El
marqués de Torresoto, que en la ilustración aparece con sus hijos en plena
guerra civil, tuvo, ya lo comentamos anteriormente, una vida fecunda cuajada de
variopintos amigos, empleados y familiares que dieron lugar a curiosas
anécdotas. Como el tío Paco, un abogado hermano de su padre con debilidad por
las apuestas. Ganó una de ellas que consistía en cortarle las barbas a un
obispo que estaba de paso por Sanlúcar, pero acto seguido hubo de embarcarse
sin dilación hacia Filipinas. Escribió durante varios años, pero al final dejó
de hacerlo y del tío Paco nunca más se supo. Otro personaje peculiar que
aparece en el manuscrito fue un tal Mr. Larner, un gigantón inglés de nariz
descomunal y mirada estrábica, aunque un competente taquígrafo “capaz de
tomar al dictado con facilidad en cuatro idiomas”. Pero también un gran
paranoico, veía por todas partes espías alemanes que pretendían eliminarlo,
llegando a abofetear a un flamenco que tuvo la mala fortuna de mirarlo en plena
plaza del Arenal. Con los casi dos metros del inglés, hizo falta la mitad de la
fuerza pública jerezana para separarlo del gitano y llevarse detenido al
malhumorado taquígrafo, que acabaría sus días arrojándose desde una ventana de
un hospital gibraltareño. Aunque con buena salud, González Soto padeció algunas dolencias
complicadas, como el tumor sobre el ojo derecho que motivó una agria disputa
con el cirujano republicano Fermín Aranda y Fernández Caballero. Julio
González Hontoria le convenció para que escuchara la opinión de este joven
médico jerezano formado en París y dotado de “excelentes condiciones y
aptitudes”. Pero al de cabecera, Dr. Del Blanco, no le hacía gracia la
intrusión, acordándose que celebrarían
consulta conjunta con la participación de un tercero, el antiguo y reputado
médico jerezano Germán Álvarez Algeciras. Como la consulta a tres bandas no
ofreciera resultados definitivos, el enfermo recurrió al Dr. Rocafull, cirujano
afincado en Cádiz, que fue quien finalmente lo intervino con feliz desenlace en
1892. Pero llegó la hora de saldar cuentas con el resto: Blanco y Álvarez
Algeciras fijaron sus honorarios en 50 pesetas, pero el doctor Aranda alegó que
él se había preparado en las mejores clínicas parisienses y se dejó caer
solicitando ¡500 pesetas!. El asunto acabó en el Colegio Médico de Cádiz, que
rebajó la cifra hasta las 250, pagaderas a quien no le había colocado al
enfermo ni una simple tirita. La historia se repetiría 50 años más tarde, con
el mismo paciente y el Dr. Aranda Latorre,
oftalmólogo e hijo del republicano, al que consultó sobre un problema de
cataratas. Tras la consulta, y a pesar de no operarle, quiso cobrarle los cien
duros de rigor, pero de nuevo el Colegio Médico dejó la cifra en la mitad. En
ciertos casos, como en este, los “recortes” están plenamente
justificados. NATALIO BENITEZ RAGEL.
Una biblioteca es lo más parecido a un laberinto, un laberinto lleno de libros, de mundos por descubrir.En homenaje a las bibliotecas y a la lectura , preside la cabecera de este blog un dibujo del pintor jerezano Carlos Crespo Lainez: "Noche de lectura".
