Hay libros que no puede uno
dejar pasar. Sin saber bien por qué, entre la marabunta amenazante que nos sobrepasa, de repente destaca un título y
uno siente la necesidad imperiosa de asaltar sus páginas, esperanzado y a la
vez temeroso de acertar o errar en esa búsqueda incesante del lector tras la buena literatura, cada vez
más esquiva. Algo de eso me ha sucedido con ‘Patria’, la nueva
novela de Fernando Aramburu, autor al que habíamos perdido la pista desde aquel excelente ‘Años lentos’ publicado hace tiempo. Tratar de explicar la atracción hacia un
libro antes de leerlo puede ser compleja, o simplemente inexplicable. Otros
libros, como ‘Patria’, que me he ido encontrando y seguiré encontrando en mi
periplo de lector, también firmados por un escritor de prestigio, y que trasladan al lector historias que gozan del beneplácito unánime de público y
crítica, sin embargo no han logrado captar
mi atención hacia ellos o, en todo caso, si finalmente los llegué a ojear o
leer, lo fue más obligado por razones profesionales y de opinión que por
atracción. Con ‘Patria’, como
antes con ‘El mapa y el territorio’ de Houellebecq, ‘Némesis’ de Philip Roth, ‘La
Fiesta del Oso’ de Soler o ‘Un año en la otra vida’ de José Mateos, entre
otros, todo vuelve a suceder de una
forma tan natural como inexplicable, y en
mi simbiosis con el libro no han intervenido ni comentarios o escritos
ajenos, ni tan siquiera el grato recuerdo que me dejó como lector aquel libro
de Aramburu que antes mencionaba. ‘Patria’
una novela literariamente perfecta, nos hace llegar una historia
pegada a un territorio y pese a ello sortea con maestría el riesgo del
localismo para convertir un paisaje reconocible
en el escaparate de los valores y las miserias humanas universales. Pero
no, no son estas breves líneas una reseña de esta singular novela, sí en cambio
las que quieren dejar testimonio de ese misterio, el de volver a toparme con
otro de esos libros que uno no puede dejar pasar, de esos que sin saber por qué
te arrastran a asaltar sus páginas y reencontrarte con la cada vez más esquiva
literatura. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO
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