Aún conservo el número uno de una vieja publicación
titulada Los aventureros, donde por
vez primera comencé a conocer al recientemente fallecido Miguel de la Quadra
Salcedo. A comienzos de los años setenta
del pasados siglo Miguel ya había participado como reportero en reportajes impactantes para TVE que habían
dado la vuelta al mundo, como la revolución en Etiopía con la destitución del
emperador Haile Selassie, o la muerte del Che Guevara en la selva boliviana.
Fueron los primeros de una larga cadena de trabajos para la televisión pública
a cual más arriesgado, y donde comenzamos a tener conciencia de la crucial
labor de este tipo de periodismo de riesgo, para que la información en los lugares donde no interesa
que esta fluya, llegue a todos. Miguel fue un pionero en una época donde los medios eran muy
precarios y no siempre se tenía la seguridad de que aquel trabajo en el que
materialmente arriesgaba la vida, finalmente viera la luz, como su alabado y peligroso
papel incrustado en un batallón de marines en plena guerra del Vietnam o las
entrevistas en las calles de Santiago de Chile los días del golpe militar.
Miguel fue sin embargo mucho más, y ya tenemos noticias de trabajos que pondrán
pronto en las librerías los perfiles más destacados de este gran aventurero. Y
si en el caso del periodista no parece peligrar ni que se difumine su legado,
no sucede lo mismo con tantos otros, donde el tiempo pertinaz parece querer
borrar de la memoria el que alguna vez existieron. Es el caso de la actriz
sanluqueña Porfiria Sanchiz, destacada de la escena española el pasado siglo y
que un entusiasta e interesante escritor como es Juan Carlos Palma, se ha
propuesto no olvidemos. Hace unos días en la biblioteca Municipal asistí con
creciente interés a la charla que Juan Carlos dio sobre el porqué de su interés
por ese personaje, y el proceso apasionante - una vez decidió recomponer una biografía
en trance de olvido definitivo- en el que se embarcó. En fechas próximas
presentará ese libro sobre Porfiria Sanchiz que muchos ya esperamos con
impaciencia. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO
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