-“Father, con lo que tú eres, ¿por qué no fundas un
partido político?”, me dice mi hija con la misma sonrisa en los labios con la
que su madre me mira cuando salgo de la ducha. La puñetera niña no me aclaró
qué quería decir “con lo que tú eres”, mejor dejar las cosas así (tampoco me he
atrevido a preguntarle a la madre por qué se sonríe en un acto tan cotidiano y
natural). Pero la simple propuesta de meterme en política, como están las
cosas, no me hacía deducir nada positivo de aquella expresión. Sin embargo, al
calor de la ya tan manida y nunca emprendida regeneración y de las nuevas
formaciones que van devorando el sistema actual, un partido de lectores sin
remedio no digo yo que no tuviera sus simpatizantes. Al margen de ideologías de
izquierdas o de derechas, la literatura está llena de textos que nos enseñan el
buen gobierno, el ejemplar comportamiento de los gobernantes y la relación que
éstos deben mantener con los gobernados. Pero si tuviéramos que elegir uno de
ellos, sin duda nos quedaríamos con las lecciones que don Quijote le da a
Sancho antes de convertirse en el gobernador de la ínsula Barataria (II parte,
capítulo 42). Un modelo de sensibilidad, de sentido común, de dignidad y de
honradez en el uso del poder que tanto se echa en falta en estos tiempos. Si
los que durante estos años más que mandar, nos han mangoneado, hubieran tenido
como texto de cabecera los consejos del divino loco a su escudero, seguro que
otra muy distinta sería la triste situación que ahora sufrimos. En cualquier
caso, ni tengo edad ni pelo para dejarme la coleta (con lo que la expresión de
mi hija es aún más sospechosa por lo hiriente), ni me veo yo en mítines leyendo
“El Quijote” a una masa tan desencantada que apenas lo entendería. Aunque yo
tengo ya muy claro el eslogan de campaña, el mismo que aparece en el emblema
como marca del impresor Juan de la Cuesta: “Post tenebras spero lucem”. José
López Romero.
Una biblioteca es lo más parecido a un laberinto, un laberinto lleno de libros, de mundos por descubrir.En homenaje a las bibliotecas y a la lectura , preside la cabecera de este blog un dibujo del pintor jerezano Carlos Crespo Lainez: "Noche de lectura".
LECTORES SIN REMEDIO
Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.
sábado, 29 de noviembre de 2014
CALABAZAS Y CABEZAS
Reír es bueno. Y reír leyendo es
gratificante, pero algunos escriben como si el mundo fuera a acabarse. Que se
acabará, eso seguro, pero mientras tanto podríamos relajarnos un poco y dejar
la escatología para los “iluminados”. Como dice el brigada Bevilacqua en el
último libro de Lorenzo Silva, solo se muere una vez, pero los que piensan
mucho en la muerte mueren todos los días. Alegría, señores, que son dos días. Por
eso, cuando me tropiezo con un escritor jocoso, ingenioso y ocurrente, me
olvido de aquellos resentidos que semanal o diariamente balbucean sus
ininteligibles diatribas. En el XIX, revolucionario como él solo, la gente
tenía un gracejo escribiendo que ya quisieran muchos hoy en día. Si no, lean
conmigo a Salvador María Granés, un parodiador madrileño que usó siempre el
pseudónimo Moscatel y que firmó más
de veinte parodias, como “Juanito Tenorio”.
