“Anda. Pásate esta tarde
por aquí y nos tomamos un café. Tengo una buena noticia que darte”. La llamada
de su editor le cogió por sorpresa, y más aún lo de la buena noticia, de la que
no quiso avanzarle nada. Y con la misma expectación se presentó en el despacho,
donde lo esperaba con el café humeante. “Tu libro –le dijo con una sonrisa de
oreja a oreja- se está vendiendo muy bien, pero que muy bien. Te confieso que
no nos lo esperábamos”. Él se removió en el sillón y se acercó a la mesa para
coger la taza y saborear un sorbo de aquel brebaje que le sabía a gloria. Se
quemó la boca, pero ¡cómo iba a quejarse ahora! El editor prosiguió: “la
campaña publicitaria no ha estado mal; pero hemos tocado a algunos críticos y,
oye, ha funcionado. Ya hemos cubierto gastos y todo lo que se venda ya son
beneficios. Lo mismo sacamos una segunda edición”. Cuando se terminó el café a
duras penas y se dieron el abrazo de despedida, de camino a casa iba rumiando
un éxito un tanto inesperado, intentaba digerir el apabullante número de
ejemplares vendidos y por vender y el dinero que podía ganar. Pero una sombra,
la maldita sombra de la conciencia se le abalanzó de pronto. Él no quería ser
un autor de éxito popular, no ahora, en su espléndida madurez como escritor, y
recordaba aquella anécdota del divino Borges que ya a una edad provecta se
asombraba de las enormes ventas de sus libros, cuando en 1932 había publicado
un texto del que solo se habían vendido en todo el año treinta y siete
ejemplares. Él quería ser así, un autor de culto, un escritor para pocos (“a la
inmensa minoría siempre”), no uno más de entre las listas de los más vendidos,
porque eso sería bastardear su literatura, menospreciar su arte. Ya tendría
tiempo de ser leído por cualquiera, ahora solo necesitaba a esos pocos que
podían saborear su estilo, como se deleita con un sorbo de un buen café. Cuando
llegó a su casa, no pudo por menos que compartir con su mujer todas sus
inquietudes, la desazón de convertirse en un escritor de best-sellers. ¿Y el dinero?
Fue la pregunta que sonó como un golpe definitivo sobre una conciencia cada vez
más débil. José López Romero.
Una biblioteca es lo más parecido a un laberinto, un laberinto lleno de libros, de mundos por descubrir.En homenaje a las bibliotecas y a la lectura , preside la cabecera de este blog un dibujo del pintor jerezano Carlos Crespo Lainez: "Noche de lectura".
LECTORES SIN REMEDIO
Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.
No hay comentarios:
Publicar un comentario