LECTORES SIN REMEDIO

Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.

sábado, 22 de febrero de 2014

MIS LIBROS

Pintura de Jonathan Wolstenholme
De entre los cientos de libros que tengo en mi casa y que ya abarrotan y hasta desbordan las estanterías, los muebles y cualquier otro espacio susceptible de colocar un libro, aunque sea de canto, hay tres o cuatro que llevan varios meses detrás de mí con el afán de que los lea. En más de una ocasión, al pasar cerca de ellos he notado como un siseo y a veces hasta un suave agarrón de la manga, todo para que les preste atención y decida, de una vez por todas, leerlos. Y en más de una ocasión he tenido que pasar más deprisa que de costumbre y con un “no es el momento. No tengo tiempo ahora”, tan apresurado como mi paso, me he escabullido, como cuando te asalta en la vía pública una señorita para explicarte las magníficas ofertas de una tienda de perfumes o las últimas novedades en telefonía móvil. Y al volverme, ya pasado el estante, noto la profunda decepción marcada en sus portadas y vuelven a ordenarse en el anaquel, del que se habían adelantado unos centímetros con el fin de abordarme a mi paso. Y aunque ya la situación es de por sí desagradable, la tensión aumenta cuando me dispongo a coger otro libro para su lectura. Percibo una cierta agresividad en el ambiente, y más de una vez he creído oír un “¿y por qué este, si lo has comprado hace menos tiempo que a nosotros? ¿Es acaso más interesante? ¡Si ni siquiera nos has visto por dentro para comparar! ¡Qué ingratitud!”. Yo soy el primero en reconocer que un libro está escrito con el único fin de que sea leído, y hasta puedo seguir reconociendo que todo libro tiene algo que puede interesar a cualquier lector, hasta del peor algo se aprende, suele decirse aunque en esto tengo mis serias dudas, casi certezas de lo contrario después de llegar a mis manos alguna publicación última. Pero la compra de un libro obedece a muy variadas razones. Unos son exclusivamente de consulta; otros, la mayoría, se compran para saber que se tienen en el momento en que se decide su lectura; y los menos, para leerlos de inmediato por algún motivo especial o incluso profesional. Y más de un libro del tercer grupo ha pasado al segundo por falta de tiempo o porque ese motivo urgente ha terminado por dilatarse hasta posponer sine die su lectura. Y si abundamos en ello, cada vez estoy más convencido de que hay libros y, si me apuran, tipos de libros, que tienen una edad para leerse (¡aquellas obligadas lecturas de infancia y adolescencia!), y la mayoría un momento del año, y que pasado estos ya nos cuesta más esfuerzo emprender su lectura, o no se digiere esta si las condiciones hubieran sido las idóneas. Pero estas razones ¿quién se las puede explicar a mis descontentos libros? Hoy me he acercado a ellos y les he dicho que en estos días voy a coger uno. A la media hora me grita mi mujer: “¡Ya estamos otra vez! ¿qué les has hecho a los libros? En esta estantería hay tres o cuatro peleándose a hoja partida y diciéndose unos a otros “yo el primero”. ¡Que los libros se peleen por su lectura, mientras los humanos se pelean por no leer! El mundo definitivamente al revés.  José López Romero.

