LECTORES SIN REMEDIO

Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.

martes, 24 de diciembre de 2024

VIDAS ASIMÉTRICAS

Christopher Marlowe nació en Canterbury el 6 de febrero de 1564 y murió asesinado en Deptford, un pueblo de los alrededores de Londres, el 30 de mayo de 1593. Contaba 29 años. Pero pocas vidas tan cortas han dado para tantas especulaciones, misterios y teorías, algunas tan interesantes como curiosas. Blasfemo, ateo, homosexual, pendenciero, se cree que formó parte del servicio secreto inglés y que había estado espiando a los católicos británicos refugiados en Francia, concretamente en el seminario católico de Reims (tomo estas notas de la edición de ‘El judío de Malta’ y ‘Eduardo II’, de la ed. Cátedra). Pero la verdadera vocación de Marlowe era la literatura, concretamente el teatro. A sus siete dramas conservados, algunos historiadores añaden algunas obras atribuidas a Shakespeare; incluso algunos afirman que colaboró con el genio inglés en la composición de algunos de sus dramas. Y hasta otros defienden la teoría de que Marlowe y Shakespeare son la misma persona. Casualmente (¿?), las primeras referencias al autor de ‘Hamlet’ como dramaturgo y poeta son inmediatamente después de mayo de 1593. Además de las excelentes ediciones de sus dramas en Cátedra, Andreas Höfele recreó los últimos días del gran Marlowe en la novela ‘El confidente’. Como tantas veces, un escritor oscurecido por el genio de otro, ¿o eran la misma persona?

Alejandro Sawa Martínez nació en Sevilla el 15 de marzo de 1862 y murió en la más triste y absoluta miseria en Madrid, en la casa nº 3 de la calle Conde Duque, el 3 de marzo de 1909. En pocos días iba a cumplir 47 años. Bebió en París el esplendor de la bohemia -donde conoció y trabó amistad con Verlaine- y la vivió a carta cabal en el Madrid finisecular. Pocos escritores han tenido el honor, como lo tuvo Sawa, de ser convertido en personaje literario. En su vida y sus miserias se basó Ramón Mª del Valle-Inclán para configurar a Max Estrella, el poeta ciego, hiperbólico andaluz, autor de odas y madrigales, de su esperpento ‘Luces de bohemia’. Y Pío Baroja lo pintó en la figura sórdida y moribunda de Rafael Villasús, poeta ciego y loco. Eduardo Zamacois nos dejó también un excelente retrato de quien puede considerarse el autor más representativo del naturalismo radical, epígono del movimiento literario liderado por Zola, y que se recrea en el feísmo y el tremendismo. Novelas como ‘Crimen legal’, ‘La mujer de todo el mundo’, o ‘Criadero de curas’ son títulos lo suficientemente ilustrativos y representativos de su producción literaria. Su obra más reconocida, ‘Iluminaciones en la sombra’, la iniciaba el 1 de enero de 1901 con estas palabras: “Quizá sea ya tarde para lo que me propongo: quiero dar la batalla a la vida. Como todos los desastres de mi existencia me parecen originados por una falta de orientación y por un colapso constante de la voluntad, quiero rectificar ambas desgracias para tener mi puesto al sol como los demás hombres…” Sawa tiene un puesto al sol como lo tiene también en la historia de la literatura, como Christopher Marlowe. José López Romero.

 

VIDAS PARALELAS

Durante los años cuarenta del pasado siglo, en aquella España que atravesaba el periodo más duro de la posguerra y donde el Régimen franquista trataba de afianzarse, pese el triunfo de los Aliados sobre las potencias del EJE en la Segunda Guerra Mundial, la cultura no era precisamente una de las prioridades para una población que subsistía a la espera de tiempos mejores. En ese periodo, sin embargo, trabajaron en pro de la cultura española, personajes que pese a la penuria fueron pioneros en iniciativas que fructificarían en importantes realidades, aunque hoy la mayoría de la población desconozca su legado. Uno de esos personajes sin duda fue José Álvarez Sáenz de Buruaga con cuyo busto me topé paseando hace unos días por las calles de Mérida, y que inevitablemente me trajo también el recuerdo del jerezano Manuel Esteve Guerrero. Vidas paralelas dedicadas al mundo de los libros y a la investigación sobre nuestro pasado más lejano. José y Manuel apenas se llevaban unos años y ambos eran funcionarios del cuerpo Facultativo de Archiveros Bibliotecarios y Arqueólogos. Pues bien, los esfuerzos de ambos parecen discurrir durante años de forma paralela. Mientras Saénz de Buruaga excavaba en la Alcazaba de Mérida y realizaba actuaciones en otros lugares emblemáticos de la ciudad, tareas que compaginaba con la no menos ardua del inventariado del Museo de Mérida o la formación de una biblioteca especializada, que hoy es considerada la más importante de temática romana de España, en Jerez Manuel Esteve organizaba y catalogaba una de las mejores colecciones bibliográficas de la comunidad andaluza: la de la Biblioteca Municipal de Jerez, al tiempo que en el año 1942 daba inicio a una serie de campañas arqueológicas sobre los parajes de Mesas de Asta, y que atrajeron por estos lugares a estudiosos procedentes de toda la geografía europea. Mientras que para José Saénz de Buruaga  todo culminaría con la inauguración en 1986, en el solar de “Las Torres”, del Museo Nacional de Arte romano cuyas obras fueron dirigidas por arquitecto Rafael Moneo, Esteve lograba a su vez en 1962 el reconocimiento para la hasta entonces Colección arqueológica municipal,  la denominación de Museo, a la vez que culminaba su labor trayendo en 1968 a Jerez el Symposium de Prehistoria Peninsular. “Tartessos y sus problemas”. Vidas paralelas que no deben caer en el olvido. Ramón Clavijo Provencio

 

 

viernes, 6 de diciembre de 2024

OLVIDADOS

Determinadas circunstancias nos ha llevado en el pasado a conocer a personajes vinculados con el mundo del libro, a los que el paso del tiempo ha borrado de la memoria colectiva. Uno de esos casos es el del poeta malagueño, pero vinculado con la ciudad de Jerez, José Carlos de Luna. Me topé con José Carlos de Luna una fría mañana de hace unos pocos años, cuando ya empezábamos a enterarnos de aquel extraño virus, la Covid-19, que estaba causando estragos en China. Un conocido me había pedido como favor que le diera mi opinión sobre una biblioteca familiar que heredaba junto a la finca en la que estaba depositada. Aquella era al parecer la vivienda en la que brevemente vivió en esta ciudad el mencionado poeta malagueño y aquella era su biblioteca particular, que extrañamente se conservaba en Jerez y no en Madrid, donde residió sus últimos años, aunque no llegué a enterarme por qué motivo. A partir de ese momento dediqué algo de mi tiempo a hurgar entre las estanterías de maderas nobles de una muy interesante y bien conservada biblioteca privada a la vez que me interesaba por la figura del olvidado escritor, también gran dibujante, que fue su propietario y que el paso de los años parecía haber sumido en el olvido más absoluto. Algo o mucho de este olvido tiene su explicación en los trágicos avatares políticos que vive nuestro país durante el siglo XX, avatares en los que estuvo inmerso nuestro protagonista que llegó a ser gobernador civil, en tiempos de la República, de Badajoz y luego de Sevilla. Pasada la Guerra Civil colaboró con la prensa del Movimiento  además de destacar como articulista del ABC. Pero sobre todo José Carlos de Luna fue un estudioso del cante flamenco llegando a ser una de las voces más prestigiosas de su época. Vinculado a la Cátedra de Flamencología de Jerez escribió ‘De cante grande y cante chico’ (1926), ‘Gitanos de la Bética’ y, sobre todo, ‘La canción andaluza’ (Jerez de la Frontera, 1962), pero también  unas serie de libritos de influencias lorquianas y que no dejan de tener su encanto como ‘El Cristo de los gitanos’ (1935) o el poema dedicado a un cantaor callejero de flamenco, el malagueño “Piyayo”. Volviendo a su biblioteca de unos tres mil títulos, esta respondía al perfil humanista de su propietario y ese amor por los libros se manifestaba en el primor y cuidado de la misma, donde abundaban las encuadernaciones expresamente realizadas para muchas de sus piezas. En ella me llamó la atención un manuscrito fechado en 1796 vinculado con Jerez : ‘Juan Palomino contesta a Tomás López, geógrafo sobre el término municipal de Jerez’, de Juan Xavier Xímenez de Segovia y López de Spinola. Pero aquellas visitas finalizaron cuando la Covid-19 invadió nuestras vidas y todo lo demás pasó a un segundo plano.  Ramón Clavijo Provencio

