“La Voz del Sur”, en su edición del 12 de septiembre de 1979, informaba:
“es posible que en un futuro no muy lejano falte agua en nuestra provincia”. Y
los dioses “lo leyeron”, porque al día siguiente, a pesar de una previsión
meteorológica de tiempo soleado, “a las dos de la tarde, el cielo tembló”, como
lo expresaba Juan P. Simó en el “Diario de Jerez” en una crónica de 2011
rememorando la tromba de agua de finales del verano, cuando en apenas seis
horas cayeron ciento ochenta litros por metro cuadrado. En el Jerez de los años
70, las inundaciones se habían convertido en un clásico, y los escolares de
aquellos tiempos hacíamos piragüismo cuando teníamos que cruzar las calles
Arcos, para acceder al Buen Pastor, o Porvera para llegar a la Escuela de San
José. Pero lo de aquel día de septiembre superó
todas las previsiones, y sesenta familias estuvieron dos meses viviendo
en el Ayuntamiento, que volvía a ser democrático, porque sus hogares en las
“casitas bajas” de La Asunción habían pasado a la Historia. El temporal se cebó
también con varios inmuebles de la calle Larga, como el Banco de Bilbao, que
perdió su archivo, o una famosa relojería hoy inexistente, en cuyo sótano el
agua alcanzó los dos metros. En el casco urbano no hubo que lamentar desgracias
personales, pero en el campo un hombre cayó fulminado por un rayo mientras
realizaba labores agrícolas en una finca de la carretera de Cortes. En las
semanas que siguieron, el periódico
siempre abría con titulares alusivos a la riada: “las viñas arrasadas…,
petición de zona catastrófica…, 200 millones son los daños en los colegios...”,
ilustrados con imágenes del desastre: vehículos apilados en pleno centro,
inmuebles que habían perdido la techumbre, e incluso un coche empotrado contra
la cárcel cuyo dueño aseguraba haberlo abandonado en el puente de la calle
Arcos. En este contexto colocamos la instantánea captada por la cámara del
dermatólogo jerezano García Filgueira, cedida dentro de la “Campaña para la
Recuperación del Patrimonio Fotográfico” organizada por la Biblioteca
Municipal. En la imagen, un “Cuatro Latas” se aventura, solo ante el peligro,
en el cruce de Diego Fernández Herrera con la calle Mariñíguez, mientras al
fondo dos ejemplares del inolvidable “Seiscientos” se refugian aparcados a buen
recaudo. Fotografías inéditas como ésta, tomadas en aquellos tiempos donde casi
nadie llevaba una cámara al cinto, son las que buscamos para la campaña
referida. Gracias a ella, nos han llegado fotos de reuniones de concejales
republicanos, de toreros de la época agasajados por los vecinos, de
enfrentamientos deportivos entre los concejales de la recién estrenada
democracia, de estampas de calles y plazas antes de ser remozadas, etc. Y ahora
están aquí, en una Biblioteca Pública, donde, parafraseando a Parménides, “todo
permanece”, pero en este caso al servicio de la investigación. NATALIO BENITEZ RAGEL.
Una biblioteca es lo más parecido a un laberinto, un laberinto lleno de libros, de mundos por descubrir.En homenaje a las bibliotecas y a la lectura , preside la cabecera de este blog un dibujo del pintor jerezano Carlos Crespo Lainez: "Noche de lectura".