LA REVISTA


Hace veintidós años, en una sala de la Biblioteca Municipal Central, un grupo de historiadores, decidimos dar un paso arriesgado pero entonces  necesario para revitalizar el alicaído panorama de la  historiografía local: editar una revista de historia. Tras algunas sugerencias más o menos acertada finalmente se consensuó cómo  debía denominarse, Revista de Historia de Jerez. La revista de Historia de Jerez surgía entonces impulsada por SERIS, una asociación de historiadores que finalmente se integraría en el Centro de Estudios Históricos Jerezanos, asociación que a partir de 1994 siguió editando la Revista. Este año de celebraciones históricas para nuestra ciudad, y donde algunos ilusos circunstancialmente implicados en las mismas, creen que la historia es algo que ha surgido ahora gracias a su concurso y antes de ellos sólo existía la nada, habría que recordarles la existencia de apuestas como la mencionada revista, y que pese a las dificultades lleva veintidós años mostrando el pulso de la investigación histórica sobre la ciudad y zona de influencia. Ahora, a punto de presentarse el que será su número 17 –tras dos años de silencio por la dichosa crisis que tan duramente golpea en el ámbito cultural- regresa con intensión de permanencia. No podemos negar, seríamos tan ilusos como a los que hacía alusión anteriormente, que no todo han sido luces en estas dos décadas. Ha habido sombras que han hecho peligrar el proyecto –y no me refiero sólo a las razones económicas- pero los investigadores que han focalizado su atención en esta localidad nunca han dejado de considerar sus páginas como uno de los mejores vehículos de difusión en el que exponer el fruto de sus estudios. El próximo día 24, tras veintidós años desde aquel primero número que tanto costó sacar y en el que acompañando a Diego Caro Cancela como primer Director estaban Rosalía González Rodríguez, Pedro Muñoz Rodríguez, Juan Martínez Raya, Ramón Clavijo Provencio  y María Dolores Lozano,  vuelve una Revista indispensable para todo aquel que quiera tocar el pulso de la historiografía local durante dos décadas. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO


RESEÑAS

La civilización del espectáculo
Mario Vargas Llosa. Punto de lectura, 2012.
Su faceta como novelista ha oscurecido un tanto su labor como finísimo crítico literario, con una serie de trabajos que tiene en títulos como “García Márquez: historia de un deicidio”, “La orgía perpetua” (un ensayo dedicado a Flaubert y su “Madame Bovary”), o “La verdad de las mentiras” (magnífico repaso por las veinticinco mejores novelas del siglo XX) excelentes ejemplos de su dedicación a la literatura. Pero Vargas Llosa es mucho más que eso. Es sobre todo un hombre preocupado por el mundo en el que le ha tocado vivir, y por ello concienciado de que ningún problema le debe ser ajeno, y que aborda incansablemente en sus artículos periodísticos. Y en relación con ello, tenemos “La civilización del espectáculo”, un trabajo en el que critica la banalización de la cultura actual que lejos de ser el motor y transformador de la sociedad, se ha convertido en puro entretenimiento y diversión. Un libro muy recomendable en todos los aspectos. J.L.R.

Viaje sentimental
Laurence Sterne. Debolsillo, 2012.
Laurence Sterne está indisolublemente unido a su gran novela “Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy” (buena edición en Cátedra, Letras Universales; aunque más famosa es la traducción de Javier Marías, premio Fray Luis de León de traducción de 1979). Y con el “Tristram Shandy” su no menos íntima relación con el “Quijote”, del que se convirtió Sterne en uno de sus grandes seguidores ingleses. El “Viaje sentimental” relata las experiencias vividas por el propio Sterne cuando decide viajar por Francia e Italia en busca de climas más templados para su maltrecha salud. Se respira en toda la obra esa fina ironía tan característica de los novelistas ingleses del XVIII (Fielding, por ejemplo) y que en Sterne es uno de sus rasgos más sobresalientes. A pesar de los recelos de los británicos por el continente, el calificativo de la obra, “sentimental”, define a la perfección el tono y la actitud de Sterne. Un libro para disfrutar. J.L.R. 

El juego de Ripper
Isabel Allende. Plaza, 2014

Ha sorprendido la irrupción de Allende en este género de la novela negra, alejándose por esta vez de las historias tan vinculadas a su experiencia personal,  que le dieron fama y una legión de seguidores.  Leí algunas críticas no especialmente benévolas con esta decisión, e incluso comparar su caso con el de J.K. Rowling, que no parece convencer una vez abandonara a su joven mago Harry Potter. Sinceramente no podría negar que esta historia donde una astróloga predice unos asesinatos, que finalmente se producen en la ciudad de S. Francisco, mantiene la atención del lector, pero rápidamente la historia policial queda en un segundo plano, apartada por el estudio y relaciones de cada uno de los personajes, sobre todo de un grupo de jóvenes aficionados a los juegos del rol, y que se ven implicados en los sucesos. Apariencia de novela negra para un libro que no desilusionará a los seguidores de la escritora. R.C.P.

