Seguramente sean los libros, de entre los
bienes culturales, los grandes desconocidos a la hora de establecer su valor
material. Ese desconocimiento lleva a la mayoría a sorprenderse cuando se tasa
el valor de una pieza en miles o en centenares de miles de euros, como sucedió
hace algunas semanas con el The Bay Psalm Book subastado por 10,5
millones. Cuando algo de esto sucede y trasciende a través de los medios de
comunicación, no es de extrañar que a algunos les entre un ansia irrefrenable
por husmear en el trastero, o en esas cajas que llevan tanto tiempo en el fondo
de algún armario, con la esperanza de que allí aparezca un manuscrito medieval
o un incunable impreso en Maguncia. A lo largo de los años me he enfrentado a situaciones curiosas cuando menos, en las que
desconocidos me mostraban viejos libros, la mayoría de las veces sin valor
alguno salvo el sentimental, y sobre los que sus propietarios pensaban podían
llegarles suculentas ofertas. Pero el valor material de un libro no lo
determina exclusivamente su antigüedad. A esa antigüedad hay que sumarle otra
serie de detalles que son los que en su conjunto harán que el libro en cuestión
sea un ejemplar excepcional o no tanto. Detalles como lo limitado de la edición, la singularidad de
una encuadernación, el contenido, el que sea un ejemplar anterior o de los
primeros tiempos de la imprenta, el impresor o el autor, el propietario, las
ilustraciones y anotaciones manuscritas, su estado, incluso los propios
avatares a los que se haya visto envuelto la pieza desde su confección. Todo
ello es lo que irá sumando o restando importancia y valor material a un libro. The Bay Psalm Book reunía muchos de
esos requisitos: edición de 1640 de la que sólo se conservan muy pocos
ejemplares, anotaciones manuscritas, el ser el primer libro impreso en Estados
Unidos, etc. Sin duda es este mundo de las tasaciones de libros antiguos, algo
tan desconocido como apasionante. Ramón Clavijo Provencio
Una biblioteca es lo más parecido a un laberinto, un laberinto lleno de libros, de mundos por descubrir.En homenaje a las bibliotecas y a la lectura , preside la cabecera de este blog un dibujo del pintor jerezano Carlos Crespo Lainez: "Noche de lectura".
LECTORES SIN REMEDIO
Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.
domingo, 22 de diciembre de 2013
DICHOSAS NAVIDADES
“La vida es un cuento que cuenta
un idiota, lleno de ruido y de furia, cuyo significado es nada”, escribió
Shakespeare en su enorme Macbeth. En busca de respuestas, de Felipe González; El compromiso del poder, de José María Aznar; Recuerdos, de Pedro Solbes, y El
dilema, de José Luis Rodríguez Zapatero. Estas son las novedades que los
editores se han empecinado en publicar, para hacernos las Navidades aún más
amargas y tristes de lo que ya son por culpa de los anteriormente nombrados. Si
leer autobiografías ya es un acto de infinita generosidad lectora para con el
protagonista, que siempre termina cayendo en la autocomplacencia, a un punto de
la hagiografía, leer a los políticos es ya masoquismo. En un ejercicio de
cinismo digno de estudio, lo que pretenden no es otra cosa que la justificación
de sus equivocaciones y, con ello, no el perdón (resabios aún de antigua
prepotencia), sino el reconocimiento y hasta el aplauso. “Me equivoqué pero que
conste que no fue mi intención”, dirán unos; y otros, más cínicos aún, como
Solbes, dirán “yo ya te avisé de que te equivocabas”. Uno, González, se creyó
más grandes que la España que gobernaba; otro, Aznar, quiso para España un
lugar en el mundo que habíamos perdido hacía siglos, una España más grande de
lo que nos correspondía; y a Zapatero le vino grande España y no digamos la
crisis a la que no supo, ni pudo, ni quiso enfrentarse, y la convirtió en ese “dilema”
que ha escogido como título para su libro. Y Solbes es el paradigma moderno de
esos ministros tenebrosos que tienen en Fouché su ejemplo más acabado. Aún
recordamos su negación pública de la crisis, su relevo en el ministerio de
economía para gozar de sus últimos años de actividad en el dorado consejo de
administración de Enel; una hoja de servicios por la que en nada podemos
certificar su dedicación a los intereses generales de los españoles, sino solo
al suyo propio, como tantos otros. El mismo cinismo, la misma cobardía que en
otro tiempo demostraron malas personas como un tal Arzalluz y un tal Joseba
Egibar, afortunadamente perdidos en el olvido (donde deben estar los recuerdos
de Solbes), cuando arreciaban los atentados de ETA contra los políticos del
País Vasco. Pero alejemos a los fantasmas de las penalidades del pasado, y
vengan a nosotros “las” fantasmas de las angustias del presente. En el mercado
persa en que los editores se han empeñado en convertir los escaparates de las
librerías, al lado de los oscuros políticos brilla con luz propia Ambiciones y reflexiones de Belén
Esteban. Lo de “reflexiones” es otro ejercicio de cinismo que ya no somos
capaces de resistir. Mientras que en este país las colas para que la Esteban
firme un ejemplar de su libro se midan por cientos de metros, y hasta le
dediquen la portada de una revista dominical, no podemos por menos que
reconocer que los políticos es una parte más de todo lo malo y cutre que nos
merecemos. ¡Habrá libros que comprar y regalar estas Navidades, antes que los
de estos abusones de nuestra generosidad lectora y hasta ciudadana! José López
Romero.
sábado, 30 de noviembre de 2013
ÉXITO
Hacía muchísimo tiempo que le
había perdido la pista a Françoise Sagan, hasta que en uno de esos paseos por
nuestra librería de guardia, me topé con “Un disgusto pasajero”. Y aunque nunca
nos debemos dejar llevar por los resúmenes o reseñas de las contraportadas
(mienten más que parpadean), el reencuentro con un texto de la autora de
aquella precoz “Bonjour, tristesse”, que tanto marcó nuestra juventud, me
devolvió el interés por su lectura. La historia en un principio prometía, pero el
desarrollo y, sobre todo, el más que esperado final hacen de esta novela una
más del montón. Sin embargo, mientras la leía, me interesé por lo que había
sido de la Sagan durante todo aquel tiempo en que la había olvidado. Drogas,
alcohol, un accidente de tráfico y, finalmente, una embolia pulmonar en 2004
acabaron con su vida. El caso de Françoise Sagan no
puede considerarse un hecho aislado, sino muy al contrario, más frecuente de lo
que podemos imaginar. Sagan publica su novela más emblemática, “Buenos días,
tristeza”, cuando solo contaba con 18 años, y el éxito fue tan impresionante
que su autora se vio superada en todos los sentidos por su propia obra. Demasiado
joven para poder aguantar el peso del éxito y, sobre todo, sus consecuencias.
La pregunta que se haría la precoz Françoise todos los días era obligada: ¿y ahora
qué puedo escribir yo que mejore o, al menos, iguale en interés y calidad a mi
primera novela? Porque seguramente todo lo que escribió después, y sobre todo
su segunda obra, le parecería desvaída, sin la altura que ahora todos esperaban
de ella. La misma impresión que sentí yo al leer “Un disgusto pasajero” a
través de la memoria lejana de aquella “… tristesse” que me sedujo en mi
adolescencia. El éxito de F. Sagan me recuerda las declaraciones del también
precoz Marc Márquez al poco de haber conseguido el Mundial de MotosGP, en las
que reconocía que quizá lo había ganado demasiado pronto. A veces es más
difícil saber ganar, que saber perder. José López Romero.
