viernes, 16 de marzo de 2018

LIBERTAD


“Le pondré un ejemplo: imagínese que hay dos aviones en una pista de despegue de Madrid con destino a Barcelona. Uno de ellos se somete a un control muy estricto: se cachea a todos los pasajeros, uno a uno, y se pasan todas las maletas por el escáner. En cambio, en el segundo avión se puede embarcar sin ningún tipo de control de seguridad. ¿Cuál de los dos escogería?”. Este párrafo está extraído de la entrevista que se incluye como apéndice en el libro ‘El caso Collini’, y el autor tanto de esta novela como de las palabras antes citadas es Ferdinand Von Schirach, escritor y abogado alemán, nacido en Múnich en 1964. Ponía el ejemplo Von Schirach al hilo de una reflexión que hacía sobre una encuesta que se había realizado recientemente, y en la que al parecer los ciudadanos preferían la seguridad a la libertad, “Esto me parece muy peligroso: si perdemos la libertad, acabaremos perdiendo también la seguridad”, comentaba el escritor. Vuelvo al ejemplo. La pregunta de la elección de avión se me antoja ociosa, aunque Schirach piense que es muy peligroso perder la libertad en beneficio de la seguridad. Quizá habría que darle la vuelta a esta relación de conceptos y plantearla al revés: si perdemos la seguridad, perdemos con ella la libertad. La permanente amenaza del terrorismo en que desde hace unos años vive Europa, y que se ha manifestado con los terribles atentados sufridos en Francia, Inglaterra y en nuestro propio país, es razón más que suficiente para invertir la reflexión de Schirach. Pero el terrorismo no es el único causante de nuestra inseguridad; los niños no pueden jugar como antes en las plazas de sus barriadas; las jóvenes no pueden volver a sus casas solas los fines de semana; e incluso todo un barrio puede estar atemorizado por la presencia de vecinos indeseables; ni en nuestra propia casa disfrutamos de la seguridad que nos ofrece la puerta blindada. Vivimos en una sociedad y en unos tiempos inseguros, donde el peligro nos acecha por todas partes. Y cuando sentimos miedo, está claro que no somos libres, libres de pasear por la calle a la hora que me apetezca, sea hombre, mujer, niño o niña. Está claro el avión que yo elegiría, y en el caso de que no tuviera elección, saludaría al pasajero de al lado con las palabras de Aby Warburg: “vive y no me hagas daño”. José López Romero.

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