sábado, 15 de febrero de 2014

LA CARTILLA TOSMAE: SALUD SEXUAL

El trabajo de catalogador, en ocasiones monótono, también reporta muchas sorpresas. Nuestro querido Soto Molina, don José, nunca deja de asombrarnos  cuando descubrimos algunas de las obras que donó a la biblioteca de su ciudad.  En esta ocasión, un minúsculo folletito de 40 páginas titulado “Cartilla Tosmae para uso de hombres y casadas: preceptos y misterios del lecho conyugal”. Publicado en 1897, de seguro que estuvo oculto gran parte del siglo XX. Tan oculto que parece que solo queda el ejemplar de nuestro benefactor, si damos crédito a las búsquedas bibliográficas automatizadas. Tosmae es pseudónimo de Fernando Mateos y Koch. Ya el título nos llama la atención, pues va dirigido a hombres en general pero solo a las mujeres casadas. Pero nada de machismo, pues ya en las primeras páginas aconseja “solicitar de la mujer el placer con amables palabras y no exigírselo nunca a la fuerza”. Un detalle. Eso sí, un poco de aseo antes del ajetreo, por medio de “un bidet o baño de asiento, muebles que facilitan mucho las abluciones diarias”. Ejercicio sí, pero con moderación, ya que un exceso del mismo puede fatigar los órganos genitales. Tampoco se debe acudir a “ideas lúbricas” para aumentar la excitación, ya que “el hombre razonable debe esperar que el mismo órgano le anuncie la necesidad y el momento de satisfacerla”. Contrariamente a lo que pudiera pensarse, desaconseja los achuchones a la hora de la siesta, “pues el violento espasmo que provocan en todo el sistema puede suspender las funciones digestivas y producir á veces una apoplejía”. Ahí es nada. Y sin pasarse de copas, pues “los manjares y bebidas que enardecen la sangre no producen más que una excitación momentánea y predisponen a la anafrodisia o frigidez”. Y tacto, aconseja mucho tacto a la hora de solicitar los favores de la señora (el objetivo lo merece), pues debe respetarse “el tiempo del flujo menstrual, las indisposiciones, fatigas, disgustos... y no pedirle y exigirle lo que no tiene ganas de conceder...”, pues tomada a la fuerza “el futuro ser se resentirá indudablemente del estado en que se hallaba su madre”. Durante el embarazo aconseja la abstinencia durante los dos primeros meses y a partir del séptimo, alegando que puede dañar al embrión e incluso producir un aborto. El folletito, que Mateos y Koch extractó de su libro “Antes, en el lecho conyugal y después”, no ha perdido vigencia con los años, y excepto algunas costumbres hoy en desuso (como la de la siesta, pues sin duda todos los momentos son buenos, o la hoy desfasada abstinencia en el embarazo), está lleno de buenos consejos para llevar a cabo una auténtica vida en pareja. NATALIO BENITEZ RAGEL.

MALES

Salvando el natural rechazo que produce el asunto, más cuando todos nos deseamos, sobre cualquier otra cosa, salud… y un poquito de dinero, de siempre me ha gustado la palabra “males” referida o como sinónimo de enfermedad. “Tiene males en la familia”, le oía a mi madre cuando de compadecer a algún conocido o amigo se trataba. Pues bien, al margen del gusto y el disgusto por las palabras, he detectado en los últimos años dos enfermedades, dos males que afectan a buena parte de la población española, uno por exceso y otro por defecto y que tienen a los libros como causa primera y única. El primer mal, al que podríamos denominar “voluminosis”, se presenta en aquellos individuos que suelen leer de forma compulsiva, devoran libros y libros, sin que quede en ellos sedimento alguno de una lectura, que se hace apresurada y falta de las condiciones mínimas para que esta vaya creando un poso de conocimiento e información. Los libros se miden por cantidad, es decir, por número de páginas por minuto, por volúmenes fagocitados por día. Y con ser esta enfermedad de pronóstico reservado, la segunda no podemos por menos que calificarla de grave. Consiste en una especie de repugnancia al formato libro. Los individuos que la padecen sufren como mareos y vómitos con la sola visión de un libro, y llegan al desmayo cuando se encuentran entre sus manos con un ejemplar de una novela que encima tienen que leer. El rechazo a la letra impresa ha sido desde los comienzos de aquel infernal invento de Gutenberg, una de las enfermedades más extendidas en la población española, hasta el punto de que por momentos, estos mismos que nos han tocado vivir, puede llegar a alcanzar la categoría de epidemia. Muchos escolares confiesan sin pudor su aversión al formato libro, a ese cúmulo de páginas encuadernadas que les obligan a leer en los colegios, sin saber, como tampoco lo saben sus propios profesores, que es el síntoma de una enfermedad. Y aunque soy partidario de la terapia de choque, en este asunto aplico el concepto de las dietas: “la que es original, no es buena; y la que es buena, no es original”. Por tanto, vida sana y buena educación. José López Romero.