Sus “Calabazas y cabezas” son buen ejemplo de lo que venimos
defendiendo. Impresa en 1880 les da un hilarante repaso en verso a las
principales figuras de la política, la banca, la literatura, el arte o la
tauromaquia, ilustrada con mordaces caricaturas. Entremos al trapo. Del
malagueño Cánovas, que comenzó como profesor en una academia, nos dice:
“cuentan que en Málaga un día, tan pobre y mísero estaba, que solo se
alimentaba de los niños que instruía”. Entró en política y se acabaron las
penurias, eso no ha cambiado. Castelar no sale muy bien parado tras su paso por
la jefatura del Gobierno en 1873: “de tribuno sin rival, gozas nombre universal
bien ganado y merecido, pero en política has sido un ciudadano fatal”. La
verdad es que a los políticos les zurraba de lo lindo, parece mentira que
sesenta años más tarde no se pudiera hablar ni del concejal de tu pueblo. A
Figueras, que fue el primer presidente de Gobierno con la I República, lo llama
“federal, gran abogado, fue valiente presidente del poder ejecutado, y digo lo
de valiente en sentido figurado”. Germán Gamazo, varias veces ministro, estaría
poco tiempo callado, pues “hablando su vida pasa, y es vicio en él tan marcado,
que cuando no es diputado, perora él solo en su casa”. Del jerezano Paul y Angulo,
según la Historia instigador del asesinato de Prim, dice: “Con sangre escribió
El Combate, mostró destreza en un duelo, hizo luego un disparate, y si no lía
el petate y se larga, le arde el pelo”. La pluma de Granés se ocupa de una
nutrida galería de personajes, y muchos han quedado en el tintero: Ramón de
Cala, Silvela, Salmerón, Pavía... Todos ellos, a buen recaudo y disponible para
el público en la Biblioteca Municipal de Jerez. Los lectores sin duda
agradecerán descubrir a este ingenioso y olvidado escritor, y la
sorprendente actualidad que tienen hoy muchos de sus certeros dardos. NATALIO BENITEZ RAGEL.
sábado, 15 de noviembre de 2014
SOMBRAS
Hace unas semanas les daba cuenta de la
aparición de dos documentos de gran
valor histórico: uno databa del siglo I d. C. y el otro era un cuaderno
perdido de un científico de la expedición de Scott a la Antártida. Ahora me
gustaría cerrar el tema acercándome a la otra cara de la moneda, la de la
literatura, donde la aparición muy de vez en vez de algún manuscrito inédito de un escritor de
prestigio ya desaparecido, o un
fragmento nunca publicado de algún libro de culto, no suelen estar exentas de
polémica. Sucedió el año pasado con la aparición oportuna –lo digo porque se
vivían los prolegómenos del aniversario de su muerte- de unas pocas páginas
inéditas del libro de Saint Exupery El
principito. En esto de las apariciones “espontáneas” en la literatura hay
que estar prevenido, pues a diferencia del rigor que rodea los estudios previos
a las “apariciones” de los documentos históricos, la sombra siempre planea
sobre los literarios. Y es que se juega
con ese convencimiento de que todos estamos predispuestos a desear la
aparición de un libro desconocido de un autor que admiramos, predisposición que
hace aumentar la picaresca. Fue muy
comentada hace unos años la publicación de una desconocida versión de la novela de Julio Verne El volcán de oro. Hoy las incertidumbres sobre ella siguen y
tenemos dos versiones firmadas por el mismo autor, y ninguna certeza sobre
cuál era la que Verne deseó dar a la
imprenta. Revolver viejos manuscritos
siempre trae consecuencias no deseadas, y si no, basta recordar el culebrón
que aún sigue sobre el último original inacabado de Capote, Plegarias atendidas, del que
periódicamente aparecen algunas páginas.
