Todos los
años están plagados de efemérides, muchas de ellas extrañas, inútiles y de las
que somos incapaces de encontrar alguna justificación para su celebración. Esta
moda invasiva parece calar también en el universo de las letras, y rara es la
semana donde no hemos descubierto una
nueva “efemérides” , ya sea la conmemoración del día en el que un convaleciente y debilitado
Stevenson llega a Samoa, o la de la jornada conmemorativa de cómo Hemingway
inició el maridaje del ron cubano con la escritura. Bromas aparte este año
2015, intentamos entre los árboles ver
el bosque, o lo que es lo mismo que entre tantas propuestas descabelladas no
olvidemos dos dignas de ser recordadas. Por un lado, la conmemoración del
cuarto centenario de la publicación de la segunda parte del Quijote, motivo por
el que se espera la publicación en abril de una nueva edición del libro
dirigida por el gran especialista cervantino y académico Francisco Rico y
auspiciada por la RAE; y por otro, el
centenario de la muerte del escritor jerezano Luis Coloma. Hoy nos detendremos
en esta última. No creo faltar a la verdad si afirmo que no parece que Coloma
haya sido profeta en su tierra. Más allá de que un instituto lleve hoy su nombre, pocas han sido las
iniciativas propiciadas desde su ciudad natal. Tan solo el intento del profesor
José López Romero de divulgar el verdadero valor de su obra, a través de
impecables reediciones de algunos de los libros del escritor, sea el ejemplo
más meritorio y destacable de lo que por estos lares se ha hecho en torno a
Coloma. Siempre he percibido una cierta incomodidad a la hora de tratar sobre
este escritor –no sé si debida al perfil religioso que adquiere su biografía a partir de 1873, o
su vinculación a la Corte- lo que ha ocultado
valores de una obra literaria esencial para entender la literatura
española de finales del XIX. En 2009 tuve la fortuna de colaborar, -en el que
se puede considerar el último intento de reivindicar su figura desde nuestra
ciudad- con el profesor López Romero y con Adolfo Carmona, conservador del
fondo bibliográfico y documental del escritor, en una exposición, Redescubrimiento de Luis Coloma, de la
que se publicó un magnífico catálogo en el que colaboraron entre otros el
profesor Jesús M. Zuleta, y las bibliotecarias Carla Puerto y Amparo Gómez en
la catalogación y descripción de muchas piezas hasta entonces desconocidas para
el gran público. Fue un primero paso. Esperemos que este recién iniciado 2015
culmine lo que hace cinco años fue un
intento loable y objetivo de acercamiento a la figura de un escritor de
Jerez, hasta hace bien poco la única referencia literaria reconocible de esta
ciudad cara al exterior. RAMÓN CLAVIJO
PROVENCIO
Una biblioteca es lo más parecido a un laberinto, un laberinto lleno de libros, de mundos por descubrir.En homenaje a las bibliotecas y a la lectura , preside la cabecera de este blog un dibujo del pintor jerezano Carlos Crespo Lainez: "Noche de lectura".
LECTORES SIN REMEDIO
Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.
sábado, 31 de enero de 2015
EL CHE
Salvando la distancia sideral que me puede separar del
Che Guevara, personaje admirable en tantos aspectos, hay un dato que sobre él
leo en “el último lector” de Ricardo Piglia por el que comparto una cierta
afinidad con el héroe de Sierra Maestra: el asma y la lectura. Su madre es la
que le enseña a leer porque no puede ir a la escuela a causa de la enfermedad,
y será este aprendizaje, su afición a los libros la que lo acompañará, como los
inhaladores (“el inhalador es más importante para mí que el fusil”, llegará a
confesar) durante toda su vida, hasta su muerte. En todas sus campañas no
faltaba una pequeña biblioteca y un tiempo para su lectura, cuando la marcha de
la guerrilla le dejaba un momento de descanso, que los demás ocupaban en
dormir. En mi caso recuerdo mis innumerables días sin colegio, muchos de los
cuales llenaron Dickens o Baroja, o Unamuno, o los grandes novelistas españoles
del XIX, autores a los que les estaré eternamente agradecido. Piglia hace
referencia a una foto en la que se ve a Guevara, en Bolivia, “subido a un
árbol, leyendo, en medio de la desolación y la experiencia terrible de la
guerrilla perseguida”. ¿Cuántas camisetas se habrán vendido en el mundo con el
rostro del Che? ¿cuántos simpatizantes, seguidores del mito desde hace décadas
han tenido como referente a este personaje? Todos destacan su talante
revolucionario, icono de la libertad, pero nadie ha reparado en ese otro
aspecto tan importante y que él mismo y sus compañeros destacan de su
personalidad: el gusto por la lectura. Guevara nos dejó siete cuadernos
escritos a lo largo de diez años, en los que anotó por orden alfabético sus
lecturas, seguramente pocos de esos simpatizantes habrán llegado a leer estos
cuadernos. No es lo mismo llevarlo al pecho en una camiseta o tatuado en el
brazo que tenerlo que leer. Está claro que para ciertos intereses no es tan
comercial un Che Guevara que en vez de enarbolar un fusil, enarbolara un libro…
y un inhalador. José López Romero.
