miércoles, 10 de junio de 2009

Mentira


Ya lloramos en estas mismas páginas la muerte de don Fernando Lázaro Carreter (4 de marzo de 2004), por lo que representaba su pérdida para la Filología española, y ya avisábamos en su momento de que con él no sólo perdíamos a un gran filólogo, sino sobre todo a un gran vigilante de nuestro idioma. Su libro “El dardo en la palabra” (Galaxia Gutenberg) y su continuación “El nuevo dardo en la palabra” (edición de bolsillo en Punto de Lectura) fueron, son y seguirán siendo auténticos manuales del buen uso del español; en cada uno de esos “dardos” o artículos puede el lector encontrarse verdaderas lecciones sobre correcciones e incorrecciones lingüísticas, de uso común y actual, sazonadas siempre con el humor y le fina ironía de uno de nuestros grandes maestros. ¡Lástima que nadie haya tomado el relevo de don Fernando y no haya seguido ese camino, siempre difícil, que es enseñarnos a todos la corrección de nuestro idioma! Y digo todo esto porque no hay palabra más utilizada en estos últimos días de campaña electoral que “mentira”, de la que haría Lázaro Carreter, estoy seguro, un artículo excepcional. No hace falta consultar el diccionario para saber su significado, pero los políticos la utilizan como insulto contra su rival en las urnas; unos a otros se tildan de “mentirosos” sin que ninguno coja el camino de los juzgados más cercanos, para denunciar a su ofensor por serio menoscabo de su honor o, al menos, dirigirse a él y endilgarle el correspondiente “guantazo” y anunciarle la próxima visita de sus padrinos para decidir día, hora y lugar del duelo. ¡Qué tiempos aquellos en los que por unos “buenos días” mal dados los hombres llegaban a las armas! Y si no, que se lo pregunten al escudero del “Lazarillo de Tormes”. La mentira está bien, para la literatura; es uno de sus ingredientes imprescindibles y fundamentales, como ya se encargó de estudiar Mario Vargas Llosa en su libro titulado “La verdad de las mentiras”, cuyo prólogo es de lo mejor que yo he leído en los últimos años sobre la naturaleza y características de la narrativa, junto con el prólogo que Somerset Maugham escribe para su ensayo “Diez grandes novelas y sus autores”. Vargas Llosa nos explica en su trabajo: “En efecto, las novelas mienten… En realidad se trata de algo muy sencillo. Los hombres no están contentos con su suerte y casi todos –ricos o pobres, geniales o mediocres, célebres u oscuros- quisieran una vida distinta de la que viven. Para aplacar –tramposamente- ese apetito nacieron las ficciones. Ellas se escriben y se leen para que los seres humanos tengan las vidas que no se resignan a no tener”. ¿Nos mienten nuestros políticos con esa misma intención? ¿Nos quieren pintar la realidad de un color pastel cuando todos la vemos gris marengo, por no decir negra? ¿Con sus mentiras nos ofrecen un mundo que está muy lejos de ser el nuestro, ése que sufrimos todos los días? Tengo en esto mis serias dudas. Yo creo que nos mienten porque sólo quieren perpetuarse en el poder y en la silla que los mantienen a él y, en algunos (o muchos) casos, hasta a su familia. Por eso, yo abogo por imponer de nuevo aquel viejo código de honor, por el que toda ofensa debía lavarse con sangre ¿a primera sangre? ¡Por favor! Ya que estamos… José López Romero.

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