LOS FOTÓGRAFOS DE LOS AÑOS PERDIDOS
1943: Es una mañana más, casi sin esperanza en
la realidad diaria de una ciudad como Jerez. Tras la pesadilla de la guerra
llegó otra pesadilla, más silenciosa y soterrada a la que sus habitantes
parecen resignados: los años del hambre. Y esto último no es un eufemismo. En
los fondos gráficos de la Biblioteca Municipal se pueden encontrar una serie de fotos donde un numeroso grupo de
personas esperan en el patio del Ayuntamiento el habitual reparto de pan que se
hacía entre los más desfavorecidos. Las fotos de Manuel Iglesias adquieren hoy
un valor no sólo patrimonial, sino sobre todo histórico. Son excepcionales por
muchos motivos, algunos tan curiosos, o por qué no decirlo, escalofriantes,
como la existencia de una placa con la esvástica nazi colocada en una de las
paredes del mencionado lugar. Entre las arcadas del patio, niños, ancianos y
adultos, mantienen la dignidad ante el fotógrafo que quizás no intuye la
trascendencia de su acto, y nos deja
una pieza de ese puzle aún sin terminar
como es el de la vida en la ciudad de Jerez en los años más duros de la
postguerra. Otra serie de imágenes no menos importante, y que nos hablan sin
palabras sobre la vida local de estos “años perdidos” sea las proporcionadas
por la cámara de otro gran fotógrafo jerezano
Manuel Pereiras –luego seguiría sus
pasos Eduardo- donde ha retenido el acto de inauguración de la Barriada
España. Obra del arquitecto jerezano
Fernando de la Cuadra, se destinaría a resolver el grave problema que en
Jerez significaba el hacinamiento de la población en infraviviendas del casco
antiguo, construyendo viviendas sociales en bloques, y teniéndose como punto de
partida de una cierta renovación arquitectónica y urbana. Como en la serie del
reparto del pan en el patio del Ayuntamiento, esta de Pereiras capta para la
posteridad detalles que nos hablan del rígido control de las autoridades sobre
la población, el estilo cuartelero de organización social, como el saludo a
mano alzada de los centenares de personas de distintos estratos sociales que
asisten al acto, presidido por los símbolos
de falange y el retrato a gran tamaño de su fundador José Antonio. Por estos
años un joven Manuel Esteve daba por concluida su primera campaña de
excavaciones en Asta Regia, de las que nos dejaba testimonio gráfico como
también lo hay, en otra excepcional serie de fotos, de la primera visita de
Franco a la ciudad, llenas de detalles dignos de estudio e interpretación.
Materiales gráficos hasta ahora poco
tenidos en cuenta y que son eslabones esenciales para recomponer –tanto o más
que un documento o libro- un periodo histórico aún en sombras en nuestra ciudad. Ramón Clavijo Provencio
domingo, 24 de noviembre de 2013
LESSING
Me sorprende la muerte de la escritora Doris
Lessing, precisamente enfrascado en estas líneas que originalmente iban
dedicadas a una curiosa idea de dos arquitectos griegos relacionadas con los
libros. Volveré sobre ella en otra ocasión, porque no podemos pasar de puntillas sobre uno de los
iconos literarios del pasado y terrible
siglo XX. El siglo de las guerras según algunos, y en todo caso el siglo origen de muchos de los males
que aún planean sin resolver sobre la humanidad en el momento presente. Como
suele suceder muchas veces, nada hacía presagiar que aquella chica nacida en 1919 en un barrio de Londres, hija
de un veterano oficial británico de la I Guerra Mundial, estaba destinada a ser
uno de los referentes, como les decía antes, de causas perdidas que, como la de
la segregación racial o la de los derechos de las mujeres, hoy nos pueden
parecer menos perdidas por el concurso de referentes inasequibles al desaliento
como fue su caso. La obra de Lessing tardó en llegar a las librerías españolas
pero fue todo un descubrimiento El cuaderno dorado, quizás su obra más
comprometida, y que ya por sí sola era
merecedora de ese Nobel que sin embargo le llegaría muchos años después -2007-
y no precisamente con el consenso de la crítica literaria, donde se puede decir
hubo división de opiniones. Críticos como el influyente Harold Bloon dispararon
sus dardos sobre una ya anciana escritora acusando al jurado de haber premiado
a alguien cuyas últimas obras poco menos
que eran deplorables. Nunca en la historia del Nobel se hizo tanta “sangre”
sobre el galardonado, nunca se había
atacado tan cruelmente e injustamente con un argumento que si se extendiera habría
que desposeer de honores a muchos de los más admirados creadores de la
historia de la literatura. La literatura de Lessing fue y es una literatura -
sobre todo la de su época de madurez- marcada por la historia. No es posible
comprenderla sin tener una visión diáfana de la historia del siglo pasado.
Quizás ahí esté la explicación de la incomprensión de algunos. Ramón Clavijo
Provencio
LOS SENTIDOS
“El
perfume” (1985) es uno de los casos más ejemplares de cómo una novela termina
por engullir a su propio autor; al menos, desde que Patrick Süskind obtuvo un
aplastante éxito con aquella breve narración, no se le ha vuelto a ver con la
misma fuerza por los lugares más privilegiados de las librerías, es decir, por
sus escaparates. Supongo que tampoco le hará mucha falta, especialmente en lo
económico, porque a las ventas de la novela se añadieron años más tarde los
derechos por llevarla al cine, película que de vez en cuando suelen pasar por
algún canal de televisión. Y si algún mérito podemos destacar de “El perfume”,
además de que nos parece una buena novela, es el haber puesto de relieve la
importancia de los sentidos en nuestras vidas, en concreto uno al que no le
prestamos tanta atención como a la vista o al oído, el olfato. Pero el olfato
como arma de destrucción, no de placer, como tenemos por costumbre considerar o
queremos que sea todo conocimiento que nos entra por ellos, por muy engañosos
que aquellos sean. Quizá solo por “El perfume” se puedan entender novelas
posteriores como “Como agua para chocolate” de Laura Esquivel (1989) o
“Chocolat” de Joanne Harris (2000), versionadas también para el cine y
verdaderos placeres para los sentidos, sobre todo para aquellos a los que nos
gusta el chocolate. Sin embargo, últimamente me estoy dando cuenta de que cada
libro tiene su propio olor, olor que el escritor le imprime de acuerdo con el
contenido. No me estoy refiriendo a ese olor, o incluso tacto, que también nos
cautiva como lectores sin remedio: el olor a humedad de las páginas amarillentas
de un libro, o el del propio papel. Me refiero al olor a sudor que podemos
apreciar en la japonesa (madre de la japonesita), dueña del prostíbulo, y en
los borrachos cuando se celebra la fiesta por la victoria en las elecciones del
latifundista don Alejo en “El lugar sin límites” de José Donoso, o el olor
irrespirable a pólvora en el piso donde acribilla la policía a los criminales de
“Plata quemada” de Ricardo Piglia, o el olor a rancio en la comida y en la ropa
del pastor que acoge al muchacho huido en la magnífica “Intemperie” de Jesús
Carrasco. El profundo olor a vaquería que se desprende de las páginas de “Tess la
de los D’Urberville” de Thomas Hardy se mezcla en mi memoria de lector con el
penetrante olor a fluidos sexuales que se perciben nítidos en “Plataforma” de
Michel Houellebecq. Cuando leemos, quizá no seamos del todo conscientes de cómo
todos nuestros sentidos entran en acción atraídos por el libro: el oído a
través de una música; el tacto cuando se acaricia; la vista cuando se describen
objetos; el gusto con aquel chocolate que preparaba Vianne Rocher en “Chocolat”
(excelente interpretación de la siempre atractiva Juliette Binoche en la
película del mismo título). El siniestro Jean=Baptiste Grenouille tuvo el
acierto de hacernos ver en los libros algo más que la lectura, nos los abrió a
todos los sentidos. Ahora no cierro uno sin haberlo leído, acariciado y, sobre
todo, olido. José López Romero.