sábado, 8 de febrero de 2014

AVENTURAS SOBRE DOS RUEDAS

Hace unos días saltaba la noticia en  medios de comunicación de todo el mundo, del ataque en  Pakistán a un turista español que resultó herido, además de cinco miembros de la policía que le servían de escolta. Esto último resultaba extraño. ¿Para qué esta escolta a un solo hombre? Pese a ser  la zona en la que se internaba  Javier Colorado, Beluchistán, extremadamente peligrosa y desaconsejada para los extranjeros, los medios de protección parecían excesivos para un simple turista. En realidad Javier no era un turista al uso y sí un aventurero que desde el pasado 1 de octubre realiza una particular vuelta al mundo en bicicleta, y que pese a este lamentable y trágico incidente, él ya ha declarado que está dispuesto a continuar nada más se reponga de sus heridas. La  noticia me hizo recordar una época donde los intentos de vuelta al mundo en bicicleta fueron más comunes de lo que ahora parece, dejándonos un rosario de interesantes libros, algunos hoy joyas de la literatura viajera. Thomas Stevens, por ejemplo, nos dejó testimonio escrito –Round the world on a bicycle- de una de las hazañas viajeras más emocionantes de la historia- Su propósito en un principio era batir el record de los  80 días del viaje literario que publicó Verne. No lo logró, pues partiendo de S. Francisco un día de abril de 1884 regresaba exhausto tres años más tarde montando su bello velocípedo, y tras haber recorrido  los EEUU, Europa, Oriente medio, etc.  Menos conocida es la hazaña recogida en el  libro Le Tour du Monde en Vélocipéde. Firmado por  Gran Jacques y con ilustraciones de Félix Regamey, recrea un viaje que partiendo de París recorre Europa hasta internarse en Siberia, finalizando la hazaña en Novogorod. Hoy la rareza del libro no le va a la zaga a su contenido y es  codiciada pieza para los bibliófilos de todo el mundo. Ramón Clavijo Provencio.


