viernes, 23 de marzo de 2018

INÉDITOS


No sé si a todos nos pasa lo mismo, pero lo cierto es que me invaden extrañas sensaciones cuando me contemplo al cabo de los años en una vieja fotografía.   Primero   la   sorpresa   ante   la   juventud   ya   perdida,  pero luego algo más inquietante: la sospecha de tener poco que ver ya  con aquella imagen del pasado, y que el tiempo ha ido alejando irremediablemente del que ahora somos. Contemplamos a un desconocido. Algo parecido se nos antoja le sucede al escritor cuando  se topa con viejos manuscritos  de juventud inacabados algunos, desechados otros y que milagrosamente no han terminado en la papelera. ¿Escribí esto? imagino se preguntan algunos al toparse con esas antiguas creaciones. En ese fortuito encuentro algunos en un acto de sensatez destruirán lo encontrado, otros por nostalgia o cualquier otro inexplicable motivo volverán a cometer el error de devolverlos al cajón donde los encontraron, pensando con ingenuidad que allí permanecerán hasta el fin de los  tiempos. Digo todo esto a tenor de una práctica vieja pero que observamos con preocupación que va camino de cronificarse, cual es  la de dar a la imprenta  textos  de autores  desaparecidos pero que estos en vida descartaron publicarlos  por distintos motivos. No me refiero a aquellas obras perdidas fortuitamente y que hicieron lamentarse a más de uno por tan tremenda pérdida - que no se ven ya con fuerzas para reconstruir- pero que pasados los años alguien por azar o una labor de investigación certera, logran rescatar para el público, enriqueciendo el legado creativo de sus autores. No, me refiero a esos otros textos que solo conoceremos por mediar la traición que llevaron a cabo herederos de algunos legados literarios, publicando textos poco afortunados de autores admirados y que nada aportaron ya, salvo quizás -a veces ni siquiera eso- unos suculentos beneficios . A lo largo de estos últimos años, como les decía al principio,  han proliferado los casos -para ser justos, unos  más justificables que otros- pero en  todos saltando por encima de la voluntad de sus autores –Hemingway, Verne, Huxley, Bolaño, etc.- que no pueden hacer nada para evitarlo, salvo revolverse en el lugar allá donde quiera que estén. Ramón Clavijo Provencio

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