sábado, 28 de marzo de 2015

EL VASO

“Father. ¿Qué te parece si en ARCO del año que viene expongo un platito de esos “deliciosos” (el diminutivo y el adjetivo, ironía materna) potajes que nos haces y le llamo “quien bien te quiere, te hará llorar”?”. Mi hija que para esto de las pullitas tiene una retentiva extraordinaria, había visto en la tele esa majestuosa obra de arte “el vaso medio lleno”, que se vendió en 20.000 euros, o esa montaña de papel triturado que alcanzó la cifra de 8.000. Ferias de arte como la de ARCO vuelven a poner sobre la mesa el ya viejo tema del fraude en el arte moderno. A los que nos hemos educado en un arte figurativo y, como mucho, podemos llegar a entender que existe otro arte más allá de las formas, nos suena a rollo de embaucador de feria (y nunca mejor dicho) eso de que “el arte hay que verlo primero con el corazón”, como se atrevió a afirmar en la tele una señora de cuyo cargo en ARCO no quiero acordarme. El “todo vale” que Vargas Llosa denunciaba en su “Civilización del espectáculo” (libro imprescindible), se radicaliza aún más en el mundo de las artes, donde sin escrúpulos ni pudor de ningún tipo te pueden vender un calcetín sudado por unos cuantos miles de euros (“No me des ideas, pá”, le oigo a mi hijo). No hace mucho saltaba a los informativos el caso de Damien Hirst y sus calaveras de diamantes o su tiburón en formol, otro fraude para muchos y, sin embargo, uno de los artistas más cotizados del momento. Este tipo de obras no hacen más que desvirtuar el concepto de arte por muy moderno que nos quieran hacer entender y, sobre todo, vender. No sé qué hará con “el vaso medio lleno” el comprador, que debe de tener un corazón tan pródigo como la cartera, pero lo que sí sé es que 20000 euros se pueden utilizar de forma mucho más beneficiosa para la humanidad. ¿El vaso medio lleno? Mi corazón lo ve medio vacío. José López Romero.


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