domingo, 17 de noviembre de 2013
CURIOSIDAD
"joven leyendo" de Alexander Deineka |
Puede
resultar curioso o cuando menos llamativo que casi todas las imágenes o
pinturas que tienen como protagonista a un lector o lectora, estos siempre
aparecen solos, en muy variados espacios y ambientes, pero solos. Algunas de
estas imágenes han pasado y siguen ilustrando nuestro blog ‘laberinto 1873’ . Y ello, aunque curioso
por la aplastante coincidencia, no deja de tener su lógica: leer es un acto,
como ir al servicio (con el que tanta relación siempre ha tenido), personal e
intransferible. Ya habrá momento de compartir la lectura con amigos y conocidos,
pero el acto en sí del libro en comunión con el lector debe realizarse en la
más completa y entrañable soledad. Y, como lector que intenta respetar con
escrupulosidad estas condiciones, siempre me ha sorprendido el poder de
aislamiento que tienen muchos lectores de conseguir concentrarse en la lectura
en las condiciones más adversas. No hace mucho tiempo los transportes públicos,
sobre todo el metro, los autobuses, los trenes, etc., y no digamos la playa y
su bullicio eran los espacios en los que se veían más lectores por metro
cuadrado, y debo confesar que muchas veces me ha picado la curiosidad por saber
qué libro estaba leyendo la señorita que permanecía ausente de los ruidos y jaleos
propios de estaciones y viajeros en el tren de cercanías que nos llevaba a
Sevilla, o aquel señor amparado en la sombrilla de playa, feliz con su libro y ajeno
a sus hijos ocupados en trasegar arena con sus cubitos y sus palas, mientras su
mujer le lanzaba alguna que otra mirada asesina. Hay libros sin duda con tal
poder de abstracción que hacen que el lector se olvide de la realidad más
próxima que le rodea por muy bulliciosa que esta sea. Pero también los hay que
serenan el espíritu, la inquietud del momento y ejercen el efecto sedante que
otros buscan en las infusiones orientales. Más de un libro me ha calmado los
naturales pero infundados nervios ante la espera tensa de la consulta del
dentista. Hoy, por desgracia, el móvil y sus aplicaciones han desplazado al libro,
y por todos lados solo vemos personas, doblada la cerviz, moviendo dedos en
torno al maldito artilugio. Y por supuesto, no me pica la curiosidad por saber
qué escriben, no por intromisión en su intimidad, sino por no certificar hasta
qué punto es capaz un ser humano de perder el tiempo en idioteces. Pero con el
cambio de costumbres ¿a quién le pueden extrañar las últimas estadísticas de
lectura en nuestro país? La imagen veraniega no puede ser más ilustrativa:
mientras cinco jóvenes juegan con sus móviles y no se deciden qué helado
comprar, la chica de la heladería aprovecha el tiempo leyendo. Es ese modesto,
digno e ínfimo tanto por ciento de españoles que todavía tienen su pequeño hueco
en las bochornosas estadísticas. Me hubiera gustado preguntarle qué libro
estaba leyendo, solo por curiosidad, pero no quise interrumpir un acto tan
personal e intransferible. José López Romero.
CHEFS
De un tiempo a esta parte raro es el conocido que no
me confiese que desde la más tierna infancia siente vocación por los fogones.
Incluso un familiar muy cercano me
cuenta sin rubor historias rocambolescas en torno a experimentos con recetas
secretas, pese a mi sorpresa, pues al personaje lo conozco desde que tengo uso
de razón, y jamás sospeché de estas inclinaciones ni lo sorprendí en estos
quehaceres. La moda está llegando a cotas tan sorprendentes que muchos viajes son motivados más por la
fama de un restaurante “Michelin”, para
el que esperamos meses antes de degustar sus platos – que por el atractivo de la Toscana o los fiordos
noruegos, pongamos por caso. Las
escuelas de hostelería crecen como setas mientras entre las estrellas de la farándula, hasta ahora
procedentes en su mayoría del mundo de la canción o los deportes, se van
abriendo paso los ganadores de algunos de los múltiples concursos televisivos
que se emiten por cualquier cadena que se precie. Y al hilo de todo esto nos
llega una avalancha de títulos editoriales que no solo copan los estantes y escaparates de librerías, sino espacios
físicos y temporales en los más diversos medios de comunicación. Es sabido que
la cocina es uno de las grandes vicios de la humanidad, y por ello sigue vigente
aquel dicho latino que nos advierte lo de comer para vivir y no al contrario
(edo ut vivam, non vivo ut edam), pero soy de la opinión de que este asunto en
la actualidad adquiere tintes kafkianos. Si la historia de la literatura está
plagada de libros maravillosos sobre el arte culinario –En deuda con el placer (Lanchester)- o grandes escritores que nos descubren el placer de la buena
cocina -- Alejandro Dumas — nunca hasta
hoy día tuvimos que soportar tanto despropósito materializado en esa plaga de
desconocidos o famosos por un día, que nos martirizan con su interpretación del
viejo y noble arte culinario. RAMÓN
CLAVIJO PROVENCIO
sábado, 9 de noviembre de 2013
¿EL LECTOR MENGUANTE?
Es una realidad contrastada: los libros
pierden terreno en un escenario donde la imagen se lleva el protagonismo. Paul Auster nos rememora en su último
libro –Informe del Interior, Anagrama- un mundo que ahora languidece.
Un mundo en el que la literatura ocupaba para los niños una relevante parcela,
junto al cine. Auster nos escribe en el mencionado libro, entre otros asuntos,
sobre las sensaciones que le produjo el visionar la película El increíble
hombre menguante, basada en un libro de Richard Matheson. En aquellos
tiempos las películas como esa te hacía acercarte a la literatura o viceversa,
de una manera natural, como si hubiera invisibles canales de comunicación entre
ambas formas de creación. Unas veces descubrías una historia que te impactaba a
través del cine; otras, era el libro el que te llevaba a la meta. Pero de una
forma u otra, el ver en el cine Los últimos días de Pompeya, como me sucedió
a mí, llevaba inexorablemente a la
novela en papel, no la excluía, o leer La isla misteriosa te hacía
desear descubrir la versión cinematográfica. Había otra forma en la que
literatura e imagen interactuaban: el mundo de la historieta. Determinadas editoriales se especializaron en dar una
versión ilustrada de grandes clásicos, y personajes como Phileas Fogg, El Cid, Tarzán
o Crusoe se convirtieron en los héroes de generaciones de pequeños, que
encontraron en las viñetas el tránsito natural hacia el universo literario.
