brillaba una joya única en la que todos habían depositado sus legítimas esperanzas de vivir del cuento. “Es de Juan Ramón”, murmuraban algunos mientras se impacientaban ante el retraso del inevitable desenlace, como le habían pronosticado los médicos, “cuestión de horas”, pero ¡esas horas se dilataban tanto! “Y tiene que valer una fortuna”, apostillaban otros que miraban con ansiedad hacia el cuarto donde agonizaba el que los iba a sacar de la ruina. Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí abandonaron España el 22 de agosto de 1936 con “dos maletitas, con unas mudas de ropa interior, un traje, unas medicinas, que yo estaba bastante enfermo, y nuestros anillos de boda” (A. Trapiello, ‘Las armas y las letras, p. 103). Atrás dejan su casa de Madrid que muy pronto es saqueada. Era conocido por íntimos y allegados la procedencia del manuscrito: fruto de aquel expolio en casa del poeta, porque el bisabuelo había participado activamente en aquel y en otros muchos abusos y tropelías por aquellos días en los que Madrid se había convertido en una ciudad sin ley, sin respeto y sin escrúpulos. Pero para estos casos siempre podemos acudir a la justicia poética (para aquellos que gustan de los tópicos). El sobrino-nieto inteligente, ese que rompe con las mejores tradiciones de las grandes familias, ya se había informado. En cuanto sacaran al mercado el dichoso manuscrito, de inmediato caería sobre él todo el peso de los derechos de los herederos del poeta, si no de la Fundación que lleva su nombre. Cuando salió el médico para informar del fallecimiento del abuelo, nadie quedaba ya en el pasillo. José López Romero.
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