Paseando hace unos días por la plaza del
Arenal con un conocido que visitaba por vez primera la ciudad, nos detuvimos
unos minutos en recorrer las casetas que conforman la Feria del Libro. Le
extrañó el escaso número de ellas y esa visión propició aquella pregunta que ya me esperaba
de alguien acostumbrado a lugares donde el libro es celebrado con mayor alarde de medios. ¿Realmente son tan
pocas las librerías de la ciudad, Ramón?
No sé si allí estaban todas, pero le expliqué que Jerez nunca había
sido una ciudad que se hubiera caracterizado por tener una oferta
librera acorde con su población. “Ni sucede ahora, ni sucedió en el pasado”, le contesté. Y sin embargo
resulta paradójico conocer, para los que se acercan a la historia de la cultura
del libro en la ciudad, proseguí, cómo esta
ciudad ha estado siempre en la vanguardia de determinadas iniciativas. Fue una
de las primeras andaluzas en tener imprenta. En ella se dieron los primeros
indicios de lectura pública en España, primero con la biblioteca de Villapanés
y luego con la municipal que se inauguraba en 1873. En estos lares no
solamente se formó una importante industria tipográfica, sino que destacó por
su calidad y afianzó su prestigio a lo largo del siglo XX. Pasamos de un stand
a otro y tardamos en recorrerlos el breve espacio de tiempo en el que había
pretendido sintetizar para mi acompañante la historia del libro en Jerez.
Este pareció dudar, pero le volví a
mencionar otro ejemplo acorde con lo que trataba que entendiera. La concesión
este año del Cervantes al jerezano José Manuel Caballero Bonald volvía a
singularizar una ciudad que históricamente había aportado muy poco a la literatura, y que ahora
lograba quitarse el referente del padre Coloma del imaginario literario local,
con este reconocimiento a un escritor jerezano. “Bueno, Ramón, está claro por
lo que me dices que en Jerez el mundo del libro parece vivir de fogonazos, que
cuando se producen son espectaculares”. Me pareció acertada su imagen que me
llevó otra vez a reparar en las librerías, algunas de ellas allí representadas
en los pocos stands de la Feria del Libro que
ya íbamos dejando atrás. En ellos estaban los herederos de aquellos
Portillo que regentaron la emblemática librería de la calle Francos a mediados
del XIX, o de la de José Prieto en S.
Antón, 10, hasta llegar a las de Gener,
o las frustradas experiencias de Alternativa o la Llave de Cristal. Pocos, pero
apasionados y admirados profesionales en una ciudad singular, paradójica y
difícil para la cultura. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO
Una biblioteca es lo más parecido a un laberinto, un laberinto lleno de libros, de mundos por descubrir.En homenaje a las bibliotecas y a la lectura , preside la cabecera de este blog un dibujo del pintor jerezano Carlos Crespo Lainez: "Noche de lectura".
LECTORES SIN REMEDIO
Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.
sábado, 27 de abril de 2013
EL HUEVO
Me viene a la memoria ahora una anécdota que escuché
hace mucho tiempo en la radio. Un señor, no recuerdo ya su identidad, contaba
que en cierta ocasión había ido al estreno de un drama que había despertado una
enorme expectación. Se levanta el telón –contaba aquel señor-, se hace un
sepulcral silencio entre los espectadores, que solo pueden ver al fondo del
escenario un triste jergón y en él echado un mendigo que muy lentamente se
levanta y se acerca al proscenio para decir con voz solemne y estremecedora:
“Me he pasado toda la noche con un solo huevo duro”. Contaba aquel señor que
después de unos segundos en los que todo el público quedó atónito, empezaron
las primeras risas y después más, se dejaron oír gritos como “¿y el otro?”,
hasta que la carcajada fue general, el drama se convirtió en parodia y tuvieron
que suspender la representación. No fue aquella ni la primera ni la última vez
en que una tragedia pasa a comedia sin que autores ni espectadores logren
evitarlo ni quererlo, es decir, sin premeditación ni alevosía. Clásica es ya la
explicación para el fracaso de la tragedia renacentista española: el tremendismo de los personajes, que cargados
por sus autores de un exceso de dramatismo caían en lo increíble y la
fantochada. Pero también existe lo que Arniches dio en llamar la “tragicomedia
grotesca” o “astracanada lúgubre”. Ejemplo de ello es ‘Que viene mi marido’, que podemos poner en
relación con el cuento de Wencelao Fernández Flórez titulado ‘El hombre que se
quiso matar’, llevado al cine en dos ocasiones por dos grandes de nuestra
escena: Antonio Casal y Tony Leblanc; historias de hombres que se comprometen a
morirse, aunque lo intentan con poca convicción y menos decisión, hay que
reconocerlo. La comedia, de individuos
como Maduro y su pajarito, y de otros más cercanos, se convierte en
tragicomedia grotesca cuando toda una masa, buena parte de todo un país se lo
cree. El esperpento. José López Romero.
