No soy lector de un solo libro. No puedo. Por eso siempre tengo encima de la mesa un mínimo de tres y un máximo de cinco que voy cogiendo según el tiempo de que dispongo, el ánimo en que me encuentro, el interés que me han despertado, etc. Tampoco me limito a un género ni una época literaria; es más, intento en lo posible que en ese número quepan todas las opciones: clásicos y modernos, novela y poesía, que combino con teatro, ensayos, etc. Así, al cabo del año (tengo anotadas escrupulosamente todas la lecturas que hago), me permito hacer un balance de mis lecturas, que siempre termina por ser insatisfactorio, porque un lector sin remedio querría duplicar el tiempo dedicado a la lectura para poder abarcar mucho más de lo leído. Y por mucho que uno quiere hacerse una sistemática lista previa, ésta se te viene abajo por una recomendación, una urgencia, un capricho de última hora o un regalo. Pero la elección ya arbitraria o caprichosa, o incluso obligada tiene también su punto positivo. Con el trasiego de libros por mi mesa, me he ido dando cuenta de que así como muchos tienen un tiempo determinado de lectura (a veces cometo el error de leer un libro de invierno en verano y su lectura resulta un verdadero suplicio), también me he fijado en que la edad marca el momento de un libro (algunos libros que leí con dieciocho años ahora seguramente se me caerían de las manos). Pero llevo ya un cierto tiempo observando que en la simultaneidad de la lectura, en la comparación (siempre odiosa) algunos libros se van engrandeciendo, mientras que otros se empequeñecen. Quizá esos mismos libros leídos en simultaneidad con otros o sin posible comparación, no habrían cambiado de tamaño o hubiesen sufrido inversa transformación. Me ha pasado esto últimamente con “La soledad era esto” de Juan José Millás que al leerlo al mismo tiempo que “Rabos de lagartija” de Juan Marsé, éste se ha ido agigantando del mismo modo que aquél ha ido menguando, lo mismo podría decir de “La sonrisa etrusca” de José Luis Sampedro en comparación con “Brooklyn Follies” de Paul Auster. Se me puede objetar que es cuestión de estilo, temáticas diferentes, etc., etc. Pero les invito a que lo comprueben por ustedes mismos. No hay color. José López Romero.
Una biblioteca es lo más parecido a un laberinto, un laberinto lleno de libros, de mundos por descubrir.En homenaje a las bibliotecas y a la lectura , preside la cabecera de este blog un dibujo del pintor jerezano Carlos Crespo Lainez: "Noche de lectura".
LECTORES SIN REMEDIO
Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.
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