Todo aquello pasó pero no debemos
verlo como una tragedia, es simple y llanamente una revolución. La revolución
audiovisual, la tecnología aplicada al mundo del ocio (videojuegos,
comunicaciones) y, sobre todo, Internet, han acabado con aquel placentero y pacífico
mundo. Y sin embargo cuando tratamos de poner cifras, cuántos lectores, cuántos
libros leemos al año, seguimos midiendo con los viejos conceptos de lectura y
libro. Por ello se habla de grave fractura en cuanto a la edad de los lectores,
o que es inquietante constatar cómo la hipotética pirámide de la lectura va
camino de convertirse en una pirámide invertida, pues la base, las nuevas
generaciones de lectores no van supliendo a las anteriores. Pero no hay en todo
esto ninguna tragedia, y si la hay solo sea el negar la evidencia de que estamos asistiendo al surgimiento de otro tipo
de lectores, lo que obliga a una drástica transformación del universo del libro
hasta hace bien poco inalterable. Los lectores de hoy ya no se pueden medir con
los métodos tradicionales, pues leen libros en papel (evidentemente en
porcentajes inferiores a la época que nos retrata Auster), pero también navegan por Internet a través de soportes fijos o móviles,
accediendo a múltiples y variadas formas de lectura... RAMÓN CLAVIJO
PROVENCIO,
AMOR ININTERRUMPIDO
En ‘La
biblioteca de noche’, uno de esos libros que se leen para disfrutar y aprender
en igual proporción, Alberto Manguel nos cuenta la bellísima y admirable, por
lo inusitada, historia de Abraham Moritz
(Aby) Warburg que renunció a la primogenitura en el negocio familiar a favor de
su hermano, con la condición de que este le comprara todos los libros que él
quisiera a lo largo de su vida. El amor por los libros hace que se mezclen las
historias reales, como la de Aby Warburg, con la ficción, porque muchos son los
escritores que han sabido transmitir en sus obras su íntima relación con los
libros, un amor ininterrumpido. Así, una de las novelas más hermosas escritas
sobre este asunto es sin duda ‘84, Charing Cross Road’, en la que a través de
las cartas que se cruzan la propia autora, Helene Hanff, con Frank Doel, el
encargado de la librería Marks & CO., y tomando como motivo los pedidos de
libros de la primera, se va estableciendo una relación personal con todos los
empleados de la librería que llega a emocionarnos. No menos emotivos y
apasionados son los dos protagonistas, Roger Mifflin y Helen McGill, de ‘La
librería ambulante’, novela de Christopher Morley, escrita a principios del
siglo XX y hace poco editada por Pirámide. La pasión con que Mifflin sabe
vender sus libros es uno de los aspectos que seduce a Helen de la misma manera
que seduce al lector. Sin embargo, se me vienen a la memoria dos ejemplos de
mezquindad y sordidez, consecuencia de personajes innobles, a través de los
cuales sus autores intentan transmitirnos la otra cara, la oscura, de la
naturaleza humana que nada tiene que ver con los ejemplos anteriores. Me
refiero a la famosa librería o ‘cueva de Zaratustra’ de ‘Luces de bohemia’,
antro en que es engañado el pobre Max Estrella con la connivencia de su perro
Latino de Hispalis; y el segundo, la asquerosa librería de don Gaetano y doña
María que nos describe Roberto Arlt en ‘El juguete rabioso’ y donde entra a
trabajar el protagonista Silvio Astier. El amor por los libros se convierte así
en una forma, quizá de las más claras, de definir la nobleza o indignidad de un
personaje, y también de una persona. José López Romero.
viernes, 1 de noviembre de 2013
MAX BROD
En ‘Nombre falso’, que le da también título al volumen
de relatos de Ricardo Piglia publicado en Anagrama, a Emilio Renzi (narrador y
alter ego del propio Piglia), se le encomienda la recopilación y edición de los
inéditos de Roberto Arlt, el célebre escritor argentino, autor de ‘El juguete
rabioso’. En sus indagaciones de los textos de Arlt, Renzi se obsesiona por
encontrar un relato titulado ‘Luba’, y todas sus pesquisas desembocan en un tal
Kostia, que fuera amigo de Arlt en sus últimos años. Y cuando Renzi logra
entrevistarse con Kostia, este para justificar el destino final de ‘Luba’ hace
referencia a la no menos célebre orden o petición que le hace Kafka a su amigo
Max Brod antes de la muerte del autor de ‘La metamorfosis’: quemar todos sus
escritos. La anécdota o terrible decisión no es nueva en la historia de la
literatura y más de un caso tenemos en la tradición de esos escritores que en
el menosprecio de sus obras deciden darlas al fuego (¿cuántos versos y obras se
han perdido por la incuria de sus propios autores?). Pero la historia de Kafka
y Brod, quizá por más conocida, se ha convertido en una especie de tópico que
el escritor actual utiliza a discreción, a modo de material de uso común o
universal, como aquellas facecias renacentistas que tan donosamente insertaban
los escritores en sus narraciones (‘El Lazarillo’). Si hace unos días la leía
en ‘Nombre falso’, el verano pasado me la encontraba en ‘Lecciones de los
maestros’ de George Steiner. Dos escritores y dos libros diferentes para dos
visiones distintas del mismo hecho. Kostia, el personaje de Piglia, plantea la
terrible disyuntiva de Brod: “Está obligado a elegir: ¿traicionar a su amigo o
traicionar a la literatura?... Sin embargo no es aventurado pensar que la gran
duda, la gran tentación de Max Brod no fue publicar los textos o quemarlos. En
el juego de esta doble obediencia puedo pensar que la respuesta del enigma
estaba en la orden misma: si Kafka hubiera deseado realmente destruir sus
manuscritos, él mismo los habría quemado. Tampoco es aventurado pensar que otra
duda asedió en algún momento a Max Brod. La duda fue (debió ser) esta:
"Nadie -salvo yo, salvo Kafka que ha muerto- conoce la existencia de estos
escritos. Entonces: ¿Publicarlos con el nombre de Kafka o firmarlos y hacerlos
aparecer como míos? Estos textos ya no son de nadie: no son de su autor que no
los quiso”. Una visión pícara que contrasta con la narración cruel de Steiner:
“Brod llorando una noche lluviosa, en la calle de los alquimistas y los
orfebres, detrás del castillo de Praga. Se encuentra con un conocido librero: -
¿Por qué llora, Max? – Acabo de enterarme de la muerte de Franz Kafka. -¡Oh! Lo
siento. Sé cuánto apreciaba usted a ese joven. – No lo entiende. Me mandó
quemar sus manuscritos. –Entonces el honor le obliga a hacerlo. – No lo
entiende. Franz era uno de los más grandes escritores en lengua alemana. Un
momento de silencio. – Max, tengo la solución. ¿Por qué no quema usted sus
propios libros en lugar de los de él?”. José López Romero.