sábado, 20 de abril de 2013
LOS OTROS
“Cuando decimos que deseamos un mundo mejor y más
feliz, casi siempre queremos decir un mundo mejor y más feliz para nosotros
mismos. De algún modo la culpa de nuestros males la tiene siempre el vecino, o
el extranjero, o uno de los nuestros que nos traicionó, o el enemigo que acecha
fuera de las murallas, es decir, los bárbaros que amenazan con llegar eternamente”,
acabo de releer en ‘La ciudad de las palabras’, de nuestro admirado Alberto
Manguel, libro que ya reseñamos aquí hace unas semanas. Un libro inteligente de
un inteligente escritor que, siempre en el papel de lector atento y avisado,
sabe extraer de sus lecturas observaciones que le permiten hacer un análisis
más profundo de la realidad o de la literatura, que comparte con sus lectores y
del que siempre aprendemos. El pasaje que hemos transcrito procede del último
capítulo titulado ‘la pantalla de Hal’, alusión al superordenador HAL 9000 que
controla la nave espacial de la película
‘2001, una odisea del espacio’. El tópico del otro, del bárbaro al que le
echamos la culpa de todo lo negativo que nos pasa ya tiene sus buenas
manifestaciones literarias en novelas como ‘Esperando a los bárbaros’ de
Coetzee (reseñada en esta misma página por mi compañero Ramón) o, menos famosa
pero no menos interesante, ‘El desierto de los tártaros’ de Dino Buzzati, obra
que tiene versión cinematográfica, como célebre es la película titulada ‘Los
otros’ de Amenábar. Por no hablar de la figura del anticristo, permanente
amenaza del cristianismo que ya vimos en un artículo anterior a propósito de la
publicación de la obra de Hipólito (ed. de Francisco Antonio García Romero). Y
no es solo la constante presencia amenazadora de lo desconocido en lo que
ciframos el origen de todos nuestros males, sino lo que esto supone de dejación
de nuestra propia responsabilidad en lo que nos ocurre. Dicho de otro modo:
ponga usted un bárbaro, un ‘otro’ en su vida al que culpar de su desgracia. Y
en esto todos tenemos nuestros bárbaros de cabecera. En estos tiempos tan
confusos es la crisis en general el otro por excelencia, a ella se le achacan
todos nuestros males y en ella se amparan los que no tienen otros argumentos
más inteligentes para sacarnos de ella. La oposición ve en el gobierno al
‘otro’, y viceversa, pero ninguno de los dos se unen para hacer que este mundo
sea mejor y más feliz para todos. Y así en todos los órdenes de la vida. Sin
embargo, no miremos al vecino, ni al extranjero ni miremos por encima de
nuestras murallas para ver si vienen los bárbaros, porque nadie nos va a
convencer de que no están ahí fuera, el otro está en buena parte en nosotros
mismos; en lo que hemos hecho y hacemos todos los días por conservar lo que hemos
conseguido o tenemos, o nos han dado graciosamente, es decir, por enchufe, e
incluso por mejorar y hacer más feliz nuestro mundo. Es fácil apostarse delante
de su casa, empapelar su fachada con nuestras protestas e insultar al bárbaro
sobre el que hemos hecho recaer todo el peso de la culpa de nuestros males. ¿La
responsabilidad es de los-otros o de nos-otros?. José López Romero.
