viernes, 9 de noviembre de 2018

CAZADORES DE LIBROS


La verdad es que ignoraba que existieran cazadores de libros en el más estricto sentido de la palabra. Pero allí, a escasos metros de mí, tenía a uno de ellos inclinado sobre  el mueble fichero de madera que contiene lo que fue en otro tiempo el corazón de esta biblioteca: las fichas en papel con las informaciones necesarias para la localización de los libros que en ella se custodiaban. Hoy ese corazón hay que encontrarlo en las pantallas de los terminales conectados a la Red, y que no solo rastrean el libro o libros que intentamos localizar en la biblioteca que visitamos o de la que somos asiduos, sino en otras muchas a través de una red de redes. Es difícil que la localización de un libro se resista a las nuevas tecnologías, pero por lo visto hasta ellas se ven impotentes ante ciertos retos. Era lo que traía a aquel buscador de libros a la de Jerez, en pos de un impreso que se resistía a ser localizado, pero que Humberto C., con muchos años de experiencia a sus espaldas, no dudaba que finalmente localizaría. El libro en cuestión era el “Childe Harold´s Pilgrimage” de Lord Byron, pero no la conocida y también admirada edición londinense de John Murray fechada en 1841, de la que efectivamente había un ejemplar en la Biblioteca de Jerez, sino una edición desconocida de un año anterior  de la misma editorial. Me informó de las pistas que le  habían conducido a nuestra ciudad, y que la búsqueda se la había encomendado un importante personaje de la capital del reino y reconocido bibliófilo, cuyo nombre  excusaba  decirme.  Pasó unos días en Jerez, la mayor parte del tiempo en la biblioteca Municipal, donde rastreó ficheros antiguos, inventarios y catálogos decimonónicos, para finalmente despedirse  anunciándome que había encontrado aquí una nueva pista que le llevaría a Sanlúcar.  Como lo cazadores de recompensas del antiguo “Far West”, estaba claro que este Humberto C.  no cejaría en su empeño salvo, claro, que el bibliófilo que lo financiaba se cansara de esperar. No tuve más noticias de él, pero me lo imaginé cruzando el charco e iniciando una aventura incierta pero sin duda apasionante. Ramón Clavijo Provencio

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