 

NEGOCIO

Después de sus dos primeras novelas, que habían pasado sin pena ni gloria, la editorial finalmente había apostado por aquella autora en que tantas esperanzas económicas tenía depositadas. Y para el lanzamiento de su tercera obra no había escatimado en medios para hacer una campaña publicitaria de esas que se denominan “agresiva”. Y dio resultado: un premio de prestigio (que formaba parte de la campaña) y miles de ejemplares vendidos. Pero aquel éxito no había tirado de las anteriores, que seguían durmiendo en el limbo de la indiferencia de los lectores. Cuando pasaron unos meses, su agente le hizo llegar el comentario que le habían hecho en la editorial: tenía que sacar otra novela. Debían olvidarse de las primeras (eran muy malas) y publicar otra para aprovechar el tirón del éxito y dinero invertido en la publicidad. Pero ella no tenía ahora la cabeza para ponerse a escribir, quería disfrutar de los réditos que le estaba dando su novela. “Pues la editorial también quiere disfrutar de los ingresos. Esto es negocio, querida”, le había respondido su agente. El consejo le llegó a través de un amigo de confianza, sin saber realmente quién se lo había soplado con intención: podía comprar una novela. Hacía pocos días se había fallado un premio que, como todos, estaba amañado, y uno de los lectores encargados de seleccionar las obras presentadas había emitido un informe muy elogioso de una en particular que, por supuesto, no había ni siquiera quedado entre las finalistas. Todo era cuestión de ponerse en contacto con el autor. Le habían referido alguna novela (‘El asesinato de Laura Olivo’ de Jorge Eduardo Benavides), que ella no había leído (no tenía tiempo ni para leer, se justificaba siempre) y alguna película (‘El ladrón de palabras’) que tenían más o menos ese argumento. Pero una cosa era la ficción y otra la realidad. Además, la crítica se daría cuenta del cambio de estilo. ¿La crítica? No había problema. Pasaron dos semanas y las presiones y exigencias de la editorial se hicieron más acuciantes. Cuando le informaron de que el autor ya había firmado el contrato de confidencialidad y le pusieron por delante el manuscrito para que ella escribiera en la primera página su nombre, recordó las palabras de su agente: “esto es negocio, querida”. José López Romero.    

viernes, 22 de noviembre de 2024

CULTURA

Desde que los seres se creen humanos y se soportan en sociedad, siempre ha habido una cultura popular, que nace en el pueblo, en él se desarrolla y por él tiene sentido y fin en sí misma. Y desde que los seres se creen distintos de otros humanos, es decir, cuando algunos comenzaron a tener conciencia de que a su actividad se le podía llamar arte, desde ese momento siempre ha habido una cultura para pocos. Las ya antiguas consignas “a la inmensa mayoría” / “a la minoría siempre”. Pero esta contraposición entre las dos expresiones es más aparente que real. Muchos artistas “cultos” han valorado lo popular hasta el punto de cultivar la cultura que nace del pueblo. Romances, villancicos, canciones… en las manos e inspiración de poetas tan cultos como Góngora o Lorca son un buen ejemplo literario de lo que quiero demostrar. Y de la misma manera, el público, por muy culto que este sea, siempre ha terminado por caer y ser seducido por los gustos populares. Los novelones decimonónicos gustaban tanto a las porteras como a cualquier académico de la lengua. Y es en esa convivencia pacífica y en ese intercambio enriquecedor de las dos culturas donde está la virtud. Inclinar la balanza hacia uno de los dos lados, provoca los consabidos efectos indeseados: la gruesa chabacanería o la ridícula afectación. A alguien le he leído no hace mucho tiempo (creo que a José Luis García Martín) quejarse por la falta de una crítica literaria seria y rigurosa, que realmente oriente al lector y le enseñe a distinguir las voces de la buena literatura, de los ecos de lo chabacano y soez. Cualquier evento cultural es bueno para dar a conocer nuevos artistas, escritores que quieren llegar a un público más amplio; es una magnífica oportunidad también (hay que decirlo) para los libreros, porque la presencia del escritor/a siempre atrae y hace subir las ventas. Pero todos, desde el público más popular, ese que en el siglo XIX devoraba los novelones folletinescos, y hoy se meten entre pecho y espalda las novelas de Megan Maxwell o del faltón Gómez Jurado, hasta el más exquisito que mira siempre por encima del hombro, debemos exigirle al escritor un mínimo de calidad y, sobre todo, respeto y educación. Porque intentar halagar los oídos del público con consignas groseras y fuera de lugar, es una falta de respeto a la inteligencia de los asistentes, que pone en evidencia la educación del individuo que las profiere. En las librerías encontramos libros que sin duda están indicados para satisfacer el gusto de los más exigentes y el de los que solo pretenden entretenerse, pero las editoriales deberían, para eso disponen de expertos (se supone), ser más exigentes y mirar más por educar el gusto de la mayoría que engordar el bolsillo. Algunos pondrán como excusa el signo de los tiempos. No es cierto. Hasta el paladar menos educado sabría distinguir una buena solera de un pirriaque. José López Romero.

 

EL DESCONOCIDO DETECTIVE CHARLES RING

Es Wenceslao Fernández Flórez uno de esos escritores a los que sus inclinaciones políticas le han pasado factura con el paso del tiempo, oscureciendo estas sus indudables virtudes literarias. Ello explicaría no solo la dificultad actual para acceder a su obra, y eso que intermitentemente ha habido voces tan reputadas como las de Francisco Umbral, Fernando Fernán Gómez, o ya más recientemente el cineasta José Luis Cuerda, que no han dudado en reivindicar en algún momento algunas de sus creaciones. Pues bien, uno de los aspectos más desconocidos de la trayectoria literaria de Wenceslao Fernández es su incursión exitosa en la novela policíaca a la que aportó un personaje, el detective británico Charles Ring, haciéndolo protagonista de las novelas ‘Los trabajos del detective Ring’ (1934) y ‘La novela número 13’ (1941); y los relatos cortos ‘Un cadáver en el comedor’ (1936) y ‘El crimen incruento’ (1957) , este último con una curiosa trama que gira en torno al asesinato de una espectadora en el partido de fútbol entre el Málaga y el Granada. Lo interesante de esta serie -de la que posiblemente haya más relatos cortos por localizar publicados en las numerosas revistas de la época-  y que enriquece la escasa representación española en el subgénero policíaco todavía a principios de los años treinta del pasado siglo, es el singular personaje del que se vale Fernández Flórez para protagonizarlas. Es este un detective británico, el ya mencionado Charles Ring, que a diferencia de otros colegas cuyas imágenes no se entenderían sin llevarse a los labios una pipa o un cigarrillo, no ha fumado nunca y al que utiliza no solo para desentrañar difíciles sucesos, sino para realizar crítica política ( en ‘La novela número trece’ contra la  República), aspecto este último que irá cediendo protagonismo a la ironía y el humor a medida que la serie se va prolongando en el tiempo. Lamentablemente pocos son los estudiosos que han hurgado en estas novelas de Wenceslao Fernández Flórez, y solo hemos hallado alguna referencia en trabajos de la profesora María Rita Rodríguez, y ya más recientemente en  ‘La novela policíaca española. Los grandes nombres’ (Tirant lo Blanch, 2022) de Juan Montero Aroca. Ramón Clavijo Provencio.

domingo, 10 de noviembre de 2024

ECOS DE ASTA REGIA. LAS FOTOGRAFÍAS DE LEOPOLDO CASIÑOL

A partir de la publicación  del libro ‘Historia de la vida privada’ (Taurus 1987), de los historiadores  franceses  Philippe Ariés y Georges Duby, empezó a tenerse muy en cuenta  la relevancia de los hechos cotidianos en el devenir histórico. Pues bien, dentro de esta parcela que se detiene en el estudio de la historia  menor o cotidiana estaría la rocambolesca aparición en 1870 de unas  piezas arqueológicas en la finca “La Mariscala” en Mesas de Asta. Los objetos a los que nos referimos ingresarían en la colección arqueológica municipal mucho después, en 1944, donados por D. Pedro Nolasco González Soto, Marqués de Torresoto. Las piezas casualmente descubiertas por un labrador de la zona y vendidas  después por cien reales y una yegua al marqués, eran una estatua senatorial romana en mármol, un león labrado en piedra arenisca y un fragmento, en un material similar, con inscripciones romanas. Trasladados a otra finca, la del recreo del Altillo, fue allí donde el pintor miniaturista y pionero de la fotografía en Jerez, Leopoldo Casiñol, realizaría por encargo de los propietarios de la finca unas espléndidas fotografías (en la imagen una de ellas) de las piezas anteriormente apuntadas, incluyéndose entonces la de una cabeza de anciano  romana (encontrada posteriormente), y que a la postre serían decisivas para la conservación de las mismas.  No me cabe ninguna duda de que dichas fotografías  al difundirse más allá del círculo de familiares y amigos del marqués de Torresoto,  fueron una especie de seguro para que aquel tesoro no terminara en manos inapropiadas o incluso fuera de nuestra fronteras, a la vista de los numerosos marchantes y ventas privadas de antigüedades de las que se tienen constancia en esta época. En el muy interesante libro ‘Exposiciones y artistas en el Jerez del siglo XIX: las exposiciones de la Sociedad Económica de Amigos del País’, el historiador Jesús Caballero Ragel ya nos habla del interés entre las élites de la ciudad por el coleccionismo en todas sus facetas... “La compraventa de antigüedades, piezas arqueológicas y material bibliográfico también está atestiguada en el Jerez del XIX”, y nombra a Genaro Mayor y Chapin o al marqués de Bonanza Manuel Críspulo González, este último propietario del gran museo que se instaló en el convento de Santo Domingo, como claros ejemplo de esa fiebre por las antigüedades. Por tanto, no es descabellado pensar que muchas piezas tan relevantes como las aquí comentadas y procedentes también de unas Mesas muy desprotegidas, no tuvieron la misma suerte que las que inmortalizó con su cámara a finales de la década de 1880 Leopoldo Casiñol Faute, fotografías que muchos años después atrajeron la atención entre otros del arqueólogo municipal Manuel Esteve Guerrero que gestionó, consciente del valor de aquel hallazgo, su cesión a  la ciudad de Jerez en 1944. Ramón Clavijo Provencio.

 

  

VACUI

“-Padre, acabo de leer una novela” -mi hijo que es toda una caja de sorpresas-. Y una escena me ha hecho pensar”. Qué digo una caja, la catedral de Burgos de las sorpresas. Y yo me puse a la defensiva, es decir, indiferencia y a ver por dónde salía. En la novela el protagonista tiene que hacer una obra de arte para aprobar una asignatura, y se le ocurre entregar un lienzo en blanco, aunque acompañado de toda una tesis o principios artísticos en los que basa su obra, para que sean los espectadores los que completen el cuadro, es decir, lo pinten en su imaginación. “¡El negocio perfecto!”, padre. ¡Ese sí era ya mi hijo! Y… permanecí a la defensiva y a la expectativa. “Pues muy sencillo. Edito un libro de poemas con los títulos. Por ejemplo, “Amor”, “Tristeza”, “Besos”… y que sean los lectores los que vayan creando el poema. Incluso pueden hacerlo en pareja, en trío, en familia, en grupo de amigos… Una nueva forma de entender la Literatura. Infinitas posibilidades. ¡Hasta la IA podría intervenir! Y ya tengo hasta el nombre para este nuevo arte de hacer poemas: “Vacui”. El nombre le viene como anillo al dedo -le lanzo la ironía. “¡Qué comparación! -ahora el irónico era él-. Pero fundamentado en la teoría del horror vacui. He prescindido del horror, para dejar el vacío, la nada. Toda una incitación para que sea el lector quien cree su obra”. La mirada de satisfacción del genio debía parecerse mucho a la que me dirigió mi hijo. Yo había leído hace tiempo ‘Intento de escapada’ de Miguel Ángel Hernández, una excelente novela en la que se critica la manipulación del arte contemporáneo, pero no me acordaba de la escena que produjo en la cabeza de mi hijo ese choque interestelar, la conjunción planetaria, la llamada divina de la inspiración artística. Realmente, si de fraudes y timos de arte se trataba, su idea entraba de lleno en ese negro capítulo del arte moderno titulado “¿Cómo quedarse con el prójimo”, con el subtítulo “¿y cómo hacerse con un pastizal?” “Yo lo veo”, apostilló mi hija, que ya se relamía con su porcentaje del negocio. Te propongo que seas tú el primero en rellenar el libro. “Padre, nunca puede romperse la distancia entre creador, espectador y obra”. ¡Qué bien se había leído la novela el jodío! José López Romero.  

viernes, 25 de octubre de 2024

60 POEMAS

Aunque las efemérides solían contarse por periodos de cincuenta (y digo “solían” porque ahora cualquier cumpleaños es motivo de celebración), en este caso el sesenta tiene su razón de ser (y nunca mejor dicho lo de “ser”), porque Mauricio Gil Cano ha querido con este poemario celebrar, a modo de balance personal y poético, la sesentena de años de su ser y estar entre los vivos. Aunque lo de “vivos” es mucho decir en un poeta que tiene a la melancolía y el pesimismo entre sus términos más entrañables. Sesenta poemas conforman un recorrido por todos los aspectos que han hecho de Mauricio un poeta que ahora se siente en plena madurez, quizá un tanto desengañado, pero que se aferra a la amistad, término fundamental en la definición de su mundo poético, a su tierra, Jerez, con la que establece en sus poemas una relación íntima, tan personal con su historia, sus vivencias, sus tabancos con la bandera roja del vino nuevo (“Aquí en Jerez a punto de que el frío / incendie de banderas los tabancos,/ rojas, porque es el tiempo de los mostos…”) o a la soledad que es plenitud (“La soledad redonda / de aristas imposibles. / El vacío que es la plenitud. / Un instante con todo el universo”) al amor y a la pasión como elementos imprescindibles para la conciencia del ser (“Amada mía”), o incluso a las palabras, como el más preciado intermediario con la vida (“Sólo puedo aferrarme a las palabras, / pues ellas me remiten a la vida / cuando escucho tus labios encendidos…”). Y de la vida, de la pasión al tono elegíaco de la pérdida: de los seres queridos que al rememorarlos intenta el poeta recuperar su presencia (el entrañable soneto a la “Memoria de Ramón Epifanio” o el poema “A mis amigos muertos”, o “Tras de un amoroso lance” dedicado a Manolo Muñoz López a través de un verso cómplice de San Juan de la Cruz); del tiempo que se nos va irremisible; del otoño como estación de los poetas y como símbolo de la edad que ahora requiere de ese retiro que ya cantara fray Luis de León (“Retiro”). Pero Dios no abandona a sus criaturas, ni siquiera después del paso definitivo a la otra vida (“Todo es verdad”). El poeta encuentra siempre razones para conmemorar su fe en un Dios que nos ha hecho libres, nos ha dado toda clase de dones (“Los dones del vino”), no deja desamparados a los hombres. Los versos endecasílabos (el gusto de Mauricio por el soneto) se alternan con versos cortos (octosílabos) en la mejor tradición clásica de nuestra literatura. En este sentido, los poemas de Mauricio Gil Cano respiran clasicismo y tradición; clasicismo de las mejores raíces: la huella de nuestros grandes poetas (fray Luis de León; san Juan de Cruz; Garcilaso, Lope de Vega), y la tradición de los cancioneros y romanceros viejos castellanos. Hace unos meses, concretamente el pasado 4 de abril, se presentó en la Fundación Caballero Bonald este poemario. La presentación corrió a cargo del poeta José Lupiáñez, quien realizó un análisis de este libro y de la trayectoria poética de Mauricio Gil Cano excepcional e inigualable. José López Romero. 

VIAJANDO HACIA EL SUR

Hace ahora cuarenta años de la celebración en Ronda del Congreso “La imagen de Andalucía en los viajeros románticos”, y que auspiciado por la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo,  significaría un antes y un después a la hora de poner en valor los testimonios viajeros sobre nuestro país publicados en el XIX y primer tercio del XX. Hasta ese momento, y salvo muy escasas excepciones, poca atención habían despertado entre los investigadores españoles ese fenómeno que, por otro lado, nos ha dejado obras cumbres de la literatura universal. Pues bien, en Ronda se reunieron aquel mes de septiembre estudiosos de la talla de Alberto González Troyano, José María Alberich, Carmen de Zulueta, M. Bernal, Ian Gibson o Gabriel Jackson por nombrar algunos de ellos. Sin duda, y con la perspectiva que nos da el tiempo trascurrido, aquel Congreso puso fin al desinterés de la historiografía española sobre la literatura viajera en la que, y hasta bien entrado el siglo XX, solo algunos investigadores como Azaña (con sus traducciones y comentarios a la obra de George Borrow) se habían detenido, aunque bien es cierto que a este seguirían otros que como García Mercadal, Romeral, Palau y Dulcet o García Ontiveros  irían transitando por ese camino en parte inexplorado. Pero mucho de ese recuperado interés por la fenomenología viajera, insistimos, no se entendería sin la celebración a partir de los años ochenta del pasado siglo de Congresos  y Seminarios, de los que quizás el anteriormente de Ronda sea el más relevante. A partir de ese momento resulta curiosa la proliferación de trabajos de investigación y traducciones de obras emblemáticas de la literatura viajera, muchas inéditas en castellano, sobre este universo fascinante que es el de los testimonios viajeros sobre la Península Ibérica. Ahora, y en nuestra ciudad, coincidiendo con ese aniversario del Congreso de Ronda, se inaugurará el 7 de noviembre una exposición bibliográfica que bajo el título “Viajando hacia el Sur. Viajeros y viajeras por Andalucía”, vuelve a reivindicar la importancia de los testimonios viajeros en la forja de la imagen de Andalucía. Ramón Clavijo Provencio

viernes, 11 de octubre de 2024

EL LIBRO, PAISAJE TRAS LA FIESTA

Cuando lean ustedes estas líneas ya se habrán extinguido los ecos de la Feria del Libro jerezana y  el paso fugaz pero multitudinario por su recinto de los Claustros de Santo Domingo, de algunos de los escritores y escritoras que más lectores arrastran en este país. En definitiva, volvemos a contemplar el paisaje real que el  mundo del libro proyecta en esta ciudad, en el que las sombras no parecen terminar de disiparse más allá de propuestas efímeras como la mencionada –de cuyo éxito nos alegramos, como de todo lo que sirva para incentivar y visibilizar el libro y la lectura-, aunque nos sentiríamos mejor si observáramos en el horizonte signos de más trascendencia temporal. Por ejemplo:  no descubrimos nada nuevo si decimos que algo tan esencial como la red pública de bibliotecas de esta ciudad languidece desde hace años, tampoco si afirmamos que pocas son las señales de que esto vaya a cambiar en un futuro inmediato. Y sin embargo, muchos ciudadanos solo podrían acceder a los libros de Julia Navarro o  Juan Gómez Jurado -por poner  ejemplos de autores que han sido protagonistas de la pasada Feria del Libro-, en una biblioteca pública. Además, está demostrado que las pequeñas bibliotecas de las barriadas de nuestras ciudades, cuando se las dota de los recursos apropiados, son excelentes dinamizadoras culturares de sus zonas de influencia. Los ejemplos son fáciles de encontrar en la geografía española, pero en nuestra ciudad que fue pionera en este tipo de centros surgidos en la década de los años 90 del pasado siglo, estas bibliotecas en el momento presente carecen de los medios materiales y humanos apropiados, para responder a las necesidades de una sociedad que no es ya la misma que las vio nacer. Junto a las bibliotecas públicas son las librerías las que nos permiten palpar la salud cultural en relación al libro de las ciudades, y en este caso la situación es tan preocupante que ya encontramos poblaciones de mediano tamaño donde es complicado encontrar una. En Andalucía han desaparecido recientemente librerías emblemáticas como  Nobel en Almería, Panella en Sevilla , Alpa en Cádiz, entre otras muchas, en un proceso que también golpea a Jerez donde cerró sus puertas Algarve.  Volviendo al principio, creemos que más allá del éxito popular de la Feria del Libro en Jerez (y su evidente repercusión positiva en editores, libreros, autores y lectores),  deberíamos prestar más atención a una realidad que no es tan favorable para las  librerías, bibliotecas públicas y pequeños sellos editoriales, todos azotados por una problemática compleja a la que hay que hacer frente  si queremos que el libro y la lectura sigan teniendo un papel importante, enriquecedor y permanente en la vida de sus habitantes. Ramón Clavijo Provencio

DOÑA IA

El otro día me encontré a doña IA. Coincidimos en el ascensor. Me dio los buenos días, muy educada, aunque noté su mirada por encima de mi hombro. Su presencia me cohibía y acudir al clima como el socorrido tema de conversación entre vecinos me pareció improcedente y pobre ¡Qué iba a pensar de mí! Por lo que me atreví a preguntarle: ¿Cómo estamos de Literatura? “¡De Literatura! -me contestó un tanto airada- ¡Me tiene el bloque contenta con la dichosa Literatura! La niña del quinto me pidió el otro día un trabajo sobre Jorge Luis Borges que le habían mandado, y como no tenía ni idea ni quién era ese señor, ni interés tenía en ello, no se le ocurrió otra cosa que acudir a la de siempre, a mí. El vecino del tercero, el crítico literario, me pidió anoche desesperado una crítica de la última novela de Paul Auster que tenía que entregar de madrugada y ni siquiera había empezado a leerla. ¡Ah! Y me olvidaba, el escritor, o eso dice que es, del segundo me ha encargado una novela porque la tiene apalabrada para un premio que le van a dar y está en plena crisis creativa, o eso dice lloriqueando. Me ha asegurado que con la dotación del premio, que no es moco de pavo, se va a comprar un ordenador más potente para que yo esté más cómoda. ¡Será idiota! Y el político del sexto, me insistió que en el discurso que me había pedido incluyera una cita de algún intelectual de izquierdas, porque dice, el muy inútil, que eso enfervoriza a las masas. Por cierto -siguió pero esta vez la ira se trocó en sorna-, el otro día le puso usted un nueve a un trabajo que le entregó el alumno del sexto. Se puso usted un poco quisquilloso con las tildes. La verdad es que los correctores automáticos son unos ineptos, pero la culpa la tuvo el niño que ni se molestó en leer el trabajo que le había hecho y revisar la ortografía”. Y ante mi silencio, un tanto amedrentado, me lanzó con aire de superioridad: “Y usted, ¿no necesita nada? Pida usted por esa boquita”. Y me atreví de nuevo: ¿podría hacer que mis alumnos leyeran? Me miró con desprecio y me dijo: “usted no ha entendido nada”. José López Romero. 

viernes, 23 de agosto de 2024

LECTURAS DE VERANO III

Un grano de trigo

Ngugi wa Thiongo. Debolsillo, 2017.

