Hace algunos años tuve la fortuna de conocer a un
escritor que se escondía bajo el nombre de Joseph Martin. Francés de origen, o al menos eso afirmaba él,
terminaba sus días contemplando las
marismas desde su habitación en una residencia de ancianos de S. Fernando. No
me pregunten qué rocambolescas circunstancias me llevaron a conocerlo, ni
tampoco si todas sus historias, aquellas que me contó paseando por los jardines
de aquella residencia, eran reales o
inventados, como el afirmar que había sido amigo y discípulo del gran
Somerset Maugham. Pero lo cierto es que algunos ramalazos de verosimilitud
tenían aquellas anécdotas, como real era que estaba escribiendo un libro bajo
el titulo de Después de Casablanca, del
que me prometió un ejemplar dedicado y
en el que Joseph Martin nada más y nada menos se atrevía a continuar aquella
historia, en origen pieza teatral, que luego sería aclamada universalmente cuando Michael Curtiz la
lleva al cine protagonizada por Ingrid Bergman y Humphrey Bogart. Martin
me contó las extrañas vicisitudes que le llevarían a terminar sus días –lo que él preveía
cercano, vaticinio que lamentablemente se cumpliría unos meses después de nuestro primer encuentro-
en aquella pequeña población gaditana después de haber recorrido medio mundo y
parte del otro. Me explicó una extraña teoría sobre las ciudades que sorprenden
al viajero convirtiéndose en el final definitivo de su peregrinaje, y como la mayoría de las veces no son las soñadas
ni deseadas, sino ciudades como aquella S. Fernando que de ser una
pequeña escala en el camino de aquel ya anciano charlatán –o escritor-
finalmente adquieren la notoriedad y relevancia en una vida, como la de ser la
que finalmente acoja nuestros último aliento. Era una teoría absurda pero muy
bella, y que decoraba con ecos de sucesos y aventuras personales que podían
haber sido escritas por el mismo Stevenson
o mi admirado Hugo Prat. Sin embargo era un desconocido de origen francés que
se hacía llamar Joseph Martin el que las había vivido –o inventado-. Antes de
Martin me habían subyugado aquellos escritos de Ítalo Calvino sobre las
ciudades inventadas, o las bellas líneas
con las que Nuria Amat distingue las ciudades turísticas “que se hunden
y desmoronan por el peso de curiosos dispuesto a invadirlas”, de las literarias
“lugares santos que exponen sus reliquias al peregrino literario”. Nunca había
reparado en esas otras ciudades que inesperadamente se cuelan como un ladrón
entre las sombras para robarnos nuestras pertenencias o sueños. Ciudades que
desplazan a esa Ronda de los románticos, la Petra perdida en el desierto o una Tombuctú
como final de peregrinaje de los grandes viajeros. Ciudades inesperadas en las
que el viajero exhausto, como Joseph Martin,
se verán anclados impotentes en un final definitivo de su incesante
peregrinaje. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO
Una biblioteca es lo más parecido a un laberinto, un laberinto lleno de libros, de mundos por descubrir.En homenaje a las bibliotecas y a la lectura , preside la cabecera de este blog un dibujo del pintor jerezano Carlos Crespo Lainez: "Noche de lectura".
LECTORES SIN REMEDIO
Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.
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