viernes, 28 de octubre de 2016

SENSACIONES CONTRAPUESTAS

(24 de octubre, Día  de La Biblioteca)

Recibí esta efeméride anual, el Día de la Biblioteca, con sensaciones contrapuestas. Por un lado, orgulloso de encontrarme en una ciudad que fue pionera en la implantación de la biblioteca pública en nuestro país, cuando la   lectura entre las clases populares y menos favorecidas era casi una quimera; pero por otro lado, con  tristeza al observar los menguantes recursos con que un año tras otro se dispone para unos servicios públicos que no han terminado de calar en España de igual forma que en otros países europeos, donde la biblioteca pública es algo pegado indisolublemente a la vida cotidiana de sus habitantes. Cuando observo y releo viejos documentos e  impresos  del año 1873, en los que se habla de los preparativos y posterior inauguración en Jerez de la que andando los años se ha convertido en la Biblioteca Municipal más antigua de Andalucía, aún siento una cierta emoción de que aquel hecho lo protagonizaran conciudadanos nuestros, que seguramente entonces no imaginaban que aquella modesta colección bibliográfica de apenas dos mil títulos, y especialmente creada para la instrucción y ocio de las clases populares, llegara a cumplir los 143 años con una colección que hoy supera los 100.000 volúmenes,  algunos piezas únicas de contrastado valor patrimonial. Pero también, por contra, me siento defraudado cuando observo cómo los ingentes esfuerzos realizados desde mediados de los años ochenta del pasado siglo por la administración en pro de una moderna, eficaz y bien dotada red de lectura pública en Andalucía, parecen no solo haber menguado, sino casi se han detenido desde finales de la década pasada, hecho que se deja notar sobre todo en las bibliotecas municipales. En nuestra ciudad,  que además de pionera, como decíamos al inicio de estas líneas, en la implantación de bibliotecas populares lo fue también en la provincia de Cádiz al poner en funcionamiento la primera red de bibliotecas urbanas, no solo sentimos como en otros lugares la virulencia de la crisis económica sobre  las bibliotecas, sino que esta además se vio agravada por decisiones políticas  cuando menos desafortunadas que penalizaron la cultura especialmente, convirtiendo la red de biblioteca públicas municipales en una sombra de lo que fue. Pasé pues el Día de La Biblioteca debatiéndome entre sensaciones contrapuestas, la de ser consciente de que hemos recibido un legado de valor incalculable que debemos preservar, y por otro, las que me provoca la indiferencia histórica de gran parte de nuestra clase dirigente -en esto poco europeístas- sobre esta institución, que sigue siendo tan necesaria en esta sociedad tecnológica como en aquella de 1873 cuando se inauguraban las primeras bibliotecas populares.  RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO

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