LECTORES SIN REMEDIO
Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.
viernes, 27 de octubre de 2017
HACE UN MILLÓN DE AÑOS
Acabo de cruzarme por la
calle con dos bultos sospechosos, dos jóvenes (masculinos) que después de comer
sendas bolsas de patatas fritas o producto parecido han tirado los envases al
suelo, y después de beberse unas latas de otro producto propio de su edad, han
eructado y las latas han seguido el mismo camino que los envases de patatas. A
la vista de su atuendo y figura, la primera conclusión a la que llegué:
desconocen el invento papelera. O más exacto: lo conocen, pero a la que se han
encontrado en su camino, le habrán arreado una patada y la habrán tirado al
suelo, o es posible que la hayan quemado. Y estuve en un tris de acercarme a
ellos y preguntarles no por su actitud tan ciudadana, sino por los libros que
han leído. Pero de nuevo me asaltó la conclusión: ninguno. Y más: y si han
leído alguno, de muy poco les ha servido, o incluso es posible que lo hayan
quemado. ¿Juventud? La misma historia y la misma pedagogía buenista de la que
estamos hasta la punta del pelo (eufemismo) ¿Qué hacen esos especímenes más
propios de hace un millón de años, en un aula metidos durante seis horas los
cinco días de la semana escolar? Seguramente lo mismo que en la calle:
molestar, eructar, tirar las cosas al suelo del aula, del patio de su colegio, porque
no otra educación han tenido ni creo, por desgracia, que la vayan a mejorar.
¿Los profesores educadores? No, gracias. La educación se trae de casa,
incorporada a la mochila, a esa mochila de respeto, de ganas de trabajar, de
estudiar que antes nos inculcaban en casa nuestros padres. Preguntarles por los
suyos a estos bultos hubiera sido una temeridad, porque ya sabemos cómo se las
gastan estos seres primitivos cuando de los culpables de sus vidas se trata.
Pero no hay que hacer mucho esfuerzo para imaginárselos. Basta volver a ver
alguna película de la prehistoria para ver reflejado el ambiente familiar de
estos seres que aún no han evolucionado a personas. ¿Libros? Predicar en el
desierto. José López Romero.
viernes, 13 de octubre de 2017
VUELTA A LA REALIDAD
Una vez pasado el estío
con su efecto adormecedor, o como mi amigo Atanasio dice “la estación mágica
que parece detener el tiempo” – nos volvemos a topar con la realidad cultural
en torno al libro y observamos con preocupación que todo sigue igual o casi. Para
evitar el desasosiego busco como cualquier lector que se precie, libros
notables a los que nos podamos subir
para evadirnos en este retorno – acabo
de iniciar la lectura de 4,3,2,1 de Auster, y otros como “Berta Isla” de Javier Marías, o La “Mirada de los peces” de Víctor
del Árbol esperan turno-. Pero volviendo a la realidad, lo cierto es que brillan por su ausencia las
iniciativas culturales en torno al mundo del libro que atraigan nuestra
atención, pero sobre todo que nos ilusionen. Y me refiero a las planteadas como
proyectos estables y de futuro. Por otro lado los libros siguen siendo muy
caros. La lectura siempre ha sido un placer caro, que como todos los placeres
tiene un costo material para disfrutarlo. Lo curioso es que pese a todas las
herramientas que las nuevas tecnologías ponen a nuestro alcance, como es el
caso de los libros digitales, lo siga siendo, incluso estos últimos lo son,
propiciando que la puerta del pirateo sigue entornada como una tentación para
los que por distintas razones no pueden o no quieren pagar el “vicio”. Todo esto va sucediendo ante la
desesperación de los intermediarios naturales, las librerías, que resisten como
pueden en un paisaje tremendamente hostil, y donde los autores pierden el control de sus creaciones apenas
las entregan a los editores. La solución no parece fácil. Sí, es cierto, la industria editorial
española sigue siendo muy potente, pero tras las bambalinas se puede atisbar un coloso con los pies de barro,
además de la paradoja de una oferta editorial no acorde con los modestos
índices de lectura del país. ¿Y las bibliotecas públicas? Pues si a finales de
los años 80 del pasado siglo resurgieron, creándose nuevos equipamientos,
adaptándose a las nuevas herramientas que proporcionaba la sociedad de la
información y ofreciendo un nivel de
servicios y fondos bibliográficos nunca vistos, hoy siguen sufriendo los
efectos de la crisis, que en el ámbito
bibliotecario ha sido devastador: reducción de servicios, recortes de medios materiales
y humanos cuando no cierre de muchos centros. Les decía que volvemos a la cruda
realidad, que en el caso del mundo del libro en nuestro país, son políticas
cortoplacistas que miran más al espectáculo que a las auténticas necesidades. Llamar
más la atención que solucionar los problemas de la sociedad, paradójicamente
cada vez más necesitada de información. El paisaje vuelve a ser el mismo tras
el estío, y solo nos queda la esperanza un año más de que algunos libros
notables me evadan de esta realidad tan prosaica y miope. (Ilustración de
Edward Hopper, 1952). RAMÓN CLAVIJO
PROVENCIO
016
El matrimonio formado por
Theobald y Luise llegan a casa. A ella se le han caído las bragas en plena
calle hasta asomar por las faldas, lo que ha provocado un considerable revuelo.