Estos últimos años han ido apareciendo textos de Orwell, poemas de
Benedetti, cuentos de Kafka, etc. Y la lista seguirá creciendo puesto que la
literatura se rige por unos intereses comerciales lejanos a los de la
investigación histórica, y es esto lo que muchas veces arroja serias sombras
sobre la auténtica realidad de lo que se nos trata de vender. RAMON CLAVIJO PROVENCIO
DEUDA
Ha tenido que pasar demasiado tiempo para recordar que
tengo una deuda pendiente y, por ello, más vergonzante con un escritor y con
los lectores que se acercan a estas líneas. En mi descargo puedo argumentar que
son tantos en tantos siglos que no uno, sino un ciento y hasta millares son los
escritores que se te pueden escapar, y que necesitaría más de tres vidas para
leer algo, no todo, de aquellos que realmente merecen la pena. Por fortuna para
mí, aunque debí encontrarme con sus novelas mucho antes (nunca es tarde…),
puedo contarme entre el sin duda enorme grupo de rendidos lectores de Francisco
González Ledesma. Hace unos meses, después de haber leído varias de sus
narraciones, me hice con la reedición que la editorial Menoscuarto publicó de
su primera novela “El adoquín azul”, una narración breve sobre la represión de
la dictadura. Una novelita por la que podemos comprobar que González Ledesma es
mucho más que un escritor de novela negra. Pero no hubiese hecho falta tal
demostración, porque en sus propias novelas policíacas, con su comisario
Ricardo Méndez como protagonista, ya se puede apreciar que González Ledesma es
un escritor de mucho más recorrido y profundidad de lo que te permite o creemos
que permite el género negro. Si la figura del Méndez crepuscular, ya de vuelta
de tantas batallas cuyas huellas se dejan notar en las cicatrices del cuerpo
pero también del alma, nos acerca al tipo de protagonista clásico del género,
son la fina ironía, la capacidad del personaje para reírse de sí mismo, la
mezcla de lo trágico y lo cómico los rasgos que relacionan a Méndez con los
personajes más emblemáticos de la literatura española, y a las novelas de
González Ledesma con la mejor de nuestra literatura clásica. Después de leer
“Expediente Barcelona” y “Una novela de barrio” me di cuenta de que quizá el
género policíaco anglosajón podía estar sobrevalorado, al amparo de las
versiones de Hollywood; de que el emergente y ya consolidado género
norte-europeo no dejaba de ser una literatura menor, incluso con productos de
desecho (caso de Stieg Larsson); y de que la novela negra mediterránea bien
merecía un buen periodo de atenta y, de seguro agradecida, lectura. Si ya había
descubierto hacía unos años a Donna Leon y su Brunetti enredado en los turbios
asuntos políticos, sociales y económicos tan italianos, y a Camilleri con su
amable Montalbano (personajes cuyas series televisivas lejos de hacerles
justicia, los ensombrecen), o a Petros Márkaris y su comisario Kostas Jaritos,
la lectura de González Ledesma ha sido en mi caso uno de los grandes y
afortunados descubrimientos de los últimos años. Con él y con los lectores de
esta página había contraído una deuda que espero haya pagado. Ya solo me queda
seguir leyendo sus obras… ¡Qué pena no encontrar su nombre en un monográfico
sobre la novela negra en España publicado por una de las revistas literarias
del momento!. José López Romero.
viernes, 7 de noviembre de 2014
PLACAS
La calle “library way” de Nueva York, o el tramo de la 41
que desemboca en la Quinta Avenida y, de esta, en el imponente edificio de la
Biblioteca Pública de la ciudad, está llena de placas, hasta 96, encastradas en
las dos aceras de la calle, que recogen otras tantas citas de escritores y
sabios referidas al libro o a la lectura. En Internet hay numerosas entradas
que nos aclaran la historia y detalles de estas emblemáticas placas que, a
medida que uno se va acercando a la Biblioteca, a la que está viendo al fondo
de la 41, puede ir leyendo y pisando. Esta curiosidad puede entenderse de
muchas maneras, pero no deja de ser un ejemplo más de la profunda admiración
que la cultura anglosajona siempre ha mostrado por el libro, y de la que tanto,
pese a los siglos que de nuestra cultura mediterránea nos contemplan, debemos
aprender. Me recordó las placas de Nueva York la iniciativa de la que nos
informaron diferentes medios de comunicación que ha tenido, al perecer, un
colectivo de artistas urbanos de Madrid, llamado “Boamistura”, de adornar 22
pasos de peatones del centro de la capital con versos. Y así los cientos y
miles de viandantes que cruzan por dichos pasos pueden alegrarse el día con
frases como: “A veces reírse es lo más serio” o “Madrid, te comería a versos”.
