sábado, 21 de marzo de 2015

CALIPSO

En el primer canto de la Odisea de Homero (La asamblea de los dioses), se nos narra cómo estos debaten sobre Ulises quien, una vez terminada la guerra de Troya y  regresados todos los griegos a su patria, en cambio permanece retenido en la isla Ogigia por la ninfa Calipso, que  pretende que olvidé Ítaca. Atenea (La diosa de claras pupilas…), intercede por el héroe ante Zeus, y finalmente  y  pese a Poseidón- el único  de los dioses que se opone-, logra su libertad, lo que se nos narra en el capítulo titulado La cueva de Calipso. Jacques-Yves Cousteau, el gran oceanógrafo y aventurero se sintió en su momento fascinado por el personaje de la ninfa, hasta el punto de que bautizó con su nombre, Calypso (pero ahora sin la i latina), el barco –un dragaminas británico de la segunda Guerra Mundial-  con el que a partir de ese momento se haría leyenda, protagonizando un periplo viajero que no le va la zaga del que nos narrara Homero. Viajes estos del Calypso comandado por  Cousteau, donde sus perfiles se desdibujan y funden hasta el punto de que no podemos imaginarnos el uno sin el otro. Ahora Calypso, el viejo barco de Cousteau, lleva años fondeado en los muelles de Concarneau, y mientras se decide qué es lo que hacer con él, la herrumbre y el salitre van lentamente deformando su casco. En la Odisea, Zeus logra convencer al resto de los dioses para que finalmente liberen a Ulises  del hechizo de Calipso, enviando incluso a su mismo hijo Hermes, como mensajero para anunciar a la ninfa el decreto. En este caso, el del legendario navío de Cousteau, mucho nos tememos que ningún dios interceda y libere sus amarras, y en pago a sus servicios a la ciencia y a la gran  aventura lo libre de tan ignominioso destino. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO

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