viernes, 13 de octubre de 2017

VUELTA A LA REALIDAD

Una vez pasado el estío con su efecto adormecedor, o como mi amigo Atanasio dice “la estación mágica que parece detener el tiempo” – nos volvemos a topar con la realidad cultural en torno al libro y observamos con preocupación que todo sigue igual o casi. Para evitar el desasosiego busco como cualquier lector que se precie, libros notables  a los que nos podamos subir para evadirnos en este retorno –  acabo de iniciar la lectura de 4,3,2,1  de Auster, y  otros como “Berta Isla” de Javier Marías, o La “Mirada de los peces” de Víctor del Árbol  esperan turno-.  Pero volviendo a la realidad, lo  cierto es que brillan por su ausencia las iniciativas culturales en torno al mundo del libro que atraigan nuestra atención, pero sobre todo que nos ilusionen. Y me refiero a las planteadas como proyectos estables y de futuro. Por otro lado los libros siguen siendo muy caros. La lectura siempre ha sido un placer caro, que como todos los placeres tiene un costo material para disfrutarlo. Lo curioso es que pese a todas las herramientas que las nuevas tecnologías ponen a nuestro alcance, como es el caso de los libros digitales, lo siga siendo, incluso estos últimos lo son, propiciando que la puerta del pirateo sigue entornada como una tentación para los que por distintas razones no pueden o no quieren pagar  el “vicio”. Todo esto va sucediendo ante la desesperación de los intermediarios naturales, las librerías, que resisten como pueden en un paisaje tremendamente hostil, y donde los autores  pierden el control de sus creaciones apenas las entregan a los editores. La solución no parece fácil.  Sí, es cierto, la industria editorial española sigue siendo muy potente, pero tras las bambalinas se puede  atisbar un coloso con los pies de barro, además de la paradoja de una oferta editorial no acorde con los modestos índices de lectura del país. ¿Y las bibliotecas públicas? Pues si a finales de los años 80 del pasado siglo resurgieron, creándose nuevos equipamientos, adaptándose a las nuevas herramientas que proporcionaba la sociedad de la información y  ofreciendo un nivel de servicios y fondos bibliográficos nunca vistos, hoy siguen sufriendo los efectos de la crisis, que en  el ámbito bibliotecario ha sido devastador: reducción de servicios, recortes de medios materiales y humanos cuando no cierre de muchos centros. Les decía que volvemos a la cruda realidad, que en el caso del mundo del libro en nuestro país, son políticas cortoplacistas que miran más al espectáculo que a las auténticas necesidades. Llamar más la atención que solucionar los problemas de la sociedad, paradójicamente cada vez más necesitada de información. El paisaje vuelve a ser el mismo tras el estío, y solo nos queda la esperanza un año más de que algunos libros notables me evadan de esta realidad tan prosaica y miope. (Ilustración de Edward Hopper, 1952). RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO    

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