Ngugi wa Thiongo es un novelista, dramaturgo y ensayista keniata que actualmente ejerce la docencia en la Universidad de California. Es uno de los autores más reconocidos en el panorama literario africano. ‘Un grano de trigo’ se ambienta en los días previos a la fiesta de independencia de Kenia, liberada de colonialismo inglés. Acontecimiento que lleva a la narración a un flash-back sobre los grupos de guerrilleros, los Mau Mau, que se organizaron para combatir el dominio abusivo del blanco y de los negros colaboracionistas. Personajes legendarios como Jomo Keniatta o Kihika, colgado por su pertenencia al movimiento independentista, contrastan con otros personajes que terminan por colaborar con los ingleses, como Mugo y Karanja. Una gran novela. J.L.R.

Amor ciego

Wilkie Collins. Montesinos, 2024

 Antes de que saltaran a la fama en el Reino Unido las novelas policíacas de Arthur Conan Doyle o Agatha Christie, se habían popularizado las historias escritas por Wilkie Collins, que realmente es el verdadero introductor del género en Gran Bretaña. Este año se conmemora el ducentésimo aniversario del nacimiento de Collins, y con buen criterio la editorial Montesinos edita por vez primera en castellano esta novela que fue la última de una larga carrera literaria. En ella podemos apreciar todas las virtudes del estilo de este autor: rigor, realismo al retratar a la sociedad victoriana e inesperados giros que mantienen en vilo al lector, en este caso siguiendo las vicisitudes de la protagonista Irish Henley que, enamorada del pistolero irlandés Harry Norland, se enfrenta a su padre en el marco de las reivindicaciones políticas irlandesas. R.C.P.. 

sábado, 10 de agosto de 2024

LECTURAS DE VERANO II

Maniac

Benjamín Labatut. Anagrama, 2023.

Es esta una novela singular en la que la aproximación que hace el autor a las controvertidas figuras de Paul Ehrenfest (el físico que polemizó con Einstein sobre la incertidumbre y la ciencia, y que acabó suicidándose tras matar a su hijo) y del matemático John von Neumann (que trabajó en el proyecto Manhattan para desarrollar la primera bomba atómica y creó una de las primeras computadoras, la Maniac que da título a la novela), es de una fuerza literaria a la que es difícil sustraerse. El final del libro, tras esos pasos  iniciales,  lleva  al lector a 2017 donde Labatut proyecta su visión de la IA (en este caso Alpha Zero, un programa informático que aprende de sí mismo) sumergiéndonos en una apasionante historia donde lo inquietante es que en ella encontremos más realidad que ficción. Sin duda un excelente libro. R.C.P. 


Ladrilleros

Selva Almada. Lumen, 2014.


Selva Almada (Villa Elisa, Entre Ríos, 1973) está considerada una de las escritoras más importantes de Argentina, a pesar de su aún corta producción literaria (tres novelas y cuatro libros de cuentos). ‘Ladrilleros’ es la segunda narración y puede decirse que ya se observa en ella su potencia estilística y destreza narrativa. Con continuos cambios temporales, pero que el lector puede seguir sin dificultad, el narrador va desarrollando la enemistad entre Óscar Tamai y Elvio Miranda, dueños de dos ladrillerías contiguas; una hostilidad que se transmitirá a sus dos hijos mayores, el Pájaro Tamai y Marciano Miranda, a pesar de los esfuerzos de sus respectivas madres, Celina y Estela, para que los pecados de los padres no tengan que heredarlos los hijos. Una narración llena de fuerza con un final un tanto inesperado. Muy buena. J.L.R.

domingo, 14 de julio de 2024

LECTURAS DE VERANO I

Un plan sangriento

Graeme Macrae Burnet. Impedimenta, 2021.

Leída su primera novela (‘La desaparición de Adèle Bedeaut’), me dispuse a leer la segunda obra de este excelente escritor escocés. Y lejos de defraudar, está a la altura e incluso mejora la primera. El 10 de agosto de 1869, en Culduie, una aldea perdida en las Tierras Altas escocesas se produce un espeluznante triple asesinato. El joven Roderick Macrae, se confiesa autor de ellos: ha matado de forma brutal, violenta a los hermanos Flora, de quince años y Donnie, de tres, y a su padre Lachalan Mackenzie, aunque su intención era matar sólo a este por el continuo acoso a que estaba sometiendo a su familia, pues ostentaba el cargo de alguacil de la zona. Las memorias que escribe Roderick en la cárcel y el juicio por sus crímenes son el grueso de una magistral narración que mantiene el interés del lector desde la primera página. Una excelente novela. J.L.R.

 

El limbo de los cines


Luis Mateo Diez. Ilustraciones de Emilio Urberuaga. Nórdica, 2023.

 Hay pocos escritores en el panorama literario nacional de la brillantez estilística de Mateo Díez, pero además nunca defrauda en cada nueva propuesta que hace a los lectores. Es lo que hemos encontrado en esta colección de doce relatos en torno a los cines. En este caso, no solo es la pasión cinéfila la que late en estas páginas, sino la defensa de unos espacios que están grabados en el imaginario de muchos lectores y lectoras y que los tiempos que nos ha tocado vivir han ido desapareciendo del paisaje urbano de nuestras ciudades y pueblos. En estos relatos, ilustrados por Urberuaga, sus protagonistas viven historias dentro o fuera de alguna de estas emblemáticas salas de cine de siempre, en una mirada nostálgica por momentos, divertida en otros, pero siempre reivindicativa a través de una prosa siempre cautivadora. R.C.P.

jueves, 27 de junio de 2024

VIDAS PARALELAS

El 11 de febrero de 1903 en Kiev venía al mundo la escritora Irina Leodinovna Nemirovskaïa, más conocida por Irène Némirovsky. Su padre, Leon Némirovsky, era un acaudalado judío, banquero, que disfrutaba de una enorme fortuna, y su madre, Anna Margoulis, una mujer con una excelente formación y que nunca mantuvo una buena relación con su hija, a la que siempre trató con cierta distancia. A pesar de su origen ruso, la educación que recibió Irène en su infancia se debió a una institutriz francesa, de ahí que ella reconociera que antes del ruso, aprendió a hablar y a escribir en francés, el idioma que escogería para sus novelas. Después de la Revolución Rusa, la familia pasa por diferentes ciudades europeas hasta afincarse en París, donde se casa en 1926 con Michel Epstein, también judío. Y no será hasta dos años más tarde que le llega a Némirovsky su éxito literario. Novelas como su inicial ‘El malentendido’, ‘El baile’, ‘Los perros y los lobos’ y, sobre todo, su exitosa ‘Suite francesa’ (pasada al cine) nos revelan una escritora en plena madurez, con un estilo elegante del que se sirve para describir las costumbres y los vicios de la alta sociedad burguesa pero también los horrores de la miseria y de la guerra. Irène Nemirovsky fue apresada en la Francia ocupada por el ejército nazi el 13 de julio de 1942. Trasladada al campo de concentración de Auschwitz, murió de tifus apenas un mes más tarde, el 17 de agosto.

El 3 de junio de 1929 nacía Ángel Vázquez Molina en Tánger, la ciudad cosmopolita, internacional, nido de refugiados y espías de toda raza y nación, la “deliciosa mentira”, como la definió Emilio Sanz de Soto, amigo íntimo de Vázquez y de quien tomo estos apuntes sobre la vida de este (en la edición de ‘El cuarto de los niños y otros cuentos’, Pre-textos). Hijo único de Mariquita la sombrerera, cuando el negocio que regentaba su madre, una sombrerería, cayó en desgracia, tuvo que abandonar sus estudios y dedicarse a desempeñar diversos trabajos precarios como secretario, vendedor de libros y colaborador de la prensa de la ciudad. Su vocación literaria se fue fraguando primero como lector voraz, usuario de las bibliotecas públicas de Tánger (la española, la francesa y la inglesa) y el contacto con los escritores que se afincaron en la ciudad, como el matrimonio Bowles. Ángel Vázquez sólo escribió un conjunto de cuentos reunidos en el volumen publicado por Pre-textos y tres novelas: ‘Fiesta para una mujer sola’, ‘Se enciende y se apaga una luz’, por la que obtuvo el Premio Planeta de 1962 y cuya cuantía económica sólo le alcanzó para pagar deudas, y su extraordinaria ‘La vida perra de Juanita Narboni’, sin duda una de las mejores novelas españolas del siglo XX. Alcohólico como su padre y su madre, homosexual en la España franquista, escritor maldito, murió en la más absoluta miseria en Madrid el 26 de febrero de 1980. Leer a Irène Nemirovski y a Ángel Vázquez es un ejercicio de reconocimiento y un homenaje a dos escritores que honran la Literatura. José López Romero. 

IMPRESTABLES

“Para formar una buena biblioteca se necesita contar con muchos amigos y que estos tengan muy mala memoria”, rezaba un pequeño cartel enmarcado, en la entrada   de la excelente biblioteca especializada en Arte que logró reunir el añorado profesor José Ramón Fernández Lira. Pero aquel texto no era una confesión sobre el origen de los miles de libros que había reunido José Ramón, sino más bien una advertencia a aquellos privilegiados visitantes que solía invitar a su biblioteca privada, a los que mostraba incansable, como buen cicerone, sus piezas más valiosas, curiosas o raras antes de obsequiarlos con un espléndido jerez de despedida. Solía suceder que en aquel recorrido entre las librerías siempre había algún visitante que se sentía tentado por hojear y leer en privado alguno de aquellos ejemplares. Entonces saltaba la pregunta que parecía no coger nunca desprevenido al propietario de la colección. “Oye, José Ramón, ¿me prestas este libro?” Era el momento en el que sin duda más disfrutaba el profesor, y sin perder la sonrisa siempre contestaba con otra pregunta “¿Te has fijado en ese cartel que tengo colocado en la entrada?” Luego José Ramón, sin esperar respuesta volvía a recordar al visitante de turno la frase enmarcada, recitándola con gran solemnidad, tras lo cual soltaba aquel demoledor “Pues quiero advertirte, amigo, de que yo la memoria la tengo buena, pero que muy buena”, a lo que solía seguir una sonora carcajada. Sí, José Ramón también claudicaba a veces y solía prestar algún que otro ejemplar de su colección, al fin y al cabo, como decíamos más arriba tenía buena memoria, pero pese a ello muchos de sus libros, a los que tenía más apego y no necesariamente los más valiosos, tenían aquella leyenda garabateada de su puño y letra en la contraportada: “Este libro ha pasado a la categoría de imprestable”, seguida de su rúbrica. Hoy donde las bibliotecas privadas en los domicilios son lamentablemente una singularidad, me asaltan  estos recuerdos al echar en falta en los anaqueles de mi biblioteca libros que presiento no volverán. ¿Los habré prestado? Está claro que, a diferencia de José Ramón, no tengo tan buena memoria. Ramón Clavijo Provencio

 

 

 

sábado, 15 de junio de 2024

VIAJERAS PESE A TODO

En las labores de selección del variado material que se recogerá en la Exposición “Viajando hacia el sur”, en la que colaboro, y que se tiene prevista inaugurar dentro de unos meses, me he topado con un viejo artículo  que publiqué en las páginas de Diario de Cádiz hace ahora 25 años: “Las mujeres viajeras”. En dicho texto me introducía en un tema por entonces poco hurgado por la investigación sobre el fenómeno viajero, como era el de esas mujeres que recorrieron el mundo en siglos pasados, afrontando los desafíos que ello entrañaba y donde las rígidas convenciones sociales no eran el menor de los problemas al que se tuvieron que enfrentar. Veinticinco años después, más estudios han ido avanzado en desvelar la importancia de esas viajeras dentro del fenómeno literario al que nos referimos. El espléndido libro ‘Grandes aventureras’ de Alexandra Lapierre y Christel Mouchard (2005), es el texto que podemos considerar como uno de los primeros estudios que alcanzan cierta difusión entre el público lector y donde se hace una profunda inmersión en el papel desempeñado por la mujeres en el universo viajero a nivel global. Siguiendo con los estudios más generales sobre este asunto tenemos que destacar a una española, la periodista García Morato a la que se debe en gran medida el desvelar pasajes desconocidos de muchos de los viajes protagonizados por mujeres en libros como ‘Las reinas de África’ (2006) o ‘Viajeras intrépidas y aventureras’ (2007) que fue todo un acontecimiento editorial y abrió a muchos lectores y lectoras esa otra parte de la literatura viajera que estaba aún por desvelar; tampoco podemos olvidar los muchos trabajos de Pilar Tejera, entre los más recientes ‘Viajeras por los mares del sur’ (2020). Sobre estudios que se centran en las mujeres viajeras por nuestro país hay un interesante texto que fue pionero en tocar esa faceta, el de Lola Escudero titulado ‘Las ladies viajeras en España’, publicado a principios de este siglo en el Boletín de la Sociedad Geográfica española. En cuanto a Andalucía podemos nombrar dos textos ya imprescindibles: ‘Viajeras en Andalucía’ de Alberto Egea Fernández Montesinos (2008) y más recientemente ‘Andalucía vista con ojos de mujer’ de  Elena Suárez Sánchez, Antonio Fernández Navarro y Olivier Piveteau (2015). Pues sí, damas viajeras como Lady Holland, Nellie Bly (en la imagen), Louisa Tenison, Ellem Whishaw o Grace Illingworth entre otras nos dejaron testimonios escritos, muchos de ellos sobre España y donde no faltan las referencias a Jerez (ver  ‘Jerez y sus vinos vistos por las extranjeras viajeras’, José Luis Jiménez), que ahora comienzan a valorarse. Mujeres pioneras que pertenecen a esa estirpe que abrieron un fascinante camino, nunca mejor dicho, y donde sus testimonios golpearon las mentes más encorsetadas de una sociedad por entonces demasiado mezquina y estrecha de miras. Ramón Clavijo Provencio.

CHATGPT Y LA CRÍTICA LITERARIA

Desde hace ya un tiempo mantengo con un amigo, al que puedo elevar a la categoría de “íntimo”, una amable y divertida disputa sobre un poeta (aficionado), amigo suyo (yo no tengo el gusto de conocerlo), cuyo nombre no viene al caso. Mi amigo me ha ido enviando religiosamente los libros que ha ido publicando el poeta para que le diese mi opinión. Con todos mis respetos, aunque más respeto me merece la literatura, puedo asegurarles a ustedes que la poesía de este “amigo de mi amigo” es mala de solemnidad. Pero mi amigo, más generoso que yo y con un punto de desconfianza, no acaba de convencerse. Además, algunos cantos de sirena, bajo la apariencia de voces “autorizadas” pero siempre engañosos, porque así es la naturaleza de las sirenas, ponen poco menos que por las nubes del Parnaso al vate (no se confundan con la palabra). Y ya lo último que me quedaba por ver y oír es el experimento que ha realizado el propio autor de los más que dichosos, desdichados versos de la disputa: ha cargado su último libro en la famosa herramienta ChatGPT, para que este nuevo artilugio del diablo le dé su opinión. Y pásmense, en el apartado titulado “Comparación con grandes poetas” la máquina lo relaciona con ¡¡Neruda, Antonio Machado, Benedetti, Bécquer y hasta con la filosofía de Schopenhauer!!. Por poner un ejemplo copio literalmente lo que dice sobre la relación con Neruda: “Al igual que Neruda, X tiene una habilidad excepcional para capturar la esencia del amor y la naturaleza con una lírica apasionada y evocadora. Sus poemas poseen una riqueza de imágenes y una profundidad emocional que resuenan con la intensidad de los sentimientos humanos”. Cuando mi amigo me envió el informe del ChatGPT la pregunta era obligada: ¿tu amigo ha leído a estos escritores?, ¿está familiarizado con la filosofía de Schopenhauer? La respuesta fue categórica: “mi amigo no ha leído a nadie”. Después de esta experiencia, la crítica literaria seria y rigurosa puede considerarse a salvo de la IA, a pesar de todas sus amenazas. Pero eso sí, que tiemblen los autores de las contraportadas. ¿Mi amigo? Sufre con resignación su duda existencial. Tan Schopenhaueriano él. José López Romero.