LOS OLVIDADOS
Me he topado casualmente con un libro, Tánger,
de Tomás Salvador. Recordaba vagamente a este autor que hace décadas ocupaba en
el panorama literario español de los años sesenta y setenta del siglo pasado, el
equivalente a un Pérez Reverte o una Julia
Navarro entre los lectores actuales. Y todo por una serie de relatos que le
dieron fama y dinero, protagonizada por
un tal Manolo, simpático y gorrón
personaje que alegró la gris realidad de millones de lectores en aquellos años
del desarrollismo. Tomás Salvador, fue sin embargo, algo más , aunque hoy haya
pasado al más cruel de los olvidos, pues quizás nadie como él en España se
introdujera en la ciencia ficción con tanto acierto y calidad,
dejándonos esa serie de buenas novelas,
-Y, T, K, y La nave-, que hoy son difíciles de encontrar en librerías de
viejo y hace años que desaparecieron de los estantes de la mayoría de las bibliotecas públicas (Alfredo Benítez, un
jerezano ya desaparecido, y gran conocedor del género, nos dejó quizás el
único estudio sobre el personaje). Como
Tomás Salvador muchos nombres que ocuparon un puesto relevante en la literatura
popular de entonces, fueron pasando al olvido, Torcuato Luca de Tena, Fernando Díaz
Plaja, García Pavón, Baltasar Porcel… Algunos más apreciados que otros por la crítica,
pero todos reyes efímeros entre los autores más vendidos de la España preconstitucional. Hoy, como les decía
unas líneas más arriba, si tuviéramos que nombrar a los herederos de los Tomás
Salvador y compañía, seguramente pensaríamos en Matilde Asensi, la ya
mencionada Julia Navarro, en María Dueñas, pero sobre todo en Santiago
Posteguillos. Ahora bien, si entre
aquellos autores de antaño algunos lograron, como Tomás Salvador, un
reconocimiento por encima del aplauso popular, como fue el Nacional de
Literatura, sus herederos, y, sobre todo, herederas de hoy se conforman con arrasar
en las listas de ventas –lo que no es poco-, pues sus historias de costureras y
gladiadores aún no dan para más, ni para menos. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO,
sábado, 26 de octubre de 2013
PIRATAS
Fue un encuentro casual. Nos detuvimos a la
sombra del ficus de la plaza del banco frente a la mole del edifico de la
biblioteca Municipal, obra de un Hernández Rubio hoy reivindicado, y allí
durante unos instantes hablamos de las últimas novedades literarias, también de
las lecturas que llevábamos entre manos –ella acababa de leer la revelación del
año El caso de Harry Quebert, yo las Siete ciudades en África de Silva-. En
ese punto le pregunté a aquella buena amiga que acababa de salir de la
biblioteca municipal, si había
encontrado lo que buscaba. Pues la verdad es que no entré a buscar ningún libro, Ramón, sino
simplemente a echar un vistazo a la exposición bibliográfica sobre el vino de
Jerez. Por cierto, pequeña pero interesante. En cuanto a lecturas tengo
las suficientes en mi e- book, y gratis. Con decirte que me he bajado sin coste
alguno lo último de Vargas Llosa. Nos despedimos poco después, pero ya
camino de casa seguí dándole vueltas a aquellas palabras según las cuales
alguien me confesaba sin tapujos que se había descargado ilegalmente –aunque la
culpa no era suya evidentemente- un libro, muchos más seguramente, recién
salidos al mercado. Es decir, me había confesado que había robado,
involuntariamente, pero había robado. En un interesante artículo de reciente
aparición, El futuro de los libros, la exitosa escritora Julia Navarro
escribe sobre todo ese cúmulo de despropósitos que rodea al mundo del libro en
este país, donde la subida del IVA por un lado va debilitando lenta pero inmisericordemente la industria editorial y
todo lo que ella representa y, por otro lado, la inoperancia sobre el pirateo
cultural está hundiendo definitivamente al libro, como ya hizo previamente con
la música y el cine. ¿Y los que tienen
poder de decisión sobre estos asuntos qué hacen? Amparándose en excusas
circunstanciales -que si la crisis, que si una mariposa se posa sobre un sauce
llorón en Tokio o vayan ustedes a saber
que más- miran para otro lado distraídos ocultando una sonrisa que nos recuerda
a la del Domiciano de Posteguillos (Los asesinos del emperador). Escribe
Julia Navarro en el artículo arriba mencionado…Verán, yo creo que además de
ser necesaria una ley que de verdad garantice la protección de la propiedad
intelectual, hace falta un programa de educación desde la guardería hasta la
Universidad. Es decir, hace falta educar y enseñar a los niños que bajarse de
la Red cualquier contenido cultural, sea un disco, un libro o una película, está
lisa y llanamente robando. Pero sobre
todo esto, en torno a lo que puede haber multitud de matices, al menos
creo que tenemos derecho a exigir a los que deciden que se lo tomen en serio.
Ramón Clavijo Provencio
BLOGS
A veces darse
una vuelta por Internet para leer las críticas que sobre un determinado libro
han colgado sus lectores, es un ejercicio muy instructivo. Confieso que yo lo
he hecho tanto con libros que iba a leer, como con algunos ya leídos para
comprobar si mis impresiones de lector coincidía con otros a veces de distintos
países incluso. El otro día, sin ir más lejos, lo hice con uno que iba a
empezar a leer ‘El intocable’ de John Banville. Lo había comprado hacía ya un
tiempo, pero hace unos meses leí ‘Antigua luz’, y ahora consideraba el momento
de volver sobre este autor con otra de sus narraciones más representativas.
Tengo también pendiente alguna novela negra que publica bajo el seudónimo de
Benjamín Black. Pues bien, puse en Google el título y de inmediato me saltaron
un sinnúmero de entradas, entre ellas, la de un blog que rezaba lo siguiente: “He
acabado el libro y no he dejado ninguna marca. Ni una línea subrayada, ninguna
esquina doblada. Me parece que es un libro que no pasará a la historia de mi
biblioteca en un sitio preeminente. ¡Benigno! (nombre del bloguero que se
dirige a sí mismo) ¿No te ha gustado? No, no es eso. Es que no me ha calado
suficientemente hondo, me ha entretenido pero nada más”. El comentario de
Benigno hace preguntarme ¿con qué
intenciones nos acercamos a los libros? ¿Qué esperamos encontrar en ellos y qué
queremos que ellos nos den? Está claro que nos acercamos a los libros con
distintos objetivos; de unos, solo queremos que nos entretengan (‘El intocable’
al menos lo consiguió con Benigno); a otros los leemos por el autor, del que ya
hemos leído algo que nos ha gustado o le vamos a dar otra oportunidad. Pero esperar
de todos los libros que nos conmuevan, que nos cambie la vida, que nos cale en
lo más profundo es esperar demasiado de la literatura. “Seguro que terminas
hablando de las mujeres” –me dice mi señora, sabedora de que estoy escribiendo
el artículo. Pues la verdad es que no se me había ocurrido la comparación. José
López Romero.
sábado, 5 de octubre de 2013
LOS MUERTOS
La casualidad lectora (que también la hay, como tantas
en la vida) me puso en las manos al mismo tiempo dos libros que trataban de
muertos o, mejor dicho, de asesinatos. Y para más casualidad, los dos con
ciertos tintes políticos, aunque en proporción distinta. El primero es la
novela de Jack London ‘Asesinatos, S.L.’, y el segundo, la obra de teatro ‘Las
manos sucias’ del gran Jean Paul Sartre. En ambos se trata el tema del
asesinato en beneficio de la humanidad o de una ideología o causa nacional.
Motivos que hacen plantearnos de inmediato si se puede matar por una causa que
entendemos y confirmamos como justa o beneficiosa. Los miembros de la agencia
‘Asesinatos, S.L.’ con su jefe Dragomiloff a la cabeza no tienen la menor duda
de ello; es más, consideran que quitar de en medio a un individuo que ha dado
muestras más que sobradas de su nocividad es éticamente un deber que ellos
encantados asumen cuando se les hace el encargo, bajo previo pago y estudio
concienzudo de que la víctima ha hecho méritos más que suficientes para que ya
no moleste más y librarnos de su nefasta presencia. Así, cuando en un momento
de la novela Dragomiloff debe justificar el éxito de sus “encargos” pone como
ejemplo el caso de los sindicalistas James y Hardman, que recibían dinero de
los patronos de la Asociación de Propietarios de Minas para traicionar a sus
representados (sin duda Jack London fue un adelantado a su tiempo). No de otra
forma piensa Hugo Barine, el protagonista de ‘Las manos sucias’, cuando acepta
el encargo de matar a Hoederer, líder del partido comunista de Ilyria, país
ficticio de Europa, durante la II Guerra Mundial, por el bien del futuro de la
nación. Hugo mata a Hoederer, a pesar de que este intenta convencer al muchacho
de que en la alta política los ideales no cuentan, de que deben dejarse a un
lado para dejar paso al poder, único fin de todo partido y que solo puede
conseguirse con las manos sucias. Solo cuando sale de la cárcel, después de
tres años, se da cuenta de que el traidor al que mató es ahora un héroe cuya
memoria es venerada por los mismos que ordenaron su ejecución. En su
testamento, Dragomiloff deja las siguientes palabras: “de todos los crímenes
que es posible atribuirnos, puedo decir que no ha habido una sola víctima cuya
muerte no haya beneficiado a la humanidad. Y dudo que pueda decirse otro tanto
de aquellos cuyas estatuas se alzarán en nuestras plazas una vez que se haya
librado la próxima guerra “decisiva”. Cuando esto escribió Jack London, aún
quedaban las dos grandes guerras mundiales que asolaron la humanidad a lo largo
del siglo XX, más las guerras que se libraron y se siguen librando en distintos
lugares del mundo, y en esto España no fue lamentablemente una excepción, sino
todo lo contrario. Y Hugo sabe que Hoederer “tendrá su estatua, al fin de la
guerra, tendrá calles en todas nuestras ciudades y su nombre en los libros de
historia. Me gusta por él. Su asesino, ¿quién era? ¿un tipo a sueldo de
Alemania?”. José López Romero.
