sábado, 13 de abril de 2013

VIEJOS ASUNTOS


“Censura las costumbres docentes españolas de la época, intenta analizar las razones del fracaso escolar, detesta los métodos memorísticos, lamenta la masificación escolar… insiste en la necesidad de enseñar al niño por medio de cosas visibles que tiene a su alrededor, critica con dureza la Universidad insistiendo en las deficiencias de los maestros, aunque no olvida la despreocupación de los estudiantes…” ¿Les suena? Pues si les digo de dónde proceden estas inquietudes y preocupaciones que sobre la enseñanza en España he transcrito, seguramente no se lo creerán: pertenecen al fraile benedictino Martín Sarmiento, en el siglo Pedro José García Balboa, quien escribió el tratado ‘La educación de la juventud’ allá por el año ¡¡1768!!, tratado que consideraba Azorín una de las más geniales obras de nuestra literatura. Han pasado casi doscientos cincuenta años y, más grave aún, casi otros tantos sistemas educativos, y lo que preocupaba al bueno de fray Martín Sarmiento son los mismos temas o problemas que arrastra la enseñanza en nuestro país en la actualidad, sin que la sociedad en su conjunto ni las autoridades de todo tipo, pelaje o condición se hayan puesto en ningún momento manos a la obra para solucionarlos o, al menos, intentarlo; lo que provoca un cierto hastío en los profesionales, algunos de ellos (hay que reconocerlo) poco dispuestos a adaptarse a las nuevas circunstancias, pero todos decepcionados con la falta de colaboración y compromiso que muchas familias muestran en la labor y la responsabilidad que les atañe en el desarrollo educativos de sus hijos. Que la primaria y la secundaria necesitan cambios y ajustes en muchas aspectos es incuestionable, pero no en menor medida lo necesita una Universidad, que quiere mantener con los impuestos de todos los privilegios de antaño, cuando sobran profesores, grados y campus por todas las provincias de España. Y si no, pregunten por ahí a cuánto nos sale una clase de griego o de árabe, por poner un ejemplo, en cualquiera de las numerosas facultades de Filología repartidas por toda la geografía del país. José López Romero.

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