 

viernes, 31 de mayo de 2024

MAESTROS (I.M. FRANCISCO RICO)

Cuando ya ha pasado el tiempo suficiente para aplicar el refrán, siempre sabio, “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”, nunca está de más volver a recordar la figura del eminente filólogo don Francisco Rico Manrique, fallecido el pasado 27 de abril, aunque a él sin duda le hubiera gustado haber muerto cuatro días antes. ¡Qué son noventa y seis horas, después de ochenta y dos años, comparadas con la gloria de la efeméride compartida! Los que tuvimos la suerte de iniciar los estudios de Filología Hispánica como especialidad (de esto hace ya más tiempo del que quisiera acordarme), teníamos por maestros a don Ramón Menéndez Pidal y sus estudios medievales, a don Dámaso Alonso con su ‘Poesía Española’, a don Américo Castro y sus estudios cervantinos y al catedrático por aquellos años de la Universidad de Sevilla don Francisco López Estrada. Fue un poco más tarde cuando a estos grandes de los estudios filológicos se fueron uniendo nombres como Emilio Orozco Díaz, Antonio Prieto, Fernando Lázaro Carreter, Mª Rosa Lida de Malkiel, Juan Antonio Maravall y Francisco Rico, junto con otros muchos a los que ahora llamamos maestros y que en aquel tiempo fueron nuestros padres y madres cuyos estudios sobre los grandes clásicos del Siglo de Oro guiaron los nuestros. Pero para llegar a ellos hay que reconocerles el mérito a profesores de la Hispalense como Rogelio Reyes Cano, Pedro Piñero o Jacobo Cortines que nos acercaron a los trabajos e investigaciones no solo de las eminentes figuras españolas citadas, sino también de los grandes hispanistas extranjeros: S. Gilman y sus estudios sobre ‘La Celestina’, E. L. Rivers sobre Garcilaso o Jean Canavaggio sobre Cervantes, por citar solo unos ejemplos. Y es precisamente a Cervantes y su ‘Quijote’ a los que Rico, fumador impenitente e impertinente, dedicó las mejores y más profundas páginas de su labor investigadora; sin olvidar las dedicadas al ‘Lazarillo’, el otro clásico que debe a Rico ediciones definitivas (Cátedra y Biblioteca Clásica de la RAE). La edición que a su cuidado publicó primero la editorial Crítica y más tarde la RAE del ‘Quijote’, junto con estudios como el conjunto de artículos que reunió bajo el título ‘Tiempos del Quijote’ (Acantilado, 2012), pueden considerarse, además de otros trabajos, la aportación más destacada a los estudios quijotescos de este filólogo catalán que nunca se cansó de reivindicar la relación Cervantes-Quijote-Barcelona como “una historia de amores felices”, como así lo define el propio Rico al comienzo de su artículo “La barretina de Sancho, o Don Quijote en Barcelona”, incluido en su libro ya citado ‘Tiempos del Quijote’, para terminar con estas palabras que bien podrían ser una lección para los convulsos tiempos que ahora corren: “Es que en Barcelona don Quijote ha sido siempre de casa y el ‘Quijote’ puede muy bien ser el libro más “nacional” de Cataluña”. José López Romero.   

CASQUERÍA Y NOVELA NEGRA

Decía recientemente Benjamín Prado (que por cierto acaba de publicar ‘El anillo del general’, la séptima entrega de su exitosa serie de novela policíaca protagonizada por Juan Urbano) que “estoy cansado de escritores nórdicos a los que les sobra casquería y les falta sutileza. A mí me gusta que la novela negra sea literatura”. Totalmente de acuerdo con este escritor, aunque pienso que ese virus de la casquería ya no sólo se circunscribe al gélido norte, sino que se extiende como una mancha, poniendo en cuestión lo que de literatura podemos encontrar en muchas de las novedades que bajo el calificativo de novela negra o policíaca nos llegan, y de los que en la misma provincia de Cádiz tenemos ejemplos recientes. Miren ustedes, a mí la casquería, poca y en contadas ocasiones. No desprecio probar unos buenos callos o unos riñones al jerez, que incluso en determinados momentos y circunstancias pueden ser manjares muy apetecibles, pero mi itinerario gastronómico diario se aleja mucho de dar protagonismo a la casquería. La novela policíaca, y luego su derivada como novela negra, gracias a excelentes escritores y escritoras ha dejado una huella imborrable a lo largo de la historia de la literatura, pero de pronto, inesperadamente un día nos llegaron del Norte la truculencia y “la falta de sutileza” como decía Prado, y lejos de ser una moda pasajera en dicho género literario, como pensamos algunos, llegaron para quedarse. Hoy proliferan en nuestro país los autores y autoras que han hecho de la casquería su firma reconocible y lo que es peor les “mola” jactarse de ello, pese a que sus libros sean un manifiesto desprecio a la buena literatura donde la trama desaparece bajo una capa de sexo, violencia y absurdo. Afortunadamente esos libros donde la casquería es el único reclamo pasan al olvido en un suspiro, mientras la buena literatura policíaca o su variante negra (donde siempre hubo sexo y violencia, pero con un sentido dentro de la trama general) sigue aportando títulos, que si bien en menor número que “la ola de casquería”, estos sí permanecen en la memoria de los buenos lectores. Esa es su mayor victoria. Ramón Clavijo Provencio.  

viernes, 17 de mayo de 2024

ROBOS, LIBROS Y FASTOS

En estos últimos meses han sido noticia varios intentos de robo en bibliotecas de instituciones de la provincia. Así, si la víspera de la última Nochebuena nos desayunábamos con un intento de robo en el edificio del Casino Gaditano  de la capital, y donde un individuo o varios accedieron a los pisos superiores donde se encuentra la biblioteca con un fondo bibliográfico de incalculable valor, en febrero de este año otro desconocido accedía ilícitamente a la sede de Biblioteca Municipal Central de Jerez desde un edificio abandonado. En ambos sucesos no hubo finalmente que lamentar pérdidas en el patrimonio allí custodiado, aunque se ponía en evidencia la falta de inversiones en la seguridad de estos edificios. Pero pese a la aparatosidad de los hechos mencionados, y que pueden ser combatidos con eficacia instalando sistemas de seguridad apropiados como circuitos de video vigilancia o arcos antihurto entre otros, hay una necesidad acuciante de arbitrar otras medidas para preservar más eficazmente el patrimonio conservado en muchos centros culturales. Por ejemplo: lograr una mayor sofisticación en los protocolos de seguridad que regulan el acceso a los fondos patrimoniales (aplicables tanto al personal encargado de su custodia como a los usuarios que solicitan su consulta, por más que estas compliquen la accesibilidad de esos investigadores y estudiosos). Esto último es imprescindible, pues aparte de los intentos de robos perpetrados por personas de escasa formación (que la mayoría de las veces lo último que tienen intención de robar son libros pero dejan  un reguero de destrozos en las zonas asaltadas), hay otro tipo de robos  contra los que es más difícil luchar y donde los implicados sí cuentan con preparación y medios. Robos como el perpetrado la pasada década en la Biblioteca Municipal José Celestino Mutis de Cádiz, de la que se sustrajeron a lo largo de varios años centenares de libros muy valiosos, algunos de los cuales tiempo después de recuperarían al ser detenidos los implicados. Ya Donna León en su novela ‘Muerte entre líneas’ (basada en el robo en 2012 de cientos de libros de la biblioteca Girolamini de Nápoles) prestaba atención a una lacra que parece generalizarse en los últimos años y que afecta a todo tipo de centros bibliotecarios, como se puso en evidencia con el robo en la Biblioteca Nacional de un ‘Sidereus Nuncius’ de Galileo (en la imagen). Por todo ello,  cuando la ciudad de Cádiz  lanza su candidatura para “Capital mundial del libro” (UNESCO) y  Jerez lleva varios años promocionándose para  “Capital de la cultura” 2031, no está de más recordar que el patrimonio bibliográfico y documental sigue siendo una de nuestras asignaturas pendientes, y que exigiría inversiones relevantes (y no sólo en seguridad, también en restauración, digitalización y conservación) más allá de las que  se destinen a la preparación de las candidaturas de los mencionados fastos. Ramón Clavijo Provencio.

