(24
de octubre, Día de La Biblioteca)
Recibí
esta efeméride anual, el Día de la Biblioteca, con sensaciones contrapuestas.
Por un lado, orgulloso de encontrarme en una ciudad que fue pionera en la
implantación de la biblioteca pública en nuestro país, cuando la lectura entre las clases populares y menos
favorecidas era casi una quimera; pero por otro lado, con tristeza
al observar los menguantes recursos con que un año tras otro se dispone para
unos servicios públicos que no han terminado de calar en España de igual forma que
en otros países europeos, donde la biblioteca pública es algo pegado
indisolublemente a la vida cotidiana de sus habitantes. Cuando observo y releo
viejos documentos e impresos del año 1873, en los que se habla de los
preparativos y posterior inauguración en Jerez de la que andando los años se ha
convertido en la Biblioteca Municipal más antigua de Andalucía, aún siento una
cierta emoción de que aquel hecho lo protagonizaran conciudadanos nuestros, que
seguramente entonces no imaginaban que aquella modesta colección bibliográfica
de apenas dos mil títulos, y especialmente creada para la instrucción y ocio de
las clases populares, llegara a cumplir los 143 años con una colección que hoy
supera los 100.000 volúmenes, algunos
piezas únicas de contrastado valor patrimonial. Pero también, por contra, me
siento defraudado cuando observo cómo los ingentes esfuerzos realizados desde
mediados de los años ochenta del pasado siglo por la administración en pro de
una moderna, eficaz y bien dotada red de lectura pública en Andalucía, parecen
no solo haber menguado, sino casi se han detenido desde finales de la década
pasada, hecho que se deja notar sobre todo en las bibliotecas municipales. En
nuestra ciudad, que además de pionera,
como decíamos al inicio de estas líneas, en la implantación de bibliotecas
populares lo fue también en la provincia de Cádiz al poner en funcionamiento la
primera red de bibliotecas urbanas, no solo sentimos como en otros lugares la
virulencia de la crisis económica sobre
las bibliotecas, sino que esta además se vio agravada por decisiones políticas cuando menos desafortunadas que penalizaron
la cultura especialmente, convirtiendo la red de biblioteca públicas
municipales en una sombra de lo que fue. Pasé pues el Día de La Biblioteca debatiéndome
entre sensaciones contrapuestas, la de ser consciente de que hemos recibido un
legado de valor incalculable que debemos preservar, y por otro, las que me
provoca la indiferencia histórica de gran parte de nuestra clase dirigente -en
esto poco europeístas- sobre esta institución, que sigue siendo tan necesaria
en esta sociedad tecnológica como en aquella de 1873 cuando se inauguraban las
primeras bibliotecas populares. RAMÓN
CLAVIJO PROVENCIO
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