viernes, 2 de marzo de 2018

DIOS


Una leyenda escrita con spray en la parte de atrás del refugio de la parada del autobús atrajo su atención. «Dios no cree en Dios». A la cual una mano más humilde, usando únicamente una tiza roja, había añadido la palabra nuestro: «Dios no cree en nuestro Dios».” Leí este párrafo hace un tiempo en un texto de George Steiner, que ahora no logro localizar. Y me viene este fragmento a la memoria con más intensidad después de ver en los medios de comunicación que el inefable Trump quiere que maestros y profesores lleven armas, como única solución a las frecuentes matanzas de jóvenes en los centros de enseñanza de su país. Yo no sé qué lee el presidente de los EE.UU. ni qué come, ni quiénes son sus consejeros, pero algo raro le pasa a ese hombre en la cabeza para no solo tener una idea como esa, sino incluso para atreverse a decirla, sobre todo por ser quién es y la responsabilidad que su cargo comporta. Pero cuando seguimos la información de los medios y a la idea de Trump se le añade la diaria víctima de violencia de género, uno de los grandes males de nuestra sociedad, y a esta le siguen los bombardeos sobre Siria, que se llevan por delante a niños y personas indefensas, o vemos el drama de la emigración en nuestras costas, o las bombas humanas que destrozan a cientos de civiles en Akganistán o Irak, sin duda la frase de Steiner adquiere todo su terrible y angustioso sentido. Algo se ha roto en la cadena genética del ser humano, en nuestra relación con Dios, que nos ha llevado a esta sociedad enferma y podrida que solo genera la violencia y que no encuentra otra solución a esta que más violencia, con la única diferencia de que esta está legitimada por la ley, como si un profesor con una pistola al cinto o un fusil al hombro fuera el mejor ejemplo para un escolar. Alguien debería parar todo esto y empezar de cero, quizá volver a las cavernas, o a esa edad de oro que tanto añoraba en su incomparable discurso el bueno de don Quijote. Pero ya no puede ser Dios el que nos guíe, porque “Dios ya no cree en nuestro Dios”, definitivamente aquel Dios nos ha abandonado. José López Romero.


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