MI PADRE ESPAÑOL

Ricardo Dudda publicó el pasado año en la editorial Libros del Asteroide ‘Mi padre alemán’, título que tomo prestado y modificado para este artículo. En su texto, Dudda más que una biografía de su padre, Gernot, un publicista de renombre en España a finales del siglo pasado, repasa la historia familiar partiendo de su abuelo, Richard, del que descubre a través de los documentos que conserva la familia que formó parte de la policía nazi. Pero lo que le interesa a Dudda con su libro no son los antecedentes más o menos oscuros de sus antepasados, sino el desarraigo que supone para toda una familia nacer en un país que ya no existe, con una nacionalidad que puede cambiar según cambian las fronteras y con una lengua que vas olvidando a medida que vas emigrando de un sitio en otro. Es otra de las terribles consecuencias de una guerra. Esos efectos “colaterales” que provocó, como cualquier otro conflicto bélico, la II Guerra Mundial y de los que nada se dice en los manuales, sólo en libros como el escrito por Ricardo Dudda. Gernot  nació en 1940 en una pequeña ciudad alemana que después de la guerra pasó a ser polaca. Tuvo que pasar de la zona rusa de la Alemania ocupada a la Alemania Federal, y a sus ochenta y tres años vive en una casa frente al mar Mediterráneo, en la playa del Hoyo (Murcia), después de una vida dedicada a la publicidad. Sin haber sufrido una guerra ni sus consecuencias más inmediatas, quizá todos en cierto momento de la vida le debamos un libro a nuestros padres y abuelos, a nuestra familia. Los que nacimos en un seno familiar modesto, gente trabajadora, que intentaba que la generación siguiente mejorara las condiciones de vida de la anterior, sabemos de los sacrificios que tuvieron que hacer nuestros padres para ello. No tuvieron necesidad de emigrar, como muchos lo hicieron precisamente a la tierra de promisión que era para los trabajadores españoles Alemania, pero padecieron aquellos “años del hambre” que no olvidaron jamás y la larga travesía por la España en gris oscuro. La España del pluriempleo, de las letras con vencimiento a fin de mes y de las cuotas al Ocaso. Cada país ha tenido en la historia del peor siglo para Humanidad, el XX, su infierno. Este primer tercio del XXI no se presenta mejor. José López Romero. 

viernes, 3 de mayo de 2024

DISCURSOS

El otro día un buen amigo me regaló un libro. Lo abrí con la ilusión de un niño y leí el título: ‘Discurso sobre el hijo-de-puta’ (ed. Pepitas de calabaza, Logroño, 2014). Miré a mi amigo intentando descubrir las intenciones de aquel regalo, pero no observé en su rostro el más mínimo atisbo de maldad; muy al contrario, al notar mi recelo me dijo: “como te gustó tanto ‘Las leyes fundamentales de la estupidez humana’ de Carlo M. Cipolla, supuse que este discurso te interesaría. Es más -siguió con su convencimiento- si alguien escribiese ‘La fauna del Congreso de los Diputados’, no dudes de que te lo regalaría y así tendrías el triángulo equilátero”. Me convenció. Y me dispuse a leer el discurso escrito por el autor portugués Alberto Pimenta (Oporto, 1937), un autor polifacético, heterodoxo y experimental que, a la manera de Cipolla y sus estúpidos, señala nada más comenzar el discurso que hijos-de-puta hay por todos lados, aunque esa es una afirmación evidente a poco que echemos un vistazo a nuestro alrededor o simplemente nos pongamos a ver los informativos de la tele. Si hacemos nuestra la premisa de ambos escritores de que en todo grupo humano (¿?) hay un número de estúpidos y otro de hijos-de-puta, e incluso alguno que reúne ambas condiciones, ya podríamos empezar a repartir los roles que a cada uno le corresponden. En su interesante discurso Pimenta distribuye al hijo-de-puta en dos grupos: los especialistas en hacer, es decir, los que ejercen activamente, y los especialistas en no dejar hacer, es decir, los que ejercen molestando al prójimo y poniendo toda clase de obstáculos. O dicho de la manera literal en que lo describe el autor portugués: “El hijo-de-puta integral, el que lo es por disposición y por ocupación, el que puede realizar sin limitaciones su vocación de hijo-de-puta, ya sabemos que ni quiere vivir ni dejar vivir” (p. 75). Otro de los rasgos definidores de este espécimen es el ansia por trepar: “El hijo-de-puta no quiere salir del puesto que ocupa (a no ser para ocupar un puesto relativamente con mayor plusvalía), ni quiere que los demás salgan del puesto que ocupan (a no ser para ocupar un puesto relativamente con menor plusvalía) (pp. 52-53). Otras dos características de este cada vez más numeroso grupo es la envidia y el ansia de poder y dominio: “El hijo-de-puta vive preocupado, roído por la envidia; el deseo del hijo-de-puta es que nadie llegue a estar nunca en medio de lo nuevo, de lo bello, de lo agradable, porque eso da satisfacción a quien allí está… El hijo-de-puta acepta que los demás hagan, pero solo lo que él quiere que se haga.” (pp. 82-83). Y así, página a página Pimenta va desgranando y desvelando la idiosincrasia del hijo-de-puta, por la que cada lector identificará a alguien cercano a él o, lo que sería más grave, a él mismo; o, sobre todo, a algunos que aparecen todos los días en los informativos. Aunque estos últimos si además son estúpidos, ni se darán cuenta de que también son hijos-de-puta. Nota final: tengo entendido que Puigdemont ha publicado un libro con sus discursos. No era un triángulo, sino un cuadrado. José López Romero. 

  

HASTA LAS CORONILLAS

Cuando lean ustedes estas líneas habremos dejado atrás las conmemoraciones en torno al Día Internacional del libro, para dejar paso a la ciudad efímera que se levanta todos los años en el González Hontoria. Sin embargo, y volviendo sobre los libros, no deja de sorprenderme que en una ciudad mediana y abarcable como es aún Jerez, de un tiempo a esta parte -no sólo cuando llega esa efeméride que mencionábamos antes- se hagan visibles escritores y escritoras de los que no tenemos ni la más mínima noticia y a los que se da protagonismo en espacios públicos y privados. La presentación de un libro siempre ha sido algo singular, casi mágico. Hasta hace bien poco, en el escritor o escritora todos reconocíamos a un apasionado lector antes que nada, que finalmente decidía dar ese nuevo paso que el que más o el que menos también ambicionaba pero que solo unos pocos lograrían: publicar. Pero la percepción que tengo de lo que sucede ahora es muy desalentadora. No puede ser que haya docenas de presentaciones de nuevos libros en ciudades pequeñas como la nuestra y, salvo excepciones – benditas excepciones- no tengamos ninguna referencia previa de quiénes son sus autores con los que, por cierto, nunca hemos coincidido en los pasillos y galerías de librerías o bibliotecas. ¿De dónde salen? ¿Me estaré perdiendo algo? Intrigado decidí asistir a alguna presentación que otra de la que no tenía ni idea de quién era su protagonista. Quería comprobar de dónde surgían estos “lectores” en la sombra, a los que presuponía que tras ese aprendizaje imprescindible, esa especie de cursus honorum de la lectura, daban el trascendental paso a la escritura. Pero lo que me encontré, pese a lo previsible, no dejó de incomodarme: autores en los que la lectura no parecía ocupar un papel relevante en sus vidas, y que apenas lograban explicarse sobre el contenido de aquello que presentaban. ¿Kafkiano?, sin duda. Pero yo prefiero recordar aquellas palabras -aunque estas tuvieran otras motivaciones- de Pablo Neruda recogidas en ‘Confieso que he vivido’: “Cuánto libro….cuánto librito… Quién es capaz de leerlos...Ya no se puede más, nos tienen hasta las coronillas…”  Ramón Clavijo Provencio.