LA CIUDAD ESCONDIDA
En Las catedrales del vino, un
emocionante documental sobre la arquitectura en torno al vino –pero también de
los paisajes naturales, urbanos y humanos que las rodean- de dos zonas como
Jerez y la Rioja, me asaltaron esas mismas sensaciones que años atrás
experimenté tras la lectura y la contemplación de Fermento, ese libro donde Francisco Bejarano y Alberto Shommer-
tanto monta, monta tanto- nos dejaron una visión de Jerez que no he logrado
captar después en ningún otro libro. Como en el documental que antes
mencionaba, dedicado a las bodegas, pero
tras las que se intuye la ciudad que las crea, el libro trata de buscar, permítaseme la expresión, el
alma de la ciudad. Un alma que no reside en esas imágenes frenéticas de la vida
diaria, y que hasta cierto punto homogenizan y ocultan la singularidad de cada
ciudad mostrándonoslas muy parecidas unas a otras, salvo por la exhibición
muchas veces burda y torpe de determinadas señas de identidad culturales. Documentales
como Las catedrales del vino, o
libros como Fermento, tienen la
virtud de descubrirnos la ciudad oculta por esa mencionada homogeneización de
la sociedad actual, y nos muestran
rincones, gestos, paisajes, personajes, edificios…hasta esos momentos casi
desconocidos para sus propios habitantes. Hoy la exhibición de las ciudades en
aras de la competencia en ese gran negocio llamado turismo, se me antoja
impúdica, casi tan bestial como esa exhibición de los esclavos en los mercados
buscando el mejor postor. Por eso es legítimo preguntarse si esos ejércitos de turistas que recorren
calles, y plazas, visitan museos e iglesias o se pierden por los barrios
típicos, tan típicos que resultan irreconocibles para los propios lugareños,
llegan a captar, para llevarse, algo del alma y la esencia de la ciudad visitada. Los que
hayan visto Las catedrales del vino, o hayan leído y contemplado Fermento, sin duda saben de qué les hablo.
RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO
domingo, 8 de septiembre de 2013
LABERINTO 1873: Si Asta Regia estuviera puesto en valor sería un gran motor económico"
LABERINTO 1873: Si Asta Regia estuviera puesto en valor sería un gran motor económico" (en Diario de Jerez. 8 de Septiembre de 2013)
Si Asta Regia estuviera puesto en valor sería un gran motor económico"
José López, profesor de Lengua y Literatura en el IES Coloma y director de dicho centro escolar, y Ramón Clavijo, al frente de la Biblioteca Municipal de Jerez, tienen mucha complicidad. Años de amistad, trabajo compartido y amor por los libros y por las críticas bibliográficas les han llevado a escribir su propia novela, Asta Regia. El secreto de un arqueólogo. Una historia en la que realidad y ficción entretejen un doble hilo conductor que parte del misterio de Asta Regia y sus excavaciones, y que desemboca en la posguerra y el modo de vivir del Jerez de la época.
-¿Qué les llevó a escribir esta obra y por qué en conjunto?
-José López: Llevamos muchos años trabajando juntos y siempre hemos tenido el gusanillo de saber si nos atrevíamos a hacer una narración y ser creadores. La idea surgió de Ramón, de los estudios que tiene sobre Manuel Esteve y de un tema tan polémico como es Asta Regia.
-Ramón Clavijo: Yo quiero dejar claro que la novela que hemos escrito es eso, una novela que ni siquiera se centra en las excavaciones de Manuel Esteve, sino que eso se ha aprovechado para sacar la visión de la ciudad en esa época porque es un tema candente y un problema cultural.
-¿Qué papel tiene Manuel Esteve en la novela?
-J.L. El papel del arqueólogo es una especie de homenaje a una personalidad de la cultura jerezana de la segunda mitad del siglo XX. Aunque se pueden contar hasta cuatro protagonistas. Yo personalmente destacaría a Manuel Esteve por su relación histórica y porque enlaza las dos historias que se tratan en la novela.
-¿De qué forma se entretejen los dos hilos conductores?
-R.C. A raíz de Manuel Esteve y su lucha en solitario por la cultura, quisimos también señalar en la otra parte de la novela la complicada política que había en el año 1942, ya que es una época relativamente poco conocida como son el enfrentamiento entre la guerrilla antifascista y la Guardia Civil, el desembarco de los aliados en el Norte de África o los movimientos de la inteligencia en Gibraltar o en Algeciras.
-Entonces, en la novela se tratan dos temas polémicos: Asta Regia y posguerra.
-R.C. Bueno, realmente están señalados porque no queríamos que la novela se convirtiera en un libro histórico y queríamos poner de relieve datos desconocidos.
-¿Qué queda hoy de Asta Regia y del misterio que parece acompañarla?
-J.L. Asta Regia está enterrada. Los trabajos que hizo Manuel Esteve están en la Biblioteca Municipal como si fueran una reliquia más del asentamiento romano y hay poca perspectiva de que eso vaya a cambiar.
-R.C. A pesar de eso, cada vez se detectan pequeños movimientos en torno a ese posible campo de excavaciones. De Asta Regia desconocemos prácticamente todo pero es importante para la historia del país acometer, cuanto antes y con garantía, trabajos científicos en esa zona.
-¿Hay algún interés de las administraciones públicas por hacer algo en ese enclave arqueológico e histórico?
-J.L. Yo creo que no, al menos no lo manifiestan. Saben que está ahí y, como dice Ramón, puede ser una excavación muy interesante y de alto rendimiento cultural, como se puede ver hace años con Bolonia, pero se necesita mucho dinero y lo que hay se invierte en otras cosas.
-¿Cómo puede contribuir a la historia de Jerez esta obra?
- J.L. Honestamente, nosotros lo que hemos querido es divertirnos y entretenernos nosotros, entretener a los lectores y, después si le informamos y ponemos de relieve algunos aspectos que se presentan culturalmente en Jerez, nos damos por satisfechos y cubrimos nuestros objetivos.
-R.C. Nosotros, en cierta manera, dudábamos mucho de sacar la novela porque nuestro trabajo y dedicación se centran en la investigación. Pero creo que hemos señalado una serie de temas que son muy interesantes históricamente para la ciudad y que son poco conocidos y, además, hemos propuesto una novela, fruto de la combinación de ficción e historia real, por lo que la respuesta la tienen los lectores aunque hemos salido relativamente satisfechos por esa apuesta. También se nos han quitado los miedos.
-¿Y Asta Regia a la economía y el turismo?
-J.L. En tiempos de crisis quien sale más damnificado es la cultura porque se supone que la población no le presta el interés que debería. Pero es curioso que cuando se hacen estudios cuando vienen los turistas, los monumentos son los sitios más visitados
-R.C. Hace relativamente poco tiempo la Administración abrió una vía para ver a Asta Regia como un posible motor, en un futuro, no sólo del turismo cultural, sino también económico de la zona. La administración es consciente de ello y hay investigadores, arqueólogos y demás interesados en que esto se mueva. No creo que esto se dé a corto plazo pero sí hay esperanzas de que sea a medio plazo.