LECTORES SIN REMEDIO
Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.
domingo, 26 de junio de 2016
CAMPAÑAS
Desechada ya por falta de
verosimilitud y decoro (“relación entre lo que se puede esperar de los personajes y lo que estos
efectivamente hacen”), dos conceptos que tanto gustaban a Cervantes, la idea
de hacer una campaña de promoción de la lectura con Cristiano Ronaldo y Messi
leyendo un libro (aún recuerdo emocionado una foto del Fari con un libro en sus
manos), no queda más remedio que atacar el inveterado desapego o repelús de
nuestros ciudadanos, sobre todo los más jóvenes, de la letra impresa con
campañas más agresivas o, al menos, más originales. Y para ello nada mejor que
ponernos en el papel de aquellos antiguos arbitristas que durante los siglos
XVI y XVII mandaban memoriales al rey con las propuestas más peregrinas para
solucionar los problemas endémicos de nuestro país, sobre todo los económicos,
y que tanto ridiculizaron los escritores de aquellos siglos, sirva como ejemplo
la insuperable sátira que don Miguel incluye en su “Coloquio de los perros”. Y
puestos a jugar, se podría satisfacer el apetito lector con libros cuyas
páginas pudieran, una vez leídas, comerse. Y si el libro en papel higiénico ya
está inventado, aunque con escaso éxito, unos preservativos con poemas de amor no digo yo que no le
añadiría más sentimiento o, al menos, más poesía al asunto, tan necesitado de
ello en estos últimos tiempos (ya lo veo: “deme una caja de doce de Pablo
Neruda”). Pero si tuviese que elegir una buena idea, sin duda me quedaría con
la ocurrencia de un iluminado de finales del siglo XVIII para recuperar el
peñón de Gibraltar: que cinco mil soldados llevaran al cuello un escapulario de
la Virgen del Carmen, que los haría invulnerables a las balas de los herejotes
ingleses. Ante el fracaso estrepitoso de las campañas que han intentado mejorar
los índices lectores de nuestro país, yo voto por el escapulario. Es simple
cuestión de fe. José López Romero.
sábado, 18 de junio de 2016
LECTORES / LECTURAS
“Me recuerdas a alguien que solo lee el
primer capítulo de un libro. Nunca llegas a averiguar qué sucede después”, le
reprocha su amigo Asif a Jay, el protagonista de ‘Intimidad’, la novela de
Hanif Kureishi que hace unas semanas reseñamos en esta página. Y esta frase me
ha llevado a recordar la pregunta, tan socorrida pero también tan esclarecedora,
que se le suele hacer en las entrevistas a toda persona relacionada de una
forma u otra con los libros o la cultura en general: “¿has dejado algún libro
sin terminar de leer?”. Y en las respuestas pocos son ya los que aseguran que
una vez abierto un libro no paran hasta terminarlo, aunque en ello empeñen
tiempo y esfuerzos baldíos. La gran mayoría confiesa que a lo largo de su vida
lectora, más de uno y de varios, por no decir muchos libros, se les han
resistido o, dicho de otro modo, son ellos, los lectores, los que no han tenido
la suficiente fuerza de voluntad para acabarlos, o lo han pensado mejor y han
decidido no invertir ese tiempo y ese esfuerzo en algo que en poco o nada les
va a beneficiar. Por mi parte, confieso que en mi ya lejana juventud fui lector
persistente hasta la terquedad: libro abierto, libro que debía acabar, hasta
que en un periodo de crisis lectora (todos pasamos en un momento u otro de
nuestras vidas por distintas crisis), tomé la difícil decisión de cerrar un
libro sin terminar. Aquel acto, no exento de una sensación de pecado fue, sin
duda y en cambio, una liberación. Liberación que, sin embargo, ahondó más la
crisis y atravesé un periodo de lector de las primeras veinte páginas, es
decir, en lector de primeros capítulos, como le reprochaba Asif a su amigo Jay.
