jueves, 4 de junio de 2009

Viajes inéditos


Nos dice Diego Caro Cancela, que pese a que durante demasiado tiempo se pensó que los testimonios viajeros sobre nuestro país eran nada más que un divertimento para crear una literatura agradable, cometeríamos un grave error si despreciáramos sin más, una fuente que adecuadamente utilizada puede mejorar la comprensión y el análisis de nuestro reciente pasado”. Y es que si bien es cierto, que estamos ante lo que pueden ser imágenes "distorsionadas" de la realidad, también es verdad que las mismas, con la necesaria cautela, nos pueden proporcionar interesantes indicios sobre las costumbres, las mentalidades o la vida social, económica y política de la época. Son muchos los libros de viajes olvidados en los fondos bibliográficos patrimoniales de algunas de nuestras bibliotecas. Y lo digo con la experiencia de 25 años de trabajo en una de ellas, donde he logrado recomponer una sección inexistente, gracias al material de temática viajera que ha ido apareciendo y que, hasta hace poco, apenas habían atraído la atención de los investigadores locales. Esa labor sobre este tipo de fondos, la mayoría inéditos en castellano, me permitió en su día detenerme, en la figura de muchos viajeros, alguno de ellos como David H. Inglis, grandes desconocidos para el lector español, pese, como es su caso , ser el autor de uno de los libros más exitosos sobre nuestro país “Spain”, aún sin versión completa en nuestro idioma. En este libro, entre otros aspectos descubrimos referencias inéditas al negocio vinatero en Jerez; la ciudad, dentro de la provincia de Cádiz, que junto a la capital ejercía una especial atracción para los viajeros, y que se aventuraban hasta ella atraídos por la importancia que a mediados del XIX había adquirido la industria vinícola, y que hacía del “jerez” un vino conocido universalmente. Pero a la espera de ver algún día, este delicioso libro, entre otros, traducido a nuestro idioma, lo que agradecería el lector español, despidámonos con las palabras con las que el inglés saluda su llegada a nuestra ciudad: “Después de alquilar un vehículo de un solo caballo llamado calesa, viajamos hacía la ciudad de Jerez, que estaba a una distancia entre seis y ocho millas. Los campos están totalmente desprovistos de árboles, pero las pequeñas colinas están esmaltadas de abundantes hierbas y flores. Atravesaba el ancho valle a la derecha del río Guadalete, serpenteando por los prados, mientras en sus verdes y fértiles orillas el ganado correteaba tranquilamente y se dispersaba en el aire el suave tañir de melodiosas campanas. Al aproximarnos a ella, la ciudad ofrecía un panorama agradable e interesante; está situada sobre una elevación del terreno y completamente rodeada de ondulantes colinas llenas de viñas y prósperas haciendas. Dirigimos nuestra calesa a la fonda en la gran plaza, donde nos procuramos un tolerable alojamiento, y después de despachar una abundante comida de varios pollos y ternera cocida, acompañada con una botella de excelente sherry, salimos contentos a visitar la población.” Ramón Clavijo Provencio

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