El marido no puede estar más disgustado, no por la honestidad de su mujer, sino
porque el suceso puede acarrearles el desprestigio social y con este la ruina
económica, más cuando él es un modesto funcionario y, al parecer, el emperador
se hallaba cerca de allí. La golpea con el bastón y la insulta: “Tengo la culpa
de tener una mujer así, una puerca, una fulana, una lunática”. Pero aquí no
queda la cosa. Los insultos y desprecios que Theobald le dirige a su esposa son
continuos a lo largo de esta obra, ‘Las bragas’, del escritor alemán Carl
Sternheim (reseñada en esta página). ¿Qué se puede esperar de un individuo que
confiesa hasta con orgullo que no lee nada en absoluto, que apenas piensa y que
no conoce a Shakespeare y muy superficialmente a Goethe? Y él mismo declara que
su filosofía de vida es tan cómoda como primitiva: “Mi vida va a durar setenta
años. Ciñéndome a mi conciencia adquirida, en ese lapso de tiempo puedo
disfrutar a mi manera de algunas cosas. Si quisiera para mí un pensamiento más
elevado… en mi difícil condición intelectual apenas habría conseguido interiorizarlo
en cien años”. Una aclaración muy pertinente: Sternheim escribió ‘Las bragas’ a
principios del siglo XX. Y sin embargo, ¡cúantos Theobald siguen existiendo
repartidos por el mundo! Especímenes que se regodean en su primitivismo
(Theobald alardea incluso de su fuerza física), más cercano a la prehistoria de
la humanidad: comer, beber, dormir y marcar territorio. Pero a los Theobald se
les ve venir. Mucho peores son los “tartufos” que bajo el aspecto del manso,
del hombre de pensamientos elevados esconden su verdadera naturaleza: la del
violento, la del maltratador. No hay día en que la fatídica estadística no
aumente con una víctima más de este terrible mal. Hace más de un siglo que
Sternheim escribió su obra, ¡qué poco hemos aprendido!. José López Romero.