ANIVERSARIOS
Está siendo este año prolífico en la
celebración de efemérides culturales, algunas de ellas relacionadas con instituciones
que han sido pioneras. Es el caso del Instituto Provincial hoy Instituto
Coloma, que alcanza la vertiginosa cifra de 175 años, referente de la historia
de la educación en la provincia de Cádiz y que con justicia tuvo un
reconocimiento en la ciudad de San Fernando hace algunas semanas, donde se le
concedió la medalla de la oro de la provincia. También la Biblioteca Municipal
vive un caso similar al cumplir éste los 140 años desde su inauguración un ya
lejano 23 de abril de 1873. La primera biblioteca Municipal de Andalucía ha
sido referente de la cultura en la ciudad de Jerez año tras año, y sólo en dos
ocasiones, en 1874 y el periodo 1984/85 dejó de abrir sus puertas por razones
circunstanciales y poco conocidas. En el primer caso la retirada de los libros
expropiados a la Colegial en 1873, provocó dicho cierre y una desesperada
llamada del por entonces alcalde de la ciudad Francisco Revueltas, pidiendo
libros a los jerezanos. La gran respuesta a esta llamada –la ciudad siempre ha
estado muy apegada a su biblioteca pública-, hizo que en 1876 volviera a abrir
sus puertas. En la década de los años 80 del pasado siglo, las obras de
remodelación de su actual sede en la plaza del Banco, fue el motivo de su
segundo cierre. En aquella ocasión incluso
siguió funcionando pese a que lo hacía desde unas modestas y pequeñas
instalaciones situadas en la calle Rosario, en el lugar donde hoy se levanta el
Conservatorio de música. Es ésta una historia poco conocida, pero que algún día
les relataré. Ramón Clavijo Provencio.
sábado, 13 de abril de 2013
EL LECTOR PACIENTE
No es el lector que aparecerá en las líneas
que siguen aquel Michael, fruto de la imaginación del escritor alemán Bernhard
Schilink –luego llevado al cine por Stephen Daldry- que vivirá atormentado
por el recuerdo de Hanna, la mujer de pasado tenebroso y a la
que leía libros clásicos como la Odisea o La señora del perrito de Antón Chejov,
entre otros. Aunque hay un detalle que
los une y es la de leer, por razones bien distintas eso es cierto, para otros.
Me topé con él en el laberinto de calles que rodean la plaza del Mercado. Hacía
años que no nos veíamos, entonces él era
un recién licenciado y escritor en ciernes que apuntaba maneras en la prensa local o en
algunas ediciones colectivas de jóvenes promesas literarias. Tiempos que no
volverán Ramón, me contestó, y menos tras esta crisis devastadora que parece no
hace distingos a su paso. Pero aquel viejo conocido luego me dio cuenta de una
historia para mi fascinante y de la que él mismo era protagonista. Soy lector,
así como suena, lector por cuenta ajena aunque parezca algo raro. Ahora mismo
vuelvo de una lectura de este libro, Dersu Uzala de Arseniev, para una señora
ya muy mayor, y que fue uno de esos niños a los que la guerra hizo exiliarse en Rusia. En este caso ella volvió, y ahora,
cuando hasta la vista le falla, lo único que la consuela es que le lean pasajes
de autores rusos. Y como a ella, Ramón, tengo otros muchos llamémosle clientes que, no
sólo en Jerez, por diversas
circunstancias siendo grandes lectores
en otro tiempo, ahora no pueden o
prefieren que otros lean por ellos. He pasado, Ramón, de ser el escritor
impaciente al lector paciente. Reímos la ocurrencia y quedamos para tomarnos un
café en otra ocasión y hablar con más calma sobre su actual y singular tarea,
que por lo visto no solo le ocupaba materialmente el tiempo sino que colmaba todas sus aspiraciones presentes y
futuras, algo que me sorprendía en alguien que apenas unos años antes ardía en
deseos de alcanzar la “gloria” literaria. Este lector paciente y sus mil
historias pequeñas y grandes que va conociendo al ritmo que le abren la puerta
de sus casas oyentes, antiguos lectores,
