jueves, 11 de noviembre de 2010

OTRA PIEL

Tenía mis dudas de que aún conservara aquel libro. Pero pese a que era pesimista,  la necesidad del momento hizo que lo buscara con determinación entre los estantes que atestan mi ya abultada biblioteca, a la que mi mujer observa con desesperación cómo va expandiéndose por la casa. Quizás aquel “Crepusculario” de Pablo Neruda, que un lejano día compré en la librería Mignon de Cádiz, hubiera desaparecido en uno de mis innumerables traslados de domicilio,  o lo presté, como tantos otros libros, de los cuales, como suele suceder, recuperé luego muy pocos. Pero me equivocaba. Allí se encontraba la edición que en 1977 sacara Seix Barral de este poemario del poeta chileno.  Luego, sin pretenderlo, a medida que hojeaba sus páginas ya algo amarillentas, me inundaron una cascada de recuerdos relacionados con el libro, que jamás pensé pudiera ya recuperar. Quizás sea esa la explicación de nuestro aprecio por algunos libros. Que cuando menos nos damos cuenta, han viajado con nosotros a lo largo del tiempo no solo con su contenido, sino siendo depositarios de otras vivencias que como otra piel invisible los van recubriendo. Hace unos días, en el acto de presentación de una magnífica restauración que se ha hecho de un antiguo libro del siglo XVI, y mientras el restaurador hablaba de las técnicas empleadas para restituir al libro su aspecto original ajado por el paso del tiempo, yo pensaba en esas otras historias, estas no impresas en sus páginas, que el mismo libro atesoraba (los propietarios que lo poseyeron, los desastres de los que fue testigo...) y de las que en algunos casos teníamos noticias, pero en otros jamás será posible ya desvelar. Sin duda el argumento para una novela de misterio (¿quizás la que está leyendo esta joven pintada por el genial Edward Hopper, en la ilustración que acompañamos, mientras viaja en un solitario compartimento de tren?) Ramón Clavijo Provencio

No hay comentarios: