Desde que los seres se creen humanos y se soportan en sociedad, siempre ha habido una cultura popular, que nace en el pueblo, en él se desarrolla y por él tiene sentido y fin en sí misma. Y desde que los seres se creen distintos de otros humanos, es decir, cuando algunos comenzaron a tener conciencia de que a su actividad se le podía llamar arte, desde ese momento siempre ha habido una cultura para pocos. Las ya antiguas consignas “a la inmensa mayoría” / “a la minoría siempre”. Pero esta contraposición entre las dos expresiones es más aparente que real. Muchos artistas “cultos” han valorado lo popular hasta el punto de cultivar la cultura que nace del pueblo. Romances, villancicos, canciones… en las manos e inspiración de poetas tan cultos como Góngora o Lorca son un buen ejemplo literario de lo que quiero demostrar. Y de la misma manera, el público, por muy culto que este sea, siempre ha terminado por caer y ser seducido por los gustos populares. Los novelones decimonónicos gustaban tanto a las porteras como a cualquier académico de la lengua. Y es en esa convivencia pacífica y en ese intercambio enriquecedor de las dos culturas donde está la virtud. Inclinar la balanza hacia uno de los dos lados, provoca los consabidos efectos indeseados: la gruesa chabacanería o la ridícula afectación. A alguien le he leído no hace mucho tiempo (creo que a José Luis García Martín) quejarse por la falta de una crítica literaria seria y rigurosa, que realmente oriente al lector y le enseñe a distinguir las voces de la buena literatura, de los ecos de lo chabacano y soez. Cualquier evento cultural es bueno para dar a conocer nuevos artistas, escritores que quieren llegar a un público más amplio; es una magnífica oportunidad también (hay que decirlo) para los libreros, porque la presencia del escritor/a siempre atrae y hace subir las ventas. Pero todos, desde el público más popular, ese que en el siglo XIX devoraba los novelones folletinescos, y hoy se meten entre pecho y espalda las novelas de Megan Maxwell o del faltón Gómez Jurado, hasta el más exquisito que mira siempre por encima del hombro, debemos exigirle al escritor un mínimo de calidad y, sobre todo, respeto y educación. Porque intentar halagar los oídos del público con consignas groseras y fuera de lugar, es una falta de respeto a la inteligencia de los asistentes, que pone en evidencia la educación del individuo que las profiere. En las librerías encontramos libros que sin duda están indicados para satisfacer el gusto de los más exigentes y el de los que solo pretenden entretenerse, pero las editoriales deberían, para eso disponen de expertos (se supone), ser más exigentes y mirar más por educar el gusto de la mayoría que engordar el bolsillo. Algunos pondrán como excusa el signo de los tiempos. No es cierto. Hasta el paladar menos educado sabría distinguir una buena solera de un pirriaque. José López Romero.
Una biblioteca es lo más parecido a un laberinto, un laberinto lleno de libros, de mundos por descubrir.En homenaje a las bibliotecas y a la lectura , preside la cabecera de este blog un dibujo del pintor jerezano Carlos Crespo Lainez: "Noche de lectura".
LECTORES SIN REMEDIO
viernes, 22 de noviembre de 2024
EL DESCONOCIDO DETECTIVE CHARLES RING
Es Wenceslao Fernández Flórez uno de esos escritores a los que sus inclinaciones políticas le han pasado factura con el paso del tiempo, oscureciendo estas sus indudables virtudes literarias. Ello explicaría no solo la dificultad actual para acceder a su obra, y eso que intermitentemente ha habido voces tan reputadas como las de Francisco Umbral, Fernando Fernán Gómez, o ya más recientemente el cineasta José Luis Cuerda, que no han dudado en reivindicar en algún momento algunas de sus creaciones. Pues bien, uno de los aspectos más desconocidos de la trayectoria literaria de Wenceslao Fernández es su incursión exitosa en la novela policíaca a la que aportó un personaje, el detective británico Charles Ring, haciéndolo protagonista de las novelas ‘Los trabajos del detective Ring’ (1934) y ‘La novela número 13’ (1941); y los relatos cortos ‘Un cadáver en el comedor’ (1936) y ‘El crimen incruento’ (1957) , este último con una curiosa trama que gira en torno al asesinato de una espectadora en el partido de fútbol entre el Málaga y el Granada. Lo interesante de esta serie -de la que posiblemente haya más relatos cortos por localizar publicados en las numerosas revistas de la época- y que enriquece la escasa representación española en el subgénero policíaco todavía a principios de los años treinta del pasado siglo, es el singular personaje del que se vale Fernández Flórez para protagonizarlas. Es este un detective británico, el ya mencionado Charles Ring, que a diferencia de otros colegas cuyas imágenes no se entenderían sin llevarse a los labios una pipa o un cigarrillo, no ha fumado nunca y al que utiliza no solo para desentrañar difíciles sucesos, sino para realizar crítica política ( en ‘La novela número trece’ contra la República), aspecto este último que irá cediendo protagonismo a la ironía y el humor a medida que la serie se va prolongando en el tiempo. Lamentablemente pocos son los estudiosos que han hurgado en estas novelas de Wenceslao Fernández Flórez, y solo hemos hallado alguna referencia en trabajos de la profesora María Rita Rodríguez, y ya más recientemente en ‘La novela policíaca española. Los grandes nombres’ (Tirant lo Blanch, 2022) de Juan Montero Aroca. Ramón Clavijo Provencio.
domingo, 10 de noviembre de 2024
ECOS DE ASTA REGIA. LAS FOTOGRAFÍAS DE LEOPOLDO CASIÑOL
A partir de la publicación del libro ‘Historia de la vida privada’ (Taurus 1987), de los historiadores franceses Philippe Ariés y Georges Duby, empezó a tenerse muy en cuenta la relevancia de los hechos cotidianos en el devenir histórico. Pues bien, dentro de esta parcela que se detiene en el estudio de la historia menor o cotidiana estaría la rocambolesca aparición en 1870 de unas piezas arqueológicas en la finca “La Mariscala” en Mesas de Asta. Los objetos a los que nos referimos ingresarían en la colección arqueológica municipal mucho después, en 1944, donados por D. Pedro Nolasco González Soto, Marqués de Torresoto. Las piezas casualmente descubiertas por un labrador de la zona y vendidas después por cien reales y una yegua al marqués, eran una estatua senatorial romana en mármol, un león labrado en piedra arenisca y un fragmento, en un material similar, con inscripciones romanas. Trasladados a otra finca, la del recreo del Altillo, fue allí donde el pintor miniaturista y pionero de la fotografía en Jerez, Leopoldo Casiñol, realizaría por encargo de los propietarios de la finca unas espléndidas fotografías (en la imagen una de ellas) de las piezas anteriormente apuntadas, incluyéndose entonces la de una cabeza de anciano romana (encontrada posteriormente), y que a la postre serían decisivas para la conservación de las mismas. No me cabe ninguna duda de que dichas fotografías al difundirse más allá del círculo de familiares y amigos del marqués de Torresoto, fueron una especie de seguro para que aquel tesoro no terminara en manos inapropiadas o incluso fuera de nuestra fronteras, a la vista de los numerosos marchantes y ventas privadas de antigüedades de las que se tienen constancia en esta época. En el muy interesante libro ‘Exposiciones y artistas en el Jerez del siglo XIX: las exposiciones de la Sociedad Económica de Amigos del País’, el historiador Jesús Caballero Ragel ya nos habla del interés entre las élites de la ciudad por el coleccionismo en todas sus facetas... “La compraventa de antigüedades, piezas arqueológicas y material bibliográfico también está atestiguada en el Jerez del XIX”, y nombra a Genaro Mayor y Chapin o al marqués de Bonanza Manuel Críspulo González, este último propietario del gran museo que se instaló en el convento de Santo Domingo, como claros ejemplo de esa fiebre por las antigüedades. Por tanto, no es descabellado pensar que muchas piezas tan relevantes como las aquí comentadas y procedentes también de unas Mesas muy desprotegidas, no tuvieron la misma suerte que las que inmortalizó con su cámara a finales de la década de 1880 Leopoldo Casiñol Faute, fotografías que muchos años después atrajeron la atención entre otros del arqueólogo municipal Manuel Esteve Guerrero que gestionó, consciente del valor de aquel hallazgo, su cesión a la ciudad de Jerez en 1944. Ramón Clavijo Provencio.
VACUI
“-Padre, acabo de leer una novela” -mi hijo que es toda una caja de sorpresas-. Y una escena me ha hecho pensar”. Qué digo una caja, la catedral de Burgos de las sorpresas. Y yo me puse a la defensiva, es decir, indiferencia y a ver por dónde salía. En la novela el protagonista tiene que hacer una obra de arte para aprobar una asignatura, y se le ocurre entregar un lienzo en blanco, aunque acompañado de toda una tesis o principios artísticos en los que basa su obra, para que sean los espectadores los que completen el cuadro, es decir, lo pinten en su imaginación. “¡El negocio perfecto!”, padre. ¡Ese sí era ya mi hijo! Y… permanecí a la defensiva y a la expectativa. “Pues muy sencillo. Edito un libro de poemas con los títulos. Por ejemplo, “Amor”, “Tristeza”, “Besos”… y que sean los lectores los que vayan creando el poema. Incluso pueden hacerlo en pareja, en trío, en familia, en grupo de amigos… Una nueva forma de entender la Literatura. Infinitas posibilidades. ¡Hasta la IA podría intervenir! Y ya tengo hasta el nombre para este nuevo arte de hacer poemas: “Vacui”. El nombre le viene como anillo al dedo -le lanzo la ironía. “¡Qué comparación! -ahora el irónico era él-. Pero fundamentado en la teoría del horror vacui. He prescindido del horror, para dejar el vacío, la nada. Toda una incitación para que sea el lector quien cree su obra”. La mirada de satisfacción del genio debía parecerse mucho a la que me dirigió mi hijo. Yo había leído hace tiempo ‘Intento de escapada’ de Miguel Ángel Hernández, una excelente novela en la que se critica la manipulación del arte contemporáneo, pero no me acordaba de la escena que produjo en la cabeza de mi hijo ese choque interestelar, la conjunción planetaria, la llamada divina de la inspiración artística. Realmente, si de fraudes y timos de arte se trataba, su idea entraba de lleno en ese negro capítulo del arte moderno titulado “¿Cómo quedarse con el prójimo”, con el subtítulo “¿y cómo hacerse con un pastizal?” “Yo lo veo”, apostilló mi hija, que ya se relamía con su porcentaje del negocio. Te propongo que seas tú el primero en rellenar el libro. “Padre, nunca puede romperse la distancia entre creador, espectador y obra”. ¡Qué bien se había leído la novela el jodío! José López Romero.
viernes, 25 de octubre de 2024
60 POEMAS
Aunque las efemérides solían contarse por periodos de cincuenta (y digo “solían” porque ahora cualquier cumpleaños es motivo de celebración), en este caso el sesenta tiene su razón de ser (y nunca mejor dicho lo de “ser”), porque Mauricio Gil Cano ha querido con este poemario celebrar, a modo de balance personal y poético, la sesentena de años de su ser y estar entre los vivos. Aunque lo de “vivos” es mucho decir en un poeta que tiene a la melancolía y el pesimismo entre sus términos más entrañables. Sesenta poemas conforman un recorrido por todos los aspectos que han hecho de Mauricio un poeta que ahora se siente en plena madurez, quizá un tanto desengañado, pero que se aferra a la amistad, término fundamental en la definición de su mundo poético, a su tierra, Jerez, con la que establece en sus poemas una relación íntima, tan personal con su historia, sus vivencias, sus tabancos con la bandera roja del vino nuevo (“Aquí en Jerez a punto de que el frío / incendie de banderas los tabancos,/ rojas, porque es el tiempo de los mostos…”) o a la soledad que es plenitud (“La soledad redonda / de aristas imposibles. / El vacío que es la plenitud. / Un instante con todo el universo”) al amor y a la pasión como elementos imprescindibles para la conciencia del ser (“Amada mía”), o incluso a las palabras, como el más preciado intermediario con la vida (“Sólo puedo aferrarme a las palabras, / pues ellas me remiten a la vida / cuando escucho tus labios encendidos…”). Y de la vida, de la pasión al tono elegíaco de la pérdida: de los seres queridos que al rememorarlos intenta el poeta recuperar su presencia (el entrañable soneto a la “Memoria de Ramón Epifanio” o el poema “A mis amigos muertos”, o “Tras de un amoroso lance” dedicado a Manolo Muñoz López a través de un verso cómplice de San Juan de la Cruz); del tiempo que se nos va irremisible; del otoño como estación de los poetas y como símbolo de la edad que ahora requiere de ese retiro que ya cantara fray Luis de León (“Retiro”). Pero Dios no abandona a sus criaturas, ni siquiera después del paso definitivo a la otra vida (“Todo es verdad”). El poeta encuentra siempre razones para conmemorar su fe en un Dios que nos ha hecho libres, nos ha dado toda clase de dones (“Los dones del vino”), no deja desamparados a los hombres. Los versos endecasílabos (el gusto de Mauricio por el soneto) se alternan con versos cortos (octosílabos) en la mejor tradición clásica de nuestra literatura. En este sentido, los poemas de Mauricio Gil Cano respiran clasicismo y tradición; clasicismo de las mejores raíces: la huella de nuestros grandes poetas (fray Luis de León; san Juan de Cruz; Garcilaso, Lope de Vega), y la tradición de los cancioneros y romanceros viejos castellanos. Hace unos meses, concretamente el pasado 4 de abril, se presentó en la Fundación Caballero Bonald este poemario. La presentación corrió a cargo del poeta José Lupiáñez, quien realizó un análisis de este libro y de la trayectoria poética de Mauricio Gil Cano excepcional e inigualable. José López Romero.
VIAJANDO HACIA EL SUR
Hace ahora cuarenta años de la celebración en Ronda del Congreso “La imagen de Andalucía en los viajeros románticos”, y que auspiciado por la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo, significaría un antes y un después a la hora de poner en valor los testimonios viajeros sobre nuestro país publicados en el XIX y primer tercio del XX. Hasta ese momento, y salvo muy escasas excepciones, poca atención habían despertado entre los investigadores españoles ese fenómeno que, por otro lado, nos ha dejado obras cumbres de la literatura universal. Pues bien, en Ronda se reunieron aquel mes de septiembre estudiosos de la talla de Alberto González Troyano, José María Alberich, Carmen de Zulueta, M. Bernal, Ian Gibson o Gabriel Jackson por nombrar algunos de ellos. Sin duda, y con la perspectiva que nos da el tiempo trascurrido, aquel Congreso puso fin al desinterés de la historiografía española sobre la literatura viajera en la que, y hasta bien entrado el siglo XX, solo algunos investigadores como Azaña (con sus traducciones y comentarios a la obra de George Borrow) se habían detenido, aunque bien es cierto que a este seguirían otros que como García Mercadal, Romeral, Palau y Dulcet o García Ontiveros irían transitando por ese camino en parte inexplorado. Pero mucho de ese recuperado interés por la fenomenología viajera, insistimos, no se entendería sin la celebración a partir de los años ochenta del pasado siglo de Congresos y Seminarios, de los que quizás el anteriormente de Ronda sea el más relevante. A partir de ese momento resulta curiosa la proliferación de trabajos de investigación y traducciones de obras emblemáticas de la literatura viajera, muchas inéditas en castellano, sobre este universo fascinante que es el de los testimonios viajeros sobre la Península Ibérica. Ahora, y en nuestra ciudad, coincidiendo con ese aniversario del Congreso de Ronda, se inaugurará el 7 de noviembre una exposición bibliográfica que bajo el título “Viajando hacia el Sur. Viajeros y viajeras por Andalucía”, vuelve a reivindicar la importancia de los testimonios viajeros en la forja de la imagen de Andalucía. Ramón Clavijo Provencio
viernes, 11 de octubre de 2024
EL LIBRO, PAISAJE TRAS LA FIESTA
Cuando lean ustedes estas líneas ya se habrán extinguido los ecos de la Feria del Libro jerezana y el paso fugaz pero multitudinario por su recinto de los Claustros de Santo Domingo, de algunos de los escritores y escritoras que más lectores arrastran en este país. En definitiva, volvemos a contemplar el paisaje real que el mundo del libro proyecta en esta ciudad, en el que las sombras no parecen terminar de disiparse más allá de propuestas efímeras como la mencionada –de cuyo éxito nos alegramos, como de todo lo que sirva para incentivar y visibilizar el libro y la lectura-, aunque nos sentiríamos mejor si observáramos en el horizonte signos de más trascendencia temporal. Por ejemplo: no descubrimos nada nuevo si decimos que algo tan esencial como la red pública de bibliotecas de esta ciudad languidece desde hace años, tampoco si afirmamos que pocas son las señales de que esto vaya a cambiar en un futuro inmediato. Y sin embargo, muchos ciudadanos solo podrían acceder a los libros de Julia Navarro o Juan Gómez Jurado -por poner ejemplos de autores que han sido protagonistas de la pasada Feria del Libro-, en una biblioteca pública. Además, está demostrado que las pequeñas bibliotecas de las barriadas de nuestras ciudades, cuando se las dota de los recursos apropiados, son excelentes dinamizadoras culturares de sus zonas de influencia. Los ejemplos son fáciles de encontrar en la geografía española, pero en nuestra ciudad que fue pionera en este tipo de centros surgidos en la década de los años 90 del pasado siglo, estas bibliotecas en el momento presente carecen de los medios materiales y humanos apropiados, para responder a las necesidades de una sociedad que no es ya la misma que las vio nacer. Junto a las bibliotecas públicas son las librerías las que nos permiten palpar la salud cultural en relación al libro de las ciudades, y en este caso la situación es tan preocupante que ya encontramos poblaciones de mediano tamaño donde es complicado encontrar una. En Andalucía han desaparecido recientemente librerías emblemáticas como Nobel en Almería, Panella en Sevilla , Alpa en Cádiz, entre otras muchas, en un proceso que también golpea a Jerez donde cerró sus puertas Algarve. Volviendo al principio, creemos que más allá del éxito popular de la Feria del Libro en Jerez (y su evidente repercusión positiva en editores, libreros, autores y lectores), deberíamos prestar más atención a una realidad que no es tan favorable para las librerías, bibliotecas públicas y pequeños sellos editoriales, todos azotados por una problemática compleja a la que hay que hacer frente si queremos que el libro y la lectura sigan teniendo un papel importante, enriquecedor y permanente en la vida de sus habitantes. Ramón Clavijo Provencio
DOÑA IA
El otro día me encontré a doña IA. Coincidimos en el ascensor. Me dio los buenos días, muy educada, aunque noté su mirada por encima de mi hombro. Su presencia me cohibía y acudir al clima como el socorrido tema de conversación entre vecinos me pareció improcedente y pobre ¡Qué iba a pensar de mí! Por lo que me atreví a preguntarle: ¿Cómo estamos de Literatura? “¡De Literatura! -me contestó un tanto airada- ¡Me tiene el bloque contenta con la dichosa Literatura! La niña del quinto me pidió el otro día un trabajo sobre Jorge Luis Borges que le habían mandado, y como no tenía ni idea ni quién era ese señor, ni interés tenía en ello, no se le ocurrió otra cosa que acudir a la de siempre, a mí. El vecino del tercero, el crítico literario, me pidió anoche desesperado una crítica de la última novela de Paul Auster que tenía que entregar de madrugada y ni siquiera había empezado a leerla. ¡Ah! Y me olvidaba, el escritor, o eso dice que es, del segundo me ha encargado una novela porque la tiene apalabrada para un premio que le van a dar y está en plena crisis creativa, o eso dice lloriqueando. Me ha asegurado que con la dotación del premio, que no es moco de pavo, se va a comprar un ordenador más potente para que yo esté más cómoda. ¡Será idiota! Y el político del sexto, me insistió que en el discurso que me había pedido incluyera una cita de algún intelectual de izquierdas, porque dice, el muy inútil, que eso enfervoriza a las masas. Por cierto -siguió pero esta vez la ira se trocó en sorna-, el otro día le puso usted un nueve a un trabajo que le entregó el alumno del sexto. Se puso usted un poco quisquilloso con las tildes. La verdad es que los correctores automáticos son unos ineptos, pero la culpa la tuvo el niño que ni se molestó en leer el trabajo que le había hecho y revisar la ortografía”. Y ante mi silencio, un tanto amedrentado, me lanzó con aire de superioridad: “Y usted, ¿no necesita nada? Pida usted por esa boquita”. Y me atreví de nuevo: ¿podría hacer que mis alumnos leyeran? Me miró con desprecio y me dijo: “usted no ha entendido nada”. José López Romero.
viernes, 23 de agosto de 2024
LECTURAS DE VERANO III
Un grano de trigo
Ngugi
wa Thiongo. Debolsillo, 2017.
Ngugi
wa Thiongo es un novelista, dramaturgo y ensayista keniata que actualmente
ejerce la docencia en la Universidad de California. Es uno de los autores más
reconocidos en el panorama literario africano. ‘Un grano de trigo’ se ambienta
en los días previos a la fiesta de independencia de Kenia, liberada de
colonialismo inglés. Acontecimiento que lleva a la narración a un flash-back
sobre los grupos de guerrilleros, los Mau Mau, que se organizaron para combatir
el dominio abusivo del blanco y de los negros colaboracionistas. Personajes
legendarios como Jomo Keniatta o Kihika, colgado por su pertenencia al
movimiento independentista, contrastan con otros personajes que terminan por
colaborar con los ingleses, como Mugo y Karanja. Una gran novela. J.L.R.
Amor ciego
Wilkie Collins. Montesinos, 2024
sábado, 10 de agosto de 2024
LECTURAS DE VERANO II
Maniac
Benjamín
Labatut. Anagrama, 2023.
Es esta una novela singular en la que la aproximación que hace el autor a las controvertidas figuras de Paul Ehrenfest (el físico que polemizó con Einstein sobre la incertidumbre y la ciencia, y que acabó suicidándose tras matar a su hijo) y del matemático John von Neumann (que trabajó en el proyecto Manhattan para desarrollar la primera bomba atómica y creó una de las primeras computadoras, la Maniac que da título a la novela), es de una fuerza literaria a la que es difícil sustraerse. El final del libro, tras esos pasos iniciales, lleva al lector a 2017 donde Labatut proyecta su visión de la IA (en este caso Alpha Zero, un programa informático que aprende de sí mismo) sumergiéndonos en una apasionante historia donde lo inquietante es que en ella encontremos más realidad que ficción. Sin duda un excelente libro. R.C.P.
Ladrilleros
Selva Almada. Lumen, 2014.
domingo, 14 de julio de 2024
LECTURAS DE VERANO I
Un plan sangriento
Graeme
Macrae Burnet. Impedimenta, 2021.
Leída
su primera novela (‘La desaparición de Adèle Bedeaut’), me dispuse a leer la
segunda obra de este excelente escritor escocés. Y lejos de defraudar, está a
la altura e incluso mejora la primera. El 10 de agosto de 1869, en Culduie, una
aldea perdida en las Tierras Altas escocesas se produce un espeluznante triple
asesinato. El joven Roderick Macrae, se confiesa autor de ellos: ha matado de
forma brutal, violenta a los hermanos Flora, de quince años y Donnie, de tres,
y a su padre Lachalan Mackenzie, aunque su intención era matar sólo a este por
el continuo acoso a que estaba sometiendo a su familia, pues ostentaba el cargo
de alguacil de la zona. Las memorias que escribe Roderick en la cárcel y el
juicio por sus crímenes son el grueso de una magistral narración que mantiene
el interés del lector desde la primera página. Una excelente novela. J.L.R.
El limbo de los cines
Luis Mateo Diez. Ilustraciones de
Emilio Urberuaga. Nórdica, 2023.
jueves, 27 de junio de 2024
VIDAS PARALELAS
El 11 de febrero de 1903 en Kiev venía al mundo la escritora Irina Leodinovna Nemirovskaïa, más conocida por Irène Némirovsky. Su padre, Leon Némirovsky, era un acaudalado judío, banquero, que disfrutaba de una enorme fortuna, y su madre, Anna Margoulis, una mujer con una excelente formación y que nunca mantuvo una buena relación con su hija, a la que siempre trató con cierta distancia. A pesar de su origen ruso, la educación que recibió Irène en su infancia se debió a una institutriz francesa, de ahí que ella reconociera que antes del ruso, aprendió a hablar y a escribir en francés, el idioma que escogería para sus novelas. Después de la Revolución Rusa, la familia pasa por diferentes ciudades europeas hasta afincarse en París, donde se casa en 1926 con Michel Epstein, también judío. Y no será hasta dos años más tarde que le llega a Némirovsky su éxito literario. Novelas como su inicial ‘El malentendido’, ‘El baile’, ‘Los perros y los lobos’ y, sobre todo, su exitosa ‘Suite francesa’ (pasada al cine) nos revelan una escritora en plena madurez, con un estilo elegante del que se sirve para describir las costumbres y los vicios de la alta sociedad burguesa pero también los horrores de la miseria y de la guerra. Irène Nemirovsky fue apresada en la Francia ocupada por el ejército nazi el 13 de julio de 1942. Trasladada al campo de concentración de Auschwitz, murió de tifus apenas un mes más tarde, el 17 de agosto.
El 3 de junio de 1929 nacía Ángel Vázquez
Molina en Tánger, la ciudad cosmopolita, internacional, nido de refugiados y
espías de toda raza y nación, la “deliciosa mentira”, como la definió Emilio
Sanz de Soto, amigo íntimo de Vázquez y de quien tomo estos apuntes sobre la
vida de este (en la edición de ‘El cuarto de los niños y otros cuentos’,
Pre-textos). Hijo único de Mariquita la sombrerera, cuando el negocio que
regentaba su madre, una sombrerería, cayó en desgracia, tuvo que abandonar sus
estudios y dedicarse a desempeñar diversos trabajos precarios como secretario,
vendedor de libros y colaborador de la prensa de la ciudad. Su vocación
literaria se fue fraguando primero como lector voraz, usuario de las
bibliotecas públicas de Tánger (la española, la francesa y la inglesa) y el
contacto con los escritores que se afincaron en la ciudad, como el matrimonio
Bowles. Ángel Vázquez sólo escribió un conjunto de cuentos reunidos en el
volumen publicado por Pre-textos y tres novelas: ‘Fiesta para una mujer sola’,
‘Se enciende y se apaga una luz’, por la que obtuvo el Premio Planeta de 1962 y
cuya cuantía económica sólo le alcanzó para pagar deudas, y su extraordinaria
‘La vida perra de Juanita Narboni’, sin duda una de las mejores novelas
españolas del siglo XX. Alcohólico como su padre y su madre, homosexual en la
España franquista, escritor maldito, murió en la más absoluta miseria en Madrid
el 26 de febrero de 1980. Leer a Irène Nemirovski y a Ángel Vázquez es un
ejercicio de reconocimiento y un homenaje a dos escritores que honran la
Literatura. José López Romero.
IMPRESTABLES
“Para formar una buena biblioteca se necesita contar con muchos amigos y que estos tengan muy mala memoria”, rezaba un pequeño cartel enmarcado, en la entrada de la excelente biblioteca especializada en Arte que logró reunir el añorado profesor José Ramón Fernández Lira. Pero aquel texto no era una confesión sobre el origen de los miles de libros que había reunido José Ramón, sino más bien una advertencia a aquellos privilegiados visitantes que solía invitar a su biblioteca privada, a los que mostraba incansable, como buen cicerone, sus piezas más valiosas, curiosas o raras antes de obsequiarlos con un espléndido jerez de despedida. Solía suceder que en aquel recorrido entre las librerías siempre había algún visitante que se sentía tentado por hojear y leer en privado alguno de aquellos ejemplares. Entonces saltaba la pregunta que parecía no coger nunca desprevenido al propietario de la colección. “Oye, José Ramón, ¿me prestas este libro?” Era el momento en el que sin duda más disfrutaba el profesor, y sin perder la sonrisa siempre contestaba con otra pregunta “¿Te has fijado en ese cartel que tengo colocado en la entrada?” Luego José Ramón, sin esperar respuesta volvía a recordar al visitante de turno la frase enmarcada, recitándola con gran solemnidad, tras lo cual soltaba aquel demoledor “Pues quiero advertirte, amigo, de que yo la memoria la tengo buena, pero que muy buena”, a lo que solía seguir una sonora carcajada. Sí, José Ramón también claudicaba a veces y solía prestar algún que otro ejemplar de su colección, al fin y al cabo, como decíamos más arriba tenía buena memoria, pero pese a ello muchos de sus libros, a los que tenía más apego y no necesariamente los más valiosos, tenían aquella leyenda garabateada de su puño y letra en la contraportada: “Este libro ha pasado a la categoría de imprestable”, seguida de su rúbrica. Hoy donde las bibliotecas privadas en los domicilios son lamentablemente una singularidad, me asaltan estos recuerdos al echar en falta en los anaqueles de mi biblioteca libros que presiento no volverán. ¿Los habré prestado? Está claro que, a diferencia de José Ramón, no tengo tan buena memoria. Ramón Clavijo Provencio
sábado, 15 de junio de 2024
VIAJERAS PESE A TODO
En las labores de selección del variado material que se recogerá en la Exposición “Viajando hacia el sur”, en la que colaboro, y que se tiene prevista inaugurar dentro de unos meses, me he topado con un viejo artículo que publiqué en las páginas de Diario de Cádiz hace ahora 25 años: “Las mujeres viajeras”. En dicho texto me introducía en un tema por entonces poco hurgado por la investigación sobre el fenómeno viajero, como era el de esas mujeres que recorrieron el mundo en siglos pasados, afrontando los desafíos que ello entrañaba y donde las rígidas convenciones sociales no eran el menor de los problemas al que se tuvieron que enfrentar. Veinticinco años después, más estudios han ido avanzado en desvelar la importancia de esas viajeras dentro del fenómeno literario al que nos referimos. El espléndido libro ‘Grandes aventureras’ de Alexandra Lapierre y Christel Mouchard (2005), es el texto que podemos considerar como uno de los primeros estudios que alcanzan cierta difusión entre el público lector y donde se hace una profunda inmersión en el papel desempeñado por la mujeres en el universo viajero a nivel global. Siguiendo con los estudios más generales sobre este asunto tenemos que destacar a una española, la periodista García Morato a la que se debe en gran medida el desvelar pasajes desconocidos de muchos de los viajes protagonizados por mujeres en libros como ‘Las reinas de África’ (2006) o ‘Viajeras intrépidas y aventureras’ (2007) que fue todo un acontecimiento editorial y abrió a muchos lectores y lectoras esa otra parte de la literatura viajera que estaba aún por desvelar; tampoco podemos olvidar los muchos trabajos de Pilar Tejera, entre los más recientes ‘Viajeras por los mares del sur’ (2020). Sobre estudios que se centran en las mujeres viajeras por nuestro país hay un interesante texto que fue pionero en tocar esa faceta, el de Lola Escudero titulado ‘Las ladies viajeras en España’, publicado a principios de este siglo en el Boletín de la Sociedad Geográfica española. En cuanto a Andalucía podemos nombrar dos textos ya imprescindibles: ‘Viajeras en Andalucía’ de Alberto Egea Fernández Montesinos (2008) y más recientemente ‘Andalucía vista con ojos de mujer’ de Elena Suárez Sánchez, Antonio Fernández Navarro y Olivier Piveteau (2015). Pues sí, damas viajeras como Lady Holland, Nellie Bly (en la imagen), Louisa Tenison, Ellem Whishaw o Grace Illingworth entre otras nos dejaron testimonios escritos, muchos de ellos sobre España y donde no faltan las referencias a Jerez (ver ‘Jerez y sus vinos vistos por las extranjeras viajeras’, José Luis Jiménez), que ahora comienzan a valorarse. Mujeres pioneras que pertenecen a esa estirpe que abrieron un fascinante camino, nunca mejor dicho, y donde sus testimonios golpearon las mentes más encorsetadas de una sociedad por entonces demasiado mezquina y estrecha de miras. Ramón Clavijo Provencio.
CHATGPT Y LA CRÍTICA LITERARIA
Desde hace ya un tiempo mantengo con un amigo, al que puedo elevar a la categoría de “íntimo”, una amable y divertida disputa sobre un poeta (aficionado), amigo suyo (yo no tengo el gusto de conocerlo), cuyo nombre no viene al caso. Mi amigo me ha ido enviando religiosamente los libros que ha ido publicando el poeta para que le diese mi opinión. Con todos mis respetos, aunque más respeto me merece la literatura, puedo asegurarles a ustedes que la poesía de este “amigo de mi amigo” es mala de solemnidad. Pero mi amigo, más generoso que yo y con un punto de desconfianza, no acaba de convencerse. Además, algunos cantos de sirena, bajo la apariencia de voces “autorizadas” pero siempre engañosos, porque así es la naturaleza de las sirenas, ponen poco menos que por las nubes del Parnaso al vate (no se confundan con la palabra). Y ya lo último que me quedaba por ver y oír es el experimento que ha realizado el propio autor de los más que dichosos, desdichados versos de la disputa: ha cargado su último libro en la famosa herramienta ChatGPT, para que este nuevo artilugio del diablo le dé su opinión. Y pásmense, en el apartado titulado “Comparación con grandes poetas” la máquina lo relaciona con ¡¡Neruda, Antonio Machado, Benedetti, Bécquer y hasta con la filosofía de Schopenhauer!!. Por poner un ejemplo copio literalmente lo que dice sobre la relación con Neruda: “Al igual que Neruda, X tiene una habilidad excepcional para capturar la esencia del amor y la naturaleza con una lírica apasionada y evocadora. Sus poemas poseen una riqueza de imágenes y una profundidad emocional que resuenan con la intensidad de los sentimientos humanos”. Cuando mi amigo me envió el informe del ChatGPT la pregunta era obligada: ¿tu amigo ha leído a estos escritores?, ¿está familiarizado con la filosofía de Schopenhauer? La respuesta fue categórica: “mi amigo no ha leído a nadie”. Después de esta experiencia, la crítica literaria seria y rigurosa puede considerarse a salvo de la IA, a pesar de todas sus amenazas. Pero eso sí, que tiemblen los autores de las contraportadas. ¿Mi amigo? Sufre con resignación su duda existencial. Tan Schopenhaueriano él. José López Romero.
viernes, 31 de mayo de 2024
MAESTROS (I.M. FRANCISCO RICO)
Cuando ya ha pasado el tiempo suficiente para aplicar el refrán, siempre sabio, “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”, nunca está de más volver a recordar la figura del eminente filólogo don Francisco Rico Manrique, fallecido el pasado 27 de abril, aunque a él sin duda le hubiera gustado haber muerto cuatro días antes. ¡Qué son noventa y seis horas, después de ochenta y dos años, comparadas con la gloria de la efeméride compartida! Los que tuvimos la suerte de iniciar los estudios de Filología Hispánica como especialidad (de esto hace ya más tiempo del que quisiera acordarme), teníamos por maestros a don Ramón Menéndez Pidal y sus estudios medievales, a don Dámaso Alonso con su ‘Poesía Española’, a don Américo Castro y sus estudios cervantinos y al catedrático por aquellos años de la Universidad de Sevilla don Francisco López Estrada. Fue un poco más tarde cuando a estos grandes de los estudios filológicos se fueron uniendo nombres como Emilio Orozco Díaz, Antonio Prieto, Fernando Lázaro Carreter, Mª Rosa Lida de Malkiel, Juan Antonio Maravall y Francisco Rico, junto con otros muchos a los que ahora llamamos maestros y que en aquel tiempo fueron nuestros padres y madres cuyos estudios sobre los grandes clásicos del Siglo de Oro guiaron los nuestros. Pero para llegar a ellos hay que reconocerles el mérito a profesores de la Hispalense como Rogelio Reyes Cano, Pedro Piñero o Jacobo Cortines que nos acercaron a los trabajos e investigaciones no solo de las eminentes figuras españolas citadas, sino también de los grandes hispanistas extranjeros: S. Gilman y sus estudios sobre ‘La Celestina’, E. L. Rivers sobre Garcilaso o Jean Canavaggio sobre Cervantes, por citar solo unos ejemplos. Y es precisamente a Cervantes y su ‘Quijote’ a los que Rico, fumador impenitente e impertinente, dedicó las mejores y más profundas páginas de su labor investigadora; sin olvidar las dedicadas al ‘Lazarillo’, el otro clásico que debe a Rico ediciones definitivas (Cátedra y Biblioteca Clásica de la RAE). La edición que a su cuidado publicó primero la editorial Crítica y más tarde la RAE del ‘Quijote’, junto con estudios como el conjunto de artículos que reunió bajo el título ‘Tiempos del Quijote’ (Acantilado, 2012), pueden considerarse, además de otros trabajos, la aportación más destacada a los estudios quijotescos de este filólogo catalán que nunca se cansó de reivindicar la relación Cervantes-Quijote-Barcelona como “una historia de amores felices”, como así lo define el propio Rico al comienzo de su artículo “La barretina de Sancho, o Don Quijote en Barcelona”, incluido en su libro ya citado ‘Tiempos del Quijote’, para terminar con estas palabras que bien podrían ser una lección para los convulsos tiempos que ahora corren: “Es que en Barcelona don Quijote ha sido siempre de casa y el ‘Quijote’ puede muy bien ser el libro más “nacional” de Cataluña”. José López Romero.
CASQUERÍA Y NOVELA NEGRA
Decía recientemente Benjamín Prado (que por cierto acaba de publicar ‘El anillo del general’, la séptima entrega de su exitosa serie de novela policíaca protagonizada por Juan Urbano) que “estoy cansado de escritores nórdicos a los que les sobra casquería y les falta sutileza. A mí me gusta que la novela negra sea literatura”. Totalmente de acuerdo con este escritor, aunque pienso que ese virus de la casquería ya no sólo se circunscribe al gélido norte, sino que se extiende como una mancha, poniendo en cuestión lo que de literatura podemos encontrar en muchas de las novedades que bajo el calificativo de novela negra o policíaca nos llegan, y de los que en la misma provincia de Cádiz tenemos ejemplos recientes. Miren ustedes, a mí la casquería, poca y en contadas ocasiones. No desprecio probar unos buenos callos o unos riñones al jerez, que incluso en determinados momentos y circunstancias pueden ser manjares muy apetecibles, pero mi itinerario gastronómico diario se aleja mucho de dar protagonismo a la casquería. La novela policíaca, y luego su derivada como novela negra, gracias a excelentes escritores y escritoras ha dejado una huella imborrable a lo largo de la historia de la literatura, pero de pronto, inesperadamente un día nos llegaron del Norte la truculencia y “la falta de sutileza” como decía Prado, y lejos de ser una moda pasajera en dicho género literario, como pensamos algunos, llegaron para quedarse. Hoy proliferan en nuestro país los autores y autoras que han hecho de la casquería su firma reconocible y lo que es peor les “mola” jactarse de ello, pese a que sus libros sean un manifiesto desprecio a la buena literatura donde la trama desaparece bajo una capa de sexo, violencia y absurdo. Afortunadamente esos libros donde la casquería es el único reclamo pasan al olvido en un suspiro, mientras la buena literatura policíaca o su variante negra (donde siempre hubo sexo y violencia, pero con un sentido dentro de la trama general) sigue aportando títulos, que si bien en menor número que “la ola de casquería”, estos sí permanecen en la memoria de los buenos lectores. Esa es su mayor victoria. Ramón Clavijo Provencio.
viernes, 17 de mayo de 2024
ROBOS, LIBROS Y FASTOS
En estos últimos meses han sido noticia varios intentos de robo en bibliotecas de instituciones de la provincia. Así, si la víspera de la última Nochebuena nos desayunábamos con un intento de robo en el edificio del Casino Gaditano de la capital, y donde un individuo o varios accedieron a los pisos superiores donde se encuentra la biblioteca con un fondo bibliográfico de incalculable valor, en febrero de este año otro desconocido accedía ilícitamente a la sede de Biblioteca Municipal Central de Jerez desde un edificio abandonado. En ambos sucesos no hubo finalmente que lamentar pérdidas en el patrimonio allí custodiado, aunque se ponía en evidencia la falta de inversiones en la seguridad de estos edificios. Pero pese a la aparatosidad de los hechos mencionados, y que pueden ser combatidos con eficacia instalando sistemas de seguridad apropiados como circuitos de video vigilancia o arcos antihurto entre otros, hay una necesidad acuciante de arbitrar otras medidas para preservar más eficazmente el patrimonio conservado en muchos centros culturales. Por ejemplo: lograr una mayor sofisticación en los protocolos de seguridad que regulan el acceso a los fondos patrimoniales (aplicables tanto al personal encargado de su custodia como a los usuarios que solicitan su consulta, por más que estas compliquen la accesibilidad de esos investigadores y estudiosos). Esto último es imprescindible, pues aparte de los intentos de robos perpetrados por personas de escasa formación (que la mayoría de las veces lo último que tienen intención de robar son libros pero dejan un reguero de destrozos en las zonas asaltadas), hay otro tipo de robos contra los que es más difícil luchar y donde los implicados sí cuentan con preparación y medios. Robos como el perpetrado la pasada década en la Biblioteca Municipal José Celestino Mutis de Cádiz, de la que se sustrajeron a lo largo de varios años centenares de libros muy valiosos, algunos de los cuales tiempo después de recuperarían al ser detenidos los implicados. Ya Donna León en su novela ‘Muerte entre líneas’ (basada en el robo en 2012 de cientos de libros de la biblioteca Girolamini de Nápoles) prestaba atención a una lacra que parece generalizarse en los últimos años y que afecta a todo tipo de centros bibliotecarios, como se puso en evidencia con el robo en la Biblioteca Nacional de un ‘Sidereus Nuncius’ de Galileo (en la imagen). Por todo ello, cuando la ciudad de Cádiz lanza su candidatura para “Capital mundial del libro” (UNESCO) y Jerez lleva varios años promocionándose para “Capital de la cultura” 2031, no está de más recordar que el patrimonio bibliográfico y documental sigue siendo una de nuestras asignaturas pendientes, y que exigiría inversiones relevantes (y no sólo en seguridad, también en restauración, digitalización y conservación) más allá de las que se destinen a la preparación de las candidaturas de los mencionados fastos. Ramón Clavijo Provencio.
MI PADRE ESPAÑOL
Ricardo Dudda publicó el pasado año en la editorial Libros del Asteroide ‘Mi padre alemán’, título que tomo prestado y modificado para este artículo. En su texto, Dudda más que una biografía de su padre, Gernot, un publicista de renombre en España a finales del siglo pasado, repasa la historia familiar partiendo de su abuelo, Richard, del que descubre a través de los documentos que conserva la familia que formó parte de la policía nazi. Pero lo que le interesa a Dudda con su libro no son los antecedentes más o menos oscuros de sus antepasados, sino el desarraigo que supone para toda una familia nacer en un país que ya no existe, con una nacionalidad que puede cambiar según cambian las fronteras y con una lengua que vas olvidando a medida que vas emigrando de un sitio en otro. Es otra de las terribles consecuencias de una guerra. Esos efectos “colaterales” que provocó, como cualquier otro conflicto bélico, la II Guerra Mundial y de los que nada se dice en los manuales, sólo en libros como el escrito por Ricardo Dudda. Gernot nació en 1940 en una pequeña ciudad alemana que después de la guerra pasó a ser polaca. Tuvo que pasar de la zona rusa de la Alemania ocupada a la Alemania Federal, y a sus ochenta y tres años vive en una casa frente al mar Mediterráneo, en la playa del Hoyo (Murcia), después de una vida dedicada a la publicidad. Sin haber sufrido una guerra ni sus consecuencias más inmediatas, quizá todos en cierto momento de la vida le debamos un libro a nuestros padres y abuelos, a nuestra familia. Los que nacimos en un seno familiar modesto, gente trabajadora, que intentaba que la generación siguiente mejorara las condiciones de vida de la anterior, sabemos de los sacrificios que tuvieron que hacer nuestros padres para ello. No tuvieron necesidad de emigrar, como muchos lo hicieron precisamente a la tierra de promisión que era para los trabajadores españoles Alemania, pero padecieron aquellos “años del hambre” que no olvidaron jamás y la larga travesía por la España en gris oscuro. La España del pluriempleo, de las letras con vencimiento a fin de mes y de las cuotas al Ocaso. Cada país ha tenido en la historia del peor siglo para Humanidad, el XX, su infierno. Este primer tercio del XXI no se presenta mejor. José López Romero.
viernes, 3 de mayo de 2024
DISCURSOS
El otro día un buen amigo me regaló un libro. Lo abrí con la ilusión de un niño y leí el título: ‘Discurso sobre el hijo-de-puta’ (ed. Pepitas de calabaza, Logroño, 2014). Miré a mi amigo intentando descubrir las intenciones de aquel regalo, pero no observé en su rostro el más mínimo atisbo de maldad; muy al contrario, al notar mi recelo me dijo: “como te gustó tanto ‘Las leyes fundamentales de la estupidez humana’ de Carlo M. Cipolla, supuse que este discurso te interesaría. Es más -siguió con su convencimiento- si alguien escribiese ‘La fauna del Congreso de los Diputados’, no dudes de que te lo regalaría y así tendrías el triángulo equilátero”. Me convenció. Y me dispuse a leer el discurso escrito por el autor portugués Alberto Pimenta (Oporto, 1937), un autor polifacético, heterodoxo y experimental que, a la manera de Cipolla y sus estúpidos, señala nada más comenzar el discurso que hijos-de-puta hay por todos lados, aunque esa es una afirmación evidente a poco que echemos un vistazo a nuestro alrededor o simplemente nos pongamos a ver los informativos de la tele. Si hacemos nuestra la premisa de ambos escritores de que en todo grupo humano (¿?) hay un número de estúpidos y otro de hijos-de-puta, e incluso alguno que reúne ambas condiciones, ya podríamos empezar a repartir los roles que a cada uno le corresponden. En su interesante discurso Pimenta distribuye al hijo-de-puta en dos grupos: los especialistas en hacer, es decir, los que ejercen activamente, y los especialistas en no dejar hacer, es decir, los que ejercen molestando al prójimo y poniendo toda clase de obstáculos. O dicho de la manera literal en que lo describe el autor portugués: “El hijo-de-puta integral, el que lo es por disposición y por ocupación, el que puede realizar sin limitaciones su vocación de hijo-de-puta, ya sabemos que ni quiere vivir ni dejar vivir” (p. 75). Otro de los rasgos definidores de este espécimen es el ansia por trepar: “El hijo-de-puta no quiere salir del puesto que ocupa (a no ser para ocupar un puesto relativamente con mayor plusvalía), ni quiere que los demás salgan del puesto que ocupan (a no ser para ocupar un puesto relativamente con menor plusvalía) (pp. 52-53). Otras dos características de este cada vez más numeroso grupo es la envidia y el ansia de poder y dominio: “El hijo-de-puta vive preocupado, roído por la envidia; el deseo del hijo-de-puta es que nadie llegue a estar nunca en medio de lo nuevo, de lo bello, de lo agradable, porque eso da satisfacción a quien allí está… El hijo-de-puta acepta que los demás hagan, pero solo lo que él quiere que se haga.” (pp. 82-83). Y así, página a página Pimenta va desgranando y desvelando la idiosincrasia del hijo-de-puta, por la que cada lector identificará a alguien cercano a él o, lo que sería más grave, a él mismo; o, sobre todo, a algunos que aparecen todos los días en los informativos. Aunque estos últimos si además son estúpidos, ni se darán cuenta de que también son hijos-de-puta. Nota final: tengo entendido que Puigdemont ha publicado un libro con sus discursos. No era un triángulo, sino un cuadrado. José López Romero.
HASTA LAS CORONILLAS
Cuando lean ustedes estas líneas habremos dejado atrás las conmemoraciones en torno al Día Internacional del libro, para dejar paso a la ciudad efímera que se levanta todos los años en el González Hontoria. Sin embargo, y volviendo sobre los libros, no deja de sorprenderme que en una ciudad mediana y abarcable como es aún Jerez, de un tiempo a esta parte -no sólo cuando llega esa efeméride que mencionábamos antes- se hagan visibles escritores y escritoras de los que no tenemos ni la más mínima noticia y a los que se da protagonismo en espacios públicos y privados. La presentación de un libro siempre ha sido algo singular, casi mágico. Hasta hace bien poco, en el escritor o escritora todos reconocíamos a un apasionado lector antes que nada, que finalmente decidía dar ese nuevo paso que el que más o el que menos también ambicionaba pero que solo unos pocos lograrían: publicar. Pero la percepción que tengo de lo que sucede ahora es muy desalentadora. No puede ser que haya docenas de presentaciones de nuevos libros en ciudades pequeñas como la nuestra y, salvo excepciones – benditas excepciones- no tengamos ninguna referencia previa de quiénes son sus autores con los que, por cierto, nunca hemos coincidido en los pasillos y galerías de librerías o bibliotecas. ¿De dónde salen? ¿Me estaré perdiendo algo? Intrigado decidí asistir a alguna presentación que otra de la que no tenía ni idea de quién era su protagonista. Quería comprobar de dónde surgían estos “lectores” en la sombra, a los que presuponía que tras ese aprendizaje imprescindible, esa especie de cursus honorum de la lectura, daban el trascendental paso a la escritura. Pero lo que me encontré, pese a lo previsible, no dejó de incomodarme: autores en los que la lectura no parecía ocupar un papel relevante en sus vidas, y que apenas lograban explicarse sobre el contenido de aquello que presentaban. ¿Kafkiano?, sin duda. Pero yo prefiero recordar aquellas palabras -aunque estas tuvieran otras motivaciones- de Pablo Neruda recogidas en ‘Confieso que he vivido’: “Cuánto libro….cuánto librito… Quién es capaz de leerlos...Ya no se puede más, nos tienen hasta las coronillas…” Ramón Clavijo Provencio.
De la Cruz Vieja a la plaza del Banco pasando por La Moderna: un paseo en pos de la historia del libro (II)
viernes, 19 de abril de 2024
De la Cruz Vieja a la plaza del Banco pasando por La Moderna: un paseo en pos de la historia del libro (I)
Desde que Manuel Esteve Guerrero e Hipólito Sancho de Sopranis iniciaran esas visitas guiadas al Jerez patrimonial a comienzos de los años treinta del pasado siglo, estas forman parte del paisaje cultural de la ciudad gozando en la actualidad de un gran éxito de público. Pero entre las diversas propuestas de visitas que con el correr de los años se han venido y vienen realizando, poco protagonismo se le ha concedido al mundo de los libros y eso que está suficientemente documentado el papel relevante de la ciudad en señaladas etapas de la historia del libro en España. Esa relevancia ya la podemos comenzar a situar cronológicamente a finales del siglo XV con la aparición de imprentas e impresores ambulantes que recorrían la geografía europea y que en Jerez, según Rodríguez Moñino, también podemos encontrar. En ese siglo y el siguiente hay testimonios de impresos e impresores como demuestran los estudios de Francisco José Morales Bernal, también de bibliotecas privadas como el investigador Juan Antonio Moreno Arana desvela en sus numerosos trabajos publicados (entre ellos ‘Un episodio cultural de Jerez en el siglo XVI: Los Libros del bachiller Diego de Aguilocho’). Pero será a partir del siglo XVIII cuando la ciudad empieza a señalarse en la historia general del libro en nuestro país, y lo hace con esa biblioteca que el marqués de Villapanés reunió en su fastuoso palacio de la Cruz Vieja en el barrio de S. Miguel (en la imagen parte trasera y en ruinas del palacio), y de la que fuentes de la época dicen que llegó a tener 12.000 volúmenes. Una biblioteca sobre cuyo destino final circulan leyendas e hipótesis a cual más sugestiva. Será pues dicha plaza lugar de obligada visita en ese recorrido por las huellas de Jerez en la historia del libro, y que no le iría a la zaga en interés a otras que periódicamente se realizan en cuanto a anécdotas y datos históricos que comentar. En este paseo nos deberíamos dirigir ahora a otro punto relevante: la plaza del Arroyo, y en concreto al palacio Bertemati donde actualmente se encuentra el archivo diocesano y la antigua biblioteca de la Colegial hoy Catedral. Y es precisamente esta biblioteca la que contiene uno de las colecciones bibliográficas patrimoniales más relevantes de Jerez. Su principal fondo proviene de la que llegó a reunir el obispo de Sigüenza Juan Díaz de la Guerra, de cuyo contenido y valor ya nos han dejado testimonio numerosos trabajos, entre ellos los de José Luis Repetto Betes en su historia de la Colegial o los de Javier Jimenez López de Eguileta (sobre el archivo histórico diocesano) o María José Toribio Ruiz y José García Cabrera sobre la mencionada Biblioteca en particular. Ramón Clavijo Provencio
IDEAS
El otro día en pleno ritual del café mañanero, que no en el fragor de las copas de amontillado, a un pequeño grupo de compañeros, que también de amigos, nos dio por recordar aquellas desesperadas iniciativas que algunos ayuntamientos pusieron en marcha con el fin de mantener activa la vida cultural y social de las ciudades del interior, entre las que Jerez no fue una excepción, ante la desbandada de su población a las localidades de costa. Nos acordábamos de toda clase de actos: ciclos de cine, conferencias, lecturas poéticas, paseos por el casco histórico de la ciudad, que incluso en nuestros días se siguen haciendo… Actividades que contaban con las buenas intenciones y disposición de los responsables de dinamizar una ciudad que en los meses de verano más que languidecer, se sumía en una profunda hibernación veraniega. Alguno recordaba haber asistido a una conferencia en la que estuvo presente el mismísimo don José Mª Pemán, y otro a una lectura poética del no menos mismísimo don Rafael Alberti (pongo uno y otro ejemplo para compensar y no levantar suspicacias). En estos últimos años celebrar la Feria del Libro en junio (aunque también pospuesta a octubre) o La Noche Azul y Blanca en octubre no deja de ser un modo de cierre de un curso y apertura del siguiente, con ese intervalo estival irremediablemente perdido para cualquier actividad humana (entiéndase cultural). Y al calor de los recuerdos, el grupito se fue calentando y lo que empezó como una lluvia de ideas para recuperar la vida veraniega, pronto derivó en un auténtico tsunami. Alguien se acordó de aquella procesión magna que convocó por las calles de nuestra ciudad a más de treinta pasos un Sábado Santo. ¿Y por qué no podía celebrarse una Magna en julio, con la lógica reducción del itinerario por los calores, aunque bien podrían procesionar de madrugada? Y ya que estábamos en pleno fragor de propuestas ¿por qué no hacer una magna zambomba con helados de pestiño y granizadas de polvorón? O mejor, un zambombódromo, como en los carnavales de Río de Janeiro, por el estadio Chapín. Alguien, que sin duda, le había echado algo al café, gritó: “yo ya lo estoy viendo”. ¡Todo un visionario! José López Romero.
viernes, 5 de abril de 2024
HISTORIA Y LITERATURA
Nadie puede negar que la Literatura y la Historia siempre han estado estrechamente unidas. Dos disciplinas que no se entienden la una sin la otra. Hasta el punto de que en muchas ocasiones al leer una novela aprendes más historia que en cualquier manual al uso. En unas aprendemos una página de un acontecimiento histórico, el caso, por ejemplo, de ‘La verdad sobre el caso Savolta’, en la que Eduardo Mendoza recrea las complejas relaciones de patrones y obreros en la Barcelona de principios del siglo XX; otras, nos enseñan todo un capítulo, centrado en un personaje, como ‘El hijo de César’ del magnífico escritor John Williams (el autor de la excepcional ‘Stoner’), que recrea la figura de Augusto y especialmente la relación de este con su hija Julia, o ‘La fiesta del chivo’, de Vargas Llosa, para conocer los entresijos de un personaje infame: el tirano Rafael Leónidas Trujillo; en otras, en cambio, nos adentramos tan profundamente en toda una época que terminamos por rendirnos al saber y dominio del escritor. Son los casos, por poner dos ejemplos célebres, de ‘Bomarzo’, obra en la que Manuel Mujica Láinez recrea como muy pocos han conseguido todo el Renacimiento italiano a través de la figura de Pier Francesco Orsini, y de ‘Sinuhé el egipcio’, de Mika Waltari, por cuya narración podemos conocer la época de los faraones. Pero aquí quiero destacar dos novelas que en los últimos tiempos han caído en mis manos y que son perfectos ejemplos también de esa unión indisoluble entre ficción e historia, en la que las fronteras de una y otra terminan por difuminarse. Ambas tienen como referente histórico a otro personaje infame: el tirano Augusto Pinochet. La primera, incluso por orden cronológico de los acontecimientos que narran, es la obra de Pedro Lemebel titulada ‘Tengo miedo torero’, y la segunda, ‘Los días del arcoíris’ de Antonio Skármeta (reseñada también en esta página). La lectura de la dos nos da una visión muy acabada de lo que fueron los últimos años de aquella terrible dictadura impuesta “a sangre y muertos”. La novela de Lemebel nos narra los preparativos del fallido atentado que sufrió Pinochet en 1986, con un protagonista al fondo: “la loca del frente”, un gay ya maduro que acoge en su casa, sin saber a qué se dedican, a los miembros del Frente Patriótico Manuel Rodríguez que están preparando el atentado. Una novela que mezcla el sentimiento con la rabia, las emociones con los rencores en una narración conmovedora. Mientras que en ‘Los días del arcoíris’ Skármeta nos ubica en los días previos a la celebración del famoso plebiscito que el propio Pinochet, en un alarde de confianza, convocó en 1988 para permanecer por ocho años más en el poder. El humor, pero también la cruda y terrible realidad de los que apresaba o mataba la policía política, se mezcla en esta narración que nos hace reír al tiempo que emocionarnos con su protagonista, el joven Nico, perdidamente enamorado de Patricia Bettini. Dos novelas para aprender, para reflexionar, para emocionarnos. Dos novelas imprescindibles. José López Romero.