Estamos ante una avalancha de libros sobre la
I Guerra Mundial, conflicto bélico del que somos herederos. No sólo se rescatan viejos tratados que en su día
pasaron desapercibidos por si ahora, llegado el caso con la efemérides, tienen
mejor suerte, sino que observamos con estupor cómo se editan libros firmados
por autores de los que no hubiéramos sospechado un especial interés por el
tema. Está claro que el oportunismo en la literatura siempre ha sido una lacra
difícil de erradicar. Pero pese a esta introducción no les voy a hablar de las
repercusiones editoriales de la I Guerra Mundial, -ya llegará el momento- y sí
de otro fenómeno editorial del momento que no le va a la zaga: la recuperación
o la tergiversación –según se mire- de otra guerra, esta más lejana, que
enfrentó a Oriente y Occidente durante varias décadas y que pasó a conocerse en
los tratados de Historia como Guerras
Médicas. Muchos creen que la visión distorsionada de las mismas se debe a ese
fenómeno cinematográfico que fue 300, pero realmente el origen está en
la novela gráfica publicada años antes por Frank Miller, nombre de culto en la
mitología del cómic. Recuerdo los meses que me pasé buscando aquella edición, y
cómo después de un gran esfuerzo me la consiguieron como un pequeño tesoro en
la librería Alternativa. Aquel cómic fue la base de la posterior película, y
esta la que transformó al cómic, de artículo minoritario y deseado por unos
pocos, a fenómeno de masas repetidamente reeditado. Ahora con la película 300.
El origen de un Imperio, basado nuevamente en el cómic Xerxes, del
mencionado Miller, seguramente se volverá a
producir el mismo fenómeno. Me siguen apasionando la visión
–distorsionada, sí- de Miller sobre las Guerras Médicas. Está claro que no es
la de Herodoto, pero su visión es de una belleza inusual, y aunque su traslado
al cine haya impactado igualmente, la magia del mago Miller ha desaparecido en
esa metamorfosis. RAMÓN CLAVIJO
PROVENCIO
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