PROHIBICIÓN

El 9 de junio de 1765, el rey Carlos III se sirvió “mandar prohibir absolutamente la representación de los autos sacramentales, alegando ser los teatros lugares muy impropios y los comediantes instrumentos indignos y desproporcionados para representar los Sagrados misterios de que tratan”. La Real Orden de prohibición era el resultado final de una campaña de acoso y derribo contra la representación de estas piezas teatrales tan populares en el Barroco, que habían orquestado escritores como Clavijo y Fajardo y Nicolás Fernández de Moratín emprendida años antes. Con esta medida tomada por el rey ilustrado por excelencia, se inicia una sucesión de prohibiciones a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII que llegaría hasta la primera década del siglo siguiente. Vayamos a los datos. El 17 de marzo de 1788, reinando aún Carlos III, se prohíben las comedias de magia en virtud de un auto expedido por el Juzgado de Protección de los Teatros; el 28 de diciembre de 1799 la prohibición afecta  a la ópera italiana; y finalmente, en 1800 se prohíben las comedias de jaques y bandoleros. En el abigarrado y complejo mundo teatral del siglo XVIII, donde se mezclan las tragedias y las comedias al gusto neoclásico con los epígonos de un teatro barroco a veces reformado y, las más de las veces, corrompido hasta lo irreconocible con tal de halagar el gusto de la plebe, a lo que hay que añadir la ópera y sus derivados procedentes de Italia; en este mundo, decimos, no es de extrañar que las voces intelectuales más autorizadas intentaran y consiguieran poner coto a tanto despropósito y hacer limpieza para aclarar el panorama teatral. Hoy, verbos como “prohibir” e “imponer” no tienen precisamente buena prensa y concilian poco o nada con el interés de un pueblo (ese “vulgo que gusta más de lo admirable que de lo verosímil”), que ejerce su soberanía democrática como le viene en gana. Sin embargo, cuando del dinero público se trata, quienes están encargados de administrarlo deberían ser más cuidadosos con las subvenciones a espectáculos y representaciones artísticas, porque tras la apariencia o excusa de “arte” se esconden auténticos bodrios que ya ni por lo necio y grosero da gusto. La penúltima: “Los amantes pasajeros” del inefable Almodóvar, mala hasta el delirio. Con esto ni se pretende comparar la horrorosa película con los autos sacramentales y ni mucho menos proponer su prohibición, pero no estaría de más que la propia gente de la cultura, sobre todo la más beligerante con los tiempos y las dificultades que ahora sufren y de las que tanto se quejan, mostrara su desacuerdo con la asignación de subvenciones a películas de ínfima calidad que en nada prestigia a nuestro cine, pero está claro que la sombra y la influencia del más que irregular director manchego es demasiado alargada y muy pocos, o nadie se atrevería a negarle o discutirle una suculenta subvención. ¡Y para colmo, según señalan las estadísticas, “Los amantes pasajeros” es la película española más taquillera del pasado año! “Father, vengo de ver la última película de Almodóvar”, me acaba de decir mi hija. ¡Ea! ¿Y ahora cómo publico yo esto?  José López Romero.


domingo, 2 de febrero de 2014

RESEÑAS

Los surcos del azar
 Paco Roca. Astiberri, 2013


Vuelve este carismático dibujante, que va camino de convertirse en un autor de culto dentro del panorama de la novela gráfica española. Tras el  merecido éxito de “Arrugas” nos vuelve a sorprender con una propuesta arriesgada como es esta incursión en los terrenos de la historia, rescatando del olvido la historia particular de unos hombres maltratados por el destino. Paco Roca con su dibujo realista y su cualidad para contarnos historias de una manera elegante desprovista de todo barroquismo innecesario, se detiene en las andanzas de La Nueve, una compañía de exiliados republicanos españoles integrada en la división del general Leclerc, que fue la primera que entró en París tras la rendición alemana. Ellos desfilaron al frente de las tropas por los campos Elíseos, pero su periplo que se inició en 1936 no terminó como soñaban: volviendo a España, con el apoyo aliado, para liberarla del régimen de Franco. R.C.P

Tragedias I
Calderón de la Barca. Alianza Editorial, 1967.


Aunque ya hay en el mercado ediciones más modernas y completas de la serie de tragedias que Ruiz Ramón agrupó en tres volúmenes en la colección de libros de bolsillo de Alianza, nuestro propósito no es exactamente reseñar las incluidas en el primer volumen, sino sugerir la lectura de una de las técnicas por la que Calderón está considerado la cima del teatro barroco. Nos referimos a los monólogos. De estos dice el propio Ruiz Ramón en su “Historia del teatro español”: “el monólogo calderoniano explicita la dialéctica interior del personaje, el tenso debate de valores contrarios enfrentados en el alma del personaje”. Y si famoso es el monólogo casi inicial de Segismundo en “La vida es sueño”, no son menos recomendables el del Tetrarca de Jerusalén y el de su esposa Mariene, en el acto segundo de “El mayor monstruo del mundo”, lamentos de venganzas y reproches. El verso de nuestro mejor teatro clásico en su máximo esplendor. J.L.R.