LECTORES SIN REMEDIO

Este blog tiene su origen en la página semanal de libros de "Diario de Jerez", "lectores sin remedio", que llevamos escribiendo desde el año 2007. Aunque el blog no es necesariamente una copia de la mencionada página, en él se podrán leer artículos que aparecen en ella. Pero el blog, por supuesto, pretende ser algo más... Los responsables son los dos lectores sin remedio, de los que facilitamos la siguiente información: Ramón Clavijo es Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla y es actualmente Técnico Superior Bibliotecario del Ayto. de Jerez de la Frontera. Está especializado en fondos bibliográficos patrimoniales. José López Romero es Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y actualmente es Catedrático de Lengua y Literatura en el I.E.S. Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera. Especializado en la literatura dialógica del s. XVI y en la novela del s. XIX.

viernes, 18 de diciembre de 2015

EL MAL FRANCÉS


“Vamos a París” era la frase “consagrada” o lema con que los ilustrados del siglo XVIII de más de media Europa manifestaban la obligación y devoción que “comerciantes, filósofos, científicos o curiosos” contraían con la capital francesa como ciudad de peregrinaje cultural. Francia sin duda “había impuesto su idioma como lengua de entendimiento internacional. Ningún ilustrado podía serlo sin saber idiomas y todos hablaban francés”. Los pasajes entrecomillados están extraídos del volumen 4 titulado “Razón y sentimiento (1692-1800)”, a cargo de Mª Dolores Albiac-Blanco perteneciente a la Historia de la Literatura Española editada por Crítica y dirigida por José Carlos Mainer. No otra idea que la importancia de París y del idioma francés durante el siglo XVIII ha alentado el último trabajo del gran humanista contemporáneo Marc Fumaroli, un conocedor como ya hay pocos de la cultura occidental, y muy especialmente de su país. Bajo el título Cuando Europa hablaba francés (excelente, como todas, la edición de la editorial Acantilado) Fumaroli refrenda con todo lujo de erudición todas y cada una de las palabras que antes he citado del volumen de la Historia de la Literatura Española. España y sus ilustrados en esto al menos no eran una excepción. Pero si París ha seguido manteniendo a lo largo de los siglos el prestigio de capital cultural europea, lugar de peregrinaje y asentamiento de tantos intelectuales y artistas (desde el Modernismo, los movimientos de vanguardia, el exilio de tantos españoles después de la guerra civil, o más actualmente los periodos obligados de nuestros escritores hispanos y americanos, hasta llegar algunos  incluso a fijar su residencia en la llamada con cierta cursilería “la ciudad de la luz” o “la ciudad del amor”); pero si París no ha perdido ese prestigio –decíamos-, a pesar de los parisinos, otra suerte y muy distinta ha corrido su idioma. Hoy esa necesidad de “saber idiomas” que tenían los ilustrados europeos del siglo XVIII es la misma que tenemos todos en esta sociedad, pero ya no es el francés el que necesitamos saber, sino el inglés, que se ha convertido en el idioma internacional que nos han impuesto y, si París no ha perdido ese “glamour” (palabra cursi) tan atractivo como decadente, otras son ya las ciudades de referencia para la cultura occidental (Nueva York), y el francés lamentablemente se ha ido hundiendo en los planes y sistemas educativos de nuestros escolares hasta alternar como optativa con otras materias. Ya hace de esto sus buenos años, en los centros educativos se estudiaba el francés como primer idioma (apenas rastro se anunciaba del inglés), y hasta hace poco un grupo (aunque cada vez menos numeroso) de excelentes alumnos y alumnas aún mantenían el francés como primera lengua extranjera. Eran los años de esplendor o el canto del cisne, últimos restos ya sin duda de aquella antigua idea ilustrada del lejano siglo XVIII, como lejano queda ya también el nombre por el que se conoció en nuestro país la sífilis. José López Romero.      
        

CULTURA

En uno de los libros reseñados más abajo, Farándula, se descubre al lector la visión de la autora – realista y nada subjetiva- sobre el teatro. Es una historia por momentos divertida, pero también plagada de situaciones oscuras, dramáticas y reivindicativas. Pero pese a centrarse en el teatro, realmente lo que  se  pretende es reivindicar el papel que le corresponde a la Cultura, con mayúsculas, en nuestra sociedad, una cultura que durante los últimos tiempos  -que van más allá de los inicios de la crisis que aún parece darnos los últimos coletazos- se nos aparece sin el brillo que tuvo antaño, maltratada administrativamente y distorsionada por ese mal al que parece nadie encuentra remedio, de confundir cultura con cualquier manifestación popular o festiva. Recientemente algunas  asociaciones reivindicaban la recuperación de la denominación Cultura a secas, para tantos entes administrativos –desde ministerios a representaciones territoriales de más bajo rango- que  a lo largo de las últimas décadas habían añadido al término una serie de apellidos que andando el tiempo han ido  distorsionando la finalidad originaria de los mismos. Parece que la palabra Cultura es  hoy día una excusa para hablar de otras cosas que siempre han sido secundarias, especialmente las de carácter festivo y que ahora parecen ser prioridad y se llevan la parte del león de los mermados presupuestos de las administraciones.  Para mí la Cultura con mayúsculas siempre la asimilé a dotarnos de buenos museos, archivos y  bibliotecas. A la protección del  cine y teatro, pero también al fomento de la lectura entre los más pequeños o  incentivar  la investigación. Cultura es  proteger la cadena de comercialización del libro, especialmente  librerías o  la inversión en proyectos patrimoniales…Por supuesto que la cultura es más, pero por ser un concepto amplio y de difícil definición se impone reivindicar su esencia hoy salpicada y desplazada por sus aspectos más anecdóticos y superficiales. Libros como Farándula serán siempre bienvenidos por su reivindicación de la esencia del concepto Cultura, por lo que no desesperamos de ver algún día desterrada esa política miope  del  Panem et circenses que se ha  impuesto por doquier. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO  

sábado, 12 de diciembre de 2015

CASOS EXTRAÑOS

Leo  un esplendido artículo publicado en El País –“Genios replegados” de Rubén Amón- recordando al compositor finlandés Jean Sibelius en el 150 aniversario de su nacimiento, en el que nos escribe sobre el  cansancio intelectual que invade al compositor en plena madurez y éxito, que  provocará finalmente su incapacidad para componer más. Me hizo recordar el mencionado texto aquel lejano verano en Los Barrios, la población natal de mi padre y donde año tras año pasábamos la familia la temporada estival, en el que lo acompañé a  visitar a un antiguo amigo de juventud al que conoció en Tánger (en la imagen), y que por entonces, mediada la década de los setenta del pasado siglo, volvía a España para instalarse en la mencionada localidad del Campo de Gibraltar.  Recuerdo aquella casona de dos pisos, sobre todo el huerto de la parte trasera, donde se había instalado aquel singular personaje, correcto pintor paisajista –uno de sus lienzos reproduciendo un colorido paisaje de la ciudad marroquí de Tetuán presidió durante años el salón de la casa paterna- aunque él se autotitulaba por encima de todo escritor. Si bien contemplé, y en algunos casos admiré algunas de sus pinturas, jamás supe de  sus libros, pese a que en su casa junto a los lienzos aparecían enmarcadas algunas fotografías del propietario de la casona con escritores relevantes –como supe años después- Truman Capote, Gerard Brenam o Paul Bowles viejo conocido de su etapa norte africana. Aquella visita de adolescente pronto pasó al olvido, entre otras razones porque el excéntrico personaje, después de una larga espera en el salón de aquella casa al que nos hizo pasar una vieja asistenta, finalmente no apareció ante el enfado de mi padre. Años después volví a tener noticias de él, cuando en una breve carta se despedía de mi progenitor tras algunos años en Los Barrios, en pos de la “energía vital para escribir”,  se justificaba, y que al parecer no encontraba en aquel lugar –como tampoco antes, según me comentó mi padre, en Tánger y en tantos otros sitios- y lo tenía frustrado, pese a que esa energía no le faltara –aunque por lo visto ello no lo consolaba- para seguir pintando paisajes notables. Sin duda este hubiera sido un caso atractivo a estudiar para mi admirado y recién desaparecido doctor  Oliver Sacks. Pero casos como este que les narro abundan en la historia de la cultura. De algunos ya da cuenta Rubén Amón en el artículo mencionado al comienzo de estas líneas: Rimbaud, Dashiell Hammett, Salinger, Melville… Todos parecidos pero a la vez todos singulares y que por ello despiertan  curiosidad  o  atracción científica sobre historias unas veces trágicas y delirantes, otras extrañas e inexplicables y algunas, incluso, dignas de una opereta. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO

MATERIA COMBUSTIBLE

Desde su inicial Elogio a la mala yerba (VIII Premio Internacional de Poesía Loewe a la Creación Joven en 1995 y publicado por Visor en 1996), la trayectoria poética de Pepa Parra se ha ido consolidando en el panorama literario de nuestro país, aunque el reconocimiento general, de público y crítica, cueste mucho más desde provincias que desde una gran ciudad. Pero Pepa, como otros excelentes ejemplos (Paco Bejarano, Pepe Mateos, Pedro Sevilla), ha preferido permanecer en su tierra, Jerez, en la que desde su puesto en la Fundación Caballero Bonald es testigo de privilegio del ambiente literario que se respira fuera de nuestra ciudad, en algunas capitales más viciado que en otras, además de permitirle que se valoren sus méritos poéticos y su trabajo. Y desde aquel primer poemario hasta Materia combustible (Ediciones en Huida, 2013) la búsqueda del otro, las relaciones cuerpo a cuerpo y la obsesión por disfrutar del momento, al tomar conciencia de lo efímero de la felicidad son temas recurrentes en sus poemas. La carnalidad, la recreación en lo bello, en esos cuerpos que se dejan llevar por la pasión o por el descanso después de la batalla de amor se reflejan en los poemas y de ahí el título del libro y las tres secciones que lo componen: “fuego”, “cenizas”, “fuego”. Pero en Materia combustible aparece con más intensidad que en libros anteriores la preocupación por el paso del tiempo y, sobre todo, por el “futuro incierto”, lo que nos lleva a poemas que intentan con cierta e inútil desesperación recuperar el pasado, aunque solo sea un “sorbo” de él (“Dame un sorbo de ayer, una mirada/ los restos de un naufragio / a los que sujetarme…” del poema “egoísmo y miseria”). En esta misma línea encontramos el estremecedor “Cenizas, humo” o las preguntas que se nos hace en el poema “Y si ahora”. Materia combustible es un libro sin duda que exige, por su calidad e intensidad, una lectura pausada, la mirada madura de sus versos, esa mirada desde la que escribe Pepa Parra. José López Romero.

sábado, 5 de diciembre de 2015

ZONAS HÚMEDAS

“¿Qué estás leyendo?”, me pregunta mi mujer. Y aunque no es gallega, cuando pregunta lo parece. “Lo digo porque te veo salivar demasiado”, y aunque no es gallega (insisto), cuando hace algún comentario lo parece. “Zonas húmedas”, le contesto. “¿Lo dices por la boca o es el título del libro?”, definitivamente, alguno de sus antepasados debe de ser gallego. “El título”, le respondo. “Pues seguro que no trata de la laguna de los Tollos, porque tú de Ecología tieso; conque ¡ya me dirás de qué va el librito! ¡Alguna guarrería!”. ¡Acertó! Lo dicho: ¡gallega! Cada vez que he cerrado el libro de Charlotte Roche después de leer algunas páginas, la pregunta que siempre me asalta es ¿con qué intención ha escrito la autora alemana esto? Muchas y muy variadas son las intenciones de un escritor cuando se enfrenta al proceso de creación, que convierte su obra en algo más que arte: dar una visión de la sociedad, intentar explicar el pasado, despertar la conciencia de los lectores, sus sentimientos, el amor, el odio, poner a estos delante de los enigmas universales, hacerlos reaccionar, etc., etc.. Y me hago la pregunta porque no entiendo qué se esconde detrás, qué nos quiere transmitir C. Roche con su protagonista, una muchacha, Helen Memel, cuya única afición conocida (“coñocida”, para utilizar las propias palabras de Roche), es entablar una relación tan variada como repugnante con todos sus fluidos, efluvios, excrementos corporales que van del juego a la ingesta, incluidas menstruaciones, legañas, mocos y todo lo que sea susceptible de transmisión bacteriana, porque la tal Helen quiere tanto a sus bacterias, sobre todo las que pueden pulular por sus zonas más húmedas, que no tiene escrúpulo alguno en comérselas o dejarlas por ahí para que otros las disfruten. Por no hablar de la variada gama de masturbaciones y relaciones sexuales que nos va describiendo al hilo de sus guarradas, sazonado todo con comentarios sobre sus borracheras y emporramientos. La operación que acaba de sufrir en la zona anal (así empieza la novela) le sirve también para que no quede agujero de su cuerpo por explorar y explicar qué suele hacer con ellos. ¿Es el trauma de una niña que no ha asimilado bien el divorcio de sus padres y sigue, pese al tiempo transcurrido, intentando unirlos? ¿nos quiere hacer ver C. Roche que Helen es al fin y al cabo una muchacha como otra cualquiera, aunque un poco más desinhibida? Lo que leemos en Zonas húmedas es una relación de guarradas, todas absolutamente gratuitas y muchas consecuencia de la mala educación de la protagonista, que por momentos levantan el estómago al más desinhibido lector. Para algunos (leo en Google) la novela es transgresora y en ella se aprecia la valentía de la escritora. Bueno, hay opiniones como lecturas para todos los gustos. Pero esta en especial es de muy mal gusto. Y sin embargo, cuando se publicó en Alemania en el 2008 fue un verdadero best-seller, con ventas millonarias en todo el mundo. “Y si es tan guarro, ¿por qué lo lees?”, nuevo ataque de la gallega. “Eso mismo me estoy preguntando yo”. “¡Ah! No vale hacerse el gallego. La gallega soy yo”. José López Romero.


EN LA LIBRERÍA

Llevaba un rato en mi librería de guardia, y durante ese tiempo me sorprendió que un número apreciable de clientes entrara preguntando  por una biografía de Carlos I. Más extrañado me quedé cuando comprobé que estos clientes eran adolescentes, algunos acompañados por adultos –ante la cara de extrañeza de alguno de estos jóvenes recorriendo las calles del local, supuse que los acompañantes irían en calidad de guía para orientarlos por un territorio que  no habrían pisado nunca. Luego mi buen amigo el librero me aclaraba el asunto. Aquellos chavales no iban buscando los excelentes textos de Geoffrey Parker o Fernand Braudel sobre el personaje antes mencionado, sino un modesto librito (Carlos I, rey emperador de Laura Sarmiento),  sobre la serie que una cadena televisiva emite sobre el  primero de los Austria en nuestro país. Al parecer había sucedido meses antes lo mismo con el personaje de Isabel de Castilla. Esto es, el éxito de la serie  derivó en un inesperado éxito de ventas del libro preparado al efecto. Pese a todo, y lamentando que ningún libro sobre nuestra historia escrito por un historiador de prestigio no tuviera por sí solo el tirón entre nuestros jóvenes de estos modestos impresos –estaría a mucha distancia en cuanto a ventas el que recientemente ha publicado Arturo Pérez Reverte (La Guerra Civil contada a los jóvenes)-, sí es para alegrarse de que series históricas como esta que traemos al caso sobre Carlos I estén, a la vista de las estadísticas de audiencia, batiendo records y además, y esto es lo que más nos interesa, llevando a un número considerable de jóvenes a interesarse por  personajes históricos claves para entender la historia de nuestro país. Se puede perdonar que esos libros –con un aceptable rigor histórico- no estén escritos por Parker  o Braudel, ¿no creen? Y tras esta  distracción en mi librería de guardia, en una  fría mañana otoñal, proseguí con mi búsqueda de algunos textos de Oliver Sacks, el neurólogo, pero también  humanista, que tanto nos enseñó sobre los misterios del cerebro y, sobre todo,  la maravillosa complejidad del ser humano. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO

sábado, 28 de noviembre de 2015

CURIOSIDADES BIBLIOGRÁFICAS EN LA II REPÚBLICA

Complicado ha sido siempre la crianza de los hijos. Más aún si el educador se empeña en inculcar un solo punto de vista de la vida al educando, el suyo. Suelen ser personas convencidas de la infalibilidad de sus opiniones y creencias. Y no proceden solo de un lado, pues tanto a la diestra como a la siniestra encontramos ejemplares de esta catadura. Fue el caso del padre Codinach, Superior General de la Orden del Carmen, que en 1934 publica en una imprenta cordobesa con el “provocativo” nombre de “La Española”, un librito de carácter moralista. Amplitud de miras de la imprenta, sin duda, pues ya había sacado a la luz el reglamento de “Germinal”, una sociedad de obreros de aquella ciudad. Nuestro carmelita se escandalizaba de la “inmoralidad pública por causa de las desnudeces también públicas”. En otras palabras, que los jóvenes cada vez se tapaban menos y enseñaban más. ¡En 1934! Si el sacerdote viviera hoy, creería que hemos sido invadidos por una nueva especie. Definía la educación filial, que así se llamaba la obra, como la dirección conveniente que los padres deben dar a los hijos para que todas sus facultades lleguen a su desarrollo y perfección. Arduo camino, pues según nos cuenta el cura, a los niños les subía la temperatura  por “los vestidos cortos de las niñas, y sobre todo por no llevar siempre calzones o bragas”. Aunque no siempre han tenido tan mala prensa como hoy, desaconsejaba la bebida y el tabaco para la juventud, “que tan funestas consecuencias morales y físicas acarrea”.  Afirma que las niñas deben dominar la costura, el bordado y el planchado, y ayudar en la casa con la faena doméstica. De los niños no habla. En lo referente al amor, hablar todo lo que se quiera, pero solitos ni a misa: “nunca se quedarán solos los novios, y siempre han de estar visibles a alguno de la casa”. No permitan nunca que se toquen y se besen, como no sea darse la mano al saludarse o despedirse”. En fin, todo esto no resulta extraño en un religioso de hace ochenta años, pero sorprende la libertad de imprenta respecto de estos escritos en una República laica, aún cuando el opúsculo viese la luz en el llamado “bienio negro”, cuando era la derecha la detentadora del poder. Pero eran los tiempos de las bibliotecas populares, del  Patronato de Misiones Pedagógicas –y sus entusiastas campañas educativas por las zonas rurales-, de la Junta de Intercambio y Adquisición de Libros, del Diccionario de uso del español de María Moliner... Un periodo fecundo, sin duda. Lástima que fuera malogrado por la intransigencia de aquellos que creyeron ser portadores de la verdad. De ambos bandos. Natalio Benítez Ragel.

VISOR

Ahora sí. A diferencia de semanas pasadas, esta vez estoy decidido a comentar aquella entrevista que le hicieron al editor Chus Visor, publicada por los medios allá por principios del verano y que tanta polémica levantó. “Dicen que los novelistas son vanidosos pero ¡hay cada poeta!”, es el titular que en ella se destacaba y no era precisamente lo más grueso o fuerte con lo que el dueño de una de las más prestigiosas colecciones de poesía de habla hispana se dejaba caer. La entrevista tenía su razón de ser porque con 70 años recién cumplidos también se celebraba que llevara 45 de ellos intentando ganarse la vida con la edición de poesía, toda una heroicidad en un país que se lee poco y mucho menos poesía, aunque el propio Visor no está de acuerdo con esto y pone como ejemplo los 45 años de su sello (seguro que más de una y de dos subvenciones le habrán salvado algunos balances anuales) y los 25.000 ejemplares vendidos del poemario de Joaquín Sabina (pero es que Sabina vende lo que toca). En cualquier caso, esos 45 años de editor y sus 70 de vida le permiten a Chus Visor ocupar un lugar de privilegio desde el que no solo puede observar toda la fauna literaria, sino también decir lo que sobre esta piensa, porque a esas alturas de la profesión y de la vida uno se puede permitir ciertos lujos y entre ellos el de decir lo que le da la gana. Por eso, comenta sin tapujos la mediocridad de muchos poetas actuales (“poetas infames” los llama) que sin embargo venden bastante bien lo que publican, o que la poesía femenina no está a la altura de la narrativa, o la enemistad que se ha granjeado de los poetas que no ha editado, así como niega la acusación de manipular premios para dárselos a sus amigos (¡qué va a decir él!). Al margen de polémicas y declaraciones más o menos escandalosas y siempre discutibles, hay que reconocerles a editoriales como  Visor, Tusquets o Renacimiento (por poner otros ejemplos), su papel decisivo en el prestigio internacional de nuestra poesía. José López Romero.

sábado, 21 de noviembre de 2015

ROMANOS

“-Padre –pregunté-, ¿ha merecido la pena? Quiero decir, el poder, esta Roma a la que has salvado, esta Roma que has construido… ¿Ha merecido la pena todo lo que has tenido que hacer? Mi padre me miró durante un largo tiempo, y después desvió la mirada. –Debo creer que sí –dijo-. Los dos debemos creer que sí”. Es parte de la conversación que mantienen Octavio César y su hija Julia, después de que el emperador de Roma le proponga la obligación de casarse con Tiberio, hijo de Livia, la esposa de Octavio. Una obligación que Julia debe aceptar aunque regañadientes por el bien de esa Roma a la que su padre ha dedicado y sacrificado toda su vida, como la misma Julia, quien ya lleva a sus espaldas, pese a su juventud, dos matrimonios de conveniencia. Es la famosa y siempre socorrida “razón de estado” que sigue vigente hasta nuestros días. Pero no interesa tanto esa excusa o justificación bajo la cual tiranos, dictadores y gobernantes de la peor calaña han cometido a lo largo de la historia toda clase de atrocidades, sobre todo, delitos de lesa humanidad, sino la pregunta que Julia le hace a su padre, la que  nos deberíamos hacer pasado el climatérico lustro de nuestra vida, pero que en un gobernante se hace más acuciante y necesaria. Los acontecimientos políticos que actualmente nos preocupan, los ataques terroristas, las guerras que asolan países y se cobran miles de vidas, perdidas o desarraigadas ya para siempre de la tierra en la que vieron por vez primera una luz que ya no les alumbra… no creo que la respuestas de los responsables de estos sucesos, de tanta tragedia sea la que Octavio César le dirige a su hija, ellos no pueden creer que sí. Porque no han dedicado ni sacrificado sus vidas en salvar a su Roma, en construirla, sino en destruirla y arrasarla. La vocación de servicio a su país, a la ciudad que se observa en Octavio y que este le reclama una vez más a su hija Julia se ha transformado en intereses económicos, en soberbia e inhumanidad. La conversación con que empezaba estas líneas pertenece a la novela de John Williams ‘El hijo de César’ (reseñada hace unas semanas) y la refiere Julia en una de las cartas que escribe años más tarde en su destierro en la isla de Pandateria, obligada a permanecer alejada de la ciudad a la que tantos sacrificios personales dedicó, pero también en la que fue feliz y se dejó llevar por una vida disoluta. En todas las novelas o libros que tratan de la Roma antigua, se destacan los vicios sin cuento, las intrigas, los asesinatos y crímenes de toda clase que se cometían, pero también se puede observar el inmenso amor, el orgullo de sus ciudadanos de aquel imperio, de aquella urbe que era el centro del mundo. “Quiero que sepas que soy consciente de la dificultad que entraña tu misión de gobernar esta extraordinaria nación, a la que amo y odio, y este Imperio, aun más extraordinario, que me horroriza al tiempo que me enorgullece”, le dice un personaje de la novela de Williams a Octavio. Otra lección de los romanos que debemos aprender. José López Romero.


