viernes, 22 de abril de 2022

JEREZ, PRIMAVERA DE 1983 EN LA BIBLIOTECA MUNICIPAL

En estos días de primavera donde se celebran numerosos actos en torno al libro, y este 23 de abril la biblioteca Municipal de nuestra ciudad alcanza los 149 años desde su inauguración, me vienen los recuerdos de otra primavera ya lejana, la de 1983, en la que a principios del mes de junio me incorporé como bibliotecario a la mencionada biblioteca y en la que se desarrollaría a partir de entonces  mi vida profesional. No eran buenos tiempos aquellos para esta institución centenaria, ya que desde inicios del año 1983 permanecía cerrada. Los primeros meses de dicho año se había producido el traslado desde su antigua sede en Plaza de la Asunción a la que sería la nueva situada en el edificio  del Banco de España en Jerez, y que al cerrarse dicho banco se cedían al Ayuntamiento para equipamiento cultural. Pero para abrir al público como biblioteca todavía tenían que realizarse unas importantes obras de adaptación del edificio, que aún cuando yo me incorporaba aquel mes de junio no habían comenzado. Por tanto, no había mucho que celebrar en torno al libro aquella primavera en Jerez, salvo que se cumpliera la ansiada apertura del edificio como biblioteca, lo que no sucedería hasta 1986. Realmente el único que tenía algo que celebrar  era yo, incluso me sentía eufórico  en ese mi primer día de trabajo como bibliotecario, aunque en aquel recorrido con el por entonces director de la biblioteca Manuel A. García Paz como guía, solo pude contemplar un edificio solitario con parte de los fondos almacenados en cajas precintadas, esperando el que se preveía inmediato traslado para facilitar las obras previstas. Pero aquella primavera ha permanecido imborrable en mi memoria por otro detalle: contemplar por vez primera el fondo bibliográfico patrimonial de la biblioteca jerezana, y que entonces se custodiaba en los sótanos del edificio, en el interior de lo que una vez fue la caja fuerte del Banco de España. Aún recuerdo con total nitidez aquella escena… Empujamos la pesada puerta de acero inglés que daba acceso a aquella enorme zona del edificio. Cuando terminamos de abrir aquel coloso de metal, la visión de los miles de libros custodiados en su interior encuadernados en piel o pergamino, fue un regalo tan inesperado como impagable, un tesoro en papel al que dedicaría el resto de mi vida profesional, aunque esto último entonces aún no lo intuyera. Ramón Clavijo Provencio

  

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