-¿Ha sido complicado tratar el tema de la Guerra Civil?
-J.L. La parte costumbrista de la novela que narra la vida cotidiana nos ha ido saliendo porque esos años marcan, de alguna manera, el devenir de la ciudad hasta nuestros días. Por ejemplo, se está volviendo a los tabancos y el espacio de los vinos después de un gran período de desaparición.
-R.C. La obra pasa un poco de puntillas por este tema, solo hemos dejado caer la situación de Jerez en el año 42, en la época más dura de la posguerra, como el problema de abastecimiento de los vehículos, las dificultades de alimentación, etc. Son pequeñas pinceladas de la vida cotidiana de Jerez que, a su vez, es la vida cotidiana del resto del país que lo está pasando mal porque hace poco que ha salido de una muy fuerte guerra. También se deja caer, aunque poco, que Jerez era una ciudad de retaguardia y que había representado un movimiento de represión importante como están dejando a la luz las últimas investigaciones que hablan sobre esa etapa. Por tanto, la Guerra Civil está difuminada a través de descripción de la vida de Jerez en 1942. La novela está salpicada de pequeños guiños para aquél que esté interesado un poco más este tema, que se trata en trabajos de investigación.
viernes, 2 de agosto de 2013
DE JOËL DICKER A ASTA Y VICEVERSA
Iba paseando por la calle Santo Domingo, feliz tras haber encontrado en la librería una novela con todos los predicamentos para tenerme enganchado a ella, durante algunos días de este tórrido mes de Agosto. Y es que “La verdad sobre el caso Harry Quebert” de Joël Dicker (Alfaguara, 2013) ha conseguido por un lado la alabanza unánime de la critica, pero también y al mismo tiempo –lo que es menos corriente- la del público. Cuando una novela comienza a funcionar, es decir a ser leída y comentada por los lectores dando lugar a lo que se ha dado en llamar el “boca a boca”, es improbable que pueda desilusionar al futuro nuevo lector. En fin que me encontraba, como les decía al comienzo de estas líneas, como un feliz y despreocupado paseante cuando se puso a mi altura un coche desde el que un bronceado Atanasio me recriminaba haber escrito una “novelita” sobre Asta Regia. “Pero, hombre, Ramón, una cosa es escribir sobre libros, y otra una novelita sobre las excavaciones de Esteve en Asta. Los arqueólogos tienen que estar contentos contigo y con tu amigo Pepe”. La lentitud del vehículo hizo que se formara en pocos instantes una nada despreciable caravana, cuyos conductores comenzaron a impacientarse del monologo que Atanasio dirigía al unos instantes antes feliz peatón. Ante el concierto de claxon que se estaba iniciando Atanasio optó por acelerar el vehículo, no sin antes dirigirme ante la incredulidad de peatones y conductores un “Adiós excelso novelista!. Aspirante a Reverte”. Como supondrán el resto del camino a casa, con la novela de Joël Dicker en ristre recordándome lo difícil de captar el interés de los lectores, no fue tan apacible como instantes antes. La verdad es que llevaba tiempo planteándome novelar aquella hazaña del arqueólogo municipal en Mesas de Asta en una época, los años cuarenta del pasado siglo, donde nadie parecía prestar atención a la historia escondida en aquellos parajes. Cuando le comenté la posibilidad de escribir una historia ficticia sobre aquellos años en que Esteve comenzó la primera campaña de excavaciones a José López Romero, otro admirador del personaje, no dudó en acompañarme en este viaje incierto que finalmente se materializó en esa novela a la que se refería Atanasio: “Asta Regia: el secreto de un arqueólogo” (e.Praxis, 2013). Mezclar ficción y realidad siempre es una tarea complicada, y más cuando trata de personajes y hechos relevantes de la historia local y provincial. El riesgo es alto y el veredicto de los lectores definitivo. Y en todo caso, si Atanasio tuviera razón una vez leyera nuestra novela -cosa que hasta ahora no ha sucedido-, siempre al final nos quedaría Joël Dicker. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIOhttp://www.diariodejerez.es/article/opinion/1589685/jo%C3%ABl/dicker/asta.html
jueves, 25 de julio de 2013
RESEÑA SOBRE NUESTRA NOVELA "ASTA REGIA: EL SECRETO DE UN ARQUEÓLOGO" EN DIARIO DE JEREZ.
Asta Regia tiene secretos bajo tierra
José López y Ramón Clavijo publican una obra basada en Esteve y la sociedad de 1942
R. D. jerez | Actualizado 24.07.2013 - 05:00
Los colaboradores de la página de libros de Diario de Jerez, 'Lectores sin remedio', José López Romero y Ramón Clavijo Provencio, acaban de publicar la novela Asta Regia. El secreto de un arqueólogo (editorial E. Praxis). La obra trata una historia que se desarrolla en el Jerez de 1942, en una época en que Manuel Esteve, bibliotecario y arqueólogo municipal, comienza a excavar en los parajes de Mesas de Asta, buscando testimonios de las civilizaciones que allí se habían asentado. No es sin embargo el objeto de la novela -comentan los autores- una visión histórica de aquella epopeya de Manuel Esteve, aunque esa primera campaña de excavaciones del año 42 sí esta presente de manera muy viva. El libro hurga en el año 1942, año crucial donde pudo haber cambiado la situación política española, pues en el mismo momento que Esteve comenzaba su campaña de excavaciones en Asta Regia, los aliados invadían el Norte de África en plena Segunda Guerra Mundial - lo que acrecentó la esperanza del movimiento guerrillero en España, sobre todo en el Sur, que miraba esperanzado la posibilidad de que se invadiera también España para derrocar al régimen franquista-.
Las luchas entre la Guardia Civil y la guerrilla en fecha tan temprana como ese año, es algo muy poco conocido, y Jerez al parecer fue una población testigo principal de esta lucha soterrada. En este escenario el arqueólogo Esteve se verá envuelto en una compleja red de intrigas que pone en peligro las excavaciones en Asta y su lucha para desentrañar lo que el paso de los siglos ha ocultado, y a media que avanza en sus excavaciones revelando una oscura traición acaecida siglos atrás, tratará de no verse engullido por unos acontecimientos que incluso amenazan con poner en peligro su vida.
Los autores comentan que no han pretendido encorsetar la novela con una excesiva rigurosidad histórica, muy al contrario, creen que la novela logra ese equilibrio entre realidad y ficción tan necesario para mantener el interés del lector y hacer la historia creíble. Si hubiera que poner algún modelo como ejemplo para esta novela, los colaboradores comentan, salvando las distancias, la serie de novelas de Philip Kerr, donde valiéndose de su detective Bernie Gunther escudriña la vida en la Alemania nazi y el periodo posbélico una vez derrotado ese país tras la Segunda Guerra Mundial.
lunes, 15 de julio de 2013
ASTA REGIA: EL SECRETO DE UN ARQUEÓLOGO
ASTA REGIA: EL SECRETO DE UN ARQUEÓLOGO
Pues sí, también nosotros hemos sucumbido a la tentación y nos hemos lanzado al campo de la ficción. Bueno, no es que la vena literaria nos haya tocado de repente. En realidad, tanto a Pepe como a mí, desde siempre las inclinaciones literarias han ido paralelas a las lectoras, y tanto él como yo tenemos nuestras pequeñas historias (me refiero a la extensión) publicadas años atrás en periódicos y revistas. Pero desde que colaboramos en este y otros medios de comunicación y hemos dado a la imprenta algunos trabajos de investigación, teníamos clavada una pequeña espina que no era otra que el miedo a presentar ante nuestros lectores esa novela, sobre la que tantas veces habíamos hablado, que debería girar en torno a ese campo de ruinas y abandono que hoy es Asta Regia. Tras dos años de trabajo tuvimos el primer borrador y ahora sacamos una definitiva versión en papel, sacándonos definitivamente esa espina de miedo que antes mencionaba. ¿Sobre la historia que recoge la novela? A ambos nos atraía el misterio que parece ocultar las Mesas de Asta, las dificultades del primer arqueólogo que se atrevió a hurgar en aquel paisaje donde se alzaba Asta Regía, y del periodo difícil que vivía el país cuando Manuel Esteve en solitario recorría unos parajes que parecían gritarle que no los abandonara.