Hace unas semanas me distraía soportando (¿o soportaba distraído?) la película
titulada ‘Alex y Emma’ (Kate Hudson y Luke Wilson), en la que Emma reconocía
que antes de empezar un libro, tenía que leer las últimas páginas; si estas le
llegaban a interesar, emprendía su lectura; un tipo cuando menos extraño o raro
de lectora esta Emma, como así se lo echaba en cara Alex. A veces la forma de
leer, nuestros hábitos lectores dicen mucho más de nuestra personalidad e incluso
nos definen de forma más clara que un psicoanálisis. Vivir la vida con la
inconstancia del lector de primeros capítulos (que es la verdadera intención de
Asif y de ahí su reproche a Jay), puede ser tan perjudicial como empecinarse en
terminar un libro que ya no nos va aportar nada, que en nada nos va a
beneficiar. Los libros son al fin y al cabo como las relaciones humanas: los
amigos de la infancia y juventud o aquellos que permanecen para toda la vida;
las novias y novios ocasionales (de primeros capítulos) y el libro que leeremos
una y otra vez hasta el fin de nuestros días; el trabajo que no nos gusta
porque aspiramos a un libro mejor… Y así, abrimos los libros de la misma forma
que conocemos a las personas. Algunas no aguantan ni las veinte primeras
páginas, y a otros (como los políticos) mejor conocerlos por las veinte
últimas. José López Romero.
LA NUEVA NOVELA HISTÓRICA
Es
curioso cómo ha evolucionado el concepto de novela histórica desde sus orígenes
-hoy uno de los géneros con más seguidores-, si podemos reconocer como tales
aquellas historias surgidas de la pluma
de Walter Scott o Enrique Gil, Larra y Fernández y González en el caso de
nuestro país. Aquellas novelas históricas se enfrentaban al hecho histórico de
una manera muy singular, utilizando la historia despreocupadamente más como
decorado que como motor de la trama, y poblando esta de personajes
ficticios, donde las aventuras de sus
protagonistas eran el principal atractivo. Igualmente era denominador común de estas novelas situarlas en un pasado
lejano, preferentemente la Edad Media, por la
incomprensible creencia de que ello garantizaba una mayor libertad al
autor y una menor contaminación de este por la realidad histórica donde se situaba la narración. Decimos
incomprensible pues si esa premisa del
distanciamiento del autor de los hechos históricos tratados, es indispensable
mantenerla por parte de los historiadores, carece de significado y valor cuando
nos situamos en el lado de la literatura, de la ficción, donde se le presupone
al escritor una cierta libertad, y no estar supeditado a las normas básicas que sujetan el mencionado trabajo del
historiador. Como decíamos, hoy la novela histórica, género que siempre gozó de
la complicidad de los lectores, y mucho más desde hace unas décadas, ha
modificado su manera de acercarse al hecho histórico. Ya no es generalizado situar el escenario temporal muy lejos del actual,
y por otro es el hecho histórico el auténtico protagonista de la narración, siendo los personajes
y parte de la trama elementos complementarios y secundarios, solo necesarios en
la medida que sean útiles para dar la visión de un escritor sobre un
determinado personaje o acontecimiento histórico. Escritores como Pérez
Reverte, Posteguillos, Eslava Galán o Lozano Leyva - en el apartado
español- o Yourcenar y más recientemente
Philip Kerr entre otros muchos, son claros ejemplos de esta otra manera
enfrentarse al hecho histórico desde la literatura, y donde la
rigurosidad histórica guarda un escrupuloso equilibrio con la ficción. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO
sábado, 4 de junio de 2016
JEREZ, FERIA DEL LIBRO
Cuando lean
estas líneas nos encontraremos a las puertas de una nueva edición de la
Feria del libro en Jerez. Sí, esa celebración en torno a unos de los
imprescindibles referentes de la cultura –el libro- y sobre el que pivotan
tantos elementos e intereses que sería difícil enumerarlos, pero entre los que
estarían sin duda los económicos
–nuestro país es la tercera potencia editorial del planeta-, educativos, de
ocio, tecnológicos, comerciales, propagandísticos, etc. Coincide también esta
edición, con la que se levanta en El
Retiro de Madrid, la primera organizada en España – la feria del Libro de
Madrid surge durante la II República, aunque su asentamiento primero, y luego modelo para el resto de ferias de nuestro país, haya
que atribuírselo al jerezano Julián Pemartín cuando ostentaba el cargo de
primer director del Instituto Nacional del libro, en la España de 1940-. Algunos
lectores recordarán, y volvemos al apartado local, como no han sido fáciles
estos últimos años para mantener esta propuesta, años atrás indiscutible
referencia cultural del calendario anual en nuestra ciudad, y que desde
principio del nuevo siglo, y por una confluencia de circunstancias negativas,
ha estado en serio peligro de desaparecer –de hecho algunos años ni llegó a
celebrarse-. La Feria del libro en Jerez fue así desapareciendo del imaginario
colectivo a base de ediciones que iban languideciendo por decisiones poco acertadas, bien sobre la
ubicación de la misma que no terminaba de asentarse en un lugar apropiado y
reconocible – muchas ediciones se celebrarían en la plaza del Arenal, lugar donde
paradójicamente se vivieron ediciones magníficas frente a otras que mejor dejarlas
en el olvido- , o sobre las fechas más
apropiadas para su celebración, lo que llevó a un esperpéntico viaje a través
del calendario, despistando especialmente a lectores y desanimando
paulatinamente a editoriales y libreros.