LOW COST

Como en el mercado inmobiliario –y perdonen la comparación-  en el del libro parece funcionar mejor el de segunda mano, y así parece ponerlo  de manifiesto los últimos estudios sobre la comercialización y distribución del libro en los últimos años. Lo cierto es que  2014 ha sido un año terrible para las librerías en nuestro país - la Confederación española de asociaciones y gremios de libreros habla de que  casi 900 librerías han echado el cierre-  algunas tan relevantes como La Regenta en Madrid o Negra y Criminal en Barcelona. En el caso de esta última con la paradoja de perecer precisamente cuando vivimos la edad de oro de dicho género. Ante este panorama es curioso como el  mercado del libro de segunda mano se mantiene: no solo no disminuye el número de librerías sino que las virtuales no parecen significar para ellas un serio peligro aún. En un interesante artículo que firmaba Xosé Hermida hace algunas semanas en El País, se recogía la opinión de  un librero de la Cuesta Moyano , y esta no difería mucho de la que les comentaba basada en los estudios estadísticos de la CEGAL:  se sigue resistiendo y aunque el negocio mengua no desaparece. Puede parecer algo extraño que en la era digital al mundo del libro low cost o de segunda mano -que aguanta con dificultad pero firmeza las turbulencias del mercado-,   lo que más le preocupe es el peligro cierto de que  una clientela envejecida pero fiel  no encuentre continuidad en las nuevas generaciones.  En Jerez el fenómeno parece también plasmarse en la reciente inauguración de una librería de viejo en los antiguos locales de la que fuera Librería  Hojas de Bohemia en la plaza de Vargas. Todo un síntoma de lo que decimos. Por cierto, estamos en vísperas de la instalación de la tradicional Feria del libro antiguo en la alameda de Cristina, un clásico del paisaje pre navideño en la ciudad, y que además es notorio el tirón de público que tiene y para sí quisieran otros eventos de similares características en el calendario local. RAMON CLAVIJO PROVENCIO

domingo, 15 de noviembre de 2015

LITERATURA SOBRE LITERATURA

“Un libro empieza y termina mucho antes y mucho después de su primera y de su última página”, dice Julio Cortázar en una conferencia titulada “La literatura latinoamericana de nuestro tiempo”, que se recoge como apéndice en su libro Clases de literatura. Berkeley, 1980 (ed. Punto de lectura, 2013). Y cuando terminé de leer este libro de Cortázar no pude por menos que recordar la frase cargada de razón. Los buenos libros, los que marcan al lector son realmente aquellos para los que estábamos preparados, consciente o inconscientemente, para leer y aquellos que no olvidamos durante toda nuestra vida, que nos hacen reflexionar, que nos producen un placer o nos provocan unas emociones que nos acompañarán para siempre. Clases de literatura es un libro sobre literatura porque en él se recoge el curso que Cortázar impartió en la Universidad de Berkeley en 1980; forma parte, por tanto, de ese género ensayístico del que aquí hemos reseñado algunos trabajos, por el interés que siempre tiene un libro sobre literatura escrito por los que a ella se dedican desde el lado de la creación y no de la crítica o la investigación. Y en esto, La verdad de las mentiras de Vargas Llosa o Diez grandes novelas y sus autores de Somerset Maugham (que hemos reseñado aquí en otro tiempo) son títulos muy recomendables. Pero el ensayo de Cortázar tiene el interés añadido, a diferencia de estos dos libros citados, de que el escritor argentino reflexiona sobre su propia obra, sobre las etapas que cree advertir en su carrera literaria y, sobre todo, las claves de creación de sus insuperables relatos, así como de sus dos grandes novelas: Rayuela  y Libro de Manuel. Una reflexión cargada de literatura, pero también de vivencias personales que nos acercan al escritor, pero aún más al hombre y sus circunstancias. Y en este sentido, aunque Cortázar hable de la importancia de la fantasía, de la música, del humor y del erotismo en la literatura latinoamericana, las páginas más sobrecogedoras son aquellas en las que reflexiona sobre la responsabilidad (prefiere esta palabra a “compromiso”) del escritor latinoamericano con la realidad de sus países de origen. La denuncia de las sangrientas dictaduras que asolaron buena parte del continente americano, y el papel que le corresponde al escritor en la recuperación de los derechos de los pueblos a decidir su futuro y enfrentarse al abuso de poder establecido ocupa la última parte del libro, en especial esas dos conferencias que se incluyen en el apéndice final y de las que destacábamos al comienzo una de las frases. Y si esa frase ya nos plantea la relación del escritor y del lector con los libros, tampoco debemos olvidar la cita inicial extraída de Unamuno: “… aborrezco a los hombres que hablan como libros, y amo los libros que hablan como hombres”. Las Clases de literatura  de Cortázar es, sin duda, un libro que habla como un hombre, con la imponente estatura del escritor argentino. José López Romero.



SAHARA

A  finales de 1975  el puerto de Cádiz fue lugar de atraque de muchos barcos de la Armada atestados de tropas y pertrechos procedentes del Sahara. Yo iniciaba por entonces mis estudios en el colegio universitario de Filosofía y Letras de la vecina ciudad, y algunas tardes gustaba de acercarme a los muelles y sumergirme en el bullicioso corazón y razón de ser de esa ciudad portuaria. Hoy el trasiego del puerto gaditano no es el mismo –salvo los días en que atraca algún mastodóntico crucero- y nada nos hace recordar hoy en estos muelles   aquellos meses del 75  en los que el país vivió acontecimientos decisivos para su historia. Uno de ellos, la nunca aclarada del todo  salida española del Sahara. La bibliografía existente sobre ello, parece darnos la razón en cuanto al desinterés sobre  aquellos acontecimientos, algo por otro lado tampoco novedoso, pues poco se ha escrito sobre  los procesos descolonizadores de España en  sus territorios africanos (Guinea, N. de Marruecos, Sahara…), y quizás algo tenga que ver en ello el hecho de que el papel de nuestro país en los mismos no fue ciertamente   airoso. Sobre el Sahara, Concha Molla escribía un interesante artículo buceando entre la escasa bibliografía a la que se puede remitir al lector interesado en el Sahara colonial y poscolonial, y curiosamente  nos señalaba como eran de destacar más obras de ficción que estudios históricos sobre el tema. El imperio del desierto de Ramón Mayrata,  El médico de Ifni de Javier Reverte o Mira si yo te querré de Luis Leante (premio Alfaguara, 2007), son ejemplos de ello. Entre los de no ficción quizás destacar La historia prohibida del Sahara (Destino) de Tomás Barbulo y poco más. Ahora la publicación del catedrático de Hª Contemporánea de la Universidad Juan Carlos I, José Luis Rodríguez Jiménez, Agonía, Traición, Huida: el final del Sahara español (Edit. Critica), intenta llenar el vacío y desconocimiento sobre lo sucedido en aquellos meses de finales de 1975, unos meses en los que  un joven universitario  observaba perplejo  en los muelles de Cádiz, el  incesante atraque de barcos de la Armada procedentes del Sahara. Ramón Clavijo Provencio.

sábado, 7 de noviembre de 2015

APARICIONES

Los libros van pasando ante nuestros ojos de manera vertiginosa, y como en un juego de magia aparecen y desaparecen sin cesar. Nos quedamos sin aliento, incapaces de seguir el ritmo y sospechando  que en el carrusel diabólico al que nos somete la industria editorial se nos  van escapando historias excepcionales aunque -nos consolamos-  también muchas que no merecen un minuto de atención por parte de un lector avezado.  Pero el destino de la mayoría de los libros es trágico, y es que entre el nacimiento oficial y el olvido el tránsito es  fugaz  pues todos están finalmente condenados. Ya nos lo recordaba Felipe Benítez Reyes en aquellos versos: Todos los libros llevan un estigma de olvido. Hay una voz en ellos /Que enmudece y declina. En otro libro,   el recientemente fallecido Henning Mankell escribe: “Nadie quiere que le olviden. Pero a casi todos nos olvidan. ¿A cuántos escritores recordamos y seguimos leyendo hoy día? Y no estoy pensando únicamente en los que escribieron hace cientos de años, sino también en aquellos que leíamos y sacábamos de las bibliotecas y que murieron hace veinte o treinta años” (Arenas movedizas. Tusquets). Hay sin embargo otros libros cuya salida de escena es de lo más truculenta. Conocemos de su existencia pero no de sus bondades y miserias. Entre ellos estarían multitud de libros desaparecidos por la acción destructora del propio hombre, o por hechos fortuitos y desgraciados. Los historiadores han rescatado muchos títulos de autores conocidos y desconocidos, de los que solo conocemos eso, sus títulos, pero no su contenido lo que ha excitado la imaginación de muchos escritores que han elucubrado con ello. ¿Qué habrá sido de aquel manuscrito extraviado por un joven Poe en uno de sus viajes a Baltimore, y del que se nos da cuenta en el muy documentado libro de Georges Walter (Poe. Anaya)? Algunos de estos libros que se creían definitivamente perdidos, como en otro número de magia, aparecen cuando menos lo esperamos. Sucedió con historias perdidas de  Mark Twain, Julio Verne, o Aldous Huxley, entre otros muchos. Casi siempre estas apariciones son funestas,  pues más que obras desaparecidas o perdidas eran  historias con las que su autor nunca se sintió satisfecho y prefirió esconderlas y  olvidarlas.  Por todo ello hay expectación en los círculos literarios de nuestro país por la inminente aparición de  “Los Caprichos de la Suerte”, la novela de Pío Baroja que completaría la trilogía de “Las Saturnales” dedicada a la Guerra Civil. Veremos si la espera de más de medio siglo en que el manuscrito permaneció oculto en la casa familiar de Vera de Bidasoa (Navarra) y el entusiasmo del admirado José Carlos Mainer sobre el libro, se ve corroborado por los lectores. Aguardamos expectantes. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO  

FLAMENCO

Por los mismos días en que se destapaba el sueldo fantasma del director del Centro Andaluz de Flamenco, que había percibido 2.200 euros al mes durante tres años sin llegar a pisar siquiera tan bien remunerado puesto de trabajo (ver Diario de Jerez, 30 de octubre), llegaba a todos los centros de enseñanza de nuestra sufrida región las “Instrucciones de la Dirección de Ordenación Educativa de la Junta para la celebración del Día del Flamenco”, cuyo punto primero reza lo siguiente: “Todos los centros docentes no universitarios sostenidos con fondos públicos de esta Comunidad Autónoma celebrarán el día 16 de noviembre de cada año o con anterioridad al mismo si recayese en día no lectivo, el Día del Flamenco”. La casualidad es otra de las grandes ironías de la vida que, en este caso, se convierte en un caso más de ese cinismo tan característico ya de nuestros gobernantes. Para celebrar el Día del Flamenco ¿podríamos ponerles a nuestros escolares un comentario del texto periodístico en el que se trata el “asuntillo” del sueldo fantasma? Sin duda sería una buena actividad complementaria, porque por ella se daría cuenta nuestro alumnado del desprecio más absoluto con que las administraciones públicas tratan a la cultura en todas sus manifestaciones. Mientras que todos los centros educativos ya se disponen a preparar estas actividades, aunque  la cultura de nuestros adolescentes no se mejora con la celebración de “Día de”, en el que se suele programar una serie de actos forzados, algunos sin convicción, contando siempre con la voluntad de docentes, escolares y hasta familias, y con escasos por no decir ningún medio, las famosas Instrucciones del Día del Flamenco afirma rimbombante: “… corresponde a la Comunidad Autónoma la competencia exclusiva en materia de conocimiento, conservación, investigación, formación, promoción y difusión del flamenco como elemento singular del patrimonio cultural andaluz”, o lo que es lo mismo: 2.200 euros, y encima nos mandan tocar las palmas. José López Romero.


sábado, 31 de octubre de 2015

LA CASO

La verdad sea dicha: iba a escribir de Chus Visor y aquella polémica entrevista que se publicó en los medios de comunicación allá por principios del verano (apenas ha llovido pero ¡cómo pasa el tiempo!), incluso la entrevista realizada a Ángeles Caso y publicada en este diario (Diario de Jerez, el pasado 9 de octubre) me había recordado la del famoso editor de poesía porque mientras este afirmaba tan campante que la poesía femenina en España no está a la altura de las grandes novelistas, la Caso se lamentaba en la suya de que “la literatura que hacemos las mujeres se mira de forma distinta a la de los hombres”. Y no es que estuviera con esta frase replicando a Visor, ya que ambas entrevistas no tienen relación entre sí; es más, al ser esencialmente novelista Ángeles Caso no debería haberse sentido aludida por las declaraciones del editor. Pero ¿realmente tiene razón la Caso? ¿se mira de forma distinta la literatura escrita por mujeres a la de los hombres? Yo creo que no. Digo más, lectores y lectoras hay que no se pierden las novedades de muchas de las narradoras actuales, entre las que Almudena Grandes quizá se lleve la palma de la afición. Tengo para mí que Ángeles Caso aprovechó la entrevista para lamentarse de lo terrenal, es decir, de sus problemas con la Hacienda pública, más que para protestar por la distinta forma de ver la literatura escrita por mujeres. Bajo la apariencia de que ella no va de víctima con la que le está cayendo al resto de la humanidad que sufre en silencio bajo la férula del PP (el culpable según Caso de todos sus males), se lamenta de cómo la Agencia Tributaria la ha terminado por arruinar, hasta el punto de que ya no puede vivir de la literatura. En otra entrevista, anterior a la de este Diario, publicada en distintos medios de comunicación el 15 de mayo de este mismo año, la Caso ya utilizaba la prensa como paño de lágrimas de sus asuntos con Hacienda, entrevista que es un monumento al cinismo. En ella se quejaba de que muchos escritores no están enterados de lo que pueden desgravarse (“El problema con el que se encuentran los escritores es que no saben qué es desgravable en su profesión”), ¡y eso lo dice una señora con carrera universitaria!; y con la mayor de la desfachatez se añade: “Señalan que todos los gastos de internet, luz, agua y calefacción podrían entenderse como gasto profesional. Caso pone un ejemplo más penoso para los bolsillos, el de los viajes. "Si no viajamos no vendemos libros, muchas veces damos conferencias o tratamos de documentarnos y eso forma parte de nuestro trabajo, no son viajes de placer", explica.” Todos sabemos que las conferencias se pagan bien y que los gastos de promoción al final benefician al escritor por las ventas. Y finalmente, los que llevamos más de lo que acostumbramos a recordar en esto de la investigación, hasta una mísera fotocopia ha salido de nuestros bolsillos, por no decir viajes a archivos y bibliotecas, etc. Mucha cara hay que echarle al asunto para desgravarse viajes de promoción, conferencias e investigación. Mucho rollo bajo esa apariencia de corderito degollado por Montoro. José López Romero.  

TIEMPO Y LECTURA

Durante el siglo XVIII se pusieron de moda las recomendaciones de algunos intelectuales sobre la manera de organizar el tiempo diario.  Bartolomé Benassar escribe que aparte del tiempo dedicado al trabajo y al sueño, debía quedar un tercio del mismo para el tiempo de vivir, y será este tiempo para vivir el objeto de numerosos tratados en los que se orientaba cómo administrarlo. El libro de Benjamín Franklin ‘Libro del hombre de bien’  fue de los que más fortuna tuvieron. La idea era establecer un orden diario que evitara perder el tiempo en cosas inútiles. Por supuesto estas recomendaciones iban destinadas a la alta burguesía, ya que la  mayor parte de la sociedad  tenía suficiente con dedicar todo su tiempo a buscarse el sustento diario. Siguiendo esta moda iniciada en el siglo XVIII (ver “La ordenación del tiempo burgués” en Actas de las I Jornadas de Historia de Jerez, 1986),  en 1830 se publicaba en Jerez  un curioso impreso titulado ‘Pajangam’, donde a la manera de Franklin se aconsejaba a los burguesía local dividir su tiempo según unos patrones preestablecidos, entre los que estarían dedicar fracciones horarias a pasear, vagar, tomar la siesta y leer. Es curioso como el leer ocupaba gran parte del tiempo del burgués tras la siesta, aunque con variantes según estemos en invierno (dos horas y media) o verano (una hora y cuarto). Hoy día en que tanto se habla de la decadencia de la lectura, realmente a lo que estamos asistiendo es a la transformación de esta. La quietud, el silencio y sobre todo el tiempo han estado vinculados   siempre a la lectura, pero hoy  es la falta de tiempo, ese del que se habla en ‘Pajangam’, su peor enemigo. En la medida que va perdiendo protagonismo el formato papel,  el escaso tiempo disponible para la lectura se utiliza cada vez más interactuando  – a través de dispositivos digitales- con otras formas de ocio  e información (juegos, consulta de bases de  datos, navegación , etc.). Afortunadamente la falta de tiempo se compensa con la universalidad del acceso a la lectura ya no solo  privilegio de una clase ociosa. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO 

sábado, 17 de octubre de 2015

AQUELLAS BIBLIOTECAS DE JARDINES

No hace mucho leía una noticia en un periódico de tirada nacional, donde se denunciaba el deterioro de unos jardines públicos, pulmón verde de una importante ciudad española donde los niños y mayores,  se escribía , ya no jugaban o leían entres sus alcornoques o jacarandas, pues se iban imperceptiblemente,  años tras año, convirtiendo en la viva imagen del abandono  o, aún peor, de  la desidia cuando se levantaban mercadillos infames aderezados con  la música a todo volumen para ambientar cualquier fiesta de barrio. No hace falta señalar la ciudad. A todos nos suena mucho lo que denuncian esas líneas, ya que en mayor o en menor grado  se describe una epidemia que se extiende por las ciudades españolas.  En la misma nota informativa se mencionaba muy de pasada, o mejor se recordaba, cómo en tiempos pasados no era infrecuente encontrar en los parques y ciudades una pequeña biblioteca pública, más bien un kiosco, donde los paseantes podían hacer un alto en el camino, y leer la prensa o iniciar la lectura de un libro (aún se conservan algunos, como el de la imagen situado en el Retiro de Madrid). El sosiego, la quietud, que se le presuponía a estos entornos naturales hasta hace bien poco, los hacía lugar adecuado para la lectura. En Jerez, como en otras muchas poblaciones, a finales del siglo XIX y sobre todo durante el primer tercio del siglo XX, se crearon las bibliotecas de parques y jardines. La primera la de la Alameda Vieja, a la que siguió la del Retiro. Incluso el reputado arquitecto jerezano Rafael Esteve padre del que luego sería el bibliotecario y arqueólogo municipal Manuel, diseñó en 1932 el boceto de lo que se pretendía fuera el modelo normalizado de kiosco biblioteca para estas zonas verdes de la ciudad. El ambiente que  se respiraba en estos lugares lo podemos palpar más de ochenta años después, en el documental que produjera el Ateneo de Jerez a finales de los años veinte del siglo pasado, afortunadamente recuperado y  restaurado en formato digital,  y donde se observa durante unos segundos al vigilante del Retiro facilitando unos libros a unos paseantes. ¿Qué libros albergaban estas pequeñas bibliotecas? Nada de sesudos tratados de las más diversas disciplinas, y sí novelas de aventuras, cuentos infantiles u obras clásicas en ediciones populares. Se trataba de  tentar  a los paseantes para que destinaran algo de ese tiempo que disponían  a la lectura; quietud, silencio y tiempo, los tres pilares en que descansaba la lectura hasta no hace tantos años. En Jerez lamentablemente aquellas bibliotecas de jardines hace tiempo que desaparecieron - languidecieron en la posguerra para cerrarse definitivamente en los años cincuenta- pero se conservan sus libros que actualmente forman parte de los fondos patrimoniales bibliográficos de la actual Biblioteca Municipal Central. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO 

VECINDARIO

“Vecindario tranquilo, horizontal y florido”, así define el excelente escritor francés Philippe Claudel el cementerio que tiene enfrente de su casa familiar, es decir, el paisaje que ha visto durante buena parte de su vida. Me sorprendió la definición incluida en su libro ‘Aromas’, por la obviedad de sus tres adjetivos y, por ello, por la forma tan natural de referirse a un tema que a todos siempre nos produce cierto escalofrío: la muerte. Y es que cuando se convive (vecino) tan de cerca y tan habitualmente hasta con los asuntos o circunstancias más aterradoras, estos pierden el sentido trascendente o macabro. Los médicos con las enfermedades; los profesores con los suspensos; las fuerzas de seguridad con el terrorismo y la delincuencia… el trato cotidiano profesionaliza ese trabajo o esa relación que no pierde el prestigio de lo desconocido para el resto de los mortales, en este caso nunca mejor dicho. Sin embargo, la literatura en torno a los muertos ha tenido a lo largo de todos los siglos el tratamiento respetuoso que a los vivos siempre nos ha merecido este asunto, a veces más íntimo (elegías), otras más solemne, los escritores en general pocas bromas se han permitido si no es en las representaciones del infierno. Por eso el pequeño texto de Claudel nos sigue estremeciendo por la espontaneidad con que describe y compara el cementerio (“Ciudad en miniatura, con barrios miserables… y otros lujosos”), los olores en descomposición (“esos montones de dalias marchitas, esa ajada acumulación de crisantemos…”) y los colores de esas mismas flores que adornan las sepulturas y que pronto perderán su esplendor “como recién casadas abandonadas por sus jóvenes y veleidosos maridos el día siguiente de su boda”, la comparación, como otras del texto, contribuyen al tono distante, frío, como el mármol, con que Claudel se acerca al espacio que ocupan sus vecinos de toda la vida, a sus muertos. José López Romero.


sábado, 10 de octubre de 2015

COMPROMISO

“Quienes tienen la generosidad de interesarse por mi trabajo o son contrarios a él han planteado con frecuencia la misma cuestión. Después de leer mis libros, durante un seminario o al término de una conferencia, ya con vacilante cortesía, ya en tono de reproche: “¿Cuáles son sus ideas políticas? En todos sus escritos sobre historia y cultura, sobre educación y barbarie, ¿por qué no hay ninguna franca declaración de su ideología política?...”, esta cita (perdóneme el lector su extensión) es el inicio del ensayo titulado “Petición de principio” incluido en el volumen Los libros que nunca he escrito de George Steiner. El célebre pensador no tiene otra justificación a su aislamiento de la res publica que su contrario: su obsesión por resguardar su privacidad. No deja de ser un tanto lamentable que sigamos exigiendo ya sea a personajes públicos, ya incluso a un recién conocido su posición ante cualquier acontecimiento, ideología o afición, y así vamos catalogando a las personas y, lo que es peor, las rechazamos o nos atraen por el equipo de fútbol del que es aficionado (seguro que más de un lector se niega a leer a un escritor por ser aficionado del Madrid o del Barcelona), por sus ideas políticas o por defender una causa social con la que no estamos de acuerdo o que defendemos con la misma pasión. Esa exigencia de tomar partido la sufrió en tiempos más convulsos y peligrosos para su propia integridad física el propio Erasmo de Rotterdam, a quien continuamente primero en su estancia en Lovaina y posteriormente en Basilea, le insistían en que se declarase a favor o en contra de Lutero. La presión sufrida por el gran humanista nada tenía que ver con un natural tan pacífico que rayaba en la pusilanimidad de carácter. “Concordia, paz, sentido del deber y benevolencia eran valorados en sumo grado por Erasmo” nos dice Huizinga en la excelente  biografía del roterodamés, virtudes que precisamente no compartía el vehemente reformista alemán, hasta el punto de que Erasmo se vio obligado a negarlo en numerosos escritos: “no conozco a Lutero”. A Steiner, a Erasmo y a tantos otros intelectuales  en un momento de sus vidas se les ha exigido que tomen partido, que declaren sus ideas políticas o religiosas, cuando todos sus escritos son una enorme manifestación de su compromiso personal con el ser humano, con sus virtudes y con sus defectos, el compromiso del hombre con su tiempo y con la historia, porque no hay mayor dignidad de un pensador que poner al servicio, declararles a sus lectores los ideales humanos por los que debemos luchar, al margen de ideas o aficiones. Ese es el verdadero y sincero valor de humanistas como Erasmo, como Steiner. Poner una firma en un manifiesto, afiliarse a un partido político, declararse de izquierdas o de derechas no es más que un gesto para una galería ansiosa por catalogar. José López Romero.


SENECTUTE

“El corredor de la muerte tiene el mayor índice  de conversiones de todo el país”, le dice el alcaide del penal norteamericano donde se va a efectuar la ejecución de un convicto por inyección letal, al  periodista interpretado por un convincente Eastwood, que va a cubrir el suceso para su periódico  (Ejecución Inminente. Clint Eastwood. 1998). No exactamente conversiones, pero sí es cierto que el paso del tiempo, la vejez o la enfermedad va llevando a muchos escritores o personajes relevantes de la sociedad a reflexionar sobre el sentido de la vida, mientras reparan cómo se va acercando irremediablemente su opuesto, la muerte.  Uno de ellos, Ramón y Cajal, -que no solo fue el gran científico y divulgador que todos recordamos, sino también gran dibujante y fotógrafo- dejó igualmente algunos libros imperecederos para la literatura. En uno de ellos El mundo visto a los 80 años. Memorias de un arteriosclerótico,  se adentra en la decadencia inevitable del anciano. De todo ello surge un libro excepcional que a la vista de las sucesivas reediciones desde el año de su publicación -1939- más parece una pócima mágica  que consuela nuestro espíritu ante el último tramo de la vida. Mientras Cajal representa, a través de la literatura, la visión de encarar plácidamente el final, otros autores  parecen reflexionar sobre su pasado de manera melancólica, incluso con cierto tono si no de arrepentimiento, sí de reconocimiento de errores que quizás  si se tuviera otra oportunidad no volverían a repetir, en unas páginas pese a todo elegantes y cautivadoras como son las de Senectute de Norberto Bobbio. Por fin, nos encontramos con otro número nada despreciable de escritores que nos legan textos donde aún se palpa el temblor y la incredulidad ante lo que irremediablemente se va acercando. Quizás estos, con  esa sorpresa, y a la vez certeza de lo que finalmente llegará para todos, sean los que más  terminan por hacer mella en el lector. Es el caso del último libro de Henning Mankel, el escritor sueco, que con sus Arenas Movedizas –del que se  incluye también una breve reseña en esta misma página-  creo que regala a los lectores su hasta ahora mejor creación. RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO.  

viernes, 28 de agosto de 2015

RESEÑAS DE VERANO 5

En el café de la juventud perdida
Patrick Modiano. Compactos Anagrama, 2014.

Después de haber leído “Calle de las Tiendas Oscuras” y “Dora Bruder” y ahora “En el café de la juventud perdida”, puedo afirmar que el último premio Nobel (2014) Patrick Modiano es un autor muy recomendable en todos los aspectos. Quizá a algunos lectores les llegue a cansar que en estas tres novelas el escritor nos plantee el mismo asunto: la investigación sobre el pasado del protagonista, y, sin embargo, es esa constante lo más interesante de las narraciones: cómo Modiano nos va llevando por los laberintos, siempre misteriosos, de las vidas que se entrecruzan de unos personajes cuyo pasado se intenta reconstruir. En esta novela es la vida de una muchacha, Jacqueline Delanque o Louki, como le llaman en el café Le Condé al que suele acudir, la que se analiza desde varias perspectivas. Una interesante reflexión de cómo las vidas de unos se van colando en las existencias de otros. J.L.R. 

El gran cambiazo
Roald Dahl. Compactos Anagrama, 2002.

En alguna ocasión ya hemos reseñado o comentado alguna obra de Roald Dahl, quizá más conocido por su producción literaria para el público infantil con títulos como “Matilda” o “Charlie y la fábrica de chocolate”. Pero aquí traemos al Dahl magistral escritor de relatos para adultos. “El gran cambiazo” es el relato que le da título a todo el volumen, y quizá merezca ese honor por la trama y cómo la resuelve el autor, pero ninguno de los incluidos en este libro desmerece de los demás. Con sus relatos (publicado también en Anagrama “Relatos de lo inesperado”) Dahl le ofrece al lector excelentes momentos de ese humor británico que tiene a la ironía como uno de sus principales ingredientes, y a escritores como Alan Bennett y John Mortimer como buenos cultivadores. Además, la literatura de relatos es muy agradecida para cualquier lector… y si encima nos hace reír… J.L.R.

El efecto Hitler
Juan Pablo Fusi. Planeta, 2015.

En el setenta aniversario del fin de la segunda guerra mundial, el conflicto bélico más destructivo de la historia de la humanidad, van surgiendo constantemente reediciones o presentaciones de estudios sobre  ese holocausto. Libros muchos de ellos oportunistas y prescindibles, otros excepcionales como el que ya trajimos a esta sección firmado por Antony Beevor, y otros oportunos como este del profesor Fusi, uno de nuestros más prestigiosos historiadores y ex director de la Biblioteca Nacional española. En él, con amenidad, claridad expositiva pero también rigurosidad y el adecuado complemento documental, el historiador nos va detallando las causas, analizando a los protagonistas, reflejando los sucesos más representativos y sopesando las consecuencias de unos años que aún nos llenan de perplejidad y asombro cuando no de horror. R.C.P

Crímenes que no olvidaré
Alicia Giménez Bartlett. Destino, 2015


Galardonado con el Pepe Carvalho de este año, la autora nos trae nuevamente a la inspectora Petra Delicado –casi veinte años después de su primera aparición en Ritos de muerte- para hacerla protagonista de nueve relatos, cada uno de ellos  situado en una fecha relevante del calendario –Carnaval, navidad, vacaciones estivales… Cronológicamente los relatos van desde el año 1997 al 2014 y todos sin excepción son inéditos en España, aunque han sido publicados por la autora en otros países  a lo largo de los años, lo que no es nada extraño teniendo en cuenta el éxito que desde la primera novela de la serie ha tenido fuera de nuestras fronteras. Estos relatos tienen la curiosidad y atractivo añadido de poder ir viendo la evolución del personaje – y  la de su inseparable compañero Fermín Garzón- prácticamente desde su creación. R.C.P.

martes, 18 de agosto de 2015

RAFAEL CHIRBES

El sábado pasado, día 15 de agosto, fallecía Rafael Chirbes en Tavernes de Valldignas (Valencia), a los 66 años de edad. Aunque sus éxitos más notorios le han llegado a este magnífico escritor con sus novelas Crematorio, con la que obtuvo varios premios (el de la Crítica) y fue llevada a la televisión, y En la orilla (también premiada con el Nacional de Narrativa), Rafael Chirbes ha sido un escritor de largo recorrido y con justo mérito pertenece a ese selecto o escogido grupo de escritores que nunca defrauda al lector en todo lo que este quiere encontrar en una novela, ya sea simple entretenimiento, ya intriga, es decir, los ingredientes perfectos para que no se pueda dejar la lectura y, sobre todo, contado con una excelente calidad en el estilo. Chirbes es un ejemplo de esa tradición de narradores españoles que desde Cervantes han dado lustre y esplendor a nuestra literatura. Destacamos aquí dos breves reseñas: la primera de una breve narración titulada La buena letra y la segunda de En la orilla.
La buena letra
Rafael Chirbes. Anagrama, 2007

La buena letra es una novela de corta extensión pero de una intensidad y un desgarro que conmueve al lector más impasible. Solo la narradora se da cuenta de que después de la Guerra Civil y a pesar de lograr sobrevivir a ella, hay otra guerra, la más cruel, la que va minando a los personajes, que es el egoísmo, la falta de comunicación, la soledad de unos hombres y mujeres que no consiguen ser felices, porque no logran superar el rencor. Muy aconsejable. J.L.R.

En la Orilla
Rafael Chirbes. Anagrama, 2013


Una de las novelas más alabadas por la crítica durante 2013, y que ahora es justamente reconocida con el Francisco Umbral al libro del año. De alguna manera la historia se relaciona con la de Crematorio, donde Chirbes se valía de la figura de un empresario valenciano para hacer una realista crónica de la España deslumbrante del pelotazo. El hallazgo de un cadáver en el pantano de Olva, al inicio de la narración, es la imagen simbólica de lo que queda de aquello. A través del protagonista, Esteban, que acaba de cerrar su carpintería y dejar en el paro a los que trabajan para él-  víctima y verdugo- de sus indagaciones sobre el por qué llega a esa situación,  se nos dibuja un escenario lleno de escombros y donde el dinero se muestra como el destructor de la condición humana. R.C.P.

martes, 11 de agosto de 2015

RESEÑAS DE VERANO 4

Un paraíso inalcanzable
John Mortimer. Libros del Asteroide, 2013.

Tras la muerte de Simeon Simcox, peculiar párroco de pequeño pueblo inglés Rapstone Fanner, cuando se abre su testamento alguno de los miembros de su familia (su hijo Henry) se lleva una desagradable sorpresa: le deja todas las acciones de la cervecera Simcox a Leslie Titmuss, diputado conservador local y a la sazón ministro del gabinete de Margareth Thatcher. Pero este no es más que el motivo de una novela muy recomendable, que posee todas las buenas virtudes de la mejor literatura inglesa: humor, ironía, magnífico diseño de personajes, a cual más peculiarmente inglés, y una trama por la que el lector transita con placer y curiosidad. Muchos personajes nos recuerdan las mejores series televisivas, en las que los ingleses son también maestros, el mismo Mortimer ha sido guionista de algunas de ellas, e incluso este libro ha sido pasado a serie de t.v. Novela que forma parte de una trilogía. J.L.R.

Mal encuentro a la luz de la luna
W. Stanley Moss. Acantilado, 2014.