"Asta Regia. El secreto de un arqueólogo", no es sin embargo una visión histórica de aquella epopeya de Manuel Esteve, aunque sí está presente la misma de manera muy viva. Pero además la ficción nos ha permitido escudriñar el año 1942, aquel en el que el arqueólogo Esteve comenzaba su campaña de excavaciones en Asta Regia, y presentar al lector con más libertad una historia donde aparecen temas como la invasión por los aliados del N. de África en plena Segunda Guerra Mundial - lo que acrecienta la esperanza del movimiento guerrillero en España, sobre todo en el Sur, que miraba esperanzado la posibilidad de que se invadiera también España para derrocar al régimen franquista-. Las luchas entre la Guardia Civil y la guerrilla en fecha tan temprana como ese año, es algo muy poco conocido, y Jerez al parecer fue una población testigo principal de esta lucha soterrada. De alguna manera el arqueólogo Esteve se verá envuelto en una compleja red de intrigas que pone en peligro las excavaciones en Asta y su lucha para desentrañar lo que el paso de los siglos ha ocultado, pero también para no verse engullido por las intrigas políticas que en esos años lo dominaban todo, hasta el punto de poner en peligro su vida.
Esperamos que la lean y nos hagan llegar su opinión.
(Asta Regia: El secreto de un arqueólogo. J. López Romero/ R. Clavijo Provencio. E.Praxis. 2013)
(Asta Regia: El secreto de un arqueólogo. J. López Romero/ R. Clavijo Provencio. E.Praxis. 2013)
martes, 25 de junio de 2013
ALGUNOS LIBROS
La librería encantada. Christopher Morley. Periférica, 2013.
Parecen haberse puesto de moda, al menos como argumento para una novela, las librerías y los libreros. A la espera de leer lo último de Ignacio Carrión Las librerías finalista del último premio Anagrama, nos llegan más que novedades reediciones de libros en su día muy celebrados en el mercado anglosajón, y que ahora con muy buen criterio, editoriales como Impedimenta (en el caso de la reedición de La librería de Penélope Fitzgerald) o Periférica editan su primera versión en castellano. La librería encantada es la deliciosa continuación de aquel La librería ambulante, donde el autor nos presentaba a la pareja protagonista Roger y Helem. De aquella hilarante y entretenida historia viene este libro, más pausado y misterioso, pero igualmente divertido, y que es todo un homenaje al mundo del libro, y sobre todo a los libreros.
Intemperie. Jesús Carrasco. Seix Barral, 2013
Aprovechamos la llegada del estio para destacar un libro del que ya dimos noticia hace unos meses cuando se presentó, pero que sin duda va camino de convertirse en la sensación del panorama literario de esta país durante el presente año. La sencillez de la trama - un pequeño que escapa de casa, en un pueblo perdido en una inmensa y desolada llanura- un lenguaje directo y hermoso, y una excepcional capacidad para implicar al lector en una historia que a medida que avanza se hace más dura y, a la vez, más hermosa, justifican los elogios de la critica y el homenaje en forma de lectura de los miles de lectores que agradecemos que aún podamos encontrarnos con libros como este.
El último pasajero. Manuel Loureiro. Planeta, 2013
La llegada del verano sin duda hace que muchos lectores salgan del letargo invernal y cojan entre sus manos un libro. Son lectores estacionales que poco más le piden a un libro que pasar un buen rato, divertirse. Pues bien, también hay escritores estacionales que escriben para ese tipo de lector, y tienen la especial habilidad de dar con las historias y el tono que se les demanda. Loureiro es uno de esos escritores que con la llegada del verano exhibe su muestrario de nuevas historias con las que dar su pizca de evasión a muchos lectores. Con este libro parece va a volver a lograrlo: en 1939, el Valkirie -uno de esos buques alemanes, donde el régimen nazi proporcionaba vacaciones pagadas a muchos obreros- aparece a la deriva en medio del Atlántico y solo con un pasajero…un niño de pocos meses.
sábado, 22 de junio de 2013
EL ESCRIBIENTE
A trompicones
logró terminar el bachillerato. Cuatro años para los tres del BUP y dos para
aquel COU del que se le habían atragantado las Matemáticas y la Filosofía. Al
muchacho no le faltaba capacidad, lo malo es que era vago y poco constante en
el escaso esfuerzo que hacía por superarse y superar las materias. Perdió un
último año en primero de Empresariales, y cuando se dio cuenta de que los
estudios no eran para él se fue a la mili y, ya con sus 23 años cumplidos,
alcanzó un puesto, tan gris como él, en una caja de ahorros, cuando estas
entidades eran familiares y locales, no los monstruos deficitarios en que se
han convertido. Y después de trampear por distintas sucursales en trabajos de
administración y escasa responsabilidad, logró lo que durante tanto tiempo
había soñado porque se identificaba con sus máximas aspiraciones en la vida: un
despachito al fondo de la oficina, lejos de las miradas de clientes y las
impertinentes del jefe, que pudieran interrumpir o perturbar la actividad a la
que se dedicó con toda la voluntad que le faltaba para el trabajo: la lectura. Leía
con la devoción del cartujo, con el rigor del especialista y con tal voracidad
que en varias ocasiones le dieron el premio al mejor lector de la biblioteca
pública, a cuyo servicio de préstamos acudía casi a diario, en el tiempo del
desayuno para no levantar más sospechas. No había género que se le resistiese,
ni escritor o escritora que no quisiera leer, ni época a la que le hiciera
ascos. Como tampoco se lo hacía a los créditos blandos, a bajo interés, que la
caja ponía a disposición de sus “trabajadores”, con los que consiguió comprarse
su apartamento en la playa, al que se retiraba en las vacaciones para seguir
leyendo. A los treinta y pocos cayó en sus manos “Bartleby, el escribiente”, la
célebre novela de Herman Melville y tomó a su protagonista como ejemplo de vida
profesional. Y cuando se le acercaba el jefe para encargarle algún trabajo, lo
miraba con los ojos encendidos por las últimas páginas que acababa de leer, y
le espetaba el “preferiría no hacerlo” que había aprendido de su modelo. Hace
unas semanas, al cumplir justo una década antes de llegar al climatérico lustro
de su vida (leía a Góngora con avidez),
había aceptado y firmado su jubilación anticipada. Con 53 años no otra ilusión
lo alentaba que seguir siendo por toda la larga vida que tenía por delante un
lector empedernido, libre y ajeno ya a la mirada inquisidora y molesta del jefe
de turno. Lo que en definitiva había aspirado a ser y había logrado. Y a los
pobres que nos queda por delante otro largo tirón de nuestra ya más que
dilatada vida profesional para intentar cobrar una más que improbable pensión,
no solo tenemos que pagarle a este lector su dorada prejubilación, sino también
el agujero financiero que nos han dejado a todos los españoles las dichosas
cajas de ahorros. Yo para esto me acojo al lema de Bartleby que tan buenos
resultados laborales le dio a nuestro protagonista: “preferiría no hacerlo”.
José López Romero.
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