es una novela en ciernes sobre la
que él , por razón de las circunstancias, va
avanzando día tras día, y que quizás en algún momento decida contarla. Seguramente la historia no desmerecerá de la de aquel otro lector
memorable, aunque ficticio, de Bernhard Schilink. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO
VIEJOS ASUNTOS
“Censura las costumbres docentes españolas de la
época, intenta analizar las razones del fracaso escolar, detesta los métodos
memorísticos, lamenta la masificación escolar… insiste en la necesidad de
enseñar al niño por medio de cosas visibles que tiene a su alrededor, critica
con dureza la Universidad insistiendo en las deficiencias de los maestros,
aunque no olvida la despreocupación de los estudiantes…” ¿Les suena? Pues si
les digo de dónde proceden estas inquietudes y preocupaciones que sobre la
enseñanza en España he transcrito, seguramente no se lo creerán: pertenecen al
fraile benedictino Martín Sarmiento, en el siglo Pedro José García Balboa,
quien escribió el tratado ‘La educación de la juventud’ allá por el año
¡¡1768!!, tratado que consideraba Azorín una de las más geniales obras de
nuestra literatura. Han pasado casi doscientos cincuenta años y, más grave aún,
casi otros tantos sistemas educativos, y lo que preocupaba al bueno de fray
Martín Sarmiento son los mismos temas o problemas que arrastra la enseñanza en
nuestro país en la actualidad, sin que la sociedad en su conjunto ni las
autoridades de todo tipo, pelaje o condición se hayan puesto en ningún momento
manos a la obra para solucionarlos o, al menos, intentarlo; lo que provoca un
cierto hastío en los profesionales, algunos de ellos (hay que reconocerlo) poco
dispuestos a adaptarse a las nuevas circunstancias, pero todos decepcionados
con la falta de colaboración y compromiso que muchas familias muestran en la
labor y la responsabilidad que les atañe en el desarrollo educativos de sus
hijos. Que la primaria y la secundaria necesitan cambios y ajustes en muchas
aspectos es incuestionable, pero no en menor medida lo necesita una
Universidad, que quiere mantener con los impuestos de todos los privilegios de
antaño, cuando sobran profesores, grados y campus por todas las provincias de
España. Y si no, pregunten por ahí a cuánto nos sale una clase de griego o de
árabe, por poner un ejemplo, en cualquiera de las numerosas facultades de
Filología repartidas por toda la geografía del país. José López Romero.
sábado, 6 de abril de 2013
CINE Y LIBROS
Me confieso aficionado a películas interesantes sin
más pretensiones, aunque el concepto de “interesante” no sea compartido en el
seno familiar, donde se han acuñado expresiones como “ladrillo-Bergman” o
“bodrio-Passolini” para descalificar a más de un film clásico ¡La juventud, más
por atrevida que por valiente, es ignorante!. Y digo más, buena parte del cine
que en los últimos años he visto responde a sugerencias de amigos y conocidos,
por lo que reconozco que no puedo permitirme el calificativo de cinéfilo, sino
de espectador curioso y obediente con las recomendaciones de aquellos a los que
les concedo todo el beneficio de su autoridad o buen gusto. Sin embargo,
procuro estar atento a las adaptaciones literarias o a las películas que tratan
de libros, porque en las primeras, como lector sin remedio y espectador
curioso, intento establecer la obligada comparación con el original literario,
y en las segundas ver cómo trata el cine el mundo de los libros o de los
escritores (interesantes me han resultado en este último aspecto, y hago
memoria a vuela pluma, ‘El escritor’ de Polansky y ‘Good’ con Viggo
Mortensen), o reconocer aspectos o mecanismos literarios que el guionista o el
director han pasado al lenguaje cinematográfico con más o menos éxito. Y en
este sentido, ya me interesó una película protagonizada por Cuba Gooding Jr.