sábado, 24 de enero de 2015
CONVERSACIÓN
“… es posible hacerse una cierta idea del hombre [y de la
mujer] según la conversación que le gusta: los serios buscan a los serios, los
locos a los descerebrados… pero las personas más avisadas buscan una relación
que sea inocente, que agrade, que forme el espíritu y que las divierta.” Son
palabras del francés Philippe Fortin de la Hoguette (s. XVII) en su “Testamento
o Consejos de un padre a sus hijos sobre cómo hay que comportarse en el mundo”
(1648). Y nos atreveríamos a añadir a este fragmento de Fortin de la Hoguette
que no solo en la conversación, sino en muchos, si no en todos los aspectos de
la vida y de las relaciones personales, cada uno busca su igual, o lo más
parecido. Pero no quería escribir sobre esto. Me interesan las palabras del
escritor francés porque en el artículo “La conversación erudita”, que le sigue
al ensayo sobre Fortin, que Marc Fumaroli incluye en su libro “La República de
las Letras” (Acantilado), este explica la importancia que alcanza la
conversación como medio de transmisión de conocimiento en los salones
aristocráticos de la Francia del siglo XVII y, por extensión, en casi toda
Europa. Una transmisión de saberes que tiene como principio fundamental el
respeto a la autoridad y al secreto de los hallazgos científicos (“La conversación
entre amigos experimentados, que son también pares, puede preservar el secreto
de hallazgos o de investigaciones más fácilmente que cualquier otra forma más
expuesta de comunicación”); conversaciones o intercambios como actividad
complementaria a sus investigaciones solitarias en sus “gabinetes”. Y me
interesa esta forma de transmisión, porque me asombra que el formato más
extendido en los actos culturales siga siendo la conferencia pura y dura; es
decir, el señor o la señora o señorita de turno que lanza un indigesto discurso
durante su buena hora larga sin levantar la vista de la resma de folios ante un
público tan resignado como aburrido. ¡Cuánto más provechoso para todos sería la
conversación entre erudito y personas interesadas en el tema motivo de la
reunión! Así, las palabras de Fortin de la Hoguette adquiere su sentido más
pleno: “que forme el espíritu y que las divierta”; y de esta forma cada uno
elige, según sus preferencias, gustos y conocimiento la conversación que más le
interese. Es lamentable el empeño de muchas, casi todas, las instituciones
culturales por mantener los famosos, y en algunas hasta tradicionales ciclos de
conferencias que no hacen más que promover el desaliento y la deserción entre
los interesados. La cultura, como nos enseña Fortin de la Hoguette (¡ ya en el
siglo XVII!) necesita de otros mecanismos en los que participen o “conversen”
el erudito y el público, en un juego dialéctico activo y, por ello,
enriquecedor. Patética y estremecedora resulta esa masa amorfa de asistentes en
cuyas caras se puede observar el sufrimiento de la ignorancia y, en
consecuencia, el tedio más espantoso. José López Romero.
UN MUNDO CASI DESAPARECIDO
A falta de datos actualizados del Observatorio de la Lectura y el Libro
(Ministerio de Cultura) –los últimos son de marzo de 2014, y nada alentadores-,
nos fijamos en el más reciente estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas
(CIS), que sentencia que sólo al 35% de la población española podría
considerársela lectora. Nada nuevo. Todos los círculos relacionados con la
lectura ya emitían señales de socorro a lo largo de los últimos meses, en un
año muy malo para el sector. La antaño potente industria editorial española
–una paradoja en un mercado lector muy tibio,-
no sólo añora los tiempos donde la edición subvencionada campaba por
doquier, sino que acusa la escasa regulación de los nuevos medios de
distribución con evidentes grietas en el sistema, algunas de difícil control
como la piratería. A todo ello se suma el derrumbe del tradicional mercado de
fin de año. Los españoles ya no tienen al libro como una de sus preferencias
–como sucedía hasta hace poco- para regalar, cuando incluso los no lectores al
menos una vez al año se acercaban a las librerías para comprar libros. Una
tradición ya venida a menos, y sobre la
que algunos estudiosos empiezan a preocuparse si se confirma que todo ello es
debido a que el libro va perdiendo prestigio como objeto cultural. ¿Asistimos a una progresiva devaluación de la
lectura, no sólo del libro tradicional? Téngase en cuenta que no ha sido
tampoco para echar campañas al vuelo, las ventas de dispositivos electrónicos
de lectura en estas últimas fechas. No me gusta el panorama de un país de 35% de lectores (Finlandia un 75% por ponerles
un caso), o donde los parlamentarios o presidentes responden sin rubor que la
prensa deportiva es la que se lleva el mayor porcentaje de su tiempo dedicado a
la lectura. Me sumerjo pues en las páginas donde James Salter rememora un mundo
casi desaparecido, donde editores, escritores o libreros, brillaban socialmente