viernes, 6 de octubre de 2017
PUBLICACIONES DEL XIX Y "EL BELLO SEXO"
“El Gran Mundo: revista dedicada al bello sexo” se publicó en
Sevilla entre 1872 y 1876. Tocaba temas
de “literatura, salones, modas, paseos y noticias”, con ilustraciones
como la que acompaña este artículo. Salvo Benito Mas y Prat y algún otro, pocas
son las firmas consagradas que escribían en ella. Curiosidades, cotilleos en
algunos casos, llenaban sus páginas, lo que nos da una idea de la calidad de
las publicaciones dirigidas a las mujeres, en contraste con aquellas dedicadas a un público
mayoritariamente masculino, como las valoradas “La Ilustración Artística”
o “La Ilustración española y americana”, donde por cierto también
colaboraba Mas y Prat. Varios ejemplos
del contenido: un panegírico sobre las suegras ante el ancestral desprecio de
los yernos, pues “creyendo tener en su hija un tesoro inestimable, les
parece poco para ella todo hombre y abultados miran todos sus defectos” ;
una crónica de un baile ofrecido en Jerez por los señores Sánchez Romate y sus hijos
los duques de Almodóvar del Rio en diciembre de 1875 en su palacio de la calle Lealas ; o una
visita hecha por el poeta y dramaturgo sevillano José Velilla a la feria de
Jerez en mayo de 1876, acompañado por el historiador jerezano Manuel Cancela, donde
el dato más interesante que nos da es la “iluminación a la veneciana”
que lucía la calle Larga. Si esta revista resulta tan solo insípida, otras
publicaciones del XIX sobre la mujer asombran por el solo hecho de haber salido
de las imprentas, como el “estudio” de un tal Dr. Pouillet (ni siquiera en la
Espasa lo he encontrado) cuyo título ya da escalofríos: “Estudio
médico-filosófico sobre las formas, las causas, los síntomas, las consecuencias
y el tratamiento del onanismo en la mujer” (1883). Lo sorprendente ya no es
que este panfleto afirmase que “de todos los vicios de lesa naturaleza, uno
de los más grandes es la masturbación”, que dijera que “la mujer se haya
más propensa que el hombre al onanismo arrastrada por la exquisita sensibilidad
de su aparato genital”, o que enumerase hasta varios remedios contra estas
prácticas, como el sulfato de quinina, la belladona, el bromuro de potasio o,
para aquellas más recalcitrantes, la clitoridectomía, y todo ello escrito por
un hijo del país de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Más que eso,
lo realmente llamativo es que este
engendro superara las depuraciones de libros de la posguerra y acabara en manos
de Soto Molina. Quizás quienes integraban aquellas comisiones ni siquiera
sabían quien eran Onán, y puede que don José se lo quedara, como ejemplar
curioso, para su biblioteca particular, conservada en la Biblioteca Municipal
de Jerez. NATALIO BENITEZ RAGEL.
EL INFIERNO DE RULO
En el ‘Sueño del
Infierno’ o, por otro nombre, ‘las zahúrdas de Plutón’, el gran Quevedo nos
presenta a un poeta que no hace más que maldecir al que inventó las consonantes
(la rima consonante), “Pues porque en un soneto dije que una señora era
absoluta, / y siendo más honesta que Lucrecia, / por dar fin al cuarteto la
hice puta”. No suelo prestarles atención a las canciones actuales, que siempre
tengo de fondo mientras conduzco. La mayoría, si no todas, adolecen de una
ramplonería y una vacuidad artística que algunas hasta estremecen y levantan el
vello. Pero el otro día y por pura casualidad, sin premeditación ni alevosía
(lo juro), me puse a escuchar la canción “Noviembre” perteneciente al grupo
‘Rulo y la contrabanda’. El primer cuarteto dice así: “¿Cómo voy a hacer que el
corazón no te duela / Si llevo años durmiendo abrazado a cualquiera? / ¿Cómo
voy a conseguir dejarme de vicios / Si tengo menos voluntad que tu abogado de
oficio?”. Enseguida se me vino a las mientes el texto de Quevedo. ¡Maldito
inventor de las consonantes! El pobre de Rulo no ha podido encontrar mejor
consonancia para sus “vicios” que a un pobre “abogado de oficio” que pasaba por
allí (por su inagotable inspiración) y encima, para completar el ripio, lo
tilda de poco esforzado en su trabajo. No hace falta que aquí comente, porque
basta con acercarse al colegio de abogados para informarse, la labor tan
desagradecida y escasamente remunerada que realizan a diario los abogados de
oficio. Además de que tras cada uno de ellos hay una persona que se ha
esforzado en sacarse un título universitario, que ahora ejerce con más penas y
con tan poca gloria como escaso reconocimiento en los juzgados. ¿Y quién es
Rulo? ¿qué mérito tiene si no es el único ser perpetrador de malas consonantes?.
Para Quevedo, un serio y seguro candidato a su infierno. José López
Romero.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)