titulada en castellano ‘Nido de cuervos’,
escrita y dirigida por Rowdy Herrington (1999). Es la historia de un abogado
(Cuba Gooding) que publica bajo su nombre una novela de misterio escrita en
realidad por una persona a la que cree muerta. El éxito de ventas del libro
despierta la curiosidad de la policía, que llega a descubrir que los crímenes
relatados en la novela son en realidad verdaderos casos de asesinato que aún no
se han podido resolver. Y aunque la crítica no ha sido especialmente benévola
con esta película, la simple utilización cinematográfica del viejo tópico del
manuscrito encontrado y apropiado por el protagonista es ya suficiente motivo
para calificarla de interesante. Tópico que tiene sus ejemplos más acabados,
entre otros, en ‘El Quijote’ o ‘La familia de Pascual Duarte’ de Cela, aunque
con la sustancial diferencia de que los descubridores del manuscrito no se
apropian del original, sino que se convierten en simples transcriptores o
copistas. Y la última recomendación que me han hecho al respecto (que yo
traslado aquí a cualquier espectador curioso), es la película titulada ‘El
ladrón de palabras’, en cuyo reparto de actores encontramos al gran Jeremy
Irons. Otra historia del manuscrito encontrado, que se apropia el protagonista
(personaje interpretado por Bradley Cooper) y que se convierte en un gran
éxito. Y aunque la crítica tampoco ha sido especialmente favorable con esta
película (no le falta razón en cuanto a las excesivas pretensiones de las tres
historias narradas en tres tiempos diferentes que no terminan de resolverse con
solvencia), es una película que se deja ver, sobre todo las dos conversaciones
que mantienen Irons y Cooper o la escena final entre Dennis Quaid y Olivia
Wilde. José López Romero.
CHILE, 1973
Ha salpicado el panorama cultural las últimas semanas una noticia
que nos llega de Chile, donde el juez Mario Carroza ha decidido después de estudiar
multitud de testimonios y revisar pruebas, exhumar el cadáver del gran poeta
Pablo Neruda. Ya se conocía desde hace unos años las declaraciones del que fue
asistente de Neruda, Manuel Ayara Osorio, en el sentido de que Neruda no habría fallecido por el cáncer que padecía –versión oficial- sino
asesinado cuando, a una semana de consumado el golpe de Pinochet, se disponía a
exiliarse en Méjico. Lo novedoso es que ahora al parecer nuevas pruebas han
hecho decidirse al mencionado juez por la exhumación como último recurso para
desvelar la verdad. Todo ello sucedía en 1973 un año en el que España vivía los
últimos coletazos de la dictadura. Por entonces yo colaboraba en una ya
desaparecida librería gaditana, Petrarca,
en la que no había libros de Neruda, aunque sus poemas circulaban, como lo de
otros poetas, en ediciones artesanales que pasaban de mano en mano, o en
ansiados y raros impresos editados por
Losada. Por eso fue un acontecimiento la publicación en la España de 1974 de su
obra póstuma Confieso que he vivido. En
nuestro país se recibía por aquellos años con escepticismo el aperturismo propiciado en el llamado espíritu del 12 de febrero de Arias
Navarro, sustituto de Carrero Blanco, aunque la trayectoria de este no hacía
presagiar nada positivo, como así fue. Pero aquel año ha quedado en mis
recuerdos como el del descubrimiento de Pablo Neruda, pues tras aquel Confieso que he vivido empecé a escarbar
–primero Crepusculario y luego los
demás Residencia en la Tierra, etc.-
en la obra del, según Harold Bloom, uno de los mayores poetas contemporáneos. Neruda hoy sigue vivo, sus
obras siguen editándose y los que lo descubrimos en difíciles momentos seguimos
releyendo los libros adquiridos cuarenta años atrás. Al poeta poco le puede importar
ya lo que ha decidido un juez, pero la historia necesita aclarar cuál fue el
verdadero final del solitario residente de Isla Negra. Ramón Clavijo
Provencio
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