viernes, 21 de octubre de 2016

MÁS QUE PALABRAS

Desde la pérdida, tan triste como irreparable, del gran maestro don Fernando Lázaro Carreter, y de ello ya hace una buena docena de años (2004), los que tenemos a nuestra lengua como profesión, y en algunos casos también como devoción, una sensación de cierta orfandad sentimos sin aquellos dardos en la palabra que don Fernando con tanto tino y pulso firme escribía y publicaba en la prensa, artículos que después reunió en dos volúmenes de obligada consulta para conocer los engranajes de nuestro idioma y el uso, muchas veces chirriante, que de este hacemos. Pues bien, el pasado verano la lectura de ‘Más que palabras’ del catedrático y académico Pedro Álvarez de Miranda, me ha devuelto ese gusto e interés por los asuntos y problemas lingüísticos con que leía los dardos de don Fernando. Y a la manera de estos, el libro de Álvarez de Miranda es una colección de artículos que su autor publicados previamente en otros medios, sobre todo en la revista ‘Rinconete’ del Centro Virtual Cervantes. Destaca, y de ahí también la referencia a los libros de Lázaro Carreter, la amenidad y, por momentos, la fina ironía con que Álvarez de Miranda aborda los problemas, la mayoría léxicos, que en sus artículos intenta aclarar y, especialmente, orientar al lector. Porque, y esta es otra de sus virtudes y principios que el propio autor defiende a lo largo del libro, no se trata en muchas ocasiones de aplicar la norma con todo su rigor, sino más bien de describir usos, costumbres, e incluso anomalías que una vez extendidas exigen cierto respeto, si no la condescendencia del especialista. Para ello, admiramos el rastreo que el lexicógrafo hace del origen de palabras y expresiones hasta llegar a la aclaración de su devenir a lo largo del tiempo (expresiones como “Así se las ponían a Fernando VII” o “pasarlas moradas”), o la divertida e interesante confusión por deficiente lectura del manuscrito de un verso de Lope, que da lugar a todo un altercado filológico; por no citar los artículos que dedica Álvarez de Miranda a analizar las distintas variantes de algunas palabras (“biruji”, “refanfinflar”), o el tan actual y lamentable problema del uso del femenino/masculino (verduga/verdugo; modisto/modista). Pequeños ensayos en los que, como decimos, el autor apenas quiere imponer la norma, aunque se muestra escrupulosamente respetuoso con ella, sino mostrarnos a través de la historia la plena vitalidad de una lengua. Y en esto Álvarez de Miranda nos da una lección de cómo las palabras, como en cualquier otra, nacen (motivo de júbilo), se reproducen (para nuestra satisfacción) y mueren, sin que tengamos la obligación de celebrar un duelo con su consiguiente funeral y entierro; y es labor del lexicólogo mostrarnos su procedencia, su uso, a ser posible el más correcto, y dejar que los hablantes la empleen de la mejor manera posible, sin rasgarnos las vestiduras. Un magnífico libro. José López Romero.

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