sábado, 22 de marzo de 2014

¡ALELUYA!

Recuerdo cuando hace años, demasiados, una vez terminé de ver por vez primera la película El diablo sobre ruedas –por cierto  feliz carta de presentación del que luego sería el aclamado  director Steven Spielberg- sentí el deseo irrefrenable de leer la historia original. Y he aquí para mi sorpresa, que en aquellos tiempos previos a Internet, no encontré edición castellana de la que resultó ser una narración corta del escritor Richard Matheson. Fue aquel, creo recordar, el primero  de una larga lista de libros  que por una u otra razón  no he podido conseguir, y que el paso de los años va convirtiendo a mis ojos en piezas tan deseadas como  inalcanzables. Es cierto que hoy, a diferencia del caso que les narraba antes, puedo rastrear lo que sea a través de Internet, e incluso leer la versión digital de libros que deseo pero de los  que no encuentro la edición original. Esta posibilidad me ha permitido no obsesionarme con algún que otro libro, aunque no lo ha logrado con otros de los que sigo deseando  tener entre mis manos la  primera edición impresa. Pese a todo, he tenido éxito en mi búsqueda de algunos de esos tesoros, logrando así que la lista de la que les hablaba antes no se haga interminable. Libros como  Poesías Completas de Kavafis (Hiperión) o el Al sur de Granada de Brenam (siglo XXI), ya descansan en los anaqueles de mi biblioteca. Pero con Matheson parecía haber pinchado en hueso. Por eso cuando hace unos días me llamaron de mi librería de guardia, para decirme que habían localizado un ejemplar de  la última de las tres escasas ediciones aparecidas en castellano a lo largo de los años  de  El increíble hombre menguante (Circulo, Bruguera y la Factoría, 2006), no me hice ilusiones. Cuando  tuve en mis manos aquel libro- con su bella portada diseñada por  Chris Moore- me llevé una nueva sorpresa: en las páginas finales se incluían algunas historias cortas del autor, entre ellas El Diablo sobre ruedas. ¡Aleluya!  Ramón Clavijo Provencio


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