Hace ya unos años me hice eco en esta misma página de un comentario de una
joven poeta, que proponía sacar a la calle a la poesía. La idea, por tanto, de
Boamistura no es nueva, como tampoco el comentario de la joven, porque
iniciativas de sacar a pasear la literatura ya la tenemos en aquellas
bibliotecas ambulantes del XIX o en el fenómeno moderno de los “crossing
books”, al que varios artículos ha dedicado mi compañero de página. Partiendo
de que cualquier idea que pretenda acercar el libro y su lectura a la gente, es
por sí misma encomiable, mucho me temo que “te comería a versos” se quede
perdido en el almacén de imágenes de un infinito número de móviles como una
curiosa anécdota urbana. Las placas de Nueva York llevan allí desde 1998. José
López Romero.
UNA HISTORIA EN PENUMBRAS
Uno de los
periodos históricos envuelto aún en la penumbra es el de la posguerra. Pese al
interés de la literatura o el cine por el mismo, no ha sucedido lo mismo en el
campo de los estudios históricos salvo muy contadas y no siempre afortunadas
incursiones. No es de extrañar, pues, que tampoco en nuestra ciudad haya
suscitado el mencionado periodo un excesivo interés por parte de los
investigadores, y que este se haya traducido en numerosos trabajos dignos de reseñar.
Entre estos últimos sólo estaría la breve pero intensa visión del catedrático
Diego Caro Cancela sobre la posguerra local en el tercer volumen de “Historia
de Jerez de la Frontera” (Cádiz, 1999) que él mismo coordinó. Otros
investigadores también han hurgado en esta etapa pero ya tratando temas más
específicos, aunque no menos significativos e interesantes, y que pueden ser un
primer escalón para recomponer los vacíos del periodo posbélico. Entre estos
autores podríamos nombrar entre los más significativos a Cristóbal Orellana,
José García, Ana Rubio, Fernando Romero Romero o José I. Gómez Palomeque. Pero
en honor a la verdad la posguerra española, sobre todo el periodo más duro de
la misma que podemos establecer entre los años 1939/47, no tiene en nuestra
ciudad estudios relevantes que nos den una visión de conjunto de cómo discurrió
la vida en ella en sus más variados aspectos. Sin embargo, hoy sabemos que Jerez
vivió una fuerte represión iniciada durante la guerra civil y que se prolongó
durante la década siguiente; que la hambruna hizo presa en sus calles pese a la
riqueza de su campiña; que el mercado negro, o lo que se conoció como estraperlo
fue una dura realidad; que a pocos
kilómetros de la ciudad, en los parajes de las Mesas de Asta, un hombre solo
iniciaba una de las mayores empresas culturales de la historia de Jerez, o que
en ella se vivió muy de cerca y con
inquietud los primeros conatos del movimiento guerrillero –luego
conocido como maquis- cuyas primeras manifestaciones se producen cuando la
guerra mundial empieza a decantarse a favor de los aliados a partir de la operación Overlod en el N. de
África. En fin, les quiero decir con esta apresurada relación de
acontecimientos que Jerez durante la posguerra, es una ciudad con más puntos de
interés de los que podríamos pensar, y así
junto a datos que nos ratifican en que en la ciudad se producen
fenómenos que se extienden por el resto del país –ya hemos mencionado el estraperlo,
o el racionamiento- hay otros que la singularizan y bien merecerían un trabajo
de conjunto como los ya editados en otras ciudades españolas. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO
sábado, 1 de noviembre de 2014
TEXTOS PERDIDOS
Durante las últimas semanas nos han llegado noticias
de sorprendentes descubrimientos de manuscritos, fruto de la casualidad o de imprevisibles hasta hace poco
circunstancias. Porque es la casualidad y la suerte la que provocó fechas atrás
la aparición de un texto escrito sobre papiro
por un legionario romano, Aurelio Polión, destinado en las lejanas fronteras
del Imperio (Hungría), donde en un estilo emocionalmente cercano se lamentaba
de su separación de la familia y rogaba
a los dioses por un pronto reencuentro. Muchos creen que el paso irremediable de los años y la historia
nos va alejando de nuestros antepasados,
y por ello se generaliza la tendencia de ver a aquellos seres como lejanas
criaturas que poco tienen en común con nosotros. Por ello es comprensible la sorpresa
cuando ante un texto como este que comentamos, reconocemos sentimientos que bien
podrían estar invadiendo a cualquiera de nosotros en la actualidad. Más de uno
debería, como sano ejercicio de formación personal, leer textos de aquellos
clásicos que ahora tratan de desterrar de los sistemas de enseñanza y
comprobarían lo poco que hemos cambiado desde Polión. El otro texto al que me
refería, un cuaderno de notas, no
hubiera llegado hasta nosotros si ese tan traído y llevado cambio climático del
que se nos habla cada vez con más certeza, no hubiera hecho derretirse una
superficie en la Antártida hasta ahora cubierta de hielo. El cuaderno
perteneció al naturalista de la expedición de Robert Scott - aquel aventurero y científico que en una
loca carrera por llegar al Polo Sur luchando contra la naturaleza y contra el
noruego Amundsen, pereció junto a casi la totalidad de su equipo- George Murray
Levick. De Murray Levick los hielos
“eternos” nos devuelven ahora, un siglo
después, un diario con anotaciones dañadas por el agua que se están tratando de
recuperar, y que sin duda enriquecerán con nuevos detalles aquella historia que
conmocionó al mundo. Ramón Clavijo
Provencio.