Es este un libro sorprendente. Sorprendente porque tras su lectura podemos concluir que hemos leído uno de las más emocionantes novelas de aventuras. Y ello  sería una conclusión cierta salvo por el detalle a tener en cuenta, de que todo lo que se narra en sus páginas es la pura realidad. La historia que se cuenta es la del secuestro del general alemán Kreipe en la isla de Creta, en plena segunda guerra mundial. Stanley Moss y Leigh Fermor –luego uno de los más grandes escritores de literatura viajera- a la sazón oficiales del ejército británico, llevarán a cabo una misión donde  el peligro, la tensión, la fuga con el secuestrado a través de un paisaje abrupto, se complementa con vibrantes diálogos y deslumbrantes descripciones del entorno. R.C.P. 

sábado, 1 de agosto de 2015

RESEÑAS DE VERANO 3

El cura y los mandarines
Gregorio Morán. Akal, 2014


Hace tiempo que un libro no provoca tanta polémica como el que traemos a esta sección. Antes de publicarse por Akal fue rechazado por Planeta, por no aceptar el autor se eliminaran algunas páginas del original. Ahora una vez vista por fin la luz, se ha desvelado el  crudo y sorprendente retrato  que hace del mundo cultural de este país desde los inicios de los años 60 hasta la derrota socialista en el 96. Morán ya tiene a sus espaldas libros polémicos  como el que dedicó a Suárez (“Historia de una ambición”). En este describe sin ambigüedades como algunas figuras estelares de la cultura se han hecho un lugar en el Olimpo a costa de subterfugios, intrigas y malas artes. El protagonista, el cura, es Jesús Aguirre, ex jesuita y duque de Alba, al que rodean muchos mandarines (García de la Concha, Cela, Biedma, etc.) R.C.P.

Almas grises
Philippe Claudel. Salamandra, 2005.

Philippe Claudel pertenece a esa generación de escritores franceses que tomaron el relevo de aquella tan polémica como excelente “nouveau roman” con Alain Robbe-Grillet o Nathalie Sarraute y cuyo colofón fue la concesión del Premio Nobel en 1985 a Claude Simon. De la promoción de Claudel también podemos destacar a Delphine de Vigan. Guionista de cine y televisión y con varios premios de prestigio en su haber, Philippe Claudel nos ofrece un relato al que mejor no le puede quedar el título: almas grises, como la del fiscal Pierre-Angel Destinat, como la del propio narrador que, después de veinte años, nos va a contar todo el proceso de investigación que llevó a cabo a raíz del asesinato de “belle de jour”, apodo con el que se le conocía a la hija menor del tabernero del pueblo, una niña de 10 años. Sin embargo, el propio narrador no nos descubre hasta el final un secreto que lo lleva atormentando desde aquellos años. J.L.R.

sábado, 25 de julio de 2015

RESEÑAS DE VERANO 2

Tiempo y mundo
Stefan Zweig. Juventud, 2004.
En el epílogo a este libro su primer editor, Richard Friedenthal, explica la intención de Zweig de recoger en varios volúmenes sus pequeños textos en prosa fruto de sus narraciones de viajes, conferencias y crítica literaria. Este titulado Tiempo y mundo es la segunda entrega (la primera se titula “Encuentros”) y recoge estos textos de 1904 a 1940. Dividido en tres apartados (“Hombres y destinos” que se ocupa de la crítica literaria; “Tierras y paisajes”, de los viajes; y “Tiempo y mundo” en el que agrupa reflexiones sociales y políticas), la brevedad de los textos y el estilo siempre ameno de Zweig, hacen que se lea con agrado y fluidez, sin menoscabo de la profundidad de los pensamientos e ideas de uno de los grandes escritores del siglo XX. Leer a Zweig no solo es un placer, sino un enfrentamiento con la historia más reciente de Europa, de la que ni él ni nosotros debemos estar muy orgullosos. J.L.R.

Persecución
Alessandro Piperno. Lumen, 2013.
Leo Pontecorvo lo tenía todo: éxito profesional como pediatra y profesor de la facultad de medicina; una excelente familia, con su mujer Rachel, y sus dos hijos varones, Filippo y Samuel; y pese a su madurez, seguía siendo un hombre atractivo que despertaba la admiración de sus alumnas. Pero (y siempre hay un “pero”), la inconsciencia o el jueguecito peligroso van a volver su vida del revés: el cruce de cartitas con la novia de su hijo pequeño, Camilla (14 años), un tanto subidas de tono. A la acusación de depravado, aireada por todos los medios de comunicación, se le añade que el personaje ya estaba bajo sospecha por la mala contabilidad de la clínica donde trabaja. Novela de descenso a los infiernos, en la que destacan personajes como el abogado Herrera del Monte, la propia esposa, el análisis de la vida conyugal y sobre todo la voz del narrador: irónica, burlona, pero también compasiva. J.L.R.

El impostor
Javier Cercas. Random House. 2014
No vamos a descubrir ahora la facilidad de Cercas para introducirse en hechos oscuros de nuestro pasado más reciente, y sortear las dificultades de hacerlo a través de claves literarias. Ahora, en su nuevo libro vuelve a afrontar un reto mayor si cabe, puesto que el objeto de interés del escritor  es Enric Marco, el personaje que se hizo pasar durante décadas por un antiguo recluido en el campo de exterminio de Mathausen, e incluso llegó a representar oficialmente a los españoles encerrados en los campos nazis hasta su desenmascaramiento en el año 2012. Este libro recoge la historia de una impostura, aunque como dice Cercas, tratar de buscar una explicación al porqué de este engaño ¿no será buscar de alguna manera su justificación? R.C.P.

Bartleby el escribiente
Herman Melville. Ilustraciones de Poulin. Alianza, 2014

Es esta una nueva versión  de la inmortal narración de Melville. Narración suficientemente conocida y estudiada, como para detenernos una vez más en ella y  debatir sobre el enigmático comportamiento de su protagonista, o la eterna discusión de si este relato es un antecedente de la narrativa de Kafka. No. Si nos detenemos en esta edición es precisamente porque no es una más, y ello es debido a la excepcional contribución de Stéphane Poulin, reconocido artista canadiense, con muy alabadas obras ilustradas (Bestiario), que hace de ella en un objeto de deseo. Si a ello unimos el excelente trabajo en la traducción y en las notas complementarias de Arturo Agüero Herranz, nos encontramos con un libro singular. R.C.P. 

miércoles, 22 de julio de 2015

SIEMPRE THEROUX

Hay algo de fin de etapa, de crepuscular en las páginas del último libro de Paul Theroux. Este viajero escritor, que no al revés, dotado de una especial sensibilidad para captar, interpretar y luego transmitir al lector las experiencias vividas en sus periplos viajeros –y la prueba las encontramos en una larga lista de libros, algunos ya de culto, como El gran bazar del ferrocarril, En el gallo de Hierro, Tras las columnas de Hércules, o la exitosa novela La costa de los mosquitos- nos deja en este Último tren a la zona verde”, un libro que sin perder el virtuosismo literario y la atracción narrativa tan propias en el norteamericano, suma ahora una carga emocional que traspasa las páginas impresas y que lo singularizan dentro de la obra de este escritor. Diez años atrás Paul Theroux iniciaba un titánico viaje que le llevaría durante meses a recorrer el trayecto entre El Cairo y Ciudad del Cabo, ahora en cambio vuelve a la ciudad de los diamantes para iniciar un periplo no menos titánico y quizás más arriesgado y complejo: un viaje hacía lo desconocido viajando en rudimentarios medios de transporte y huyendo de las rutas transitadas por los escasos turistas que se aventuran por Namibia o Angola. Theroux medita sobre ese trozo de África desértica, desolada casi deshabitada, proporcionándonos también información rigurosa sobre los visitado, pero sobre todo provocando en el lector una avalancha de sentimientos al describir esos paisajes casi desconocidos y olvidados, tratando de poner en el mapa ciudades y pueblos, como los pacíficos hum/hoansi o bosquimanos, a los que parece la historia hubiera dado la espalda definitivamente. El resultado es un libro duro, sorprendente, a veces divertido, pero también conmovedor, donde el Theroux de siempre, aunque con más años y menos energía física – me tomé mis pastillas de la mañana, dos distintas para evitar la gota…-- se lanza a rutas desconocidas inspirado por esa filosofía de la que siempre ha hecho gala - Iba solo, viajaba ligero y no necesitaba más que un billete barato de ida. Existe una cosa llamada curiosidad, más digna cuando se denomina espíritu inquisitivo, ese afán fisgón ha gobernado mi vida de viajero- y que ha sido inspiradora de libros inolvidables. No seamos pusilánimes y adentrémonos con Theroux, en busca de los últimos vestigios de un África que desaparece a ritmo acelerado. 
RAMÓN CLAVIJO PROVENCIO