sábado, 21 de abril de 2012

Madame Poitrine


La exhaustividad y la profundidad en todos los aspectos con que Stefan Zweig trata a todos sus personajes biografiados, son las características más sobresalientes con que podemos definir las biografías que el gran escritor austríaco fue escribiendo y publicando a lo largo de su vida, y en esto la que dedicó a  María Antonieta no es una excepción, sino uno de sus ejemplos más acabados. En el cuadro que nos pinta de la aquella reina frívola no sólo se dibujan con detalle la psicología y costumbres de la bella mujer de Luis XVI, sino también toda la corte francesa, entre la que destaca la figura del simple e insustancial rey. Cuando nace, después de ciertas vicisitudes en las relaciones maritales, el 22 de octubre de 1781 el Delfín Luis José, de inmediato se lo ceden a una ama de cría llamada Geneviève Poitrine, “Madame Poitrine” nos dice Zweig, cuyo apellido le iría, debemos suponer, a la perfección con la exuberancia de sus pechos. Sin duda, la historia desde aquella Venus de Willendorf de generosas ubres, pasando por la loba capitolina, hasta llegar a esas amas de leche a las que seguro se debe la salud de más de un rey, abunda en órganos mamarios pródigos y acogedores, como aquellas dos tetas (y pongo un ejemplo literario) que alimentaron los últimos días de don Sebastián Romero Bárcenas, el protagonista de la novela “En la casa del padre” de J.M. Caballero Bonald, que al no admitir ya leche, vino oloroso, tisana de poleo con belladona y caldo de pichón como única comida, se pasó sus últimos meses de vida agarrado a las tetas de la ama de cría que la familia contrató y con el pezón entre sus encías. Aquel pobre y frágil Luis José padeció en su corta existencia de toda clase de enfermedades, hasta la tuberculosis atribuida a la leche de su nodriza, aquella “madame Poitrine”. La historia de sus padres ya la saben ustedes: la revolución de 1789 y la guillotina. ¿A qué tetas se arrimará el sr. Valderas? José López Romero. 

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