CALLAR A TIEMPO
Los hay que hacen de
la literatura un medio de vida, y muchos que siguen intentando vivir de ella;
los hay también que convierten su vida
en literatura, a veces de ciencia ficción, otras de terror; pero también los
hay que hacen de la literatura su vida, y la viven con la pasión y el dolor,
con la felicidad y la desgracia, con la alegría y la tristeza que nos
proporciona el mismo hecho de vivir. A este pequeño y admirable grupo de
escritores pertenece Mauricio Gil Cano. El conocimiento de años de Mauricio y
su obra, sobre todo poética, dan testimonio de lo que acabo de escribir. Un
testimonio que el lector que se acerque a sus poemarios comprobará sin duda,
desde su 19 sonetos y un canto a Venecia, pasando por Declaración de un vencido hasta llegar a la última entrega Callar a tiempo (Ediciones En Huida),
sin olvidarnos de la labor que durante años ha ido desarrollando en los
distintos medios de comunicación como crítico, y como coordinador y director de
diferentes y variadas propuestas literarias (taller de creación literaria en la
Fundación Caballero Bonald; director de la colección de poesía “Hojas de
bohemia”), que representan una importante contribución al panorama cultural de
nuestra ciudad. Unidas, así pues, literatura y vida, Callar a tiempo es la crónica de las
últimas páginas de ese libro vital de Mauricio Gil Cano; crónica de un vivir en
el que no falta ningún elemento, ni sentimiento, ni actitud que a un hombre le pueda
ser ajeno: la pasión amorosa (el soneto en alejandrinos “Tú
sabes”), pero también el anhelo del otro (“La espera”, dedicado a Carmen); el
compromiso del hombre con su tiempo y su destino (su inicial “Para aprender
vinimos”), o con el prójimo (“Symposion”); la relación del hombre con un dios
que es sacrificio, muerte, resurrección, salvación de ahí los versos dedicados
a Cristo (“Calvario”, “Dios agonizante”, “Spe Salvi”); el dolor de la creación
literaria (“Yo”; “Callar a tiempo” que le da título al conjunto); pero sobre
todo la concepción del hombre como náufrago o ángel caído pero “definitivamente
humano”, porque los poemas de Mauricio son miradas hacia el interior en un
permanente buscarse y comprenderse, entender en definitiva a un yo en conflicto
dialéctico consigo mismo. Se cierra el poemario con un apartado de “Homenajes”,
en los que destaca el poema dedicado a su madre y a poetas como Miguel
Hernández o Jaime Jaramillo Escobar de los que celebra su compromiso vital. Por
los poemas transitan referencias, versos, citas de Cernuda, de Juan de la Cruz
(sobre todo), de Blas de Otero, Borges y de tantos otros que forman ese
conjunto de fuentes literarias de las que Mauricio sabe coger la mejor lección:
“para saber que somos lo que fuimos / y seremos aún y algún día sabremos /
quizá que habremos sido”. José López Romero.
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