No serían las únicas causas, aunque sí las más visibles y que parecían
llevar a la Feria del Libro de Jerez a
ninguna parte. Hubo otras más soterradas pero dejémoslo ahí por ahora. Lo
cierto es que tras la edición de 2015 –por la que pocos apostaban- y donde
Ayuntamiento, libreros y editoriales realizan una apuesta arriesgada por unas
fechas y una ubicación inédita, parece volver la esperanza a los escépticos y
vislumbrarse una salida en el callejón tenebroso en el que esta propuesta
parecía languidecer. La edición de este año vuelve a proponer fechas y sede
similares, lo que a la vista del año anterior creemos un acierto, pues como
decía el librero Cristóbal Serna, más que caja, que también –como en otras ferias
mayores- lo que se busca por ahora en Jerez es darle estabilidad y visibilidad - con una propuesta cultural
digna y atractiva-, única fórmula para
ir sumando más colectivos e
instituciones en años venideros. RAMÓN
CLAVIJO PROVENCIO
LA CONFUSA
“La Confusa” es el título de una obra
teatral del gran Cervantes que permanece desaparecida, a pesar de los siglos
transcurridos y del número, ya incontable, de rastreadores de biblioteca que a
lo largo de todos estos años han dedicado sus esfuerzos a investigar el teatro
de don Miguel y, de camino y si la fortuna fuera propicia, a encontrar pieza
tan deseada, porque su hallazgo es sinónimo sin duda de gloria y fama. Y a
pesar de su pérdida, sabemos de su existencia porque el propio Cervantes la
cita y pondera en la “Adjunta al
Parnaso” en los siguientes términos: «Mas la que yo más estimo, y de la
que más me precio, fue y es de una, llamada La Confusa, la cual,
con paz sea dicho de cuantas comedias de capa y espada hasta hoy se han
representado, bien puede tener lugar señalado por buena entre las mejores». Una opinión tan favorable, aunque pueda parecer imputable al amor
que siente un padre por la criatura de la que es creador, se puede confirmar
por la excelente acogida que tuvo esta obra entre el público durante mucho
tiempo, ya que en 1627 todavía formaba parte del repertorio de la compañía de
teatro dirigida por el cómico Juan Acacio, cuando “La Confusa” puede fecharse
antes de 1585, es decir, en los años en que Cervantes escribió buena parte de
sus obras teatrales y alcanzó en las tablas no poca admiración y
reconocimiento. Y precisamente cuando en este año celebramos el cuarto centenario
de la muerte de nuestro príncipe de las letras y, por tanto, debemos
enorgullecernos del idioma a cuyo esplendor tanto contribuyó, se nos aparece la
señorita Barei en el festival de Eurovisión, seguramente confusa entre tanta
celebración, y nos canta en el idioma del gran Shakespeare, de cuya muerte
también se cumple su correspondiente efeméride. Sin embargo, el resultado final
no dejó lugar a la confusión: el puesto 22º de 26 participantes; nada que ver
con éxito que cosechó en su tiempo aquella otra “Confusa”. José López Romero.
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