y la lectura y el libro no eran rarezas
de gente políticamente incorrectas. RAMÓN
CLAVIJO PROVENCIO
viernes, 16 de enero de 2015
PRONÓSTICO PARA TIEMPOS VENIDEROS
Despedíamos el año con un Houellebecq protagonista y objeto
del documental de Guillaume Nicloux, que indaga sobre el misterio que rodeó su
desaparición los días siguientes a la publicación de su aclamado libro El mapa y el territorio. Pero esta
excentricidad ha quedado sepultada apenas iniciado 2015, por los ecos de su nuevo
libro, Soumission, que lo envuelve en
la polémica, y más aún tras los trágicos acontecimientos ocurridos
en París. Pero el nuevo año nos trae también
ecos del revuelo provocado semanas atrás por un trabajo firmado por Ferris Jabr (en parte basado en los
estudios de la eminente profesora y abanderada en los trabajos sobre las bases
neurológicas de la lectura Maryanne
Wolf) en la Revista Investigación y Ciencia, y que concluía que el cerebro
tiene tendencia a preferir la lectura en papel sobre la digital. Sin embargo
noticias como la anterior, lejos de cerrar la polémica, seguirá –no es difícil
pronosticarlo- alimentando un año más la ya cansina dicotomía entre papel y
libro digital que se prolongará en el tiempo en una estéril pugna. Pero todo
está cambiando a ritmo acelerado, y en este nuevo escenario que se está
configurando una nueva hornada de jóvenes editores está lanzando al
mercado nuevas propuestas, tanto para
uno como para otro soporte, no todas necesariamente triunfadoras, pero que van
dando al paisaje de la lectura un atractivo impensable hace unos pocos años.
Por ejemplo, y relacionado con este último asunto, el nuevo año nos traerá sin
duda buenas noticias sobre las edición artística, precisamente una de las vías donde el libro tradicional sigue sin
tener competidor, pese a la mejoría en la calidad grafica de los nuevos
soportes. Pero la posibilidad de tener entre tus manos una edición única, o
casi única , - y en esto está siendo decisiva la edición de algunas colecciones
de novela gráfica, o la adaptación en tiradas limitadas de libros emblemáticos
de la historia de la literatura- hace este camino más despejado para la edición en papel. En todo caso demos
por bueno si este 2015 nos trae sorpresas tan estimulantes como la
protagonizada por James Salter (en la imagen) el pasado 2014, dejándonos esa
excepcional historia–Todo lo que hay- tras más de dos décadas
de silencio. Los lectores necesitamos fuera de las polémicas entre papel y
pantalla, o las excentricidades de nuestros iconos literarios, grandes libros
que llevarnos a la vista, y entre ellos
a ser posible alguno excepcional. Con seguridad ya les digo sobre estos
últimos, que no llegarán a completar el número de dedos de una mano. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO
LA ISLA
-“Pá. Una preguntita de esas que a ti te gustan”. Mi
proyecto de ingeniero, es decir, mi hijo atacaba con una de esas preguntas que
solo la familia nos tiene reservadas. –“El otro día estábamos mis amigos y yo
hablando de libros… (está claro que solo los hijos no nos dejan perder del todo
esa ya casi agotada capacidad para la sorpresa) y surgió la pregunta: ¿qué tres
libros te llevarías a una isla desierta?” Ante la sonrisilla entre
condescendiente y profesoral que me salió de forma natural, el puñetero se
adelantó: -“Pero no te enrolles, que no tengo todo el día”. –“Déjame unos días
para pensarlo, porque estos asuntos requieren reflexión”, le contesté para salir
del aprieto. Pasado el plazo, –“Bueno, Pá, ¿hay respuesta a la preguntita o
tienes que consultar con la RAE?”. ¿Y por qué siempre la famosa isla? –“¡Ojú!,
¡ya viene el rollo!”- le oí por lo bajini. Tres tipos de libros no deben faltar
en una mesilla de noche, que bien pudiera ser nuestra isla particular: aquellos
que nos enseñan el camino a seguir como seres humanos, libros guía, modelos de
valores humanos, en los que intentemos descifrar nuestro destino, por ejemplo,
la Biblia, libro que nos reconforta y nos pone en comunicación con Dios (en una
isla desierta a Dios hay que tenerlo de nuestra parte). Otro tipo de libro
sería aquellos que nos enseñan toda la maldad de la que es capaz el ser humano,
y para ello con la lectura de algunos dramas de Shakespeare ya no tendríamos
ganas de volver desde nuestra desierta isla a esta mal llamada civilización.
Pero está el último tipo, aquellos que nos enseñan todas las virtudes y todo lo
bueno que se encierra en la humanidad y la belleza que es capaz de crear, y para
ello ninguno mejor que El Quijote y los libros de poemas, los sonetos de
Garcilaso, por ejemplo. Son estos últimos libros los que te reconcilian con el
prójimo y te infundirían fuerzas en la isla para volver a este mundo. –“Buen
discurso, Pá. Afortunadamente cada vez hay menos islas desiertas”. ¿La madre?,
una santa. José López Romero.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)