Dicen que con la edad la percepción del paso del tiempo cambia, y he empezado a comprobar que ello puede ser cierto, además de dejarnos una sensación incómoda en relación a hábitos como la lectura. En cierta ocasión escuchaba al periodista Iñaki Gabilondo congratularse por haber adquirido esa costumbre diaria de la lectura desde su adolescencia, aunque no sé si también le acompañará como a mí ahora, la preocupación por el tiempo, una preocupación que puede llegar a ser hasta morbosa. El otro día, mientras comenzaba la lectura de lo último de Leonardo Padura ‘Personas decentes’, la nueva aventura del singular detective cubano Mario Conde del que no tenía noticias desde ‘La trasparencia del tiempo’, pensé cuál sería mi último libro, aquel que cerrara definitivamente mi historia como lector. Pues sí, aquella idea me asaltó a traición acompañada por su cohorte de preguntas a cual más inquietante, como la de ¿quién sería el autor o autora que me acompañaría en mi última etapa de lector? o ¿terminaría ese desconocido libro antes de que el tiempo se me agotara o, en cambio, uno de esos artísticos marcapáginas de la librería “La Luna Nueva”, quedaría anclado a mitad de mi travesía lectora? Como verán, los pensamientos también se desbocan y los de aquella tarde no solo me descentraron de la lectura, sino que empezaron a inquietarme hasta el punto de que tuve que dejar a Padura para tomar una copa de un oloroso que tenía reservado para las grandes ocasiones. Luego llegó la calma, aquel oloroso sin duda hacía milagros, y me permitió volver a prestar la atención que se merecían las andanzas de Conde por La Habana y, en definitiva, disfrutar de la lectura, que es de lo que se trataba. Pero pese al oloroso, siento que el calendario sigue avanzando veloz y, como quien no quiere la cosa, me llega el sonido de tambores lejanos. No, no son los de aquella película de Raoul Walsh y sí en cambio los que anuncian la próxima Feria del Libro de Jerez. Siempre me alegra, pese a los escépticos con este tipo de eventos, el montaje de sus casetas y tenderetes que dan visibilidad al libro durante unos días, y sobre todo a los escritores, librerías y editoriales locales, lo que nunca está de más. Pero estas otras ferias locales, más allá de las que se celebran en torno al libro en Madrid y Barcelona y alguna otra gran ciudad de nuestro país, son una especie de lucha heroica contra el tiempo que ya se llevó por cierto, en el caso de Jerez, aquella entrañable feria del Libro antiguo y de ocasión que llegaba a la ciudad en la antesala de las fiestas navideñas. El tiempo de mi juventud era eterno, este que me devora ahora pasa demasiado deprisa…
Ramón Clavijo Provencio
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